Ya no es el ‘outsider’ que revolucionó el cine en los noventa. Ahora es el director mas importante de su generación. Quizá por eso es más políticamente correcto de lo que cabría esperar. Pero sigue exhibiendo su natural osadía y sentido del humor. Por Ixone Díaz Landaluce
Habla con tanta rapidez y agudeza como sus personajes y dice casi tantos tacos como ellos, Pero Quentin Tarantino es mucho más comedido que los tipos duros que han salido de su pluma en los últimos veinte años
Siempre lo ha dicho: él no fue a la escuela de cine; él fue al cine. Sobre todo, cuando a los 15 años dejó el instituto y nunca volvió a pisar un aula. Mientras tomaba clases de interpretación, trabajó en un cine para adultos y más tarde en un videoclub de Los Ángeles. Allí se convirtió en un cinéfilo consumado. Luego empezó a escribir guiones. Se le daba bien. Vendió el de Amor a quemarropa y se hizo un nombre; se estrenó dirigiendo Reservoir dogs y ganó una parroquia de fieles, y en 1994 Pulp fiction lo convirtió en un director de culto y su cine se hizo un género propio. Patentada la fórmula del éxito, dirigió Jackie Brown, las dos sangrientas entregas de Kill Bill y hasta se dio el gustazo de asesinar a Hitler en Malditos bastardos. Ahora, en Django desencadenado quiere saldar cuentas con la esclavitud con un formato de wéstern clásico. De fondo ya se escucha chaparrón de premios Óscar. O, al menos, de nominaciones. Y Tarantino, que termina cada frase con una sonora carcajada, ya tiene el esmoquin listo.
XLSemanal. Para un devoto de Sergio Leone como usted rodar un wéstern parecía inevitable, casi un deber sagrado…
Quentin Tarantino. Absolutamente. Siempre había querido lanzarme al ruedo, aunque de una manera u otra he utilizado los trucos de opereta del spaghetti wéstern en todas mis películas.
XL. ¿Por qué quiso hincarle el diente al tema de la esclavitud en este filme?
Q.T. La esclavitud es una cicatriz trágica de este país. Mucha gente ha denostado este tema porque piensa que son viejas historias sin importancia. Pero, en realidad, nunca han sido exploradas desde un punto de vista dramático. Situar la historia en el sur de Estados Unidos le da un giro político y emocional diferente. Busqué la frescura de una historia que aún no había sido contada.
XL. Dice que todas sus películas son muy personales. ¿En qué sentido lo es una historia sobre la esclavitud?
Q.T. Bueno, creo que ese tipo de opresión debería ser una cuestión personal para todo el mundo. Además, mientras hacía esta película, todo tipo de vínculos con otras vidas pasadas iban explotando en mi psique…
«Creo en la reencarnación y en las vidas pasadas. Cuando hacer una película histórica, remueves sentimientos que ni siquiera sabes de dónde vienen»
XL. ¿En serio? Explíquese, por favor.
Q.T. Sí, creo en la reencarnación y en las vidas pasadas. Y lo que ocurre cuando haces una película histórica como esta es que, de alguna manera, estás removiendo sentimientos que ni siquiera sabes con certeza de dónde vienen.
XL. Vuelve a usar con profusión la palabra ‘niger’ (en inglés, ‘negrata’). Cuando dirigió Jackie Brown, Spike Lee se lo reprochó. ¿Le preocupa eso?
Q.T. Si yo fuera un director negro, nadie hablaría de eso. Lo tengo superado. Me da igual.
XL. Siempre ha defendido la violencia de su cine, pero su productor, Harvey Weinstein, dijo que los Scorsese y los Tarantino debían replantearse su uso. ¿Qué opina usted?
Q.T. Creo que ese es Harvey haciéndose el político. Y prefiero no comentar las campañas de Harvey [risas].
XL. Ya veo Weinstein, que ha producido todas sus cintas desde Pulp fiction, ha sido clave en su carrera. ¿Qué tal se lleva con el hombre más poderoso de Hollywood?
