Donald Rumsfeld: «¡Claro que estoy preocupado por el espionajede la NSA! Todos deberíamos estarlo»
Muere a los 88 años Donald Rumsfeld. El que fue secretario de Defensa con George W. Bush y arquitecto de la guerra de Irak ha fallecido “rodeado de su familia en su querido Taos”, según informan en un comunicado. Recordamos esta entrevista al estadista cuando sacaba su libro ‘Las reglas de Rumsfeld’. Por Marc Hujer y Georg Peter Schmitz
Desde que dejó de ser secretario de Defensa de los EE.UU. en 2006, Donald Rumsfeld no se ha prodigado en los medios. Pero un documental sobre su labor en los belicosos años de la Administración Bush y un libro que recoge sus enseñanzas, Las reglas de Rumsfeld, lo han situado de nuevo en el ojo público. Una de esas normas reza: «La batalla perfecta es aquella que uno no está obligado a librar». Una excusa ideal para hablar con él de las batallas a las que se enfrenta EE.UU. en la actualidad, reales y virtuales. Empezamos por Siria.
Cuando el 21 de agosto 1429 civiles sirios fueron asesinados con gas sarín, Obama anunció una intervención militar. Sin embargo, con la opinión pública americana e internacional en contra, y sin aliados claros, Obama decidió someter la decisión al Congreso. Y la intervención se rechazó. Rusia, defensor del régimen de Al Assad, se apuntaba el tanto de ‘haber logrado frenar la guerra’. A los americanos les quedaba la ‘excusa’ de que por lo menos Al Assad se comprometía a desmantelar su arsenal químico.
XLSemanal. ¿El presidente Obama hizo lo correcto al renunciar a la intervención militar?
Donald Rumsfeld. Sí, ha hecho lo correcto. Cuando veo lo que pasa en Siria, se me viene a la cabeza otra de las reglas Rumsfeld: «Nunca creas que tu rival no hará algo por el simple hecho de que tú no harías ese algo». La Rusia del presidente Vladimir Putin nos quiere dar lecciones sobre nuestra conciencia como nación y, al mismo tiempo, pretende que aceptemos dejar bajo la supervisión de Naciones Unidas el peligroso arsenal químico sirio.
XL. ¿Pensó alguna vez que Vladimir Putin marcaría la política estadounidense en Oriente Medio?
D.R. El señor Putin es muy listo, es algo que Obama debería tener siempre en cuenta.
XL. ¿Quiere decir que Obama es ingenuo al creer que la propuesta rusa plantea una solución realista al problema?
D.R. Reflexionemos un momento. Hasta donde yo recuerdo, quienes les han suministrado a los sirios su tecnología de armas químicas han sido los rusos. Además, ni siquiera tengo muy claro que los propios rusos se atengan a los estándares internacionales que regulan el armamento químico. Por eso plantearía una contrapregunta: ¿de verdad es conveniente poner al zorro a vigilar las gallinas?
XL. Bueno, reconocerá que la propuesta de Putin tiene la ventaja para Obama de que se ahorra una intervención militar impopular. ¿Qué hay de malo en ello?
D.R. El presidente Obama solo aceptó la propuesta rusa porque no había otras soluciones buenas. Mi impresión es que le habría gustado no haber llegado tan lejos. Los americanos estaríamos ahora mejor posicionados si desde el principio hubiésemos apoyado a los grupos no radicales de la oposición siria, no con nuestros soldados, sino con el envío de armas, informaciones de los servicios secretos y respaldo moral. Como no lo hemos hecho, los grupos que han prevalecido son los que están mejor organizados y financiados, los más disciplinados y duros; es decir, los radicales islamistas, que ni siquiera representan una mayoría en el país.
«Obama hizo bien en no intervenir en Siria, pero… ¿¡pedir permiso al Congreso!? Un presidente no se planta ante la Cámara para llevarse una bofetada»
XL. ¿Hay alguna buena solución para Siria?
D.R. Creo que no.
XL. Sea como fuere, Obama está impulsando un debate público en lugar de limitarse a desencadenar una guerra ¿Insiste usted en que acudir al Congreso para solicitar una autorización fue una decisión equivocada?
D.R. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial han sido muchos los presidentes que han ordenado intervenciones militares sin una declaración oficial de guerra por parte del Congreso. Pero Obama se ha puesto a sí mismo en una situación complicada al buscar el apoyo del Congreso, a pesar de que eso parecía improbable y también de que, según todas las encuestas, la mayoría de los norteamericanos están en contra de la intervención.
