Con 50 años cumplidos y casi nada por demostrar, Clooney podría haberse relajado: pero no. sigue arrasando fuera y dentro de la pantalla. David Gergen

George Clooney: «La mierda se desplaza hacia abajo»

En el exterior de su villa del siglo XVIII, los paparazis montan guardia y los barcos de turistas se detienen para hacer fotos, pero en el interior George Clooney no puede estar más relajado.

En este pequeño paraíso de 13 habitaciones emplazado junto al lago Como, al pie de los Alpes italianos, el actor pasa largas temporadas. En la mansión hay un estudio donde escribe y monta sus películas, pero lo que a él más le gusta es agasajar a sus amigos. Sus amistades se remontan a la época en que era un desconocido y todos los años vienen para disfrutar de la conversación, de las cenas prolongadas, del vino y de la libertad para soltarse la melena. Entre los invitados del fin de semana en que Clooney nos recibe están un activista por los derechos humanos que ha estado con él en África y un viejo amigo de Los Ángeles. Mis estadísticas después de dos días. 10 horas de sueño, 20 horas de conversación, una resaca de campeonato, diversión en todo momento. Resulta que Clooney es un anfitrión formidable.

Nuestro hombre también es un excelente entrevistado, sobre muy diversas cuestiones, empezando por su nueva película Los idus de marzo, un eficiente melodrama político sobre la amistad y la traición, el sexo y el poder. Clooney es coautor del guion y director del filme, en el que encarna a un carismático candidato presidencial, cuyas debilidades -y poca disposición a entrar en componendas- lo meten en problemas. Ryan Gosling interpreta al idealista jefe de prensa del candidato. Clooney se explaya también sobre cosas más personales. cumplir los 50 años, su trabajo en el sur de Sudán, el papel que la suerte y la seguridad en uno mismo pueden jugar en la vida. Serio, pero de risa fácil, da la impresión de encontrarse en un momento de transición vital. Es fácil comprender por qué tiene unos amigos estupendos Y por qué estos siempre vuelven.

XLSemanal. Su nueva película, Los idus de marzo, es bastante oscura.

George Clooney. Trata de la decepción producida por el final de un sueño. El personaje de Ryan Gosling tiene que apechugar con una semana demencial, y uno se da cuenta de lo fácil que resulta que las buenas ideas se vayan al garete. Yo mismo lo he visto en el mundo del cine.

XL. Buenas personas que se ven atrapadas por unas estructuras perversas. La ambigüedad también desempeña un papel determinante en el filme.

G.C. He llegado a un punto en el que puedo dirigir películas que plantean preguntas, pero no necesariamente aportan respuestas Porque yo mismo ignoro cuáles son las respuestas. No sé si la idea del triunfo a toda costa es buena o no. Hay veces en las que me he dicho que el fin justifica los medios.

XL. Hay una secuencia en la parte final de la película, entre el candidato y su jefe de prensa, que tiene un aire muy siniestro.

G.C. Grant [Heslov, uno de los coguionistas] y yo estructuramos la película en torno a esa secuencia. Nos interesaba situar en una habitación a dos hombres inteligentes y muy capaces, pero que de pronto ven amenazadas sus respectivas carreras profesionales, y ver cómo se destrozaban el uno al otro. Es una secuencia en la que ninguno de los dos sale ganador. La preproducción del filme se inició en 2007, antes del triunfo electoral de Obama. Y entonces nos dimos cuenta de que gran parte de los estadounidenses se sentían eufóricos por su victoria, de forma que tuvimos que posponer la producción hasta que la opinión pública de nuevo lo viera todo con cinismo. No pensaba que ese momento iba a llegar tan rápido [risas].

XL. Su propio padre, Nick Clooney, se presentó como candidato al Congreso por Kentucky en 2004,  sin éxito. ¿Su experiencia personal ha influido en la película de algún modo?

