Stephen King: «Si me muriera esta noche, los editores podrían guardar el secreto hasta el 2013»

Su nombre es casi sinónimo de ‘best seller’: ha vendido más de 180 millones de libros y se han rodado más de 80 películas -casi todas, de éxito- basadas en sus relatos. Pero su nombre también está asociado a otra palabra: ‘horror’. Hablamos con el gran escritor americano de éxito, de literatura y de su gran proyecto: La escuela de ‘El resplandor’. ¿Quién dijo miedo? Por N. G. 

«Si volviera a nacer, haría exactamente lo mismo, incluyendo los episodios desagradables. Con
una salvedad: no haría aquel anuncio para American Express. Después de salir en la tele, todos sabían el aspecto que tenía».

Cuando conocí a Stephen King, en Boston en 1992, él ya estaba preocupado por la fama, que no parecía interesarle lo más mínimo. La siguiente vez que me encontré con él, en 2002, me hizo subir al
escenario a tocar con los Rock Bottom Remainders, una banda musical integrada por varios escritores. En ese momento tenía el pelo gris y el aspecto frágil, como resultado de una larga estancia en un hospital después de ser atropellado por una furgoneta conducida por un mentecato. Recuerdo que King se quejaba de lo mucho que le costaba bajar por las escaleras y que me quedé preocupado por su salud. Pero ahora, una década más tarde, cuando sale a mi encuentro en su casa de Sarasota (Florida), King tiene buen aspecto. Con 64 años, parece más joven que hace una década.

Su última novela, titulada 22/11/63, aborda la posibilidad de viajar en el tiempo. Trata de un profesor de Lengua de instituto (lo que el propio King fue) que se traslada de 2011 a 1958 a través de un agujero temporal situado en el pequeño almacén de un viejo restaurante, con la misión de salvar a John F. Kennedy de Lee Harvey Oswald. En la novela hay elementos de terror, pero vienen a ser un simple condimento de lo que en parte es una novela histórica; en parte, una historia de amor y, en todo momento, una meditación sobre la naturaleza del tiempo. Pero King sabe que, escriba lo que escriba, siempre será considerado como un escritor de novelas de terror. Me pregunto si se siente frustrado por el encasillamiento. «Pues no, la verdad. Cuento con mi familia, estupenda, y tenemos dinero suficiente para que no nos falte de nada. Ayer hubo una reunión de la King Foundation (la fundación del autor con fines solidarios), y eso sí que resulta frustrante Todos los años damos el mismo dinero a personas diferentes, pero la sensación es la de estar siempre dando dinero para lo mismo que nunca se soluciona. Eso sí que es frustrante de verdad. Yo nunca pienso en mí mismo como en un novelista de terror. Eso es lo que otra gente piensa. Pero nunca he dicho ni pío al respecto porque mi mujer y yo en su momento lo pasamos muy mal, y teníamos miedo de que se
nos acabara el chollo si metíamos la pata. Por eso, cuando la gente me catalogaba como novelista de terror, yo tampoco les decía que no; lo importante era que el libro de turno se vendiera. Pensaba que lo mejor era estar calladito y escribir lo que me interesaba escribir.

«Nada me resulta más aburrido que estar en Nueva York y pasarme tres horas cenando en un jodido restaurante de lujo. Prefiero comer gofres»

Después de Carrie -su primera novela de éxito-, King escribió Las cuatro estaciones, un libro de relatos cortos; La redención de Shawshank; y El cuerpo, basado en la niñez del propio autor. Recibió muy buenas críticas. La gente por primera vez comprendió que en realidad no eran historias de terror al uso . Pero no todo el mundo estaba convencido. «Un día, en el supermercado, se me acercó una mujer y me dijo que sabía quién era yo, pero que no leía mis libros porque ella prefería una literatura más realista, como La redención de Shawshank, según dijo. Le respondí que esa novela la había escrito yo, pero se negó a creerlo».

En un saco de huesos, una novela gótica de fantasmas protagonizada por un novelista, King presenta a un autor que deja de escribir, pero que sigue publicando libros escritos con anterioridad y mantenidos en secreto. Me pregunto, si King muriera, ¿durante cuánto tiempo podrían sus editores mantener el secreto? King sonríe y responde: «Alguien me dijo que Danielle Steel tiene la costumbre de escribir tres libros al año, de los que tan solo publica dos. Y sé que Agatha Christie se las arregló para que algunas de sus obras fueran publicadas tras su muerte, a modo de colofón de su carrera Si yo me muriera esta noche, los editores podrían mantener el secreto hasta 2013. Tengo escrita otra novela de la serie La torre oscura, The wind in the keyhole, y otra llamada Dr. Sleep. Joyland [la siguiente que está previsto publicar] estaría inacabada, pero seguro que Joe [su hijo, también escritor] podría terminarla. Su estilo es casi indistinguible del mío. Pero sus ideas son mejores. Mi agente está negociando con los editores la venta de Dr. Sleep, que es la continuación de El resplandor, pero hasta ahora no les he mostrado el manuscrito. Quiero dejar que pase algo de tiempo antes de darlo por bueno».

