Son la familia más rica de Italia y los fabricantes de productos tan populares como los bombones Ferrero Rocher, los huevos Kinder o la Nutella y, sin embargo, casi nada se sabe de ellos. Jamás conceden entrevistas y rara vez posan para la prensa. Por Judy Clarke

Ha sido la muerte del heredero, Pietro Ferrero, con solo 47 años, la que los ha llevado a los titulares. Le contamos la tragedia que persigue desde hace generaciones a uno de los clanes «más dulces del mundo».

Si oye hablar de Ferrero Rocher, es muy probable que la imagen que primero le venga a la cabeza sea la de Isabel Preysler.

El éxito de la campaña de publicidad que protagonizó con el lema «La expresión del buen gusto» (y que luego heredaron con menor fortuna Judith Mascó y Paloma Cuevas) ha hecho que los bombones parezcan de su propiedad. Pero, obviamente, no lo son. Detrás de los Ferrero Rocher se encuentra el hombre más rico de Italia, con el permiso de Berlusconi (cuyas cuentas nunca acaban de pasar de forma clara por la lista Forbes), seguido de Leonardo del Vecchio (propietario de las gafas Luxottica) y en dura competencia con los Agnelli, la familia multimillonaria italiana con mayor proyección y glamour internacional. A los Ferrero y los Agnelli, que no pueden ser más opuestos en comportamiento y vida pública, ha venido a unirlos, sin embargo, la tragedia.

Pietro Ferrero falleció en Ciudad del Cabo en lo que parecía un accidente cuando circulaba en bicicleta

El 18 de abril  de 2011 fallecía en Sudáfrica el heredero del imperio del chocolate, Pietro Ferrero, consejero delegado de la compañía, casado y con tres hijos. Lo que en un principio parecía un fatal accidente de tráfico mientras montaba en bicicleta por las calles de Ciudad del Cabo, donde estaba por negocios, acabó siendo desmentido por la autopsia: muerte por un infarto. Tenía solo 47 años.

Su padre, de 86 años, que había delegado la dirección de la empresa en él hace ya más de una década, recibió la noticia como la peor de las pesadillas. No solo enterraba a su hijo, sino que la historia trágica de la familia volvía a repetirse ante sus ojos. El débil corazón de los Ferrero ya acabó con la vida de su padre, el patriarca del clan, cuando solamente contaba 50 años y con la de su hermano pequeño, Giovanni, a los 40.

La historia del clan Ferrero comienza en Alba, un pequeño pueblo del Piamonte circundado por árboles frutales, a 90 kilómetros de Turín. Hoy, la localidad tiene poco más de 30.000 habitantes y, a mediados del siglo pasado, era poco más que una aldea. En aquellos años regentaban allí la pastelería y licorería local Piera y Pietro Ferrero, los patriarcas de la familia, que habían llegado al pueblo desde Turín huyendo de la guerra. La pareja se había conocido poco antes en una humilde panadería de la ciudad, donde él, de padres campesinos, había entrado como aprendiz. Ella era la hija del dueño.

Entre la harina y el azúcar de Alba crecieron los hijos del matrimonio, Michele y su hermano Giovanni, mientras Pietro, guiado por los aplausos de su esposa y la familia, se dedicaba a su gran pasión: inventar dulces. La delicia de sus creaciones se extendió por toda la comarca y los llevó a montar una pequeña fábrica en el año 1946. Con esa apuesta comienza el origen del imperio Ferrero. Pero lo que convirtió aquel negocio familiar en una empresa global fue un hallazgo culinario que cambió para siempre las meriendas de los niños de medio mundo: la Nutella, comercializada por primera vez en 1964 y que tres años después replicaría Starlux en España con el nombre de Nocilla (la diferencia, básicamente, es que la española tiene menos avellanas).

