Exhibe un gran sentido del humor… y del sarcasmo. Tras 44 películas, confiesa que algunas han sido terapéuticas y hace suya la máxima de Buñuel: «Con la imaginación nunca se peca» A sus 80 años, Saura saca lustre a su memoria mientras prepara el rodaje de su próxima película. Por Fernando Goitia /Fotos Carlos Luján
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Antes de hacer cine, Carlos Saura pensó en diseñar motos y coches y soñó con ser un atleta de los 400 metros lisos. Como esprínter, confiesa, no tenía futuro; como ingeniero tampoco. El cine, al parecer, era lo suyo, aunque él tardara en darse cuenta. Comenzó como fotógrafo, y con 17 años, incluso, publicó en portada de ABC. Años después, Paris Match me hizo una oferta, pero me puse a rodar Los golfos y tuve que elegir. Elegí bien, creo . Poco después estaba en Cannes codeándose con Fellini, Antonioni, Minnelli, Bergman, Buñuel y Nicholas Ray. Más de 40 películas después, Saura es una institución del cine europeo, un hombre que siempre ha ido a su aire y que hoy, sentado en el salón de su casa de la sierra madrileña, rodeado de premios, libros, fotografías, su preciada colección de cámaras fotográficas, sus perros y su esposa, la actriz Eulalia Ramón, se ríe con frecuencia al recordar pasajes de su vida que en su momento no le hicieron tanta gracia.
XLSemanal. ¿Le molesta que le recuerden la edad?
Carlos Saura. Depende. Hace poco fui al Reina Sofía y le pregunté a la señorita de la taquilla si podía entrar gratis por ser de la tercera edad. ¿Me enseña el DNI? Ha de tener más de 65 años , me dijo. Al ver que tenía 80 se sorprendió. Me puso de buen humor. Igual era miope, porque vamos [se ríe]
XL. Rodará en breve con Gwyneth Paltrow y Antonio Banderas una cita sobre Picasso. ¡Estrellas de Hollywood en una película de Saura! ¿Cómo le suena?
C.S. Pues bien, pero no cambia nada, también son de carne y hueso. Con Antonio ya trabajé en Los zancos y ¡Dispara! Para él, como malagueño, es un papel especial. Vamos a rodar en Guernica, en una nave donde haremos el estudio de Picasso. La película se llama 33 días, y contamos el proceso de realización del Guernica en 1937, época en la cual él trabajó poco porque andaba con tres mujeres a la vez.
XL. ¿Se imagina usted con tres mujeres a la vez?
C.S. Uf, no no. Las mujeres, mejor, de una en una. ¡Vaya panorama! Esa es una debilidad que Mejor dejamos el tema, que uno ya está en una edad de reflexión [se ríe]. A mí lo que me asombra es saber que Picasso no bebía.
XL. Es increíble el poderío cultural de España en esa época
C.S. Fue como un milagro que un país de 25 millones de personas tuviera a Picasso, Miró, Lorca, Buñuel, Falla, Miguel Hernández Todo eso se enterró. Recuerdo leer en un diario. Los tres homosexuales. Picasso, Buñuel y Lorca . Fíjate. Buñuel tampoco, claro, pero decir eso de Picasso. O mostraban sus cuadros y escribían. ¿Cómo se ve mejor. del derecho o del revés? . En España, la cultura no está bien considerada desde entonces. Es sinónimo de progre y tal.
XL. En ese contexto, lo de subir el IVA un 13 por ciento
C.S. Es una barbaridad. Y si solo fuera el cine Es una catástrofe. La cultura aquí no da votos, claro.
XL. ¿No puede subsistir sin apoyo público?
C.S. El artista no tiene que vivir como un rey, pero necesita un caldo de cultivo. Si la cultura no se promueve en los colegios, como el deporte, nos vamos al desastre. No es un problema de financiación, que también, sino de interés. Cualquier país europeo nos da mil vueltas. Es cuestión de tradición y de cuidarla.
XL. El Guernica, por cierto, fue un encargo del Gobierno
C.S. Sí, para la Exposición Internacional de París. Max Aub convenció a Picasso para hacer un cuadro de 8 por 4 metros. Nunca había pintado algo tan grande. Estaba muy asustado. El bombardeo de Guernica le dejó conmocionado y empezó a pintar.