Le pregunto cuánto hace que ya no se preocupa por el dinero. King lo piensa un momento y responde: «Desde 1985. Hacía tiempo que Tabby había comprendido que ya no teníamos que preocuparnos más por estas cosas, pero yo seguía convencido de que me lo iban a quitar todo y tendría que volver a vivir en una casa de alquiler, con tres niños a mi cargo. La situación era demasiado buena como para creérmela. Pero hacia 1985 comencé a entender que tenía el futuro más o menos asegurado». Con un gesto señala las mansiones del litoral de Florida y matiza: «Aunque todo esto me resulta muy extraño, y eso que solo pasamos tres meses al año en Florida. Nuestra casa en Maine se encuentra en uno de los condados más pobres del Estado. Muchos de nuestros vecinos se ganan la vida como leñadores, basureros y demás. No quiero hacer demagogia, pero soy una persona sencilla, del pueblo. Simplemente tengo la capacidad para escribir, una capacidad que me da para vivir».

«Yo no me considero un novelista de terror. Pero nunca lo he dicho porque tenía miedo de que se me acabara el chollo. ¡Hay libros que vender!»

E insiste: «Nada me resulta tan aburrido como estar en Nueva York y pasarme tres horas cenando en un jodido restaurante de lujo. Que si los aperitivos, que si los vinos, que si los tres platos, que si el café y las copas de después Me lo paso mucho mejor en uno de estos restaurante de gofres. Con un gofre y unos huevos revueltos, ya me vale». King medita un momento y agrega: «Es curioso que me paguen unas sumas disparatadas de dinero por hacer algo que yo haría gratis».

Le pregunto si ahora le resulta más difícil escribir sobre personajes proletarios que en sus comienzos. «Me resulta mucho más difícil que antes», reconoce. «Cuando escribí Carrie y Salem’s Lot, tenía muy fresco el recuerdo del trabajo manual. De igual forma, cuando tienes hijos pequeños, es más fácil crear personajes infantiles. Hoy, me cuesta mucho más escribir sobre la niña de doce años que aparece en Dr. Sleep de lo que me costó escribir sobre el Danny Torrence de cinco años (el niño de El resplandor), porque en esa época contaba con el modelo de mi hijo Joe para describir a Danny. Con esto no quiero decir que Joe tuviera las propiedades paranormales de Danny, pero yo en esa época tenía claro quién era Danny, cuáles eran sus juegos, qué era lo que quería hacer y demás».

Luego pasamos a charlar como hacen los escritores: sobre cómo hacemos lo que hacemos, sobre la necesidad de crear unas realidades distintas, sobre la vocación. «Yo nunca pienso en un relato como algo artificial, sino como algo con lo que me he encontrado. Como si lo hubiera encontrado en el suelo y me lo hubiera apropiado. Alguien me dijo una vez que veo las cosas así para no dar importancia excesiva a mi propia creatividad. También es un hecho que en el libro que ahora estoy escribiendo hay varios aspectos que aún no he conseguido resolver. Pero no me quita el sueño; las soluciones ya aparecerán cuando sean necesarias de verdad». Y recuerda el caso de La milla verde. «El libro lo escribí con adelanto sobre el plazo previsto porque cada vez que necesitaba un elemento determinado, estaba ahí, al alcance de la mano. Cuando John Coffey va a la cárcel, va a ser ejecutado por el asesinato de las dos niñas. Yo desde el principio tenía claro que Coffey era inocente, pero no me había planteado que el verdadero culpable fuera a estar allí. No sabía cómo había sucedido el crimen. Pero me puse a escribir, y todo fue saliendo de forma natural. De pronto, todo encaja como si hubiera existido desde siempre». King escribe todos los días. Si no escribe, no se siente feliz. Por eso escribe. Así de sencillo. «Me siento a escribir hacia las ocho y cuarto de la mañana y sigo escribiendo hasta las doce menos cuarto o así, y durante esas horas todo me resulta real. Hasta que la mente se me queda en blanco. Lo normal es que escriba entre 1200 y 1500 palabras, unas seis páginas al día».

«El otro día en una feria, la gente me recibió en pie, con una gran ovación. Me pone los pelos de punta. Aplauden porque aún no esté muerto»

Durante nuestra conversación, Stephen hace referencia a distintos escritores y me doy cuenta de que todos son -o fueron-escritores populares, con millones de lectores. «Te voy a contar una anécdota curiosa. Hace una semana estuve en la feria del libro de Savannah Este tipo de cosas me pasan cada vez más. Salí a saludar, y toda aquella gente me recibió con una gran ovación y puesta en pie. Lo que me pone los pelos de punta, porque quiere decir que uno se ha convertido en un referente cultural O que aplauden el hecho de que uno todavía no esté muerto».

«Resulta peligroso -conviene King-. Lo que yo quiero es que a la gente le gusten mis libros, no que se queden alelados ante mi persona». ¿Y qué me dice de los premios literarios? «Bueno, la gente se siente feliz al dármelos. Yo, luego, los meto en el cobertizo del jardín, pero eso no lo sabe nadie».

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