La habitación de María y su verdadera historia

Una niña rubia de cuatro años es descubierta con una familia de gitanos en Grecia. Inmediatamente, autoridades y medios hablan de robo de niños. Muchas pistas apuntan en esa dirección, pero injustamente. En la vida de María, casi todo se hizo al margen de la ley, pero no fue para perjudicarla. Al contrario. Esta es la sorprendente historia de la gitana rubia.

A día de hoy, maría vive en un centro de acogida en Atenas. está bien, dicen los responsables. Pero ¿hasta qué punto puede estarlo una niña de cuatro años cuando las personas con las que hasta hace poco había jugado y reído desaparecen de su lado de repente? ¿Cuando su oso de peluche espera en una casa que ya nunca volverá a ser su hogar? ¿Cuando no entiende ni entenderá nada de lo que le digan porque no habla griego, solo el idioma de los gitanos?

Ya ha pasado un mes desde la redada rutinaria llevada a cabo por la Policía en un asentamiento gitano de la localidad de Farsala. Los agentes llegaron al alba. Buscaban drogas y armas, pero lo que encontraron fue a la niña rubia. Vivía en la casa de Eleftheria Dimopoulou y Christos Salis, sus supuestos padres. Como ambos incurrieron en contradicciones sobre el origen de la niña, la Policía se llevó a los tres a comisaría. Las pruebas de ADN confirmaron poco después que no eran sus padres biológicos. Un escándalo, se aseguró. ¿Pero de verdad lo es?

Las imágenes que empezaron a dar la vuelta al mundo encajaban perfectamente en esa interpretación de los hechos. En una de ellas se ve a la rubia y angelical María, con sus manos manchadas de pintura y sus coletas, mirando encogida a la cámara; en la otra posa flanqueada por una mujer de piel oscura y un tipo que parece un boxeador de feria alcoholizado. Ambos habrían secuestrado a María, se dijo, se dedicaban a la mendicidad y hacían bailar a la niña para sacar dinero. Su intención, además, era acabar vendiéndola a cambio de una generosa dote. ¡Hay que ver cómo son estos gitanos! ¡Menuda historia!

En este relato solo había una pega. que no era cierta.Viajamos al lugar de los hechos. Amigos y conocidos de la pareja encarcelada se reúnen en uno de los muchos contenedores que forman el asentamiento gitano en el que viven. Fuman, discuten y beben café frappé. Empieza el telediario de la noche y todos guardan silencio. Las noticias dicen que la búlgara Sasha Ruseva es la madre biológica de María, que las pruebas de ADN lo han confirmado. Dos días después, Sasha y su marido, Atanas, conceden una entrevista a un canal búlgaro de televisión. Sasha dice, entre otras cosas. Si de verdad hubiese vendido a María, ¡ahora tendría una bonita casa, colchones y edredones! . Los gitanos están furiosos; llevan repitiendo desde el principio que ellos ni secuestraron ni robaron a María. Su versión es que Sasha Ruseva entregó la niña a Eleftheria Dimopoulou y Christos Salis en 2009, cuando la pequeña solo tenía un par de semanas de vida, porque ellos no podían mantenerla. Exigen que dejen en libertad a sus amigos y que les permitan volver a Farsala con María.

La ciudad se encuentra en la llanura de Tesalia, un bello paraje en el centro de Grecia. Aquí se cultivan algodón, frutas y hortalizas, y los gitanos llevan generaciones trabajando como mano de obra barata en los campos durante la época de cosecha. Los gitanos viven aquí en los márgenes de la sociedad, pero no están marginados. Casi 2000 gitanos viven en el asentamiento, formado por contenedores y chabolas. En cada hogar hay un televisor y un pequeño altar dedicado a la Virgen. Las paredes están adornadas con imágenes de las estrellas de los culebrones televisivos.

El jefe del asentamiento, Babis Dimitrou, ha llevado hoy a sus hijos al colegio en el viejo Mercedes. Para él es un pequeño paréntesis, un cambio en la locura que ha reinado durante los últimos días. Dimitrou es un hombre corpulento, con el pelo canoso y rizado y una voz profunda que todo el planeta ha podido oír en los programas dedicados al caso de María, pero al que nadie ha querido prestar atención de verdad. A su vuelta al asentamiento se encuentra a otro periodista que ha venido a entrevistarlo. Lo que tendríais que hacer ahora es disculparos con nosotros, siempre hemos dicho la verdad , afirma. Pero no hay disculpa que valga.