XL. Era 1937, tenía cinco años. ¿Qué recuerda de la guerra?
C.S. Cosas muy brutales Esas edades son tremendas.
XL. Con la inocencia de la infancia, ¿hasta qué punto fue consciente de lo que sucedía?
C.S. Observas el miedo en los mayores, tratan de que no te des cuenta, pero el terror no se puede esconder. Se apagan las luces, los bombarderos se acercan, las bombas caen a unos metros, los cristales se rompen, todo se mueve. ¡Aquí vamos a morir todos! . Eso no se olvida. Mi madre siempre se negó a ir a refugios. Esas cosas de aragoneses. No me van a matar bajo tierra. Ni hablar [se ríe].
XL. Siendo de familia republicana, ¿cómo le fue en la escuela del franquismo?
C.S. Era un niño, tampoco Tengo por ahí una foto con el brazo alzado al estilo falangista. Una vez, iba por la Castellana y empezó a sonar el Cara al sol, todo el mundo se detuvo y se puso a cantar. Yo no lo hice y se me acercó un tío que me dio un guantazo, así por las buenas [se ríe]. Ahora me río, pero no tenía ninguna gracia. Había que andar con mucho ojo.
XL. ¿Cómo vivieron la derrota en casa?
C.S. Hubo que cambiar de chip. Yo dibujaba aviones con la cruz gamada bombardeando ciudades y, de pronto, me rompían los dibujos. Mis padres pensaban. Esto lo ve alguien y nos señalan como republicanos .
XL. Sufrió la censura desde niño, digamos
C.S. Sí, sí [se ríe]. Años más tarde me alteraron Los golfos y Llanto por un bandido [1959 y 1963, sus dos primeros largos]. La censura siempre Y ahora lo políticamente correcto.
XL. ¿Marcó su estilo aquello de pensar en cómo sortearla?
C.S. Fue un incentivo a la creatividad, un desafío. Era gratificante colarles cosas. Me repateaba esa pacatería española. Yo había visto mucho Buñuel, Bergman, Fellini; influenciado por ellos, me incliné por un cine imaginativo que obligaba al censor a darle vueltas a la cabeza [se ríe].
XL. Siempre le ha perseguido eso de ser pupilo de Buñuel
C.S. Hombre, sería estupendo. ¿Lo soy? Fuimos amigos, lo quise muchísimo, fue mi direcpañol favorito, el único que usaba la imaginación y huía de ese realismo costumbrista que se hace tanto en España, pero discípulo Ahora bien, hay que ser humilde y aceptar que nunca se es del todo original. Si te dicen. Copiaste a Buñuel o a John Ford en tal cosa . Hombre, pues ya me gustaría poder, siquiera, copiar a John Ford [se ríe].
XL. La guerra, 70 años después, es todavía un tema recurrente en el cine español. ¿Nunca pasaremos página?
C.S. No se puede hablar siempre del mismo tema sin aportar algo nuevo, pero es que el cine compensa, a su modo, que no se haya hablado de esa época todo lo que se tenía que haber hablado. Durante 40 años nadie pudo decir ni pío. Pero sí, para mis hijos pertenece a la prehistoria.
XL. Cuando murió Franco fue usted de los pocos que no se puso a enseñar tetas frenéticamente
C.S. Fue como abrir la espita de una olla. Pero sí, yo nunca he sido muy de mostrar porque sí. El acto sexual no suele aportar mucho y casi siempre se extiende más de la cuenta.
XL. Ahora bien, desnudó usted a Amparo Muñoz, lo que para muchos españolitos sería un sueño recurrente
C.S. Ah, sí, ¡qué maravilla! Una de las mujeres más bellas que he conocido en mi vida. Me quedaba fascinado viéndola. Desnudarla fue una gran idea, sin duda.
XL. ¿Se habría imaginado hacer algo así de niño?
C.S. Ni en los sueños más , vamos [se ríe]. Las chicas en mi época eran herméticas, algo imposible. Hasta que no vimos suecas, francesas y alemanas, aquello Todos mis amigos y yo nos liamos con extranjeras. No había manera.
