Huelgas de hambre, protestas, más costes, descrédito… La prisión de Guantánamo fue la pesadilla de Obama, y no la cerró pese a haberlo prometido. Por Carlos Manuel Sánchez

Para intentar mejorar su imagen dejó entrar -con muchas restricciones- a un prestigioso fotógrafo, pero lo que muestra no tranquiliza mucho…

Parece una mecedora, aunque las correas le dan un aspecto inquietante, como de silla eléctrica. No es una cosa ni la otra. A su lado, una sonda nasogástrica y una papilla nutricional, de las que usan en las dietas de deportistas.

La habitación es grande, iluminada por fluorescentes, y está vacía, a excepción de un reloj de pared y unas cortinas. Está en la enfermería de la prisión de Guantánamo. Y allí se alimenta por la fuerza dos veces al día a unos 35 prisioneros -de un centenar en huelga de hambre-, cuyas vidas corren peligro. No hay foto de esa ingesta forzada, solo del escenario, porque a efectos prácticos esos presos son invisibles, para la prensa y para la justicia.

Esa especie de trona para dar de comer a presuntos terroristas adquiere en el espacio vacío una resonancia simbólica. Lo que simboliza es el empecinamiento de unos y de otros. Por un lado, los huelguistas, que se niegan a abrir la boca desde febrero. Por otro, las autoridades militares, que se empeñan en considerarlos prisioneros de guerra, aunque más de la mitad son inocentes según el propio Gobierno estadounidense. Por encima de todo, esa silla simboliza la impotencia de Barack Obama, que se ha tenido que tragar sus palabras.

En Guantánamo, viven 5000 personas para vigilar a 166 prisioneros. Además de la cárcel hay bares, hospitales, hamburgueserías…

Prometió cerrar la controvertida cárcel, donde el gobierno Bush había mantenido bajo custodia a centenares de hombres capturados en operativos antiterroristas desde 2001. Fue un compromiso solemne que realizó en enero de 2009, un día después de ser investido como presidente. «Los padres fundadores de Estados Unidos estarían de acuerdo en que el país tiene que observar una conducta ética no ya solo cuando las cosas son fáciles, también cuando son difíciles». Reiteró su promesa al comienzo de su segundo mandato. «No trasladaré el problema al que venga después». Pero los analistas aseguran que se volverá a comer sus palabras.

¿Cómo es Guantánamo en la actualidad?

El entorno de la cárcel se parece más a un típico pueblo de la América profunda que a una base militar. Desde Nueva York son necesarios dos aviones y un transbordador para llegar a la bahía, en el extremo suroriental de Cuba. La estación naval se estableció en 1898, cuando España perdió el control de la isla al término de la guerra contra EE.UU., cuyo gobierno obtuvo el arrendamiento perpetuo sobre Guantánamo en 1903. Hay un McDonalds, bares, lavanderías, hospitales, gimnasios, parques infantiles y hasta una tienda de regalos con figuritas de Fidel Castro. Muchos de los contratos los obtuvo Halliburton, la empresa vinculada al exvicepresidente Dick Cheney. Allí viven unas 5000 personas. Solo quedan 166 prisioneros. El resto son los soldados encargados de vigilarlos, sus familias, médicos, traductores…

El penal está dividido en campamentos. Varios de ellos están clausurados, como el Campo Rayos X, en el que los prisioneros estaban encerrados en jaulas al aire libre, con uniformes naranja. Ahora visten de blanco. Hay un módulo de máxima seguridad con forma de donut, al que se accede franqueando varias puertas electrónicas. En el agujero del centro están los guardias, que ven todos los movimientos de los presos, recluidos en celdas individuales. Hay otros barracones para los reos menos peligrosos, que pueden asistir a un aula en la que reciben clases de inglés, informática y arte. Tienen una biblioteca donde hay títulos como Harry Potter, La Guerra de las Galaxias o Mujercitas. Disfrutan de un menú variado, con fruta fresca y carne halal; muda limpia y planchada a los pies de sus camas cada mañana; y acceso a unas pistas deportivas. También hay zonas misteriosas, como el Campamento Platino, que estuvo operado por la CIA hasta 2006 y donde se recluía a los presos de alto valor estratégico . La agencia sigue disponiendo de un espacio para interrogatorios cuya ubicación es secreta y cuyo nombre es Strawberry Fields (‘campos de fresas’).

