Es historia viva del boxeo. Para lo bueno y para lo malo. Retirado desde 2006, el doble campeón mundial de los pesos pesados intenta rehacer su vida lejos de las drogas, la cárcel y las acusaciones de violación. Un documental que recupera su pasión de niño por las palomas nos permite entrar en el corazón de la bestia. Por Ixone Díaz Landaluce
Su desdentada sonrisa, el tatuaje tribal que enmarca su ojo izquierdo y sus hechuras de armario ropero son el recordatorio de un pasado brutal. Pero Mike Tyson es o quiere ser otro: no le importa hablar de errores pretéritos y ha aprendido a reírse de sí mismo para deleite del respetable. El ex boxeador vuelve a su barrio, Brooklyn, con la serie documental Las alas de Tyson, de Discovery Channel, para desvelar su pasión oculta por las palomas. La misma que lo llevó a tener su primera pelea cuando otro niño mató a uno de sus pájaros. Solo era el comienzo de su leyenda. Con 13 años había sido arrestado 38 veces, con 16 era huérfano y poco después un ex boxeador lo descubrió en un centro de detención juvenil. El resto los dos campeonatos mundiales de pesos pesados, las peleas ganadas por K. O. en cuestión de segundos y hasta la oreja de Holyfield es historia del boxeo. Fuera del ring, su expediente es la traducción de una vida de excesos: ocho hijos de diferentes mujeres, dos ex esposas, una actual señora de (Lakiha Spicer), varias visitas a rehabilitación, una declaración de bancarrota y dos estancias en la cárcel. Cumplió una condena de tres años en 1992 por violación y nueve meses más por agresión en 1999. Pero hace dos años recibió el golpe definitivo. Exodus, su hija de cuatro años, murió al ser estrangulada por accidente en una cinta de correr. Fue el punto y aparte.
Ahora Tyson, retirado desde 2006, habla con el ceceo de siempre, pero con una letanía recién estrenada que mezcla el rapto místico con un refrito de libros de autoayuda y mantras aprendidos de memoria en las sesiones de terapia. Este es su enésimo retorno. Su enésimo renacer. Su enésima redención. Y dice que es la definitiva.
XLSemanal. Sorprende oírle decir que la primera vez que experimentó el amor fue con una paloma.
Mike Tyson. Cuando tenía 10 u 11 años, siempre estaba haciendo novillos. Era un niño negro, pobre, mal vestido, con sobrepeso y gafas. Y los otros niños me pegaban. Por eso, solo iba al colegio para comer y luego mataba el tiempo dando vueltas por la calle. Un día, unos chicos del barrio me pararon para robarme. Me registraron los bolsillos y, al ver que no tenía nada, me preguntaron: «¿Quieres volar con nosotros?».
«Antes me sacaba del pozo la coca. Ahora, tener un futuro. Pero no debes buscar culpables. No todo fue culpa mía, pero yo siempre estaba allí»
Me llevaron a un edificio abandonado y allí, en el tejado, había una caja llena de palomas. Todas estaban enfermas o heridas y, cuando trataban de hacerlas volar, aterrizaban en tejados lejanos. Y entonces mandaban al gordo cobardica a recogerlas. Recuerdo que las palomas volaron hasta un edificio en el que necesitabas enseñar un DNI para entrar. No había visto un DNI en mi vida. Me colé, esperé a que los guardias se fueran, me metí en el ascensor y conseguí recuperarlas. Fue excitante y, al día siguiente, volví. Lamentablemente, nunca regresé al colegio, pero así es como me enamoré de los pájaros.
XL. ¿Qué hubiera sido de aquel niño sin el boxeo?
M.T. No sé dónde estaría. Sé que mucha gente piensa, y quizá yo también, que estaría en la cárcel. Tampoco sabía que el boxeo me traería hasta aquí. Ni siendo astronauta tendría tanta emoción en mi vida como tengo ahora.
XL. ¿Qué herramientas le dio el boxeo para afrontar la vida?
M.T. Ninguna. Lo único que me dio fue una plataforma. Cuando era joven y estaba boxeando, la vida no me importaba, me daba igual vivir. Mi objetivo ahora es otro. Quiero educar a mis hijos y protegerlos del dolor que yo sufrí. Antes de morir, solo quiero saber lo que es vivir la vida y no preocuparme por nada más. Quiero estar con la gente que me quiere y que aún está ahí ahora que la tormenta se ha disipado.