XL. La mayoría de sus películas de los años 60 y 70 tenían protagonistas femeninas. ¿Trauma adolescente?
C.S. Quién sabe [se ríe], pero es que tenía a Geraldine Chaplin. Siempre me han interesado las mujeres. La verdad es que toda mi vida he hecho enormes esfuerzos por entenderlas, en vano. Cuando pienso que ya está, de pronto. ¿Qué ha pasado? [se ríe].
XL. ¿Alguna obra le ha ayudado a superar crisis personales?
C.S. La caza, por ejemplo, o El séptimo día, más reciente, están hechas por necesidad de expresar una violencia personal. Con la imaginación, dicen, nunca se peca, así que en vez de matar a alguien escribes o haces una película [se ríe]. Esa es una frase genial de los surrealistas, que la cogió luego Buñuel. Matas a tu peor enemigo en sueños y, sin haber cometido crimen alguno, te quedas a gusto [se ríe].
XL. ¿Se refiere a alguien en concreto?
C.S. No, no, es una forma de hablar.
XL. Iba para ingeniero industrial, ¿no?
C.S. Sí, pero había que estudiar una barbaridad. Fui al examen de ingreso y me pusieron un problema, pero, ¡oye!, ni idea, así que pinté un coche precioso, cambio de marchas y todo, pensando. Bueno, igual el examinador ve maneras y me aprueba . Me suspendieron, claro [se ríe]. Quería diseñar automóviles y motos. La parte técnica era un rollo.
XL. Y se pasó al cine
C.S. Primero fui a la Escuela de Periodismo. La enseñanza era totalmente fascista, me cabreé con el profesor y me fui. Entonces mi hermano Antonio, el pintor, me dijo. ¿Y la Escuela de Cine? . Entré con facilidad y descubrí que quería ser director, hasta entonces me veía como fotógrafo. Ya era más o menos conocido, había hecho cosas.
XL. Publicó, tengo entendido, en portada de ABC, ¿no?
C.S. Sí, mi primera foto, con 17 años. Y expuse un año después, pero yo quería contar historias. Mi hermano Antonio ya pintaba, se había ido a París; yo andaba con la fotografía, el cine Creo que a mi madre le gustaba eso.
XL. Con su primera película fue a Cannes, con la tercera fue mejor director en Berlín. Por si su madre tenía dudas
C.S. No, no, claro, le gustaba. Lo de Berlín fue divertido. Fui con Elías Querejeta. Nos invitaron por tres días con La caza. Fuimos al zoo, a ver striptease, que, bueno, para nosotros Ahí nos dicen que tres días más y nos pasan a un hotel mejor. Algo les habrá gustado, ¿no? . Otros tres días y nos llevan al más lujoso de Berlín, nos ponen un Mercedes. ¡Oye, igual nos dan un premio! [se ríe]. Al final, Polanski se llevó el Oso de Oro, pero Pasolini, que era del jurado, nos dijo. Una injusticia. Su película es mejor . Luego se estrenó en EE.UU., la crítica la incluyó entre las mejores de la época, se la comparó con las vanguardias del momento; nouvelle vague, free cinema, cine independiente; y Sam Peckinpah dijo que cambió su vida.
XL. Y, con esa trayectoria,¿cómo ve el cine actual?
C.S. El director cada vez pinta menos. Prima el cine de corte y confección. policías corruptos, bicharracos y este ritmo donde nada más empezar hay 18 muertos, todo explota y si se cierra una puerta es como si se hundiera la sala [se ríe]. A mi me encantan, me vuelven loco algunas de efectos especiales y catástrofes, pero la historia suele ser una auténtica estupidez. ¡Ya podrían pensar algo en el guion! La forma es más importante que la historia. Y ya esto de filmar cámara en mano. ¡qué mareo! ¡Ponle un trípode un minuto, hombre! Les da un colapso si ven un plano fijo [se ríe]. Hoy le pongo a mi hija una de Tarkovski y se aburre como una ostra. Ya solo ver algo en blanco y negro, ¡uff!.
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