Crisis económica y humanitaria, delincuencia e impunidad, persecuciones políticas… Mientras la oposición intenta revocar el mandato de Nicolás Maduro, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo sufre un colapso absoluto. El fotorreportero Álvaro Ybarra Zavala traza un retrato desolador de Venezuela. Por Jorge Benezra / Fotos: Álvaro Ybarra Zavala / Getty Images
El legado de Hugo Chávez hace agua
Durante sus 14 años como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el barril de petróleo llegó a alcanzar los 115 dólares, financiando así una política de subsidios que permitió al país presumir, amparado en datos del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, de ser el menos desigual de América Latina.
Hoy, sin embargo, con el crudo devaluado a más del 60 por ciento de aquellos valores, el sueño bolivariano se ha hecho completamente insostenible. Otro organismo de la ONU, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), advierte ahora de que la pobreza crece en Venezuela más que en cualquier otro país de la región. La redención de los pobres venezolanos, por lo tanto, parece haber sido flor de un día.
El crudo financió una política de subsidios que hizo de Venezuela la nación menos desigual de América Latina. Pero hoy la pobreza crece más que en cualquier otro país de la región
Así las cosas, Venezuela -el país con las mayores reservas de petróleo del mundo- presenta hoy el peor crecimiento económico del planeta, con récords en materia de inflación y desempleo. Sus supermercados carecen de alimentos básicos y sus hospitales no cuentan con los medicamentos esenciales; los servicios de gas y luz están bajo racionamiento y es una de las naciones más violentas del mundo, con una tasa de 119 homicidios por cada 100.000 habitantes.
«Nunca pensé que este país tan próspero, que me lo ha dado todo, cayera en esta situación. Aquí levanté a mis hijos, me casé y me niego a pensar que se destruirá», dice Carmen Gómez, una gallega de 80 años que emigró hace seis décadas.
El colapso se aprecia en todas las instancias de la sociedad. Al Hospital de Niños J. M. de los Ríos, por ejemplo, el más importante de la capital, llegan a diario menores con cuadros severos de desnutrición, y los médicos poco pueden hacer, ya que no hay comida y medicamentos para atenderlos. «Las autoridades del hospital esconden todo tipo de estadísticas: epidemias, desnutrición…, pero las muertes de pacientes son cada vez más frecuentes», denuncia Juan, un médico de este centro con 520 camas, donde apenas una tercera parte de ellas están ocupadas.
Cárceles, llenas; hospitales, vacíos
En contraste con los hospitales, en las prisiones ya no cabe un alfiler. Los centros de todo el país multiplican por diez su capacidad. El defensor del pueblo, Tarek William Saab, califica la situación de «brutal» y dice que el sistema supera sus posibilidades en más de 30.000 internos.
A la superpoblación se suman la escasez de comida y de atención médica. Aun así, según el Observatorio Venezolano de Violencia, el 90 por ciento de los asesinos y criminales se encuentra fuera de las rejas.
Las aglomeraciones también son frecuentes ante los supermercados, donde las colas se inician de madrugada. Los venezolanos acuden con la esperanza de entrar antes de que se acaben las existencias. «Muchas veces -cuenta Marlene Barrueta, una pensionista-, pasamos ocho horas aquí esperando a comprar harina de maíz».
El estudio Condiciones de vida en Venezuela (Encovi), elaborado por la Universidad Central de Venezuela, la Simón Bolívar y la Católica Andrés Bello, revela que un 12 por ciento de la población hace dos o menos comidas al día. Por su parte, un informe reciente del Fondo Monetario Internacional prevé que la inflación se sitúe a fin de año en torno al 500 por ciento y que alcance el 1660 por ciento en 2017.
«Las autoridades esconden todo tipo de estadísticas: epidemias, desnutrición…, pero las muertes de pacientes son cada vez más frecuentes», denuncia Juan, un médico del principal hospital de Caracas
Dejando atrás las grandes ciudades, un recorrido por el campo revela un desmantelamiento y un abandono tales que la mayoría de las empresas privadas agrícolas ha desaparecido. Cifras oficiales manifiestan que se han expropiado unas 1200 fincas y que de ellas solo el 10 por ciento es hoy productivo. Una evidencia aplastante sobre el fracaso de la política agrícola oficial.
Los días de promesas y consignas del tipo de «la tierra es de quien la trabaja» se agotaron. La vida se ha vuelto cada vez más dura y la gente busca leña en los alrededores de los pueblos para cocinar. «El país camina para atrás como el cangrejo», sentencia Luis Contreras, un ayudante de chófer que lleva más de un mes sin gas en Barquisimeto, capital del Estado de Lara.
Caerse de maduro
La gente afronta una situación caótica para conseguir lo básico y necesario para vivir. Pensar en una vivienda propia o en un coche usado o nuevo es casi imposible. La clase profesional es la que más ha encajado el impacto de la inflación, dada la naturaleza de su lucha por mantener una calidad de vida que poco a poco se desvanece.
