Se llama ‘agua virtual’ a la que se emplea en producir todo lo que usamos y comemos y es un concepto en alza. Por Daniel Méndez
El agua es ya hasta tal punto otro nuevo petróleo que se realizan cada vez más estudios sobre lo que los expertos llaman agua virtual, aquella que consumimos sin percatarnos de ello. Es decir, la que se emplea en producir una hamburguesa, por ejemplo, desde que se cultivan los pastos de los que se alimenta el animal del que se extraerá la carne hasta que la carne misma es transportada a la ciudad y llega finalmente a nuestra mesa. La cifra es llamativa: 2400 litros de agua.
¿Un café con leche? No, como usted piensa, 200 mililitros, sino 200 litros. El concepto de agua virtual fue introducido hace ya 10 años por John Anthony Allan, un investigador de la Universidad de Londres gracias al cual sabemos ya que un kilo de caña de azúcar necesita, por ejemplo, 175 litros de agua en todo su proceso de producción completo.
Medirla con precisión nos permitirá optimizar un bien cada vez más escaso
No es demasiado si lo comparamos con los 20.157 litros que es necesario emplear para conseguir un kilo de carne de vacuno. Desde luego, las cantidades de agua empleada no son las mismas en cada país. Y aquí entra en juego un concepto más reciente, acuñado esta vez por el investigador de la Universidad de Twente, en Holanda, Arjen Hoekstra. Sus trabajos, incluyendo un estudio publicado hace unos meses en la revista especializada Proceedings of the Nacional Academy of Sciences, han contribuido a popularizar el término huella hídrica: engloba tanto el agua consumida directamente por un país, una persona o una industria como la que se ha empleado de forma indirecta en la elaboración de alimentos y productos industriales.
Según se desprende de su estudio, la huella hídrica media en el mundo durante el periodo 1996-2005 fue de 1385 metros cúbicos de agua por persona al año. En España, la cifra se eleva hasta los 2461 metros cúbicos. El equivalente a 164 camiones cisterna por cada español. Y el 42 por ciento de esa agua se trata de agua importada, en su mayor parte en forma de productos alimentarios. No es demasiado (o no lo es de momento. Malta importa el 92 por ciento; Kuwait, el 90 por ciento).
La tesis de Hoekstra tiene así algo de reivindicación. Ante los alarmantes informes que hablan con pesimismo de las perspectivas de sequía mundial, el autor propone tener en cuenta la huella hídrica de cada país para optimizar un recurso escaso y evitar pacíficamente a tiempo un problema futuro. Si lo tenemos en cuenta, cree, podríamos resolverlo.
Naranjas de ‘oro’
¿Deberíamos importarlas?
Un estudio del grupo Gestión de Recursos Hídricos de la Universidad Politécnica de Cartagena señala un aumento de las sequías extremas a partir de 2050 en nuestra semiárida España. Según el científico Arjen Hoekstra, podríamos contrarrestarlo importando los productos que exigen más agua desde países con mayor abundancia de ese bien. Por ejemplo, las naranjas: producir un kilo en España exige 362 litros de agua; en Irak, 3023, pero en regiones de EE.UU. 149. ¿Por qué aquí más que allí? Todo cuenta: las condiciones climáticas, el grado de evaporación del agua, la fertilidad de la tierra, los niveles de industrialización y transporte Y si por el calor se utilizan cámaras refrigeradas, el agua que estas consuman también se incluye en el cómputo final.
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