XL. Dice que trabaja mucho en su humildad. ¿Qué tal le va?
M.T. Si te digo que soy humilde, es que no lo soy. Estoy trabajando en el arte de ser humilde. Y estoy haciéndolo jodidamente mal, pero lo intento. No tiro la toalla.
XL. Pero le ha dado un giro radical a su vida. ¿Cuál fue la epifanía que provocó ese cambio?
M.T. La muerte de mi hija de cuatro años. En ese momento, pensé que mi vida se había acabado. Luego, me di cuenta de que acababa de empezar porque tengo que vivir por ella. Tenía que ser un buen ejemplo y dejar de vivir como hasta entonces. No estoy diciendo que sea un buen padre, pero confío en enseñarles a mis hijos cosas positivas. Luego, ellos harán lo que quieran.
XL. Se casó con su novia diez días después de la trágica muerte de su hija. ¿Por qué precisamente entonces?
M.T. No lo sé… Simplemente estaba perdido. O hacía eso o hubiese matado a alguien.
XL. También decidió hacerse vegetariano de la noche a la mañana…
M.T. Quería cambiar por completo. No me gustaba aquel tío y no quería tener nada que ver con él. No quería sus hábitos alimentarios, ni su forma de pensar ni sus hábitos sexuales. Me estoy deshaciendo de todas esas viejas costumbres poco a poco.
XL. Entonces, ¿podemos decir que Mike Tyson ha cambiado?
M.T. Yo no he cambiado. Soy el mismo tío. Simplemente no hago las mismas cosas. Si me aprietas mucho, voy a morder. Pero renuncio a esa vieja vida. Quiero romper el ciclo de la madre prostituta y el padre proxeneta, de las peleas en casa, de las terribles esposas falsas… No tenemos que mentir, ni maltratar ni engañar a nadie y podemos luchar por nuestra dignidad. Cuando ves los genocidios y los desastres que asolan el mundo, te das cuenta de las cosas terribles que podemos hacer. Y creo que en esta vida se trata de mejorar como persona para hacer que el mundo sea un lugar mejor.
«Tras la muerte de mi hija de cuatro años, pensé que mi vida se había acabado. No me gustaba como era, ni mis hábitos sexuales ni mi forma de pensar»
XL. ¿Se arrepiente de algo?
M.T. No, me gustaría, pero no puedo porque eso no me permitiría darle sentido a mi vida. Así que no me arrepiento de nada. Quizá me ría y piense que estaba loco, pero nunca digo: «Ojalá no lo hubiera hecho». Eso es ridículo. Simplemente miro atrás y pienso: «Lo que pasó, pasó y crezco gracias a ello».
XL. Echando la vista atrás hacia sus años locos, ¿cómo se ve?
M.T. Veo a un idiota. A un tío muy lastimado que, poco a poco, está tratando de recomponerse.
XL. ¿Y qué ve cuando mira hacia el futuro?
M.T. No soy yo el que dirige el espectáculo. Lo que Dios quiera darme lo soportaré. Y si no puedo, estaré acabado. No sé lo que me acecha detrás de la esquina. No sé si será el sida, un maldito cáncer o un billón de dólares. Sea lo que sea, solo espero poder afrontarlo con dignidad. Me gustaría tener el control, pero tú haces planes y Dios hace los suyos y de pronto… ¡estás jodido!
XL. Entonces, dentro de diez años estará…
M.T. Solo quiero estar aquí. Cuando escucho una pregunta como esa, mi ego se acelera y lo tengo que atrapar. Dentro de diez años solo quiero estar vivo.
XL. No ha tenido una vida fácil. ¿Qué lo ha ayudado a salir del pozo una y otra vez?
M.T. Antes era una raya de cocaína, ahora es el hecho de tener un futuro, una vida y otras prioridades. Puede que no tuviera unos buenos padres o una buena educación, pero yo no voy a ser un padre drogadicto incapaz de proteger a sus hijos. Ese no voy a ser yo. No puedes hundirte ni pensar qué hubiera sido de ti si tus padres hubieran estado juntos… No puedes culpar a nadie. No hay excusas.
XL. ¿Lo abandonó mucha gente cuando el éxito y el dinero se esfumaron?
M.T. Claro, nadie se quedó. Ni si quiera tu familia. Cuando bajas a los infiernos, nadie quiere ir allí contigo. Es así. Cuando estás arriba, hay mucha gente a tu alrededor, pero cuando todo aquello pasó y la gente me acusó de robar o mintió al decir que las violé y me mandaron a la cárcel y mi mujer me dejó… Quizá todas esas cosas no fueron solo culpa mía, pero el común denominador es que yo estaba allí. Y debo asumir la culpa.