Un deterioro económico que se ha acelerado en los últimos cinco años, acentuado con la llegada de Maduro al poder. Muchos ciudadanos, de hecho, repiten esta frase. «Soy chavista, pero no madurista». Es gente que, reconoce, dio su voto a Maduro «por amor a Chávez».
La economía no es, sin embargo, el único problema. En casi dos décadas de chavismo se han restringido de forma galopante las libertades sindical, de prensa y de asociación -alrededor de 2000 personas están sujetas a procesos judiciales por motivos políticos-, una restricción a la que se han sumado las expropiaciones y nacionalizaciones arbitrarias y el fin de la separación de poderes. El Tribunal Supremo de Justicia, máximo garante de la legalidad, es un escudo del Ejecutivo ante las decisiones de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora desde diciembre del año pasado.
Unas 2000 personas han sido procesadas por motivos políticos. A las restricciones en las libertades sindical, libertad de prensa y de asociación se suman las expropiaciones y el fin de la separación de poderes
En 2014, durante una oleada de protestas, el líder opositor Leopoldo López fue arrestado y juzgado por instigación pública. Ahora, uno de los detenidos más recientes es Yon Goicoechea, del partido Voluntad Popular, al que se acusó de poseer cordones detonantes para explosivos días antes de celebrarse una gran concentración a favor del referéndum revocatorio, actual catalizador de la coalición opositora.
La exigencia de un plebiscito para destituir al presidente, contemplado en la Constitución y al que ya se enfrentó el propio Chávez -lo ganó con el 59,1 por ciento de los votos a su favor-, es la gran demanda de los antichavistas. El pasado junio, el Consejo Electoral (CNE) validó más de 400.000 firmas, el doble de lo exigido, recogidas para convocar un sufragio que deponga a Nicolás Maduro y, desde entonces, la fecha de su celebración es el gran caballo de batalla de la política venezolana.
Si el revocatorio no se celebra en 2016, Maduro puede perder la presidencia, pero no habrá elecciones hasta 2019 y el chavismo conservará el poder
La cuestión de la fecha es clave, y lo cierto es que el Gobierno parece tener la sartén por el mango. Si el revocatorio se celebra «a mediados del primer trimestre de 2017» -a menos de dos años del fin del vigente mandato presidencial-, como propone la autoridad electoral, Maduro podría ser destituido, pero no habría nuevas elecciones. El chavismo conservaría el poder hasta 2019, con el vicepresidente Aristóbulo Istúriz al mando, y ganaría tiempo para preparar a un candidato más presentable. Para la oposición, la fecha límite es el 10 de enero para que, en caso de victoria, se adelanten las elecciones.
En la calle, mientras tanto, la gente sigue exigiendo el referéndum ya, pero se siente cansada. Las movilizaciones se han desinflado y la baja participación revela divisiones en la coalición opositora. Los expertos creen que si el revocatorio no se celebra en 2016, el bloque quedará en una posición difícil.
Crisis humanitaria
Un opositor denuncia ante la Policía la grave crisis humanitaria que vive el país. Los supermercados están desabastecidos y a los hospitales -sin medicamentos ni recursos sanitarios- todos los días llegan niños con cuadros severos de desnutrición.
La nueva burguesía
En la foto, un grupo de empresarios durante una fiesta en un lujoso hotel de Caracas. La revolución de Chávez proponía acabar con los burgueses y el capitalismo, pero, en realidad, el sistema se ha transformado en un capitalismo de Estado, donde la antigua élite económica, acosada y perseguida, ha sido reemplazada por los ‘boliburgueses’, una casta que ha amasado fortunas en torno al negocio petrolero.
La protesta nunca cesa
Las manifestaciones para exigir al presidente Nicolás Maduro el referéndum revocatorio -plebiscito contemplado en la Constitución para destituir al jefe del Estado- se han sucedido este año en Venezuela. En la foto, estudiantes acampados en huelga de hambre frente al edificio de la Organización de los Estados Americanos en Caracas protestan por los presos políticos del régimen.
Un estado violento
Miembros de una banda criminal vigilan su vecindario en un barrio de Caracas. Los grupos organizados controlan amplios territorios con total impunidad. La imagen fue tomada con la condición de no revelar la identidad de los delincuentes ni su localización geográfica. En realidad, nunca se cubren la cara.
El ‘Gran Hermano’ bolivariano
Hace diez años, los canales privados ocupaban el 75 por ciento del espacio radioeléctrico. Hoy, el Estado controla el 70 por ciento de los medios de comunicación venezolanos, tanto la televisión como la radio y la prensa escrita.
El espanto de los hospitales de Maduro
En Venezuela, los niños se mueren en urgencias, los médicos operan sin anestesia, los enfermos no reciben antibióticos... y el Gobierno insiste en negar la miseria. Los hospitales son la…
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