Esta mujer de apenas metro y medio es una tipa dura. Como fiscal de Nueva York llevó a la cárcel a capos mafisoso, traficantes y terroristas. «Jamás suelta una presa», dicen. Ahora, Mary Jo White tiene una nueva misión. presidir el organismo que debe vigilar a las grandes corporaciones financieras. Por Carlos Manuel Sánchez

«Mary Jo no es una persona con la que uno quiera meterse. No se intimida fácilmente». ASí presentó Obama a mary Jo Whiet (Kansas City, 65 años) cuando anunció su nominación al frente de la Comisiónd el Mercado de Valores (SEC)

A pesar de la fragilidad que emana de su aspecto físico -apenas mide 1,52 y tiene el aire de una abuelita que dedicase su tiempo a cocinar tartas de manzana- la nueva sheriff de Wall Street se ha ganado a pulso la reputación de ser uno de los fiscales más duros de Estados Unidos. «Es un ‘pitbull’. No se anda con tonterías», la define Bill Singer, un abogado de la Bolsa de Nueva York. Una vez que hace presa, ya no la suelta. White nunca se ha arrugado ante mafiosos, traficantes, terroristas y delincuentes de todo pelaje; entre ellos, muchos de cuello blanco. Metió en la cárcel a John Gotti, el último gran capo de la mafia neoyorquina, así como a pesos pesados de Al Qaeda. Barack Obama parecía estar enviando un mensaje a los tiburones de Wall Street. Ojo con saltarse la ley, porque esta vez no habrá contemplaciones. Peter Henning, profesor de la Wayne State University, lo resume con un símil muy gráfico: «[La elección de White] es como sacar un bazuca en una pelea de navajas» .

Pero Mary Jo White tiene otra faceta muy diferente en su trayectoria profesional. No solo ha sido una fiscal temible, la primera mujer que dirigió la mítica Fiscalía del distrito sur de Nueva York, un territorio hostil en el que lideró a un equipo de 200 fiscales de colmillo retorcido. También ha trabajado en el sector privado, los últimos diez años, como abogada en uno de los bufetes más elitistas de Estados Unidos. Es socia de Debevoise & Plimpton, donde ha defendido precisamente a los magnates, banqueros y tiburones de las finanzas a los que ahora Obama le ha encargado vigilar. Sus conexiones con los amos del universo son tan evidentes que hasta las revistas Forbes y Fortune, altavoces del capitalismo menos pudoroso, se preguntan si la elección de Obama (a falta de ser confirmada por el Senado) es una señal de dureza o una rendición. ¿Qué mensaje se está enviando en realidad a Wall Street? ¿Cuidadito con Mary Jo? ¿O… no pasa nada, es Mary Jo?

Es una incógnita. Matt Taibbi, en Rolling Stone, apuntaba que la cuestión de fondo es más peliaguda: «¿Por qué no está Wall Street en la cárcel? Los delincuentes financieros arruinaron la economía mundial, pero los federales [en especial, la SEC] están haciendo más por protegerlos que por procesarlos… Nadie va a prisión. Este es el mantra en la era de la crisis. Prácticamente todos los grandes bancos y compañías de Wall Street se vieron envueltos en prácticas obscenamente escandalosas que empobrecieron a millones de personas y destruyeron billones de dólares, y nadie fue a la cárcel. Nadie, excepto Bernard Madoff, claro, un artista de la estafa cuyas víctimas resultaron ser ricas y famosas». Morgan Stanley, JP Morgan, Bank of America…Si sus dirigentes se han ido de rositas es en buena medida gracias al celo profesional y la astucia litigando de letrados como Mary Jo White, que los ha representado. Y también a la impotencia o desgana de la Comisión del Mercado de Valores a la hora de investigar los delitos.

Para complicar aún más el asunto, Mary Jo está casada con John White, que es un veterano de la SEC y también acabó en el sector privado. Es socio de Cravath Swain & Moore, otro de los bufetes preferidos por las grandes corporaciones. El diario New York Times calcula que los emolumentos conjuntos de la pareja rondan los cinco millones de dólares anuales. Es decir, el matrimonio White se ha embolsado en torno a 50 millones de dólares en la última década por sacarle las castañas del fuego a la flor y nata de Wall Street. Además, Mary Jo White calificó en una entrevista su labor al frente del equipo de litigación de Debevoise & Plimpton como «sacar de grandes líos a grandes compañías», lo que no contribuye precisamente a generar confianza en el ciudadano de a pie y en el pequeño inversor. ¿Volverá a ser tan implacable con los malos como era en sus tiempos de fiscal, allá por los años noventa? ¿Qué pasa si los malos resultan ser exclientes o incluso amigos? La respetada revista The Economist se plantea, sin tapujos, si Mary Jo White «es una poli o una sospechosa».