G.C. Hay una secuencia con la mujer del personaje que interpreto que procede de forma directa de la experiencia de mi padre. Estamos en el coche, y ella me pregunta si vamos a llegar a un acuerdo con cierto senador [ofrecerle un cargo a cambio de su respaldo]. Y yo le digo. No quería hacer nada de todo esto. No quería entrar en componendas con los sindicatos. No quería insertar anuncios negativos contra mi rival. No puedo llegar a un acuerdo con ese senador. Uno a veces tiene que plantarse . Me acuerdo que mi padre en su momento me dijo. Hoy he tenido que salir y estrecharle la mano a gente que me repele [a fin de conseguir donaciones para la campaña] . Esto lo deprimía. Porque resulta deprimente. Y me pareció interesante hablar de ello en la película. Hablar de que nadie consigue salir adelante sin hacer ciertas concesiones en la vida. Nadie.

XL. Acaba de estrenarse otra película en la que es protagonista, Los descendientes [por la que ha recibido el Globo de Oro]. Pero ¿diría que hoy se considera más director que actor?

G.C. La dirección me resulta mucho más satisfactoria que el trabajo de actor. Resulta que he cumplido los 50 años (en mayo pasado) y, cuando me veo en la pantalla, soy muy consciente de que no tengo el mismo físico que hace diez años. Hay gente del cine a la que siempre he tenido muchísimo respeto, Paul Newman, por ejemplo Me resulta admirable la forma en que reflejaba el envejecimiento en la pantalla. El truco está en asumir que uno ahora es fundamentalmente un actor de carácter. Lo que está muy bien, pero a la vez uno tiene que andarse con ojo para no meter la pata. Como dice William Holden en Network. De pronto, me encuentro más cerca del final que del principio, y la muerte de repente se ha convertido en algo que percibo de forma definida . ¡Es una línea de diálogo que me encanta!

XL. Un rasgo que percibo en su personalidad -no solo en su forma de vivir, sino también en su forma de dirigir- es que siempre intenta que las cosas sean simples.

G.C. Cuando uno envejece, tiende a simplificarlo todo en general. Y cuando la asociación de personas mayores estadounidenses de pronto te envía su revista a casa, empiezas a tener ciertas cosas muy claras.

XL. ¿Le sorprendió que le llegara esa revista a casa?

G.C. Me quedé con la boca abierta. ¿Es que me han tomado por un viejo? , pensé [risas]. ¡Mejor harían en publicar un reportaje sobre mí titulado El hombre más sexy del mundo ! [más risas].

XL. ¿Cómo se las arregla para combinimagen pública con la vida privada?

G.C. No soy adepto de Twitter ni de Facebook. La información disponible sobre nosotros es excesiva a todas luces. Cada vez me gusta más la idea de la privacidad. A veces te encuentras con sorpresas y lees algo que en algún momento dije sobre cierta mujer. Pero yo llevo 15 años  sin decir nada sobre mis relaciones personales. Son  unas declaraciones que hice mucho tiempo atrás y que  la gente sigue utilizando.

XL. ¿Cómo llegó a comprar esta villa? 

G.C. Estaba recorriendo los Alpes en motocicleta  (en junio de 2001), y la moto se me averió. Llamé a la puerta de esta casa, fueron muy amables y me echaron  un cable. La casa era propiedad de la familia Heinz, que la tenía en venta, y me la ofreció. Me temo que piensan que tengo mucho más dinero del que tengo en realidad , respondí [risas]. La compré como inversión. No me gusta la Bolsa de Valores, que es una especie de Las Vegas sin la parte divertida. las chicas en biquini y demás. Cuando me fui a vivir a California, durante mucho tiempo estuve sin un duro, y la experiencia de estar sin trabajo durante tan largo tiempo me dejó marcado para siempre. Por eso, me gusta ser propietario de unos terrenos y una casa porque me digo que, si las cosas van mal, siempre puedo venderlos y ganar un dinerito.