XL. ¿Por lo tanto fue un error dirigirse al Congreso?
D.R. No es una idea inteligente si, como hizo Obama, no se está en condiciones de presentar un plan detallado para el cual se pretende conseguir apoyo. Cuando se es presidente, no se planta uno alegremente ante el Congreso para llevarse una bofetada en una cuestión como la guerra o la paz. Nunca se había dado algo así en la historia norteamericana. Y si uno se expone conscientemente a recibir esa bofetada, luego no cabe sorprenderse de que el apoyo en el resto del mundo sea al final bastante limitado.
XL. Pero un presidente no puede gobernar contra su pueblo. Y los americanos están cansados de guerras.
D.R. Por supuesto, todos los países deberían sentirse cansados de guerras. La guerra es algo espantoso. Pero por eso mismo un presidente debe actuar con prudencia a la hora de trazar una línea roja, como la trazó Obama. Si yo hubiese ocupado un escaño en el Congreso, me habría decantado por el no en la votación sobre la intervención militar, por muy grande que hubiese sido mi disposición natural a no dejar en la estacada al presidente de mi país.
XL. ¿Habría dicho ‘no’ a pesar de las fotografías de hombres, mujeres y niños que según todos los indicios fueron asesinados con gas venenoso lanzado por Al Assad?
D.R. Es terrible que tantos sirios hayan sido asesinados; entre ellos, cientos de niños. Pero ¿por qué este capítulo en concreto debería llevarnos a inmiscuirnos en un conflicto enormemente complicado? La población norteamericana tiene razón al decir: «Vayamos con calma, que durante los últimos años han muerto más de cien mil personas en Siria por culpa de las granadas, las bombas y los misiles».
XL. Pero Obama fue muy elocuente al decir que la grandeza EE.UU. se demuestra precisamente en que no mire para otro lado cuando un dictador gasea a niños.
D.R. ¿Y por qué debería ser únicamente una responsabilidad norteamericana y no también alemana o francesa o británica o de cualquier otro país?
XL. Muchos norteamericanos piensan que las guerras de Bush fueron un error. Quizá esa es la razón de que la disposición a emprender algún tipo de acción militar en siria sea tan escasa.
D.R. Pero, por favor… ese cansancio de la guerra no es nada nuevo, al menos en los EE.UU. Tras la Primera Guerra Mundial ya se produjo una importante sensación de hastío y, cuando se planteó la posibilidad de que los EE.UU. entraran en la Segunda Guerra Mundial, la gente decía: «No queremos luchar otra vez». Y las mismas pocas ganas hubo de embarcarse en las guerras de Corea o de Vietnam.
XL. Pero la intervención en la Segunda Guerra Mundial era un acto noble. Y muy pocos dicen algo parecido de las intervenciones en Irak y Afganistán.
D.R. Obsérvelo con mayor atención: en Irak se han abierto muchas escuelas nuevas, hay una Bolsa, una prensa libre. Y Afganistán, tras diez años de ocupación soviética y el dominio de los talibanes, estaba prácticamente en las últimas. Sin embargo, las personas que viven allí tienen ahora la oportunidad de afrontar un nuevo comienzo. Se han dado una Constitución. Y en Irak, Sadam Huseín, el hombre que utilizó armas químicas contra su propio pueblo, es solo un recuerdo lejano.
XL. Una Constitución y una Bolsa, ¿lo dice en serio? Suena cínico si pensamos en los miles de personas que han perdido la vida a cambio de esos logros. Además, muchos cuestionan que estos países tengan ante sí un futuro mejor. Los EE.UU. están dejando solos a afganos e iraquíes.
D.R. La reconstrucción es responsabilidad del país de turno. Tienen que dirigirla ellos mismos. Al contrario que otros, yo no creo que podamos asumir esa responsabilidad en su lugar.
XL. Cuando provocan un cambio de gobierno en un país como Irak para democratizar la región, resulta casi obligado ayudar en la reconstrucción.
D.R. Pero esa nunca fue la razón oficial de nuestra intervención en la región. Siempre fue el cambio de régimen, no la construcción de la democracia. No recuerdo a nadie del Pentágono o la Casa Blanca que utilizara la palabra ‘democracia’ como justificación de la guerra de Irak. Unas elecciones sin más no hacen democracia. Cuando Adolf Hitler llegó al poder, lo hizo a través de unas elecciones democráticas. Los Hermanos Musulmanes fueron elegidos democráticamente en Egipto.
XL. Tiene usted una memoria selectiva. El principal problema en Irak es haber iniciado la guerra bajo unas premisas falsas. Y ese es el motivo por el cual Obama no puede contar con el respaldo de la opinión pública norteamericana para una nueva intervención militar.