Su corta estatura jamás la ha acomplejado. Todo lo contrario: de joven jugaba al baloncesto. En los últimos años ha trabahjado defendiendo a los ejecutivos que ahora debe vigilar

Si se pretende buscar pistas para predecir su comportamiento al frente de la Comisión del Mercado de Valores, conviene echarle un vistazo a su biografía. Nació en el estado de Misuri, pero creció en la localidad de McLean, en Virginia. Así que arrastra el sambenito de pueblerina trasplantada a Nueva York. Prácticamente lo único que hizo hasta la treintena fue estudiar, estudiar y estudiar. Licenciada en la Universidad William and Mary en 1970, se graduó después en Derecho en Columbia University como número uno de su promoción. Y tuvo tiempo, además, para dirigir la revista universitaria. «Estudié leyes porque quería ser como Perry Mason», confesó. También tiene un máster en Psicología.

Es una mujer hecha a sí misma. Empezó desde abajo, como pasante. Y fue ayudante de fiscal durante cuatro años. Ha ido alternando el sector público y el privado desde los ochenta. Le gustaba desplazarse en moto por la ciudad. Y su corta estatura nunca la acomplejó; al contrario, la espoleó. Jugaba al baloncesto en una Liga de abogados. Una base habilidosa que se empleaba con mucha agresividad en la cancha.

White siempre ha sido fiel a su cliente, fuese público o privado, estuviese en un bando o en el contrario. Y ha sido implacable. Ahora estará en la nómina del gobierno

Su Fiscalía en el distrito sur de Nueva York era considerada un «territorio soberano» por sus colegas, lo cual siempre la halagó. Y una vez reconoció que le gustaría ser recordada como «alguien fiel a sí misma que hace las cosas a su manera». Cuando el presidente Bill Clinton decretó en su último día de mandato 177 indultos y conmutas de pena -entre ellos, el de Marc Rich, acusado de fraude financiero, pero con excelentes conexiones con el Partido Demócrata, al que había hecho suculentas donaciones-, Mary Jo no ocultó que se sentía escandalizada y emprendió una investigación, aunque la dejó sin terminar cuando se pasó al ejercicio privado. Ya como socia en el bufete le paró los pies al magnate Donald Trump, ofendido con un periodista que publicó la cifra real de su patrimonio.

Hace gala de ma tenacidad cuando defiende a clientes de cuello blanco. Ha defendido -y ganado- casos para JP Morgan, Bank of America, Siemens o News Corporation. También para la firma de ropa Tommy Hillfiger, investigada por supuesta evasión fiscal.

En 2002, Mary Jo declaró al New York Times que «arrestar a ejecutivos es el modo que tiene el Gobierno de probar que va en serio a la hora de combatir el fraude, pero el peligro, y es un peligro muy importante, es no dejar títere con cabeza, meterse en una espiral frenética e imputar a personas que no deberían ser imputadas». No ha sido la única vez que se ha mostrado reticente, o al menos cautelosa, a la hora de exigir cuentas a los directivos de grandes firmas y bancos.

El desafío para la SEC va más allá de lo penal y está relacionado con las prácticas cada vez más volátiles, enrevesadas y agresivas de Wall Street, que no se han cortado con la debacle de 2008. «Obama está convencido de que es una fiscal con puño de hierro y ha puesto el énfasis en que la prioridad de la agencia será la persecución de los delitos. Pero el reto más grande está en la legislación, en sus muchas lagunas y contradicciones. Lo que debería hacer la nueva presidenta es dedicarse a repensar cómo están estructurados los mercados de capital. Si nos atenemos a lo que hicieron sus predecesores, es más probable un fracaso que un éxito», pronostica The Economist con pesimismo.

La SEC, hasta la fecha, lo que ha hecho de manera rutinaria es llegar a acuerdos extrajudiciales sin exigir ni siquiera a los investigados que admitan su culpa. Y en la práctica esto ha hecho muy difícil a los pequeños inversores iniciar demandas que llegaran a buen puerto. La esperanza, para los optimistas, es que White siempre ha sido fiel a su cliente, ya fuera público o privado. Y se ha entregado al cien por cien. Y ahora estará en nómina del Gobierno. Barbara Jones, abogada en Manhattan y buena amiga suya, resume este punto de vista. «Ella ha estado en ambos bandos. Será dura, pero también será justa».

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos