El chico introvertido y solitario que se convirtió en director de cine nos revela en esta charla íntima con ‘XLSemanal’ algunos de sus lugares más desconocidos y divertido
Se llamaba Pepe y murió cuando el pequeño Tim Burton tenía apenas nueve años. Fue la primera vez que el niño de Burbank que mataba el tiempo dibujando monstruos, rodando películas en Súper 8, leyendo a Edgar Allan Poe o Dickens y venerando al actor Vincent Price se enfrentó a la muerte.
La de su perro pepe. Luego encontró en ella una forma creativa de alimentar el universo gótico que lo ha hecho famoso y que le ha servido de terapia sin diván para superar los traumas infantiles que los cuestionables métodos educativos de sus padres le infligieron, como tapiar las ventanas de su habitación que daban al jardín. A sus casi 55 años, Tim Burton continúa fiel a sí mismo, viste de negro de pies a cabeza y oculta la mirada tras unas gafas oscuras sobre las que cae esa característica mata de pelo canoso y despeinado. Pero su hábito despista. Simpático, agudo y mucho más extrovertido de lo que cabría esperar, no es un tipo corriente y moliente, pero tampoco es el ser excéntrico que cuenta su leyenda urbana. He aquí sus confesiones íntimas a XLSemanal.
La oscuridad y los niños
«ada vez que hago una película dicen que es demasiado oscura para los niños, pero yo no me lo trago. Cuando era pequeño, veía películas como Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet [de 1936]. Yo era ese tipo de niño. Por eso, no paso ni pasaré por ese aro. También decían lo mismo cuando hice Batman: «Oh, va a ser demasiado oscura». Ahora, mi Batman parece una cursilada comparada con el resto.
El amor y la muerte a los nueve años
De niño, yo tuve un perro llamado Pepe, un chucho, una mezcla de razas. Tenía una enfermedad y, supuestamente, no iba a vivir mucho, pero aguantó varios años. Murió cuando yo tenía nueve años y para mí fue una especie de amor completamente incondicional. La primera vez que experimentas esa pureza es algo de una fuerza tremenda. Luego, te pasas la vida buscando ese mismo vínculo con las personas. Esa fue la primera vez que tuve que lidiar con la muerte. Supongo que tuve la fantasía de resucitar a Pepe, pero nunca lo hice. Muchos niños eran horribles con sus mascotas y hacían experimentos poco afortunados con ellos, pero yo jamás le he hecho daño a un animal.
Las personas y los perros. Lo que ocurre con los perros es que sales de casa, te das cuenta de que te has dejado las llaves, vuelves a entrar y, aunque han pasado solo tres segundos, te reciben como si hubieran pasado tres años. ¡La gente no hace eso! Si yo me olvido las llaves y vuelvo a entrar, es como: ¿Tú otra vez? [risas].
El escape mexicano. Soy de Los Ángeles, donde hay mucha influencia mexicana. Crecí en un entorno muy puritano, en Burbank, un suburbio de clase media donde no se podía hablar de la muerte; algo que eché en falta siendo un niño. Nunca me pareció una buena forma de enfrentarse a las cosas. Era una cultura muy reprimida. Por suerte, ahora no tengo problemas con la idea de la muerte, aunque, claro, preferiría que no fuera esta tarde [risas]. A mí me atraía México y la noche de los muertos. En mi vecindario, todo era insulso; en cambio, los mexicanos tenían un sentido más arraigado de la diversión y de la vida. Aun así, tengo buenos recuerdos de Burbank. De no vivir allí, igual nunca me habría puesto a dibujar. Aunque jamás tendría allí mi residencia.
Perdido en mi habitación. Todavía hoy sigo sin saber por qué lo hicieron, pero mis padres tapiaron las dos ventanas de mi cuarto que daban al jardín y me encerraban dejando apenas una hendidura, hasta donde tenía que escalar para ver el exterior. Ambos han muerto, así que se llevaron la respuesta a la tumba. Mi cuarto era muy Edgard Allan Poe. Me fascinaban los filmes de terror y de monstruos como Frankenstein, Drácula, Godzilla Me gustaba rodar películas de Súper 8 con mis amigos, quemar cosas Muchos niños hacen eso y, por fortuna, la mayoría no terminamos siendo unos pirómanos [risas]. Y me gustaba dibujar. Tuve un profesor que me dijo: «No dibujes así, dibuja así». Puede que esa persona tuviera sus razones, pero también puedes decir: «Voy a dibujar como a mí me dé la gana». A veces, reaccionar contra lo que ciertas personas te dicen que tienes que hacer funciona.
La soledad se lleva dentro
Cuando has tenido ese tipo de sentimientos dentro de ti, puedes hacerte mayor, tener una familia, un millón de amigos y mucho éxito, pero siempre puedes acceder a ese niño que fuiste, nunca te abandona. Puedes tenerlo todo y ser bastante feliz, pero es fácil volver a ese lugar. Todo lo que te pasa en la vida te afecta y ciertas cosas son más traumáticas que otras. Al final, nos pasamos el resto de nuestra vida enfrentándonos a los conflictos de nuestra infancia.
El optimista oscuro
Soy lo que llamaría un optimista pesimista. Soy capaz de ver las dos caras de todo; por eso, me gustan las cosas divertidas que, al mismo tiempo, dan miedo. La gente piensa que soy raro y oscuro, pero no. soy míster normal. Nadie es solo una cosa.
Monstruos en la familia
Lo que más me asusta son las personas reales. Tengo familiares que ¡Dios mío! ¿Quién no ha tenido un tío o una tía que era un monstruo? Y aquel dentista… Tenía los agujeros nasales enormes y podía ver todos los pelos de su nariz cada vez que iba a su consulta. Solo recuerdo eso de él, pero lo visualizo con toda nitidez.
El Más Allá
Creo que esto es todo. No hay un Dios. Probablemente, lo último que vea antes de morirme será el orificio nasal de mi dentista. Luego entraré por una especie de agujero oscuro y esa será la última imagen que me llevaré de este mundo [risas].
El corto que me transformó
En 1984 filmé para Disney un cortometraje titulado Frankenweenie. Fue todo un reto para mí porque me obligó a interaccionar con otras personas. Me obligó a abandonar el cascarón en el que vivía, ya que tenía que dirigir a todo un equipo, tratar con actores y todo eso.re me preguntan si me despidieron porque aquella película era demasiado oscura para el público infantil, pero eso es algo que habría que preguntar a la gente de Disney. Creo que me despidieron por dos razones. Primero, por ser un pésimo animador. Y segundo, yo les gustaba como concepto, pero no sabían qué demonios hacer conmigo. Aguanté lo que pude, pero no me fui resentido. Me dieron oportunidades que nadie me habría dado.
Películas en mi cabeza
Me encanta la idea de que quizá una simple imagen en la que pensé un día pueda convertirse en una película. Según te haces mayor y cambias como persona, miras las cosas de manera diferente. Por ejemplo, no creo que hubiera podido hacer un filme como Big fish hasta que mi padre se murió.
Planes de boda
Casarse siempre es una posibilidad, claro. ¿Quién sabe? Tal vez si nuestros hijos nos lo piden No lo sé. En nuestra casa reina el caos, la anarquía. Nadie lleva el control de nada. Mi cuarto, por ejemplo, se diría que allí vive un vagabundo [risas]. Helena [Bonham Carter] y yo tenemos nuestros momentos. Cada uno tiene su parcela. Ella es mejor que yo con ciertas cosas y buscamos el equilibrio.
De tal palo, tal astilla
Estoy muy contento porque mi hijo [Billy-Ray, de nueve años] tiene muchos monstruos y le encantan los dinosaurios. Estamos moviéndonos en la dirección correcta [risas]. Mis hijos [tiene también una niña, Nell, de cinco años] me inspiran a la hora de imaginar mis películas. No lo puedo evitar. Les enseño cosas y, a veces, vienen a los rodajes. La clase entera de mi hijo vino a ver cómo trabajaban los animadores de Frankenweenie y fue increíble. Ese día, cuando volví a casa, mis hijos habían hecho una pequeña película de stop motion. Eso me inspiró muchísimo. Como ve, apuntan maneras. ¡Cuanto más jóvenes, mejor! [risas].
Las redes sociales atosigan
Hoy en día tienes que luchar contra la tecnología para disfrutar de un momento en el que no tengas que hacer absolutamente nada. Por eso, no tengo ni Facebook ni Twitter. Hay que proteger esos pequeños instantes en los que te quedas mirando el mar o una nube. Esos son los momentos en los que recargas tu alma o lo que sea. Necesitas tiempo en el que no tengas que estar reaccionando ante nada. En todo caso es difícil. Cuando estoy rodando, pienso. No puedo esperar a terminar de trabajar y ver a mis hijos . Pero luego llego a casa y me digo. Dios mío, devuélveme al trabajo [risas].
Tim ‘Almodovarton’
Admiro mucho a Pedro Almodóvar. Es un tipo estupendo, una de esas personas que hace su propio tipo de películas. Solo hay que conocerlo para entender el porqué de su éxito. Los directores no solemos juntarnos, somos gente solitaria y no tengo amigos cineastas, pero con él hay un entendimiento mutuo. Ambos sabemos lo mucho que cuesta hacer nuestro trabajo.
