Joaquín Sabina. «Vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas»

Cada vez que ‘XLSemanal’ ha convocado a sus lectores para que elijan a su cantante español más querido, Joaquín Sabina ha ganado por goleada. Así que aprovechamos que saca un libro con sus dibujos, ‘Muy personal’, para charlar con él largo y tendido. De lujo.

Recuperado de un infarto cerebral, Sabina sigue en su mundo antitético de esposas solteras, salas de espera sin esperanza, casitas de muñecas de alterne y nidos de pájaros disecados. Se le ve bien, con muy buen aspecto; y las cuatro cervezas que se acaba de tomar han sido sin alcohol.

Joaquín Sabina. ¿Ehhh? Eso es porque me han engañado. Me he retirado radicalmente de la cocaína, he reducido el güisqui en grado importante, duermo más y no como nada por problemas de úlceras; pero el tabaco no lo he dejado.

XLSemanal. ¿Fuma en lugares prohibidos?

J.S. En la medida que puedo, sí, porque a mí hacer cosas prohibidas me gusta mucho y basta con que me prohíban una cosa para que me entren más ganas.

XL. ¿Tiene claro que lo preferimos vivo, aunque sea rehabilitado ?

J.S. Alguna vez me han dicho eso de que ya no soy el que era, y hay quien habría preferido que me hubiese muerto joven y hubiera dejado un hermoso cadáver. Y yo lo comprendo porque todo eso pertenece a la mitología del rockandroll, la vida al límite y el canalleo, que son cosas que yo alguna vez cultivé. A mí también me gustan los malditos, pero me hubiera gustado más que los escritores y músicos malditos que he amado hubieran vivido ochenta años y nos hubieran dado más canciones y más libros.

XL. Cuando uno es agnóstico y le da un infarto cerebral, ¿le entra el ‘canguelo’?

J.S. ‘Canguelo’, sí; pero nada que tenga que ver con el más allá. A mí lo único que me interesa es el más acá; y cuanto más acá, mejor. Pero, además, yo no soy agnóstico, soy ateo; el agnóstico es el que tiene dudas, y yo no tengo la menor duda en ese aspecto.

XL. Luego dice que le gustaría que en el juicio final Dios fuera mi abogado defensor ¿Es usted buena gente?

J.S. Me da mucho pudor hablar de mí en esos términos. ¿Conoces a alguien que no diga de sí mismo que es buena gente?

XL. Pues alguno debería rendirse ante la evidencia.

J.S. Algunos, sí [se ríe]. Yo creo que Dios a mí me iba a librar.

XL. Tras el episodio cerebral cayó en una fuerte depresión

J.S. La depresión nunca termina de irse, se queda ahí agazapada y te obliga a estar alerta, ya que de pronto da coletazos. Pero también ese agazapamiento hace que te agarres más a las cosas que te gustan de la vida, porque ves la amenaza.

XL. ¿Qué le hizo deprimirse?

J.S. No lo sé. Dicen los médicos que la mía es una depresión completamente exógena, pero yo tenía un oficio que me gustaba mucho, una mujer que me gustaba mucho, unos amigos que me gustaban mucho, mis cigarritos que me gustaban mucho y mi güisqui que me gustaba mucho. No tenía ningún motivo para estar deprimido.

XL. ¿Le ha ocurrido eso de que de pronto, a cierta edad, uno empieza a dejar de hacer ciertas cosas?

J.S. Yo he dejado de estar tirado en la calle y de pasarme las noches de copas. Extremé mi loca juventud hasta los cincuenta años que ya está bien. Ahora salgo muy poco porque, si quiero beber, bebo en casa rodeado de mis nueve gatos. Me paso el día en casa leyendo, viendo la televisión, escribiendo Y, además, la hemos ampliado porque hemos comprado el otro piso y se está realmente bien.

XL. Así que, al final, se va a aburguesar.

J.S. Yo ya estoy aburguesado; hace tiempo que soy un burgués.

XL. ¿Sus mejores amigos los hizo de noche?

J.S. Todo lo mejor lo he hecho de noche, porque he vivido más de 50 años absolutamente de noche y durmiendo de día. Ahora, no. A las diez y media de la mañana ya estoy leyendo los periódicos del día.

XL. ¿En soporte digital o en papel?

J.S. ¿Tú por quién me has tomado? ¡Naturalmente que en papel! Soy un completo analfabeto electrónico. No tengo ni teléfono móvil

XL. ¿Y sigue sin conducir?

J.S. Sí, sigo. Cuando no tenía ni para caerme muerto también prefería ir en taxi, en esos maravillosos de Londres. Prefería ir en taxi a comer, y eso que comía muy mal.

