Alfredo Pérez Rubalcaba concede a ‘XLSemanal’ su primera entrevista desde que dejó la Secretaría General del PSOE. Se fue de forma precipitada tras la derrota en las elecciones europeas. Ahora, cuando echa la vista atrás, dice sentirse aliviado. Nos recibe en su casa. Por Marta Suárez/Fotografía: Elena Sánchez Olmedilla
En estos días, Alfredo Pérez Rubalcaba se adapta a su nueva rutina. Ha vuelto a impartir clases de Química en la Universidad Complutense, se reencuentra con sus mejores amigos, intenta compensar a su mujer las largas ausencias, pone en orden los papeles de su despacho y comparte reflexiones con sus seguidores de Facebook porque, pese a haberse marchado, dejar la política del todo le resulta imposible.
Esta es la primera vez que abre las puertas de su casa de toda la vida a un medio de comunicación. Está tranquilo. Incluso se alegra al pensar que puede decepcionar a quienes piensan que le angustia que el teléfono ya no suene. Él dice que por fin puede leer sin ser interrumpido cada cinco minutos, pero la realidad es que su móvil sigue sonando durante la entrevista.
XLSemanal. ¿Cómo lleva alguien que ha sido el jefe de la oposición pasar a dar clases de Química en la universidad?
Alfredo Pérez Rubalcaba. No me ha costado. Siempre supe que acabaría volviendo. En política hay que trabajar a tope, como si fueras a estar toda la vida, pero sabiendo que te puedes ir al día siguiente. Por otra parte, nunca he perdido a mis amigos de la facultad. Con ellos ceno muchos sábados y paso las vacaciones en Asturias. Ahora, cuando tomo café, he sustituido a Óscar [López] y Elena [Valenciano] por Odón y José.
XL. Igual en la facultad ya no lo esperaban de vuelta…
A.P.R. No, no me esperaban. En 1998 y 1999 volví a clase: daba todos los lunes un seminario de Química Orgánica. Lo dejé porque, cuando ETA rompió la tregua de 1998, tuve problemas de seguridad. En aquella época, yo era el responsable de la política antiterrorista del PSOE.
«Tengo mucho que compensarle a mi mujer, lo sé. He estado mucho tiempo fuera de casa»
XL. Es doctor en Química Orgánica, pero resulta llamativo que no dé clases en la Facultad de Políticas.
A.P.R. Ejercer la política es distinto que enseñarla. Dar clase es algo más: hay que sistematizar lo que uno ha aprendido. Puedo aportar mis conocimientos prácticos, admito que puedo ser un conferenciante ameno, un asesor interesante… pero dar un curso de política es distinto. Me costaría, pero no lo descarto. Además, tengo varias ofertas.
XL. ¿Cómo lleva Pilar, su mujer, tenerlo ahora en casa?
A.P.R. Todavía se sorprende cuando llega y encuentra las luces encendidas. Por primera vez en muchísimos años, el final de estas vacaciones lo decidió su calendario laboral y no el mío. Tengo tanto que compensarle…, lo sé. He estado mucho tiempo fuera de casa.
XL. ¿Siente nostalgia?
A.P.R. No, alivio. Mis últimos ocho años en política han sido durísimos: pasé casi seis en el Ministerio del Interior y otros dos y medio como secretario general del PSOE. Es más, cada mañana, en la ducha hago un ejercicio muy elemental: pienso qué cosas no voy a hacer y a qué personas no voy a ver, y cojo el coche y voy a la facultad más contento que unas castañuelas.
«No siento nostalgia, siento alivio. Cada mañana voy a la facultad más contento que unas castañuelas«
XL. ¿Se planteó dejar la política antes?
A.P.R. Sí. En 2008, cuando José Luis Rodríguez Zapatero ganó por segunda vez las elecciones generales y yo era ministro del Interior. Quise dejar el Gobierno e iniciar la salida. Como le decía a José Luis, quería salir como salen los buzos del agua, despacio para que la presión se iguale. Dejar la primera línea de la política, estar cuatro años de diputado, echarle una mano en la dirección del PSOE y luego dejar la política del todo.
