Tom Hanks: «Mi secreto es decir siempre la verdad»

Ha recaudado más dinero que nadie, tiene dos Óscar y dicen de él que está a la altura de James Stewart y Spencer Tracy. Sin embargo, jamás ha protagonizado un escándalo, ni de drogas, ni de alcohol ni de faldas.  Por Fernando Goitia

Tom Hanks y el coronavirus: «Todavía no sé por qué la gente confía en mí»

Hanks es una especie aparte en la fauna de Hollywood. Sus películas han recaudado unos nueve mil millones de dólares mil millones más que Tom Cruise sin contar con una sola cinta de acción mareante en su historial. le basta con encarnar al hombre común, con ser el actor con quien más gente se identifica.

«Tengo una buena relación con la prensa, pero los periodistas no pidasn mi casa y tampoco exhibo a los míos para que los fotografíen»

Una popularidad que, sin embargo, jamás se ha traducido en apariciones en la crónica social.» Ni Rita ni yo somos un objetivo glamuroso para las revistas. Eso nos salva», admite. Rita es la actriz Rita Wilson, su esposa desde hace 25 años. Tom Hanks, de hecho, parece empeñado en construir lo más opuesto al retrato típico de una estrella de cine. Y, también, en darle la vuelta a lo que vivió en su infancia, una niñez carente de un hogar estable tras el divorcio de sus padres. Su madre, empleada en un hospital, se casó tres veces más; su difunto padre, con quien se quedó el pequeño Tom, otras dos.

Contra la inestabilidad familiar -antes de cumplir los once ya había pasado por diez colegios, por cambios de domicilio-, el pequeño Hanks encontró remedio, y refugio, en el teatro y en el humor, habilidad que le permitió comerse el mundo con comedias de rápido consumo en los ochenta.

Hasta que un buen día decidió replantearse su carrera. Un par de películas después ya tenía dos Óscar en el bolsillo. Hoy, Hanks es la mayor estrella de Hollywood, un actor al que no le importa apadrinar proyectos como Cloud atlas , la última reflexión metafísica de los hermanos Wachowski [Matrix] codirigen con Tom Tykwer [El perfume], donde comparte escenas con Halle Berry, Hugh Grant o Susan Sarandon. Aprovechando la ocasión, Hanks, un hombre poco dado a conceder entrevistas, charló con XLSemanal en un hotel de Berlín.

XLSemanal. Para empezar, una cita suya: «Me convertí en actor para escapar de mí mismo, para vivir las vidas de otros». ¿Fue lo suyo una decisión terapéutica?

Tom Hanks. Hombre, no fue aquello de: «¡Oh, qué triste estoy!, a ver si interpreto a alguien feliz y se me pasa» [se ríe]. Para mí, en el mundo existen dos tipos de personas claramente diferenciables: quienes consiguen abandonar su yo consciente para meterse en el de otro y quienes no podrían abstraerse de su propio yo ni en un millón de años. Además, actuar es muy divertido, tanto que antes me costaba creer que fuera un trabajo de verdad. Como dijo Orson Welles: «Lo de actuar lo hago gratis. Me pagan por esperar entre toma y toma».

XL. Hablando de divertirse, dicen los Wachowski que ‘Cloud atlas’ es «un relato sobre la esencia bondadosa del ser humano y las repercusiones futuras de los actos individuales». ¡Algo ligero, vamos!

T.H.. [Se ríe]. Sí, bueno, es que los Wachowski no se cortan un pelo. Son de los que te dicen sin tapujos: «Nosotros hacemos arte».

XL. Desde luego es una película con pretensiones. ¿No se asustó al leer el guion?

T.H.. Pues, la verdad, no es de los que se leen de un tirón…

XL. ¿Y qué le hizo aceptar?

T.H.. [Se ríe]. Me atraía trabajar con ellos e interpretar a seis personajes, pero lo decidí el día que vinieron a mi oficina. Allí tengo un póster de 2001: Una odisea del espacio. Empezaron a hablar de cosas como el concepto narrativo, el color, la luz… Entonces, no sé por qué, les conté que acababa de leer Moby-Dick y, al mencionarlo, Lana saltó como un resorte: «¿En serio? Lo que queremos hacer es juntar Moby-Dick con esto». Y señaló al póster.