XL. En su exilio londinense se dijo que usted daba cobijo y refugio a los etarras que huían de España. ¿Es verdad?

J.S. Pues sí. Si aparecía un etarra por mi casa, pues allí dormía. Había un tótum revolútum en aquellos años sesenta en los que a Londres llegaban desde emigrantes económicos hasta estudiantes jovenzuelos como era mi caso o etarras que, en esa época anterior incluso a lo de Carrero Blanco, no estaban todavía condenados por la izquierda. De hecho, yo me exilio por poner un cóctel molotov en el Banco de Bilbao en Granada, coincidiendo con el proceso de Burgos. Franco estaba muy vivo y los de ETA todavía no habían hecho las barbaridades que hicieron a partir de Hipercor ni daban ese tiro en la nuca tan frío y tan obsceno de después. Nosotros estábamos un poco ciegos porque todos los de izquierdas nos parecían buenos y todos los de derechas, malos. Luego, me he ido corrigiendo seriamente.

XL. De niño soñaba con un billar Ahora que ya lo tiene en un salón, ¿con qué sueña?

J.S. Con que la Virgencita me deje como estoy.

XL. ¡Pero si no cree en la Virgen, hombre!

J.S. Pero por si acaso [risas]. No tengo metas, no tengo proyectos vitales Quizá sí me gustaría ser capaz de escribir un libro en prosa, porque nunca tengo tiempo.

XL. ¿Ha ido alguna vez a un psiquiatra?

J.S. Jamás. Yo mi dinero me lo gastaré en güisquis, pero no en psiquiatras.

XL. Entre los ‘objetos inservibles’ que atesora guarda un Ulises, segunda edición, firmado por James Joyce y un traje de luces de purí oro con sangre de José Tomás, en tarde de cuatro orejas.

J.S. Esas dos cosas son las mejores que tengo, sin duda; aunque la biblioteca ha ido creciendo mucho en estos años de reposo del guerrero, y los trajes de torero también. Me acaba de regalar Alejandro Talavante el traje con el que toreó los seis victorinos en Madrid. Es cojonudo, vienen a casa los toreros, ven el traje de José Tomás, se pican y al día siguiente me mandan uno suyo.

XL. ¿Usted ha regalado trajes a alguien?

J.S. He regalado muchos bombines.

XL. ¿Milita en defensa de la fiesta taurina?

J.S. Sí, hago lo que puedo, pero no discuto con los antitaurinos porque creo que tienen razón. Entiendo que los animalistas piensen que es una fiesta cruel, pero la vida también es una fiesta cruel y como espejo de la vida los toros, cuando están bien porque, generalmente, en el estado en el que están actualmente son una farsa es lo mejor que uno puede ver con estos ojos que se va a comer la tierra.

XL. ¿Cree que en Cataluña han cerrado las plazas los animalistas?

J.S. En Cataluña se han unido el puritanismo, la política y, sobre todo, la ignorancia.

XL. ¿Le preocupa la deriva independentista catalana?

J.S. Me preocupa, pero no quiero preocuparme porque estoy tan lejos del aldeanismo y del nacionalismo se vista como se vista y de la falta de solidaridad Me parecen unos planteamientos infantiles, aldeanos y retrógrados. Si uno se fija en la historia, ve la cantidad de guerras y de horrores que han provocado los nacionalismos en Europa hasta hace muy poco. Me gustaría poder decir ¡puafff! , y no pensar en eso. Pero la realidad te obliga, ¡maldita sea!, a opinar sobre algo de lo que no quiero opinar.

XL. También ha sido muy beligerante con la televisión basura. ¿Está al tanto de ella?

J.S. Yo lo sigo todo, lo que pasa es que no sé si me apetece opinar sobre esto. Yo tengo mi lado frívolo y a veces veo este tipo de programas, y no hago como los que dicen que solo ven los documentales de La 2. Yo me veo todo y sé que Belén Esteban está vendiendo muchos más libros que Borges. Es una cosa absolutamente vomitiva lo que le están dando a la juventud y a las masas en general. Desde luego, Valle-Inclán se quedó cortísimo con La corte de los milagros.

XL. Pero el mando está para cambiar de canal.

J.S. Para cambiar, sí. para tirar el mando a la basura y ponerse uno a dibujar o a leer. Creo que hay una conspiración para dar ese tipo de bazofia en todos los canales y a todas horas.

En 2001 sufrió un infarto cerebral. Aunque se recuperó sin secuelas físicas, el incidente le sumió en una importante depresión

XL. Cuenta que a sus hijas, de 24 y 21 años, solo les pide que lean y que traten de ser decentes. Defíname la decencia.

J.S. Que sean buena gente, justas, solidarias y nobles.

XL. Ha dicho mil veces que no piensa dejarles un duro, que no le parece justo ni moral, y que antes de morir pretende gastarse todo su dinero en el casino.

J.S. Ese es mi plan, pero poco a poco ellas van sacándome las cosas [se ríe]. Las dos han salido muy buena gente, de lo cual tiene más mérito la madre que yo. Leen, hacen las cosas que a mí me gustaba que hubieran hecho, se puede discutir con ellas como adultos de un modo magnífico y son muy listas y muy guapas. Con lo cual es difícil resistirse.

XL. ¿Y qué cree que dirán de usted sus viudas?

J.S. No lo sé. Espero que brinden con champán y que se busquen un novio pronto.

XL. ¿Se sigue durmiendo en los entierros de su generación?

J.S. No, porque últimamente se me ha muerto gente tan querida y estoy pensando ahora en Ángel González o en el pintor Pepe Hernández, amigo muy del alma que ya no me río, no.

XL. Cuando murió Chavela Vargas, escribió. Yo, que no fui capaz de llorar a mis padres, el desconsuelo me ha llegado con la muerte de Chavela .

J.S. Es así. Uno no sabe cuándo va a llorar y cuándo no. Yo he adoptado durante años el complejo de culpa por no haber llorado la muerte de mis padres. Y de pronto veo que me pongo a llorar por alguien que no era de mi familia y que no había conocido tampoco tanto. Me sorprendo de cómo es el corazón humano de raro.

XL. ¿Llegó a entender que su padre, comisario de Policía en Úbeda (Jaén), lo detuviera por su relación con el PCE?

J.S. Ese día lo empecé a entender y a admirar mucho más que antes porque estuvo hecho un señor. De Granada llamaron a Úbeda, sin saber que el comisario era mi padre, y le mandaron detenerme. Lo hizo y me llevó en un coche a Granada, y no tuvo ningún mal detalle ni dijo nada desagradable. Sin embargo, a él, en la comisaría en la que me entregó, lo humillaron delante de mí, diciéndole lo mal que hacía su trabajo. Y el hombre aguantó como un señor y se ganó todos mis respetos. Lo quise mucho ese día.

XL. Ya en democracia apoyó a Felipe González, del que luego llegó a decir si te he visto, no me acuerdo .

J.S. Sí, me empezaron a molestar ciertas actitudes cesaristas de señorito andaluz con poder; y lo de los GAL no me molestó, me hizo vomitar.

XL. Por decir lo que pienso sin pensar lo que digo, más de un beso me dieron y más de un bofetón .

J.S. [Ríe]. ¡Exacto! En la vida normal, me han dado muchos más besos; en la vida política y pública, muchos más bofetones.

XL. Luego se sumó a la campaña de la ‘zeja’. ¿De ahí salió más contento?

J.S. Del de la ‘zeja’, sí. De su primer gobierno me siguen pareciendo estupendas la ampliación de libertades y derechos civiles, las leyes de la homosexualidad y de la dependencia. Pero, en el segundo mandato, el mismo día que le pusieron en Europa la pistola, ese fatídico mes de agosto, si en vez de desdecirse y empezar a hacer recortes, hubiese dimitido y se hubiera ido a su casa, hubiese pasado a la historia como un maravilloso presidente democrático. Lo obligaron a hacer lo que hizo, pero él no debió dejarse.

XL. Ha presumido de que sus amigos son rojos intelectuales biempensantes , pero se ha hecho la foto con lo más granado de la derecha.

J.S. Mira, entre todos los cromosomas que dicen los científicos que tenemos, el del sectarismo no lo he tenido nunca, no sé lo que es; incluso cuando algunos amigos míos lo tienen, se convierte en una cosa especialmente molesta para mí. Yo no le pido a nadie que me enseñé su carné. Hay gente de derechas muy divertida y otra muy aburrida, aunque yo tenga mis propias opiniones lejísimos, en las antípodas de la derecha.

XL. Entre la gente que le parece divertida supongo que se encuentra Alberto Ruiz-Gallardón, que le hizo pregonero de las fiestas de Madrid.

J.S. Con Ruiz-Gallardón se podía hablar; pero no estoy seguro de que ahora pueda seguir haciéndolo.

XL. ¿Y con Esperanza Aguirre, que le concedió el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid?

J.S. Con Esperanza bailé un vals. Y he de decir que lo baila ella mejor que yo y que, además, es de las que se pegan mucho [se ríe].

XL. ¿Y con Albert Rivera, que utiliza unos versos suyos para la campaña electoral de Ciutadans?

J.S. Con Albert no he hablado nunca, pero no me importa nada que utilice unos versos míos, sacados de lo que yo entiendo que es la antítesis de un himno nacional. Los versos están ahí para quien los quiera.