XL. Al final fueron seis años más y no fue una salida de buzo…
A.P.R. Sí, al final la salida fue más bien precipitada, aunque siempre la tuve en la cabeza. Yo iba a anunciar que no iba a presentarme a las primarias antes del verano. Ya había decidido anunciar que no iba a ir; es más, yo eso lo sabía en el Congreso de Sevilla [en el que se hizo con el liderazgo del PSOE frente a Carme Chacón]. Yo no podía ser candidato otra vez. Algunas personas cercanas conocían mi decisión.
XL. ¿Hay algo más adictivo que el poder?
A.P.R. El poder es parte de la vida de la gente. Es ser jefe de un departamento, director general de una empresa o director de un periódico. En el fondo, los mecanismos por los que se acaba decidiendo quién ocupa esos puestos no son muy diferentes a los que se utilizan para elegir a los responsables políticos.
«Pedro Sánchez está haciéndolo muy bien en momentos difíciles. Dirigir hoy el PSOE es de una dificultad enorme»
XL. Pero la política afecta a toda la ciudadanía.
A.P.R. El poder político es delegado. Quien lo recibe debe entender que no hay nada más importante que esta responsabilidad. Cuando piensas que ya no puedes trabajar 14 horas al día siete días a la semana, tienes que dejarlo. Ese es el final. El poder político debe servir para echar una mano a la gente. Eso es lo que echo de menos ahora. Antes, cuando había problemas, podía ayudar intentando llevar un asunto al Parlamento y, si estaba en el Gobierno, ni te cuento. Así concibo yo el poder.
XL. Siempre podrá llamar a sus compañeros del PSOE.
A.P.R. Ahora puedo descolgar el teléfono y decirles a mis amigos: «Esto es insostenible; a ver si podéis hacer tal cosa», pero no pasa de ser un consejo amistoso que procuro no dar.
XL. ¿No los llama entonces?
A.P.R. No porque, cuando te vas, te vas. Y si te vas a medias, no estás contento tú ni quien te sustituye.
XL. ¿Cómo ve a Pedro Sánchez como nuevo secretario general PSOE?
A.P.R. Está haciéndolo muy bien en momentos difíciles, lo cual tiene doble mérito. Dirigir el PSOE en estos momentos es una tarea de una dificultad enorme.
«Cuando te vas, te vas. Y si te vas a medias, no vas a medias, no estás contento tú ni quien te sustituye»
XL. ¿Qué visión tiene del actual desprestigio de los políticos?
A.P.R. Es terrible que un golfo manche la vida de todos los que no lo somos. El que haya políticos corruptos no nos hace corruptos a todos. La inmensa mayoría de los políticos no somos así. El otro día leí un artículo que decía que los partidos nuevos tienen la obligación de demostrar que el poder no corrompe. ¿Por qué tiene que venir uno nuevo a demostrar que el poder no corrompe? Yo he tenido poder y no me he corrompido. Pero, para acabar con la corrupción, hay que prevenirla. Cuando alguien se corrompe y va al banquillo, ya el mal está hecho, el problema es la prevención. Y solo se me ocurre prevenir este problema de una forma: que el corrupto sepa que es muy fácil que lo pillen y que irá a la cárcel. Hablo, por supuesto, de controles previos.
XL. En esta situación, ¿considera necesario un pacto de los dos grandes partidos contra la corrupción?
A.P.R. Desgraciadamente, el Partido Popular y el PSOE no tenemos credibilidad en este asunto. La fórmula es que la solución venga de fuera. que llamemos a quienes han pensado en estos temas a poner en marcha una comisión en el Parlamento, que hagan unas propuestas y nosotros las asumamos. Debemos buscar una credibilidad que no tenemos fuera y, por tanto, no creo tanto en un gran pacto entre partidos como en un pacto de los partidos con la sociedad, que la solución venga de fuera hacia dentro.
«Podemos repite lo que la la gente dice. Ahora le toca explicar cómo va a arreglar aquello va a arreglar aquello que denuncia»
XL. ¿Cómo analiza la llegada de Podemos? Las encuestas los sitúan incluso por delante del PP.
A.P.R. Las encuestas hay que leerlas, tomar nota y a continuación ponerse manos a la obra. Hace un año, ninguna encuesta hablaba de Podemos. La situación es muy cambiante y, por ello, hay que tener en cuenta la foto sin olvidar que dentro de unos meses puede ser distinta.
XL. Con todos estos cambios políticos y la aparición de nuevos partidos, ¿cree que en diez años seguirán existiendo PP y PSOE?
