Los de Bilbao, ya se sabe, nacen donde quieren. Así le ocurre a este arquitecto de Toronto que ha vivido casi toda su vida en Los Ángeles. Gehry dice que Bilbao es su familia. A sus 85 años, el hombre que le cambió la cara a la ciudad habla con la misma pasión del carácter vasco, de su vida o de arquitectura. Por Ixone Díaz Landaluce
XLSemanal. El impacto del Museo Guggenheim de Bilbao es innegable.
Frank Gehry. Bilbao es, sencillamente, mi familia
XL. Creo que consideró mudarse allí
F.G. Sí, quería vivir en Mundaka. Pero tenía demasiado que hacer en Los Ángeles, y en el País Vasco no tenían más trabajo para mí.
XL. ¿Por qué le apasiona la cultura vasca?
F.G. Porque nunca había conocido una cultura en la que las personas dicen lo que sienten y se mantienen firmes en ello. No hay espacio para la ambigüedad, como en otras partes.
XL. ¿Cómo recuerda aquellas reuniones con los Reyes de España?
F.G. Fueron amables, cercanos, muy buena gente. Antes de que se inaugurara, le enseñé el museo a la Reina. Le dije. ¿Puede ayudarme a traer el Guernica? Aunque sea unas semanas, un mes . Me prometió intentarlo, pero no lo consiguió. Habría que lograrlo. El Guernica tiene un significado muy importante para los vascos.
XL. ¿Debería estar de forma permanente en el Guggenheim?
F.G. Desde luego estaría mejor que donde está ahora.
XL. El llamado ‘efecto Bilbao’ dio lugar al ‘efecto Guggenheim’. la obsesión de muchas ciudades por reinventarse alrededor de un edificio icónico. ¿No es un concepto urbanístico peligroso?
F.G. Olvidé contarles un pequeño truco. yo soy el único que sabe cómo hacerlo [se ríe].
XL. Dice que, cuando termina un edificio, empieza a odiarlo
F.G. Un edificio me lleva siete años. Lo diseño en los tres primeros, pero mi cabeza sigue teniendo ideas y, para cuando está terminado, hay mil cosas que hubiera hecho de otra manera. Lo miro y pienso. Ojalá pudiera cambiarlo .
XL. Hay quien dice que sus obras representan la era de la opulencia financiera y de los presupuestos sin fin.
F.G. ¡No es verdad! Odio esa impresión de que mis edificios son caros. El museo de Bilbao se construyó por 100 millones de dólares 300 dólares el m2, cuando la mayoría de los museos costaban el doble. Es barato teniendo en cuenta lo que obtuvieron a cambio, ¿no? Son los otros arquitectos los que gastan demasiado. ¡Yo soy barato!
XL. También dicen que es el mejor arquitecto de nuestra era
F.G. ¡Oh, Dios mío! [se echa las manos a la cabeza].
XL. ¿Cuál cree que ha sido su contribución al mundo del diseño y la arquitectura?
F.G. He sido fiel a mis principios. Cuando me he visto envuelto en un proyecto en el que mis valores estaban en entredicho, como el Museo de la Tolerancia de Jerusalén, he abandonado. Soy muy riguroso con eso. No soy ninguna primma donna. Busco trabajos que creo que van a tener un impacto social. Por eso, no soy bueno diseñando casas para ricos.
XL. ¿Cómo descubrió su inquietud por el arte?
F.G. Mi madre me llevaba a museos y a conciertos de música clásica cuando era pequeño. Aunque éramos pobres, siempre buscó que las puertas de la música y el arte estuvieran abiertas.
XL. ¿Y su padre?
F.G. No acabó el instituto y fue un niño de la calle en Nueva York; trabajó en una tienda, donde decoraba los escaparates. Sé que ganó un premio, pero nunca nos lo contó. El año pasado, mi hermana encontró este libro [saca un volumen de un cajón. Diseño de escaparates]. Cuando lo descubrí, lloré. ¡A él también le había interesado el diseño! Me enteré demasiado tarde.
XL. ¿Qué tipo de niño fue usted?
F.G. De pequeño vivíamos en un pequeño pueblo de Canadá donde había mucho antisemitismo. Mi apellido era Owen Goldberg y tenía que llevar una estrella dorada en la chaqueta. Los otros niños me pegaban. Recuerdo volver a casa con ocho años y preguntarle a mi madre. Yo no he matado a Cristo. ¿De qué están hablando? .
XL. ¿Y cómo se defendía?
F.G. Compartíamos la pista de hielo con los niños católicos franco-canadienses y ellos se convirtieron en mi pequeño ejército frente a los demás niños. Siempre he sido un luchador. Así que supongo que soy un poco vasco [risas].
XL. En su casa le inculcaron una fuerte conciencia socialista. ¿Cómo se traduce su ideología política en sus edificios?
F.G. En el respeto por la humanidad. Trato de involucrar a las personas con materiales accesibles. Como esta habitación. No es nada sofisticada. madera y vidrio, pero es agradable, ¿verdad? Pues eso es lo que busco.
XL. ¿Cómo va el diseño de la nueva sede de Facebook?
F.G. Mark Zuckerberg [fundador y presidente de la red social] es un gran tipo. Además, no he visto esa película en la que lo ponían verde [se ríe]. Él vino, vio mi oficina y dijo. Quiero un espacio igual a este . Es lo que estamos haciendo. algo sencillo y nada ostentoso.
XL. Todo lo contrario que el Museo Guggenheim de Abu Dabi, su proyecto más ambicioso
F.G. Cuando recibí el encargo, me sentí como un ciego en medio del desierto. No tenía muchas evidencias sobre su cultura y sus sensibilidades, y para mí ese es un aspecto muy importante.
XL. Norman Foster o Jean Nouvel también desarrollan proyectos faraónicos en la región
F.G. Tiene gracia porque hace poco coincidimos en un simposio en Abu Dabi. Recuerdo que nos preguntaron. ¿Qué hacen para que sus edificios se identifiquen con la cultuun lugar? . Foster habló del cambio climático [se ríe], Nouvel hizo una exposición muy poética y yo les dije. No quiero ser maleducado, pero su país, con todas estas torres modernas irrelevantes, ¡parece cualquier maldita ciudad del mundo! Así que déjenme preguntarles. ‘¿Qué hacen para preservar su propia cultura?’ . Debió de gustarles mi sinceridad, no intentaron matarme [se ríe].
XL. ¿Se atreve a predecir qué aspecto tendrán las ciudades dentro de 100 o 200 años?
F.G. No lo sé, porque lo estamos haciendo todo al revés. Solo grandes catástrofes naturales o cuestiones como el calentamiento global serán capaces de llevarnos hacia una arquitectura más coherente. Problemas suficientemente graves que nos obliguen a tomar medidas drásticas. No es la forma más agradable de promover un cambio, pero puede que sea la única.
