Unas doce mil personas han pasado en los últimos 40 años por el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, un centro de referencia y pionero para pacientes con lesiones medulares. Por Diego Bagnera

Un lugar al que nadie querría ir y que, sin embargo, esconde historias personales, trabajo científico y lecciones de vida que merecen ser contados. Así es este hospital por dentro. No le dejará indiferente.

«El hospital es como una burbuja, -dice Eva-. Aquí estás con gente en tu misma situación y tienes de todo. luego sales a la calle y piensas. ‘ups, me vuelvo al hospital’ . Eva Moraleda llegó al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo hace tres meses tras sufrir una caída con su bicicleta. El impacto le causó una lesión medular que le dejó la mitad inferior de su cuerpo paralizada. Aquí le han enseñado a vestirse, a pasarse de la cama a la silla, a meterse en la ducha, a manejar la silla, incluso a caerse… A afrontar, en suma, su nueva vida.

Mayor aún ha sido el cambio en la vida de Eva Terán, ilustradora, que la pasada noche de San Juan se cayó hacia atrás, cuando estaba bailando, con tan mala suerte que el golpe la dejó paralizada del cuello hacia abajo. Al ser la suya una lesión incompleta -la interrupción del tráfico de información entre el cerebro y la periferia a través de la médula no llega a ser total- ha podido recuperar ya cierta movilidad en las manos y ha vuelto a hablar. «El cambio de pasar de un hospital general a este se nota muchísimo -dice-. En el sitio en el que yo estuve antes no tenían ni idea, supongo que porque no están especializados, pero me sentaron a los dos días de operarme de las vértebras. Me desmayaba, pero ellos se empeñaban en sentarme. Aquí no me levantaron hasta después de un mes y muy poco a poco « Eva se deshace en elogios hacia el centro cuando habla de la rehabilitación que le va a permitir seguir haciendo su trabajo de ilustradora y manejar el iPad.

Le han fabricado incluso un guante especial para manejar su cámara de fotos. «Me han hecho hasta un dedal de silicona y adaptadores para agarrar los lápices y dibujar a mano. Todo lo ha hecho la gente de aquí, ayudándome a buscar la forma de que yo pueda seguir haciendo las cosas que me gustaban. Se nota mucho mi evolución».

Hospital de tetrapléjicos de Toledo

El gimnasio y la sala de rehabilitación del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo  donde trabajan durante horas los fisioterapeutas con los pacientes

El hospital -hoy, parte del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha- se creó en 1974 para centralizar la atención a pacientes de este tipo según los criterios aplicados en Inglaterra por Ludwig Guttmann, el médico que demostró que las personas con paraplejias y tetraplejias se recuperaban mejor atendidas en unidades monográficas centralizadas y no de forma diseminada por la geografía de un país.

Los resultados del Hospital de Toledo lo confirman. Los propios pacientes son los primeros en decirlo. todo cambia al llegar aquí. Además de estar entre ‘iguales’, se ponen en manos de un personal sanitario que sabe tratarlos. «Aquí conseguimos que la calidad de vida de estos pacientes sea mejor -confirma el director del centro, Francisco Marí-. De hecho, hoy la esperanza de vida de una persona con lesión medular es casi la misma que la de cualquier persona. Antes no era así: se morían al poco tiempo. Las estancias medias también se han reducido. Anteriormente eran de nueve meses; ahora, de cinco o seis. Rehabilitamos mejor y en menos en tiempo »

La edad de los pacientes ha cambiado. Hay menos jóvenes porque se han reducido los accidentes de tráfico y los laborales

Desde 1974, el centro -en el que trabajan 700 personas- ha atendido a más de 12.000 pacientes. Según las últimas estadísticas, el 51 por ciento ingresan por causas traumáticas; el resto, por causas médicas. Por ictus, pese a que su incidencia se ha disparado en España, no ingresan pacientes: el hospital solo admite a quienes han sufrido una lesión medular. En estos años, los cambios en el centro se han dado en muchos aspectos, en consonancia con el país.