XL. ¿Sabe que a sus conciertos, como le pasaba a Aute, van entusiasmadas también las señoras bien?

J.S. Desde el escenario no veo cómo son, pero infiltrarse en el enemigo de quintacolumnista me parece muy interesante [se ríe].

XL. Dígame, ¿qué hubiera sido de usted de haber tenido que pasar unas pruebas de nivel para poder cantar en la calle?

J.S. Desde luego, ni Dylan, ni Cohen, ni Brassens ni yo mismo hubiéramos pasado el examen que impone la señora Botella. Aunque estoy seguro de que tampoco nos hubiéramos dejado examinar. A mí lo que más me duele es que esos músicos hayan ido como borregos a hacerse las pruebas. Un músico que toca en la calle es porque no tiene otro sitio en el que tocar y la calle es un espacio público. No tiene por qué venir la señora Botella a examinar a nadie.

XL. ¿Se arrepintió de hacer público el chiste que le contó la princesa Letizia en su casa?

J.S. Sí, porque en este mundo de sobreinformación, de redes sociales dices una perfecta tontería y se magnifica de tal manera que, tal y como quedó reflejada, me pareció una anécdota de mal gusto.

XL. ¿Ha vuelto a coincidir con ellos?

J.S. No, no. Ya no me quieren en palacio [ríe].

XL. De una de sus mejores canciones, Calle melancolía, ha llegado a decir usted que era demasiado maricona . ¿Sentimentalismos, los justos?

J.S. Sí [se ríe]. Yo creo que la poesía no debe ser cursi, pero las canciones sí que deben serlo y cuanto más se agarren al corazón, mejor. Lo que ocurre es que, cuando yo la hice, no me veía en un terreno tan cursi. A los 40 años, yo no había escrito una sola canción de amor.

XL. Pues luego se despachó a gusto.

J.S. Sí, sí [risas]. Digamos que me he hecho un especialista más del desamor que del amor, que es el mejor género de canciones que hay en el mundo.

XL. Pero reconozca que con las mujeres ha gozado de mucha suerte, siempre ha tenido a su lado señoras estupendas. ¿Se ha enamorado alguna vez de una fea?

J.S. Mmmmmmm [se lo piensa mucho y no responde].

XL. ¡Vamos!, que no.

J.S. Pues no te voy a engañar, las mujeres de las que me he enamorado han sido todas guapas. Y, sin duda, me han tratado mejor ellas a mí que yo a ellas. No es que yo sea malvado y traidor, pero sí descontrolado, y ellas me han cuidado y me han abrigado.

XL. ¿Y tiene la caradura de decir que la monogamia es repugnante ?

J.S. No sé si es del todo repugnante, pero desde luego es antinatural [ríe].

XL. Y contra todo pronóstico, encima, se ha llevado bien con sus suegros, que además también siempre han sido señores importantes y de orden.

J.S. No solo eso, sino que algunos de ellos son ‘amiguísimos’ míos. Me refiero al abuelo de mis hijas [Alberto Oliart] y al padre de Jimena, que es mi mujer actual. Soy casi más amiguísimo de ellos que de sus hijas.

XL. ¿Se enamoraría de alguien como usted?

J.S. No, no. Yo no estoy tan encantado de conocerme como puede parecer. Vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas.

Privadísimo

  • Nació en Úbeda, Jaén, en febrero de 1949. Su padre era inspector de Policía y se apellidaba Martínez. Joaquín usa artísticamente el apellido de su madre.
  • Su hermano mayor también es policía. Está jubilado. Y ahora nos llevamos bien dice Sabina. A la vejez, viruelas .

 

Las mujeres de su vida

  • Las tres mujeres de su vida son Lucía Correa, con quien se casó en 1977; Isabel Oliart, madre de sus dos hijas; y Jimena Coronado, su compañera desde hace 15 años.
  • Una sola boda. Joaquín Sabina solo se ha casado una vez, con la argentina Lucía Inés Correa. Se dieron el sí, quiero en febrero de 1977 solo para que el cantante, durante la mili, pudiera ir a dormir a casa. Siguen legalmente casados.
  • Dos hijas ya mayores. Sabina, con sus hijas Carmela Juliana y Rocío; ambas son fruto de su relación con Isabel Oliart. Hoy tienen 24 y 21 años. Ay, Carmela, de su disco Vinagre y rosas (2009), está dedicada a la mayor de sus hijas.
  • Su actual pareja. Sabina conoció a la fotógrafa peruana Jimena Coronado en 1998, cuando estaba de gira por el país. Quedaron la misma noche que ella le hizo unas fotos para el periódico ‘El Comercio’. Su relación se mantiene hasta hoy.

UNIVERSO SABINA

El libro Muy personal es una edición cuidada y especial en la que la editorial Planeta ha recopilado sus mejores dibujos y algunos poemas y anotaciones improvisadas del autor.

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