Su crema de avellanas y cacao no era una novedad. Se inspira en una receta piamontesa tradicional llamada ‘gianduja’ que permitía abaratar la carísima crema de chocolate

La pasta de avellanas y cacao no era en realidad una novedad. Su origen se remonta a una receta piamontesa llamada gianduja, que mezcla un 50 por ciento de avellanas con otro tanto de chocolate. Los pasteleros de la zona, durante la guerra, con el precio del cacao por las nubes a causa del racionamiento, vieron que la mezcla con avellanas, que se producen en enormes cantidades en la zona, permitía abaratar el resultado.

Pietro, de hecho, vendía barras de gianduja sólidas hasta que en 1949, poco antes de morir, animado por su hijo Michele, creó una versión cremosa que comenzó a llamar ‘supercrema’ y que rápidamente encontró el aplauso de los niños de la zona. En 1963, Michele vio claro que la creación tenía futuro fuera de Alba. Era cuestión de marketing. Modificó levemente los ingredientes, hizo que la receta ‘auténtica’ fuese un secreto -como la de la Coca-Cola- y lo llamó Nutella (del final ‘avellana’ en inglés, hazelnut, pero con un sufijo que sonase italiano: ella). El primer bote salió de Alba el 20 de abril de 1964. Fue un éxito instantáneo. Y sigue siéndolo. Se vende en 75 países.

Pero el ingenio de los Ferrero no quedó ahí

Otro de sus grandes «son los huevos Kinder. Los niños quieren el huevo de Pascua por la sorpresa. ¿Por qué no hacemos que sea Pascua todos los días?», pensó Michele. Los huevos de chocolate que esconden en su interior un juguete son una de sus mayores fuentes de ingreso desde que se crearon, en 1968. De hecho, ellos mismos dan como dato que con los Kinder Sorpresa que se fabrican al mes se podría pavimentar la plaza de Tiananmen o que el chocolate que usan en mes y medio pesa tanto como la torre Eiffel…  Y eso que los huevos nunca han podido comercializarse en Estados Unidos, porque allí es ilegal vender alimentos que contengan objetos en su interior. La Unión Europea adoptó esa medida en 2008, pero para entonces se vio obligada a indultar a los huevos Kinder… y al roscón de Reyes español.

A pesar de estos éxitos superventas, en la actualidad, quizá el producto más distintivo de la marca sean los bombones Ferrero Rocher. Creados en 1982, sus campañas publicitarias, parodiadas hasta la saciedad, han sido un éxito tal que se han convertido en iconos de la cultura popular. No solo en España. Los datos de la empresa lo demuestran: el número de bombones Ferrero Rocher producidos en una semana podría cubrir la pirámide de Keops…  y eso que solo se venden de septiembre a mayo para evitar que el chocolate se derrita por el calor.

Pese a sus éxitos comerciales, la vida privada de los Ferrero ha transcurrido lejos de los focos de la prensa. El anciano Michele y su esposa, Maria Franca, poseen casas en Montecarlo, Bruselas, Cap Ferrat (la Costa Azul), pero también en Alba, por supuesto, donde sigue estando el cuartel general de la empresa. Desde que se jubiló, el patriarca pasa menos tiempo en su pueblo natal, pero cuando lo hace, le gusta caminar a pie y saludar a sus vecinos en el dialecto local, como lo hizo siempre.

Con los años, el centro de la vida familiar se ha trasladado a la ciudad de Bruselas. Allí enviaron sus padres a Pietro y Giovanni a estudiar en los años 70 cuando la ola de secuestros y extorsiones en Italia convertía a los ricos y jóvenes herederos en atractivas presas de grupos terroristas. De hecho, el actual heredero de la firma, Giovanni, casado y con un hijo pequeño, sigue viviendo en la capital belga, donde, además de a su puesto en Ferrero Internacional, se dedica a escribir. La editorial Mondadori le ha publicado ya tres novelas.