Con todo, el caso de María también podría tener un lado positivo. Y es que todo este asunto ha servido para arrojar luz sobre las condiciones de vida de los millones de gitanos de Centroeuropa, a quienes la crisis económica está afectando más directamente que a los demás. Esos gitanos no viven en una sociedad paralela, como tanto se dice, sino más bien en los sistemas de cañerías y los desagües del mundo civilizado. Es el caso de la madre biológica de María, Sasha Ruseva, que sobrevive con su familia en la localidad búlgara de Nikolaevo bajo unas condiciones inhumanas. Los Ruseva viven en una cabaña con una sola estancia de unos 12 metros cuadrados. Como retrete tienen un agujero detrás de la casa. En la única habitación hay una cama y una estufa de leña, donde en invierno queman la madera recogida en el bosque. Esta chabola la comparten ocho personas.

La crisis es terrible para nosotros dice Apostolis Karakostas. Cuando a los de ahí arriba les va mal, a nosotros nos va mucho peor . Gana algo de dinero ocasionalmente recogiendo y revendiendo basura y chatarra, pero nunca es mucho. Pasamos hambre , añade. Y no lo dice como forma de pedir limosna, sino porque es así. Hay que conocer la situación de precariedad en la que viven estos gitanos para entender por qué una madre puede llegar a entregar voluntariamente a su hija a otras personas o incluso a venderla. Y por qué algunos padres registran más hijos de los que de verdad tienen para sacarles unos euros extra a las instituciones. En Grecia es suficiente con que dos adultos declaren que son los padres de un niño para registrarlo como suyo. Eleftheria Dimopoulou y Christos Salis habrían registrado a 14 niños con su nombre y también con varios nombres falsos. Por cada niño habrían recibido unos 40 euros al mes, lo que hace unos 560 euros. Es una conpoco ética, pero no es un delito.

Pero también hay delitos en Grecia. De vez en cuando llegan a los tribunales casos de tráfico de niños o de adopciones ilegales. Mujeres embarazadas procedentes de países como Bulgaria vienen a Grecia para dar a luz a aquí y entregan a los recién nacidos en el mismo hospital. Hay dos formas de venta. o el comprador acompaña a la mujer a dar a luz al hospital y ambos aseguran que el hijo es de los dos, o los compradores se registran como padres de la criatura con posterioridad. La doctora jefe del Hospital Central de Lamia, donde María vino al mundo, ha afirmado en una entrevista que en 2009 en torno al diez por ciento de las mujeres que dieron a luz en su clínica procedían de Bulgaria. Entre 2007 y 2013 nacieron aquí 274 niños de madres búlgaras, 107 de los cuales fueron dados inmediatamente en adopción. La Policía ha abierto diligencias a raíz de estas declaraciones.

Los gitanos cuentan que Sasha Ruseva trabajó en Tesalia en 2009 y que entregó a María a Eleftheria y Christos poco después de su nacimiento porque no podía mantenerla. La madre biológica presenta las cosas de otra forma. Dice que le entregó su hija a una mujer mayor, rubia porque no tenía los papeles para que la niña pudiese salir del país. Añade que no conoce a la nueva familia de María. No está claro cuál de las dos partes dice la verdad.

Nadie entre los gitanos de Farsala discute que el pelo rubio de María resultaba bastante llamativo. Georgios Tsakaris, el secretario general, dice que la niña embellecía la comunidad. También cuenta que disfrutaba de algunos privilegios. Por ejemplo, María era la única de entre todos los niños que dormía en una cama para ella sola. Tenía juguetes, peluches y zapatos rosas. Y el 31 de enero, el día en que la recogieron en el hospital y en el que celebran su cumpleaños, siempre hay golosinas y globos de colores. ¿Volverá María con las personas que para ella son sus padres? ¿Será entregada a las personas que la concibieron? ¿Seguirá tutelada por el Estado o acabará con una familia de acogida? Su destino ahora es un asunto público. ¿Pero será mejor que el que le esperaba en Farsala?

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