Los reyes eméritos: tal como éramos

Al cumplirse 50 años de la boda de los reyes, una de las periodistas que más acceso han tenido a los monarcas repasaba recuerdos y anécdotas íntimas de una pareja y de un ‘sí, quiero’ que hicieron historia. Por Pilar Urbano

Han sido 50 años apasionantes. La reina lo dice: «Ha sido una vida apasionante. No tacharía ni un solo día». Su respuesta cuando le he preguntado si ha valido la pena es: «Ha valido todas las penas. Volvería a vivirlo todo. Exactamente todo. Ha sido una vida de reina con todas sus letras'». Y yo le insistí: «¿Ha tenido que aguantar el tirón?». «Sí -me respondió-, en ocasiones he aguantado el tirón». «Majestad, ¿de dónde saca la fuerza?», le pregunto. «He tenido la suerte de nacer con esa fuerza. No es un mérito. Es un don».

El noviazgo de los reyes fue muy tenso. Y esto me lo han contado los dos: el rey y la reina. Por un lado estaba la tensión con don Juan, que quería una boda familiar para no tener que pasar por las Cortes de Franco. Don Juan quería sustraerle a Franco esa boda, pero al príncipe y a doña Sofía les interesaba que fuese una boda de Estado, que afianzase al príncipe en España, porque todavía no era sucesor.

Por otro lado estaba la tensión entre ellos provocada por la reina Federica, la madre de la reina. El rey me dijo: «Yo ya había decidido que iba a ser ella, Sofía, y yo soy un caballero, pero la reina Federica no se fiaba y quería marcarnos el ritmo, anunciar el compromiso…». Empezó a mangonear y estuvo a punto de mandarlo todo a la porra. No con esa palabra exactamente, pero así me lo contó el rey. Y la reina lo admitió igual: «Las broncas que tuvimos no fueron nunca por nosotros, fueron por culpa de mi madre». Hasta tal punto que la reina Victoria Eugenia, la abuela del rey, tuvo que parar a la reina Federica. «Tú serás muy reina, pero los Borbones saben de dónde vienen. Tú y yo somos unas parvenu; Juan Carlos no es el chico de los Barcelona; ¡es el 17! «. Quería decir que sucedía a 17 reyes en línea directa. Y ahí se acabó la discusión.

Al verla vestida de novia, don Juan Carlos le dijo: «¡Qué guapa setás!». Era la primera vez que la piropeaba, aunque llevaban casi un año de relación

La boda tenía otra tensión añadida: la religiosa, porque un príncipe católico tenía que casarse o con una católica o por el rito católico, y tuvieron que reunirse en Roma don Juan Carlos y su padre con Juan XXIII -los tres Juanes- para negociar una solución. Se acordó un doble rito y un solo matrimonio. La boda es católica. Como anécdota es conocido que el rey se casó con un brazo inmovilizado porque se había lesionado practicando yudo con su cuñado Constantino, pero recuerdo otra que me contó la reina: él no la había piropeado a ella nunca, aunque el noviazgo había durado casi un año. En la mañana de la boda, cuando él la vio, le dijo en español: «¡Qué guapa estás!». Era la primera vez que le decía algo así.

El rey nunca se declaró a la reina. Un día, don Juan Carlos le enseñó una pitillera a su amigo Maná Arnoso y le dijo: «No le he dicho nada, pero creo que somos novios. La griega me ha regalado esto». Y Maná le pregunta: «¿Quién, la morena o la rubia?». «La rubia», dice él. Y le cuenta que han estado en el barco en Corfú y que ella le ha afeitado el bigote. «No se declaró. No lo hizo jamás. Dimos el noviazgo por hecho», me contó la reina.

A ella le gustó él desde el principio. Cuando lo ve vestido de marino en la boda del duque de Kent, ahí ya está enamoradísima… Es cuando pide a sus padres que inviten a los condes de Barcelona a Corfú. Vamos, que la iniciativa la toma ella. Y a él le cuadraba. El sale con tantas chicas que en un momento Franco dice: «Al príncipe hay que buscarle una novia formal». Y Juan Carlos sabe que debe hacerlo.