Q.T. Nuestra relación ha durado más de 20 años y funciona porque yo le gusto a él como artista y él a mí como productor. Me gusta saber lo que Harvey piensa. Es verdad que discutimos y que tenemos nuestras discrepancias Somos capaces de colgarnos el teléfono y nos importa un bledo. Pero nos tenemos un gran respeto.
XL. Tampoco le gusta hablar de sus propias opiniones políticas. ¿No le interesa la política o es que prefiere ser reservado en cuestiones ideológicas?
Q.T. La verdad es que me da igual tener una opinión pública acerca de muchos temas. No creo que todos esos asuntos necesiten mi voz. De hecho, ni siquiera a mí me interesa lo que pienso. Así que ¿a quién más le debería importar?
«No creo que haya nada malo en que la gente tenga una pistola en casa. Lo que habría que controlar es la venta de armas automáticas. Solo sirven para matar»
XL. ¿Qué opina, por ejemplo, sobre el control de armas en Estados Unidos?
Q.T. Creo que habría que controlar la venta de armas automáticas. Aunque entiendo que algunos coleccionistas quieran tenerlas porque son jodidamente guays. Pero entiendo que son armas pensadas únicamente para matar y que, por esa razón, deberían estar restringidas.
XL. ¿Pero qué le parece que la gente tenga una pistola en casa?
Q.T. Creo que no hay nada de malo en eso ni en que haya entusiastas de las armas que van a campos de tiro y las coleccionen. Es una cultura en sí misma y la respeto. Para mí, los coleccionistas de armas son como los de cómics: fanáticos de una cosa que el resto del mundo no entiende del todo. Simplemente les gusta tener sus pistolas, sacarles brillo, enseñárselas a sus amigos Y luego hay quien caza y, como yo como carne, también me parece bien [risas].
XL. Vuelve a ser favorito para los Óscar. Aunque sus películas siempre ponen de acuerdo a la crítica, solo tiene una estatuilla. ¿Se siente maltratado por la Academia?
Q.T. No, no, en absoluto…. Me siento agradecido por todas las nominaciones que recibí por Malditos bastardos y por las que recibió Pulp fiction en su día. Siempre es agradable ser reconocido por tus colegas.
XL. Después de ocho largometrajes, ¿siente que está en la cumbre de su carrera o su obra maestra está aún por llegar?
Q.T. Bueno, me gustaría pensar que estoy en la cumbre de mi carrera, la verdad [risas]; pero también creer que aún hay una obra maestra esperando a que yo la escriba.
«Soy fan de muchos directores españoles. No solo de Almodóvar. Me encanta Vicente Aranda. Y Eugenio Martín hizo uno de los mejores wésterns de la historia»
XL. Es usted un cinéfilo consumado, ¿qué opina del cine español?
Q.T. Soy muy fan de muchos directores españoles… No solo de Almodóvar, que tiene una trayectoria increíble. Me encanta Vicente Aranda. Me gustó mucho Celos, pero me flipa La novia ensangrentada. ¡Es una película cojonuda! De hecho, de ahí viene el título de Kill Bill volumen 2, que en Estados Unidos se llamó igual en homenaje a ese filme. Y también me gusta Eugenio Martín, que hizo uno de los más grandes spaghetti wéstern de la historia, El precio de un hombre, que convirtió a Tomás Milián en un icono del género.
XL. Ha dicho que quiere retirarse a los 60 años. ¿Por qué?
Q.T. No quiero ser un cineasta viejo haciendo malas películas [risas]. ¿Quién querría eso?
XL. Bueno, también hay cineastas viejos que hacen buenas películas. ¿No cree?
Q.T. Algunos, sí y otros, no. No sé a ciencia cierta cuándo me voy a retirar. Si se me ocurre una buena historia cuando tenga 66 años, quizá la haga. Pero la idea es que no quiero estar haciendo esto cuando sea un anciano…
XL. ¿Y a qué quiere dedicarse entonces?
Q.T. Soy escritor, así que simplemente escribiré. Ese será mi momento para trabajar en una novela, dedicarme a la literatura de cine o escribir sobre directores que me gustan.