D.R. Aquí solo hay una cosa clara. Obama no puede culpar de todos los problemas que tiene a George W. Bush. Cuando sale elegido en el primer mandato, cada presidente tiene que vivir con el legado de sus predecesores. Y eso no solo tiene inconvenientes, sino también ventajas.
XL. ¿Podría decirme cuáles son las ventajas que para Obama ha supuesto ser el sucesor de Bush?
D.R. Está en una situación ventajosa porque nosotros dedicamos mucho dinero a nuevos sistemas de armamento, como el programa de drones, artilugios que Obama utiliza encantado en la guerra contra el terrorismo. ¿Es al mismo tiempo una desventaja porque este tipo de inversiones han incrementado la deuda pública norteamericana? Pues claro que sí. Existen ventajas e inconvenientes. Hay que aceptarlo.
XL. ¿Por qué no acepta que la credibilidad de los EE.UU. quedó enormemente dañada cuando ustedes comenzaron la guerra de Irak con la afirmación falsa de que Sadam Huseín poseía armas de destrucción masiva?
D.R. Esas informaciones de los servicios secretos existían, el presidente las vio y las encontró convincentes. Sadam Huseín había utilizado armas químicas contra su propio pueblo y vulnerado 17 resoluciones de Naciones Unidas. El secretario de Estado Colin Powell, un hombre muy respetado y en absoluto sediento de guerra, estudió esas informaciones de inteligencia, también lo hicieron demócratas como Hillary Clinton y John Kerry. Los europeos las examinaron, los alemanes y los franceses, y los británicos, y todos ellos llegaron a las mismas conclusiones.
XL. Porque no les dijeron lo que ahora es de dominio público. que quizá esas informaciones de los servicios secretos no fuesen del todo una invención, pero que fueron presentadas de forma selectiva para llevar a una conclusión única.
D.R. Entiendo que la gente diga ahora: «Se ha demostrado que esas informaciones no eran exactas». Pero en aquellos días la impresión era otra.
XL. ¿Entiende también por qué los europeos estamos indignados por el programa de espionaje de la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional?
D.R. Aquí, en los EE.UU., también hay muchos republicanos y demócratas preocupados por esa cuestión. ¿Y deberían estarlo? ¡Por supuesto que deberían!
XL. ¿Usted también está preocupado?
D.R. Claro. A nadie le gusta que se vigile todo lo que hace o dice en Internet.
XL. ¿Cree que unos programas de espionaje tan amplios como esos son necesarios para la seguridad nacional?
D.R. No puedo decirle con exactitud qué tipo de programas son. No soy miembro del Gobierno desde 2006.
XL. Usted ha descrito a Obama como el presidente con el liderazgo más débil que haya conocido jamás.
D.R. Probablemente sea cierto. Tiene que reponerse y mostrar capacidad de liderazgo y a lo mejor jugar un poco menos al golf. Pero tengo que admitir una cosa: ser presidente ahora es mucho más difícil que antes. Vivimos en una era de intercambio vertiginoso de información. Muchas cosas pasan muy rápido y, a diferencia de lo que ocurría antes, el presidente ya no tiene tiempo para reflexionar detenidamente sobre las cuestiones. Todo lo que dice o hace se utiliza para criticarlo. Alguien me ha contado, muy indignado, que en su rueda de prensa tras la Cumbre del G-20 Obama había dicho ‘eeeh’ 121 veces. Los periodistas las habían contado. Sinceramente, eso no puede ser.
Privadísimo
-Hijo de un piloto de la U. S. Navy, nació en Chicago en 1932. Él también fue piloto de la Armada en los años 50.
-Licenciado en Ciencias Políticas por Princeton, fue campeón de lucha libre y capitán del equipo de fútbol.
-Llegó al Congreso con 30 años. En 1973 ejerció de embajador ante la OTAN, hasta que Gerald Ford lo nombró jefe de Gabinete de la Casa Blanca un año después.
-En 1975, con 43 años, se convirtió en el secretario de Defensa más joven de la historia con Ford. Volvería a serlo con George W. Bush.
-En 1983 se reunió con Sadam Huseín para darle apoyo táctico contra Irán. En 2001 lideraba la guerra contra el dictador iraquí.
-Siempre ha trabajado de pie ante un atril. Asegura que eso le permitía pensar mejor y ser más eficaz.
-Sus aficiones son el squash y, mientras la edad se lo permitió, atrapar ganado con lazo en su rancho de Nuevo México.