La luna de miel la hicieron de incógnito, como Mr. y Mrs. Brown. Las maletas las hacía el rey: «Yo no las había hecho nunca. Era una princesa»

La luna de miel la hicieron ‘de incógnito’. Como él no podía utilizar el título de Príncipe de Asturias, sino el de duque de Gerona, y ella tiene todos esos apellidos raros alemanes y daneses, llamaban mucho la atención en las aduanas. En la India llegaron a detenerlos en el aeropuerto y el cónsul español tuvo que ir a sacarlos de apuros. Así que decidieron llamarse Mr. y Mrs. Brown. Él tenía mal el hombro, pero a pesar de ello llevaba una cámara Super-8 que pesaba mucho. En Estados Unidos grabaron muchas cintas. La reina me decía: «Tengo ganas de coger una buena gripe para estar viéndolas todas». También me contó que, durante la luna de miel, él hacía las maletas. «Yo nunca me había hecho las maletas, era princesa. Él había estado en las academias militares y vivía solo en Madrid, así que sabía hacer maletas perfectamente. Ya no las hace, claro». Además, fueron comprando muchos souvenirs y hasta muebles. Él se quejaba de ir cargados con un biombo y cosas así, pero ella ya pensaba en amueblar su casa: la Zarzuela.

A la reina le gustó el rey desde el principio. cuando lo ve vestido de marinero en la boda del duque de Kent, está enamoradísima y toma la iniciativa

Desde que se instalan en España, él se deja aconsejar enseguida por ella. El rey reconoce: «Es la que me dice que debemos estar en Madrid, aunque la Zarzuela sea fea y oscura, y que mi sitio está aquí». Sofía es una importante compañera. Lo apuntala. Le da confianza. Le dice lo que no le decían ni Franco ni don Juan. Es ella la que le comenta: «A Franco se le iluminan los ojos cuando te mira», la que ve esa relación, y es ella la que le dice: «A tu padre infórmale, pero no le consultes». Todo eso será determinante en la sucesión. Y una cosa muy importante: ella es quien abre las puertas para todas las monarquías europeas que a él lo veían como otro Franco. Pero Sofía es la sobrina de Felipe de Edimburgo y de Lord Mountbatten, además de estar emparentada con todos los príncipes alemanes.

Desde el primer momento, ella quiso integrarse, aprender español, ir a la universidad, bajar al metro y ver las pintadas. Iba con su hermana, camuflada con gafas y pañuelos ‘Grace Kelly’. A los toros y las cacerías, que le horrorizaban, también quiso ir…  A ella siempre le ha horrorizado cazar y llevar pieles de animales encima. Lo de ser vegetariana es otra cosa: es por una promesa, un sufragio por el alma de su padre, porque a ella le gusta mucho la carne. Sobre cazar, ella me mencionó: «Mi marido dice que él también es ecologista y que va a cazar para eliminar a los animales viejos y enfermos… pero no me vale, que se mueran de muerte natural. ¡No hay que matar ni a una hormiga!».

Los primeros años la reina fue al Rocío, se vistió de faralaes… hizo todo lo que creía que requería una princesa española. La teatralidad la conoce desde pequeña. Desde que, con ocho un día que le duelen mucho las muelas, pide no ir a un acto y su madre le dice que no solo tiene que ir, sino que a una hija de reyes no puede vérsele ningún gesto de dolor. Y ahí está ella en la tribuna, aguantándose el dolor de muelas y sin que se le note. Con ocho años.

Felipe es el favorito de la reina. La reina me decía: «Elena es una Borbón, pero tiene cosas mías. Cristina sale a su padre: es alegre, diáfana, sin recámaras. Lo que hay, hay». Pero la ‘niña’ de sus ojos es Felipe. Como ella dice: «Mi hijo no es muy Borbón. Mis hijas, sí, pero Felipe es griego». Es un griego sin una gota de sangre griega. Me explico, es como el rey Pablo: sajón, alemán y danés. Ella lo ve muy parecido a su padre: por la intelectualidad, la sensibilidad, un punto de timidez, la reserva, el sentido de la intimidad… La reina está convencida de que «Felipe es el príncipe mejor preparado para ser rey que hay en Europa». Yo creo que lo que le preocupa a la reina es la secuencia. Que después del rey venga el príncipe. No se plantea una abdicación. El rey morirá rey. Pero hay otras secuencias posibles, como un relevo tutelado sin abdicación. Una asunción gradual de responsabilidades por parte del príncipe, siendo rey don Juan Carlos.

Los reyes siempre han mantenido una convivencia. En 2008, la reina me comenta que por la noche zapean viendo la tele, en calcetines, y que toman yogures o ensaladas… Hay una convivencia. Y ella misma me cuenta: «Si hay morros, e incluso si hay gritos, hay que saldar a cero cada noche». Ella me hablaba muy enamorada. Y cuando hice las entrevistas con la reina, entraba el rey y el trato entre ellos, las bromas eran en plan simpático, confianzudo, informal… percibí una relación natural de marido y mujer. La reina se ha casado en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo… y se ha casado hasta la muerte.

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