«Quiero hacer teatro. Puede que sea un iluso, pero creo que puedo hacerlo. Siendo otra persona que no puedo ser en el mundo real, me siento libre»
XL. Ha confesado que la terapia lo ayudó mucho. ¿Qué aprendió?
M.T. Que soy una pequeña pulga celosa, insegura e insignificante. Y que tengo la autoestima muy baja y un ego muy grande.
XL. Habla mucho de Dios. ¿Qué significa la religión para usted?
M.T. Soy musulmán, creo en Dios, pero no soy un idiota. No creo que ser cristiano o ser musulmán cambie tu vida. Tienes que seguir pagando facturas y, si cometes un crimen, vas a la cárcel. Todo el mundo debe llevar su carga. No estoy esperando a que Alá baje de los cielos y me ofrezca oro, riqueza y oportunidades.
XL. Creo que ahora su sueño es ser actor…
M.T. Sí, quiero hacer teatro. Puede que sea un iluso, pero creo que puedo hacerlo. Siendo otra persona que no puedo ser en el mundo real, me siento libre. Quiero entretener a la gente igual que hacía sobre el ring y saber que aquello no tenía solo que ver con el hecho de que fuera un luchador brutal.
XL. Su historia es carne de Hollywood. ¿Le gustaría ver una película sobre su vida?
M.T. No lo sé. Hace años me hablaron de la posibilidad de que Jamie Foxx me interpretara. Todo me parece bien. No soy quisquilloso. Tengo ocho hijos, cualquier cheque me vendrá bien [risas]. Pero mi vida no se ha acabado aún. Quiero hacer muchas cosas.
XL. En la película Resacón en Las Vegas se prestó a parodiarse a sí mismo. ¿Es saludable reírse de uno mismo?
M.T. Crecí en un ambiente, el del boxeo, muy machista, con mucha testosterona y no podía reírme de mí mismo. Si cualquiera se metía conmigo o hacía una broma, yo lanzaba puñetazos. Siempre estaba enfadado, porque me tomaba a mí mismo demasiado en serio. Con el tiempo, he sido capaz de mirarme objetivamente y decir: «Soy una broma. Una gran broma». Así que, ¿por qué no me voy a reír y entretener a la gente en vez de llorar y lamentarme? Me he dado cuenta de que, cuando me quejo de algo, a nadie le importa una mierda.
XL. Dice que ha conquistado la calma del guerrero. Demuéstrelo. ¿Cómo es un día en su vida?
M.T. Me levanto, hago ejercicio, me voy al spa con mi mujer y vuelvo. Mi mujer hace llamadas, acepta ofertas y rechaza otras mientras tiene al bebé en su pecho e intenta calmar al otro niño de dos años que está corriendo alrededor. Luego, yo juego con ellos un rato mientras ella sigue al teléfono. Entonces, me pongo de mal humor, discutimos un poco y ella vuelve al teléfono… [risas] Como algo, veo alguna película y duermo un rato. Cuando me levanto, vuelvo a hacer ejercicio durante un par de horas. He perdido 58 kilos. Me entreno cada día, pero no boxeo. Mi cuerpo solo sirve para llevar mi cerebro, pero tiene que estar fuerte y saludable. Su único objetivo ahora es recibir órdenes.
XL. Foreman fue campeón del mundo con 45 años. ¿Se ve capaz de repetir la gesta?
M.T. Tengo suerte si me puedo levantar del retrete sin que me duela la espalda [risas]. No tengo ningún interés en hacer eso.
XL. Si le pregunto quién es el mejor boxeador de la historia, ¿hará alarde de su recién estrenada humildad?
M.T. Diría que fue Ali. En este país hay una obsesión por saber quién es el mejor en cada cosa. ¿Quién es la mejor persona? Hitler fue el mejor en lo que hizo y Atila, también, pero eso no quiere decir que fueran buenas personas. Y estoy seguro de que hicieron feliz a alguien, así que no lo sé. No sé nada. Eso es lo único que sé, que no sé nada. Soy estúpido. Soy tan estúpido…
XL. ¿Qué consejo les da a los boxeadores jóvenes?
M.T. A los chavales yo solo puedo decirles lo que no tienen que hacer [risas]. Si les dijera lo que deben hacer, sería su ruina.
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