A.P.R. Sí, claro.
XL. A lo mejor el año que viene el PSOE necesita pactar con Podemos o con el PP, ¿usted qué haría?
A.P.R. Eso ya lo veremos. Es una pregunta muy buena para ese momento y para Pedro Sánchez.
XL. ¿Cuál cree que es el éxito de Podemos?
A.P.R. Ellos han hecho una cosa que les ha dado relevancia. No es, como dicen algunos, que Podemos diga lo que la gente quiere oír. Es que Podemos repite lo que la gente dice. Ahora tiene que dar un paso más y explicar cómo va a arreglar aquello que denuncia. Por ejemplo, si ese partido dice que en Cataluña quieren que los catalanes voten como los escoceses, hasta ahí está con la mayoría de los catalanes, pero hace falta que nos diga si apoyaría el ‘sí’ o el ‘no’ a la independencia.
«El tiempo no ayuda a los que defendemos la unidad de España. En Cataluña entierran con la ‘senyera’ y bautizan con la ‘estelada'»
XL. ¿Qué lectura hace de la votación del 9 de noviembre en Cataluña?
A.P.R. Es una foto de la realidad. Hay dos millones de catalanes que fueron a votar y la mayoría lo hizo a favor de la independencia, y hay otros cuatro millones largos que se quedaron en casa y que parecen estar en una posición distinta. Lo que procede ahora es pedir a Artur Mas que se preocupe de lo que piensan y sienten los cuatro millones que no fueron a votar, y a Mariano Rajoy que se preocupe de los dos millones que sí fueron a votar. Y, a continuación, recordarles que son presidentes de todos ellos y que no se equivoquen, porque ni todos los que votaron son de Mas ni el resto de Rajoy.
XL. Lo que propone el PSC, en cambio, parece insuficiente para unos y demasiado para otros.
A.P.R. Frente a la independencia no vale no hacer nada. La respuesta no puede ser cerrarnos en banda en la Constitución. El único proyecto que hay encima de la mesa es el del PSC y el del PSOE, que es la reforma de la Constitución. No hay otro. Rajoy tiende a pensar que el tiempo arregla las cosas, pero hay cosas que el tiempo no arregla. Y mucho me temo que las dificultades de convivencia entre Cataluña y el resto de España es una de ellas; porque en Cataluña entierran con la senyera y bautizan con la estelada. Por ello, el tiempo y la biología no ayudan a los que defendemos la unidad de España.
XL. Pero si para reformar la Constitución es necesario el voto del PP y Rajoy se niega a modificar el texto…
A.P.R. Necesitamos que el PP reflexione. Cambiar la Carta Magna puede resolver el conjunto del problema autonómico. Es una necesidad de Cataluña, pero también del resto de las comunidades de España. Nos permitirá, por ejemplo, delimitar las competencias para evitar que el Estado se meta donde no debe, para evitar conflictos competenciales y solapamientos. Cuando me hablan del inmovilismo de la derecha, siempre pienso que si fuera por el PP no tendríamos ni Título VIII en la Constitución [que establece la actual organización territorial del Estado], ni aborto ni un sistema nacional de salud… Aspiramos a convencer al PP de que la reforma constitucional es buena para España como los convencimos en su día de que el Título VIII era necesario.
XL. ¿Tiene vigencia el documento territorial que ustedes firmaron en Granada y que reclama una reforma constitucional y una España federal?
A.P.R. Por supuesto. Debemos modificar nuestra Constitución, hacerlo con consenso, de forma medida, y que todas las comunidades ganen. Y en ese marco reconocer las singularidades de Cataluña, que las tiene. Eso reforzará la unidad de España. No debemos olvidar que federar significa eso: unir.
XL. En su hoja de servicios al Estado, ¿de qué se siente más orgulloso?
A.P.R. Del final del terrorismo de ETA, que no es solo mío. Es un triunfo de todos y, ahora que hemos perdido la confianza colectiva, que el país duda de sí mismo, merece la pena recordar que ETA renunció definitivamente a la violencia en 2011. Somos un país que ha aguantado, que ha resistido y que ha vencido.