Michele, el patriarca, es un gran devoto de la Virgen de Lourdes, a la que peregrina toda la familia con los altos cargos de la empresa una vez al año. «Nuestro éxito es mérito de ella»

La familia al completo se reúne dos veces al año en Alba: el 29 de junio, por la fiesta de San Pedro, para recordar a los miembros fallecidos de la familia, y unos días antes de Navidad, para la convención que reúne a todos los empleados. La vinculación de los trabajadores con la empresa también tiene algo de clan. Un banquero italiano asegura que los altos ejecutivos de la compañía comparten un jet privado con la familia para ir a Lourdes una vez al año. Y se permite bromear sobre el motivo de esta peregrinación: rezar por una buena cosecha de avellanas. Lo cierto es que Michele es un gran devoto de esa Virgen. «El éxito de Ferrero es mérito de la Virgen de Lourdes. Sin ella, nosotros podemos poco», es de las escasas declaraciones públicas que ha hecho en toda su vida el magnate.

Los trabajadores, a su vez, forman parte de una fundación que tiene su propia seguridad social, actividades para el tiempo libre, guarderías…Michele, que no concede ni una entrevista, no tiene problema, en cambio, en dirigirse por carta a sus empleados cada vez que las crisis económicas han sacudido la economía para asegurarles que su puesto de trabajo está garantizado y agradecerles su implicación en el negocio. Sea sincero o estrategia empresarial, lo cierto es que en 2009, en la encuesta del Reputation Institute de EE.UU., Ferrero apareció como la compañía con mejor reputación de mundo, seguida de Ikea y Johnson & Johnson.

Solo una vez en su historia recibieron a un periodista. El clan quería que escribiera un libro sobre la fábrica. Lo que contó el reportero no debió de gustarles

Quienes conocen al viejo Michele aseguran que responde al estereotipo de piamontés, nada ostentoso, un poco distante, respetuoso y muy trabajador. Desde que se retiró, vive en Montecarlo, donde es habitual que visite supermercados para ver cómo están colocados sus productos y los de la competencia. Dicen que su aversión a los medios de comunicación se debe a una mala experiencia. Al parecer, cuando comenzó a tener éxito, dejó entrar a un periodista en la fábrica con la intención de que escribiese un libro. No debió de gustarle lo que contó porque juró que nunca jamás dejaría acercarse a un reportero y del libro, nadie sabe.

Los imperios más dulces

Cuatro empresas, Ferrero incluida, dominan la fabricación de chocolates y dulces en el mundo.

Ferrero. La familia de Michele Ferrero ha amasado, según Forbes, una fortuna de 7170 millones de euros, lo que la coloca en el puesto 62 de millonarios del mundo. Su empresa factura otros tantos millones cada año, cuenta con 14 fábricas y tiene 21.600 empleados. Su rasgo distintivo es que sigue siendo un negocio familiar. No han salido a Bolsa y su filosofía es facilitar cuantos menos datos, mejor.

Mars. El americano Frank Mars ya fabricaba golosinas en el siglo XIX, pero fue su hijo Forrest quien inventó en 1932 la barrita Mars y en 1941 los m&m’s, variante de unas bolitas de chocolate cubiertas de azúcar que vio comer a soldados ingleses en la Guerra Civil española. Desde entonces, la empresa siempre ha crecido. Factura 30 billones de dólares y la familia Mars, aunque supervisa el negocio, ya no la dirige desde que se jubiló Forrest Mars Jr.

Cadbury. Es el equivalente británico de Mars, aunque su facturación era menor hasta que en 2010, dirigida por Todd Spitzer , se fusionó con Kraft. Ahora son los mayores fabricantes de confitería del mundo. Su historia se remonta a 1824, cuando John Cadbury vendía café y chocolate en Birmingham. En 1913 comercializó sus famosas barras de chocolate con leche. El último éxito, Trident, el primer chicle sin azúcar y el más vendido del planeta.

Nestlé. Es la mayor compañía agroalimentaria del mundo, pero incluye desde agua hasta comida para animales. Sin embargo, sus chocolates y lácteos son los más conocidos. Fue creada en 1866 en Suiza por Henri Nestlé, farmacéutico que creó una alternativa a la leche materna. Su primer éxito fue el café soluble, Nescafé, en 1938. A partir de ahí, el negocio, ahora gestionado por Peter Brabeck , se basó en la adquisición de otras marcas.

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