XL. ¿Y se ve formando una familia?
Q.T. ¿Quién sabe? Ya veremos… No estoy en contra de esa idea. Y estoy en un momento muy abierto de mi vida.
XL. Va a cumplir 50 años y creo que le molesta un poco que se lo recuerden.
Q.T. Es que me sorprende que a todo el mundo le interese tanto que vaya a cumplir 50 años. Yo no le doy ninguna importancia. Además, no he tenido ninguna revelación ni he vivido una crisis de la mediana edad. Pero si me puedes recomendar una, te lo agradezco [risas].
XL. ¿Qué tipo de niño era usted?
Q.T. Crecí delante de la televisión como todos los niños que nacieron a finales de los sesenta. Creo que aquella fue la primera generación de niños a los que sus padres les tenían que decir: «¡Sal a la calle a jugar!» [risas].
XL. Se dice de usted que es un genio, un icono, un visionario… ¿Cómo se percibe a sí mismo?
Q.T. Me gustaría verme como todas esas cosas, la verdad [risas]. Ya veremos cómo me recuerda la gente, pero me gustaría pensar de mí mismo que soy uno de los mejores artistas de mi época. Cuando mi tiempo se haya acabado, me pondrán con el resto de los artistas y veremos qué puntuación saco. Me gustaría que me valoraran junto a gente como Mark Twain o Bob Dylan. Ese tipo de personas…
XL. Cuando se escuchan tantos halagos, ¿es posible conservar cierta humildad?
Q.T. Afortunadamente hay mucha gente que dice cosas horribles sobre mí [carcajadas]. Si no te crees las cosas horribles que se dicen sobre ti, tampoco te puedes creer todos los halagos al cien por cien.
XL. Si un día se sentara en el diván, ¿qué diría de usted el pertinente psicoanalista?
Q.T. Uf, no lo sé. Creo que le costaría mucho trabajo hacer que yo me sincerara. Pero te digo una cosa: si lo lograra, desde luego merecería la pena. Pero me lo tendrían que sacar Soy duro de pelar.
PRIVADÍSIMO
- Su madre, Connie, lo tuvo cuando tenía 16 años. Nunca ha conocido personalmente a su padre, el actor y músico Tony Tarantino.
- Su última novia seria fue la directora Sofia Coppola, de la que se separó en 2006. Antes salió con las actrices Mira Sorvino, Julie Dreyfus y Kathy Griffin.
- Ha contado que, para testar el nivel de compatibilidad con sus novias, les hace ver Río Bravo, una de sus películas favoritas.
- Guarda el Pussy Wagon, la camioneta que conducía Uma Thurman en Kill Bill, en su garaje. A veces sale a pasear con ella por Malibú.
- Colecciona viejos juegos de mesa basados en antiguos programas de televisión.Cuando era un joven aspirante a actor, interpretó a un imitador de Elvis Presley en un episodio de Las chicas de oro.
- Según su coeficiente intelectual (160), Quentin Tarantino es superdotado.
UNA DE VAQUEROS
«Siempre quise hacer un wéstern puro y duro, y por fin lo he logrado». Así define Quentin Tarantino Django desencadenado, que cuenta con un reparto de lujo. Christoph Waltz es un cazarrecompensas; Jamie Foxx es Django, esclavo al que convierte en su pupilo; Leonardo DiCaprio, el sádico propietario de la plantación que retiene a la mujer de Django; y Samuel L. Jackson, el esclavo de confianza de DiCaprio.
La película vincula esclavitud y wéstern en lo que podría ser una forma de Tarantino de reescribir la historia de la esclavitud, como hizo cuando asesinó a Hitler en Malditos bastardos. No sé cuánto de reescribir la historia hay en esto, la verdad. En aquella época, un negro libre podía convertirse en cazarrecompensas igual que muchos dueños de plantaciones eran forajidos que habían llegado del Oeste a esconderse. Pero lo que quería dejar claro es que ambos negocios, el de los esclavos y el de los cazarrecompensas, funcionaban igual; unos pagaban dinero a cambio de seres humanos vivos y a otros les pagaban una cantidad por cadáver. Es una extraña moneda de dos caras