XL. ¿Se le ha reconocido su trabajo para acabar con ETA
A.P.R. No me preocupa. Me critican que no saqué la cabeza, que tanto Zapatero como yo no sacamos pecho, pero creo que fue una tarea de todos. Es verdad que la violencia acabó cuando yo era ministro y José Luis, presidente. Pero es el resultado del esfuerzo de muchos, pienso, por ejemplo, en las Fuerzas de Seguridad del Estado, en los jueces y en los fiscales y en la dignidad de quienes más sufrieron. las víctimas. Siempre me ha dado pudor apropiarme de una cosa que no es mía. Para conseguirlo, fue muy importante el pacto antiterrorista. Lo propuso Zapatero y lo redacté yo con Javier Zarzalejos [PP]. Tengo todavía en mi ordenador párrafos enteros del pacto.
XL. ¿Cuáles han sido los momentos más duros que le ha tocado vivir en política?
A.P.R. Los atentados de ETA cuando fui ministro del Interior. Había oído a varios ministros hablarme de ello. Pero hasta que lo vives no te das cuenta de lo que puedes llegar a sufrir y, sobre todo, de lo que puedes llegar a responsabilizarte, porque cuando te encuentras con los familiares y con el féretro, hay una responsabilidad objetiva tuya. tú eres el ministro.
XL. ¿Algo que se vio obligado a hacer y no le gustó?
A.P.R. La reforma de la Constitución [que incluyó el principio de ‘estabilidad presupuestaria’]. Tuve que defenderla. Ni me gustaba ni creía que fuera buena.
XL. ¿Se intentó plantar?
A.P.R. La cambié, la modificamos mucho, pero no podía. Pertenezco a una cultura política en la que el partido no deja caer a su presidente del Gobierno. Y si yo hubiera dicho que no a la reforma, el grupo parlamentario me hubiera podido seguir y Zapatero habría tenido que dimitir. Yo sabía que no podía hacerlo y creo que él también.
«La reforma de la Constitución en 2011 no me gustó. Pero si me plantaba, Zapatero hubiera tenido que dimitir»
XL. ¿Algo que le hubiera gustado hacer y no pudo?
A.P.R. Erradicar la violencia contra las mujeres. Me encontré mucho trabajo hecho de mi antecesor en Interior, José Antonio Alonso. Atendíamos a muchas mujeres perseguidas, había unidades en las comisarías y en los cuarteles que funcionaban muy bien, pero al final la violencia sigue. Ahora veo algunos comportamientos en los institutos de secundaria que me preocupan. Nuevas formas de violencia soterrada en los chavales.
XL. ¿Siente haber sido injusto con alguien?
A.P.R. Hace semanas murió mi cuñado. Al entierro vinieron familiares y uno de ellos me dijo: «Ahora que has dejado la política, te voy a decir que en estos años apellidarse Rubalcaba ha sido muy difícil». Y es verdad. La peor época para mi familia fue el 11-M. Antes de realizar aquella famosa declaración, pensé mucho la frase: «No nos merecemos un Gobierno que nos mienta». Se la consulté a Zapatero y él me preguntó: «¿Estás seguro de que eso es lo que hay que decir?». Le dije que sí y me respondió: «Pues hazlo». Cuando acabé la comparecencia ante los medios, pensé que debía hablar con Pilar. En lo que tardé en subir de la sala de prensa de Ferraz al despacho de la cuarta planta ya habían llamado dos personas a mi casa. Buscaron el teléfono para insultarme, me rayaron el coche, me insultaron por la calle… tuve unos años muy duros. Mi familia ha sufrido mucho por mi culpa. Con ellos he sido muy injusto.
XL. ¿Alguna vez se quedó corto?
A.P.R. Claro. En 1995, un día, Felipe González me dijo una cosa que entonces no entendí: «El secretario general del PSOE tiene que callarse y tragar y tragar muchas más cosas de las que te imaginas». Yo pensé… «será el presidente del Gobierno, no el secretario general del PSOE». Pues no. La cantidad de veces que me he mordido la lengua en estos dos años y medio… con algunos de los propios.
XL. ¿Ve cerca la salida de la crisis?
A.P.R. Hay muchísimas incertidumbres. El crecimiento no acaba de consolidarse, pero la desigualdad lo hace a una velocidad terrible. Y lo peor es que, cuando se consolida la desigualdad, es muy difícil echarla atrás. Hay sectores sociales que en un año, dos o tres están perdiendo lo que conquistaron con mucho esfuerzo durante 25. La destrucción de clase media en España está aumentando la desigualdad.