Para entender por qué Guantánamo sigue abierto conviene recordar que la mayoría de los estadounidenses consideran que ese penal convierte al mundo en un lugar más seguro. ¿Pero esto es así? Contestar a esa pregunta es imposible, pero no lo es preguntar quiénes siguen encerrados allí.

Según detalla un informe publicado por la revista Time, hay tres tipos de presos. El primer grupo está formado por 86 detenidos considerados como poco peligrosos. Tienen autorizada su salida y llevan años esperando a ser devueltos a sus naciones de origen o trasladados a terceros países, siempre que EE.UU. reciba garantías de que las autoridades donde sean acogidos controlarán sus movimientos. Obama tiene potestad para ponerlos en libertad en cualquier momento. El problema es que la mayoría son del Yemen. Y, en 2009, la rama yemení de Al Qaeda intentó atentar contra un avión de pasajeros estadounidense, así que Obama suspendió las repatriaciones. Era una medida provisional. Y ha dado a entender que está dispuesto a revocarla porque el Gobierno del Yemen se ha comprometido a luchar contra el terrorismo. Pero los republicanos, con mayoría en el Congreso, no se fían y bloquean la partida presupuestaria para trasladarlos. Se destinaban más de cien mil dólares por cada liberado. El país de acogida utilizaba esos recursos para ayudarlos a iniciar una nueva vida. Los republicanos argumentan que el 20 por ciento son captados por las redes terroristas. Y que ese riesgo es más importante que los perjuicios causados por Guantánamo a la reputación internacional de EE.UU.

Un segundo grupo lo forman 32 sospechosos de terrorismo que el Gobierno tiene previsto acusar de crímenes concretos. Obama quiere transferir los juicios militares que tienen lugar en Guantánamo a tribunales civiles. Pero también se topa con las reticencias de los republicanos. Y eso a pesar de que la reclusión de cada detenido sale por 600.000 euros al año y que el presupuesto total asciende a 113 millones anuales.

48 presos son peligrosos, pero no se los puede juzgar porque confesaron bajo tortura o los soldados no guardan las pruebas

Si los dos grupos anteriores ya son un quebradero de cabeza para Obama, el tercero pesadilla. Lo forman 48 hombres que son demasiado peligrosos para recuperar la libertad. Unos pocos son sospechosos de pertenecer a la cúspide de Al Qaeda. Otros han expresado su intención de matar a ciudadanos estadounidenses. Hay unos cuantos que están formados en el manejo de explosivos… Y todos tienen en común que no se los puede llevar a juicio. ¿Por qué? O bien porque sus confesiones fueron obtenidas bajo tortura y no tienen validez legal, o bien porque los soldados que los capturaron no recopilaron pruebas. Time afirma que Obama proyecta trasladar a centros de máxima seguridad en suelo estadounidense a estos prisioneros hasta que se encuentre alguna solución. Pero está maniatado por la oposición de los conservadores y de muchos demócratas que temen ser tildados de blandos. Y todo ello pese a que el encarcelamiento sin pruebas quebranta el principio de hábeas corpus, es decir, la obligación de presentar al detenido ante el juez en un plazo razonable, una garantía jurídica en cualquier país democrático.

Así que estos detenidos son tratados como prisioneros de guerra. «Se supone que los dejarán en libertad cuando terminen las hostilidades», explica un portavoz de una organización humanitaria. ¿Y cuándo será eso? ¿Cuando Estados Unidos complete su repliegue en Afganistán, en 2014? ¿O cuando haya derrotado a Al Qaeda? En este caso, el Pentágono calcula que la guerra contra el terrorismo puede prolongarse veinte años más. No es extraño que muchos de los presos que habían creído en la promesa de Obama estén dolidos y frustrados. Y que la tensión sea irrespirable, según sus abogados, que hablan de profanaciones del Corán por parte de los guardias, trifulcas e incluso un herido de bala. El Ejército lo desmiente y asegura que los soldados se defienden con munición no letal cuando los reos les lanzan piedras.

¿Puede considerarse tortura la alimentación forzosa? Naciones Unidas cree que quebranta las leyes internacionales, pero el Pentágono asegura que el tubo que les introducen en la nariz está lubricado con aceite de oliva y los presos no sufren. E intenta ganar la batalla de la imagen. Ha abierto las puertas del campamento a algún medio. En realidad, las restricciones son tantas -no solo no se puede fotografiar a los detenidos, ni siquiera está permitido verlos- que es mucho más lo que se escamotea que lo que se ve.

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