XL. ¿Me está diciendo que ‘Cloud atlas’ pretende ser una combinación de ‘Moby-Dick’ y ‘2001.: Una odisea del espacio’?

T.H.. Como lo oyes. Aluciné. ¿Cuántas veces te llega alguien con una oferta como esa? Me levanté y les dije: ‘Soy vuestro hombre’ [se ríe]. Y lo cierto es que no iban de farol, Cloud atlas es eso. un cruce entre Kubrick y Herman Melville.

«De pequeño odiaba la soledad. Quería hacer reír, dar la nota. El teatro me parecía el mejor sitio para alguien como yo»

XL. ¿Aceptar fue para usted una especie de acto de fe?

T.H.. Me temo que sí. La cinta de Kubrick fue la clave. He visto 2001… unas 120 veces y siempre descubro algo nuevo, cambió para siempre la forma en que vemos películas. Juntar eso con Moby-Dick me sonó de maravilla.

XL. Ha dicho antes que acababa de leer ‘Moby-Dick’, ¿quiere decir por primera vez?

T.H.. Sí, sí, lo había intentado varias veces, pero no pasaba de la primera parte. Me decía: «Mira, tío, déjalo; no eres lo bastante inteligente [se ríe]». Entonces, hace dos veranos, un amigo me comentó que se lo había leído y le dije: «¿Has sido capaz? Mi admiración [se ríe]». Me comentó que una vez que pasas esa primera parte ya no puedes parar. Así que le di una nueva oportunidad y me la leí de un tirón. Descubrí que, además de una aventura fascinante sobre los balleneros del siglo XIX, es ese tipo de literatura que examina las cuestiones relevantes de su tiempo para crear algo universal.

XL. Por lo visto, usted hace tiempo que alcanzó también un estatus universal

T.H.. Hombre, Melville o Kubrick son palabras mayores.

XL. Lo digo por aquello de que el American Film Institute le dio el Premio a Toda una Carrera con apenas 45 años, la persona más joven en recibirlo…

T.H.. Bueno, eso fue un inmenso honor. ¡Imagínate!

XL. ¿Recuerda cómo recibió la noticia?

T.H.. ¡Cómo! ¿Por qué a mí? [gesticula y se ríe]. No acababa de creérmelo. Si miras la lista de galardonados, te sorprendes:  John Ford, Orson Welles, James Stewart, Frank Capra, John Huston, Billy Wilder, Hitchcock… , en fin. ¿Qué pinto yo entre esos mitos? Solo soy un tipo que trabaja en esto.

XL. El fallo decía: «A través de sus papeles, Hanks personifica el dolor de la soledad, el hombre corriente lidiando con el dolor físico y emocional». ¿Se identifica?

T. H. Hace mucho tiempo un tipo muy inteligente, hablando sobre las obras cumbre del teatro y la literatura, dijo: «Todo gira alrededor de la soledad». La naturaleza del ser humano es buscar cómo conectar con los demás. con tus padres, con tus hijos, tu amor; conectar con una razón que justifique tu existencia. Si lo piensas. ¿cuál es el mayor castigo que se le inflige a un preso? El aislamiento. Esa es la descripción del infierno en la Tierra.

XL. ¿Es algo intencionado entonces?

T.H.. Creo que sí. Soy un tipo que, dentro del proceso creativo de una película, busca siempre esa soledad en los personajes, sus motivos para luchar y seguir adelante. De joven, cuando leía por primera vez novelas como Un mundo feliz o veía Ciudadano Kane, me fijaba ante todo en las conexiones entre los personajes. Siempre se me escapaba la estructura de la obra, sus significados profundos. Supongo que por eso he visto 2001… tantas veces, fascinado por la relación entre los astronautas, su interacción sin dirigirse la palabra.

XL. Sus padres se divorciaron siendo usted niño y antes de cumplir los once años ya había pasado por diez colegios. ¿Tiene eso que ver con su visión de la soledad?

T.H.. A mí no me gustaba la soledad, no quería estar solo. Ponía en ello todo mi empeño. Llegaba a un sitio nuevo y enseguida hacía amigos, decía algo gracioso y alguien se reía. Nunca me intimidó ese trajín. Pasar por tantos sitios me proporcionó una visión amplia de cómo actúan los demás.

XL. ¿Subirse al escenario fue, entonces, algo muy natural?

T.H.. Totalmente, yo siempre buscaba el modo de hacer reír, de dar la nota… El teatro me pareció el mejor sitio para alguien como yo. Me encantaba ver obras de teatro: Brecht, Tennessee Williams, Ibsen… Y me gustaba ir solo.

