Desde caseríos, fincas y masías han surgido colectivos que se dedican a recuperar semillas históricas. Realizan catas, acuden a ferias y mercados, imparten talleres… Se organizan en una red estatal cuyo objetivo es preservar la biodiversidad. Por Carlos Manuel Sánchez
Sandías acorazadas
David Moncunill, agricultor del pueblo catalán de Cabrianes, ha recuperado una variedad de sandía antigua y rústica con una corteza de dos centímetros de espesor, muy resistente a los insectos. A pesar de su blindaje, es sabrosa, roja y con grandes semillas.
La primavera es la mejor época para su siembra. Pesan unos dos kilos y medio y sus semillas se pueden adquirir on-line, en el catálogo de Les Refardes, una asociación adscrita a la Red de Semillas y que agrupa a pequeños agricultores que intentan plantar cara «a las grandes corporaciones agroalimentarias que toman las decisiones sobré qué y cómo se siembra».
Lechugas pura sangre
Lechugas rizadas, lisas, punta de lanza… Nada que ver con las iceberg clónicas que vemos por todas partes. Laura Aceituno, doctora en Ciencias Ambientales, forma parte de la asociación La Troje, en El Berrueco (Sierra de Madrid). Realizó su tesis sobre la recuperación de hortalizas tradicionales. Luciano, un agricultor, aporta variedades que su familia ha guardado al catálogo de semillas.
Alubias muy sabias
Steve Padullé, ingeniero agrónomo y guía de espacios naturales en Sallent de Llobregat (Barcelona), ha conservado una variedad de alubia, acostumbrada a los cambios de clima de la zona, que sobrevive tanto en los años lluviosos como en los secos.
Es lo que se conoce como una semilla todoterreno. La misma variedad se encuentra, a más altura, en la zona prepirenaica, aunque más grande y con la piel más fina, una adaptación natural de la evolución. «Un huerto no sirve solo para proveernos de comida. Es la sabiduría de nuestros ancestros», explica Padullé.
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