XL. Pero también le gusta pasar tiempo aquí.

G.C. Me encanta la forma de vida italiana. No hay nada mejor que sentarse tranquilamente a disfrutar de un almuerzo de dos horas, como hacen los italianos. De pronto me di cuenta de que me había pasado 15 o 20 años comiendo de pie y de mala manera. No es una cuestión de riqueza material, sino de disfrutar un poco de la vida. Esta casa viene a ser un segundo hogar para todos mis amigos. ¡Se presentan incluso cuando estoy ausente! [risas]. Si hay una cosa de la que estoy orgulloso, es de seguir contando con este grupo de amigos desde hace muchísimo tiempo.

XL. ¿Alguna vez piensa en cuál va a ser su legado?

G.C. Soy el primero en reconocer que he llegado a donde he llegado por simple cuestión de suerte. Pero, una vez que has llegado, tienes la responsabilidad de implicarte en proyectos que vayan a perdurar más que un simple estreno en fin de semana, proyectos que puedas ver dentro de un par de años y decir de ellos. Pues no está nada mal . Estoy involucrado en la ayuda al sur de Sudán porque mi condición de famoso puede resultar útil. Me paso los días enviando correos electrónicos y tratando de conseguir que otros también se impliquen. Me resulta liberador hacer este tipo de cosas, sin tener que preocuparme más por mi carrera profesional.

XL. Ha viajado varias veces a África, en particular a Sudán, para llamar la atención sobre los problemas que se dan en la zona después de décadas de guerra civil. También ha llamado la atención sobre el exitoso referéndum que facilitó que el sur de Sudán se independizara del norte. ¿Qué lo llevó a involucrarse en esta causa?

G.C. En 2005, la guerra entre el norte y el sur de Sudán había provocado la muerte de dos millones de personas. Y no me parecía correcto quedarme de brazos cruzados. Fuimos cuatro veces al país y conseguimos que el conflicto apareciese en la portada de Newsweek. Ayudé a establecer un sistema por satélite en la frontera de Abyei y logramos fotografiar varias atrocidades. Nuestro objetivo era presionar en favor de una solución. La información por sí sola no resuelve los problemas, pero sí que pone las cosas más difíciles a los opresores. Y en eso estamos.

XL. ¿En algún momento se sintió en peligro durante  esos viajes? 

G.C. En algún momento, sí.

XL. ¿Es cierto que un niño soldado de 12 años le puso  un arma en la sien?

G.C. Me la puso en la garganta. David Presmann  [un abogado especializado en derechos humanos, actual director del departamento de crímenes de guerra del National Security Council] sencillamente agarró el cañón  de la pistola y lo apartó, mientras le decía al niño.   ¡Tú, deja eso! . Lo trató como a un crío de 12 años y asunto arreglado.

XL. También enfermó de malaria.

G.C. Sí, durante el primer viaje [hecho con su padre en abril de 2006]. El vuelo de regreso a Estados Unidos fue todo un placer [risas]. Al final seguro que tuvieron que desinfectar el avión entero.

XL. Antes ha hablado de la suerte. Pero ¿qué ha aprendido de sus fracasos personales?

G.C. Que nunca resultan fáciles. Y yo me he pegado muchos batacazos en la vida. Pero lo único que puedes hacer es decirte que la próxima vez no cometerás los mismos errores. En el colegio jugaba al béisbol y era un buen catcher, pero no se me daba bien hacer de bateador. Nunca sabía si iba a conseguir darle a la bola o no. Pero durante unas vacaciones estuve aprendiendo a batear, y en mi primer año de universidad ya era capaz de determinar cómo iba a batear la bola, si hacia la izquierda o la derecha. Un poquito más de seguridad en mí mismo, y las cosas cambiaron por completo. Y lo mismo me pasó al principio de mi carrera como actor. Dejé de ir a los castings pensando. Espero que les guste cómo lo hago . Lo que tenía que hacer era presentarme teniendo muy claro que yo era el hombre que necesitaban. La forma en que te recibían entonces cambiaba por completo. La principal lección que aprendí es que uno a veces tiene que fingir. Y debe estar dispuesto a correr riesgos y fracasar.

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