XL. ¿Nunca llevaba a sus citas al teatro?

T.H.. No, tampoco es que fuera un playboy. ¡Si con 21 años ya tuve mi primer hijo!

XL. Por cierto, ¿cuál es su secreto para que la prensa del corazón lo deje tranquilo?

T.H.. Decir la verdad. Intento no mentirle a nadie. Ningún periodista ha pisado mi casa, nunca ha salido en un reportaje fotográfico. Tampoco saco a los míos de paseo en plan exhibición para que nos hagan fotos comprando en familia. Siempre ha sido y será así. También es cierto que Rita y yo no somos un objetivo glamuroso para las revistas. Eso nos salva. Sin embargo, tengo una buena relación con la prensa y creo que se debe a que no escondo nada.

«Con 21 años no sabes una mierda de la vida. Cuando nació mi primer hijo, yo era un completo inútil»

XL. ¿Es usted el hombre sin misterios?

T.H. [Se ríe]. Pues no hay mucho misterio. Dejé de estudiar porque me ofrecieron un trabajo como actor y nunca me ha faltado de nada. Adoro a mi familia. Soy un privilegiado. Mi trabajo consiste, curiosamente, en meterme en la piel de personas que no tienen tanta suerte, que sufren. Y, por lo visto, no se me da mal.

XL. Alguna crisis habrá sufrido en esta vida, ¿no?

T.H.. Todo el mundo tiene sus rincones, claro, a veces mueren seres queridos… Pero en mi carrera sí que hubo un momento crítico a principios de los noventa y necesitaba reorientarla. Toda mi vida había interpretado a pardillos, tipos simpáticos pero sin muchas luces. No paraba de trabajar, pero quería afrontar otros desafíos. Y apareció Philadelphia. Necesitaba personajes con los que tuviera una conexión espiritual. Sin eso todo resulta fingido, falso. Desde entonces, cuando me ofrecen algún papel que no me hace sentir eso, la respuesta es no.

XL. ¿De qué modo le condiciona la fama a la hora de conectar con los demás?

T.H.. Tampoco soy de los que provocan histerismos por la calle, pero la gente se queda impresionada al verme. No es que me incomode, pero salir a la calle puede resultar un poco desagradable. No puedes moverte con normalidad.

XL. ¿Y cómo cree que ha afectado la fama a sus hijos?

T.H.. No sé, siempre les he hecho ver que no viven en un mundo normal y que no importa si eres rico, pobre, famoso o un desconocido; lo importante es ser decente y honesto, diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.

XL. Usted ha criado hijos pequeños tanto en los años ochenta como en los noventa. ¿Hubo mucha diferencia?

T.H. Enorme, pero más que por la época por mi momento vital. Era casi un crío cuando nació Colin. Créeme, con 21 años no sabes una mierda de la vida [se ríe]. Con Elizabeth Ann ya tenía 25, pero sigues sin saber mucho. Era un completo inútil. Con ellos, todo fue en plan: «Soy tu padre, haz lo que te digo» [se ríe]. Con Chester ya tenía 34 y con Truman, 39; ya tenía más recursos y todo más claro. Un punto fundamental: cuanto más sabes, más fácil te resulta aprender. Colin me hizo abuelo hace casi dos años. Mi nieta, Olivia Jane, es un sueño, pero cuando su padre se desespera, me pregunta: «[Pone voz grave] Papá, ¿cómo pudiste apañártelas con nosotros, trabajando y siendo tan joven?» [se ríe].

XL. ¿Y qué le responde?

T.H.«¡Muy mal, hijo, fatal!, como bien recordareis tú y tu hermana. De verdad, lo siento mucho, hice un montón de estupideces. Muchas gracias por no juzgarme muy severamente2 [se ríe].

XL. Con 33 años de carrera a sus espaldas, ¿elige los papeles que quiere?

T.H. Eso no es más que un mito. Seas quien seas, en esta profesión todo es una lotería. Eso sí, trabajo nunca me ha faltado, aunque nunca sabes cuál va a ser ese gran papel de tu vida. Tengo 56 años y sigo recibiendo material fantástico. Me limito a hacer cosas que me atraen, nuevos retos para explorar alguna parte inexplorada de mí mismo.

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