Uno de los más significativos: el perfil de los pacientes. «Hemos pasado de chicos jóvenes, fruto de accidentes de tráfico o laborales, a pacientes de más edad, que ingresan por enfermedades degenerativas, por complicaciones en intervenciones quirúrgicas o por algún tipo de tumor que afecta a la médula -detalla Marí. Ahora mismo, la edad media de los pacientes es de 50 años, cuando hace un tiempo rondaba los 20. El hospital ha de responder hoy a una sociedad más madura, un país desarrollado, que ha reducido notablemente los accidentes de tráfico y los laborales. Sin duda, es un buen dato, pero nos insta a cambiar, a profundizar en la investigación».

Abordada en tándem con el CSIC, la investigación científica comenzó aquí hace ya 12 años y se desarrolla en varios campos. «Se trata de investigar, desde distintas perspectivas, cómo resolver los problemas de las personas a las que una lesión medular les ha generado una interrupción física entre su cerebro y la periferia -explica Eduardo Molina, coordinador de la unidad de neurología experimental-. Son como dos cables cuyos hilos de cobre están rotos o desconectados. Nuestro trabajo consiste en descubrir cómo hacer que cada hilito esté de nuevo reconectado en el cable de la médula. El tejido nervioso es tremendamente delicado y no se regenera por sí solo. Un golpecito sobre la médula produce un daño muy grande».

Aquí, los ejemplos del daño sobran. En la puerta del hospital un hombre de unos 40 años está acostado boca abajo en una camilla, apoyado sobre sus codos, fumando. Ningún familiar ni enfermero a su lado. Sin prisa, el hombre da una última calada a su cigarro y se marcha rumbo al bar, al otro lado de una calle del recinto hospitalario, haciendo girar las ruedas delanteras de su camilla. Las úlceras por presión -ese sordo y letal mal hospitalario- deben de ser la causa de que aún no se mueva como los demás, sentado. Tendrá que esperar a que sus heridas cicatricen antes de recuperar su silla. Su sola imagen pulveriza la definición de lo que para la mayoría es tener ‘problemas’. Ya sea como paciente o como visitante, nadie vuelve a ser el mismo al salir de aquí. Este sitio impacta, conmueve y humaniza.

«Hace 40 años -cuenta Ángel Gil, director del laboratorio de biomecánica, el hospital lo inauguraron los reyes, don Juan Carlos y doña Sofía. Aquel día, doña Sofía le entregó un ramo de flores a una paciente: una niña de cuatro años llamada Gema Hassen Bey, que hoy sigue viniendo por aquí. Gema ha sido deportista paralímpica, medallista en los Juegos de Barcelona, Atlanta, Sídney… y ahora se ha planteado el reto de ser la primera persona en subir el Kilimanjaro en silla de ruedas. Este trabajo tiene estas recompensas: asistir a espectáculos como la vida de Gema. Aquí te enfrentas a diario con situaciones personales que son un auténtico motor para alimentar tu ilusión, personas que llegan en una situación muy complicada y que suelen acabar siendo verdaderos ejemplos de vida».

Hospital de tetrapléjicos de toledo

Uno de los laboratorios del Hospital de parapléjicos de Toledo donde se aborda de forma multidisciplinar la investigación sobre lesiones medulares.

El doctor Gil lidera uno de los ejes del hospital, el laboratorio de biomecánica, centrado ahora en dos líneas de investigación: los exoesqueletos robotizados y la realidad virtual como elemento motivador en la rehabilitación.

«Aún falta -dice Ángel Gil-, pero en exoesqueletos se están desarrollando importantes soluciones para restablecer la movilidad perdida. El reto está en integrar otras tecnologías y lograr que la actuación del exoesqueleto esté bioinspirada, es decir, condicionada por señales fisiológicas de la persona, que la máquina sea capaz de detectar el impulso cerebral de la voluntad de la persona. Se trabaja, además, para lograr un movimiento más fisiológico y menos robotizado. Soy optimista. Estas tecnologías se podrán aplicar de forma rutinaria en no mucho tiempo».

Los investigadores se implican en este centro de forma especial. «Aquí la investigación es algo natural, no algo que hacen unos señores escondidos en un sótano, sino que conviven con los pacientes -afirma el director-. Todo es mejorable, desde luego, pero la parte clínica sabemos que la hacemos contrastadamente bien. Por eso, lo que hay potenciar ahora es la investigación. Es en lo que nos jugamos el futuro».

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