10 años de Beslán: regreso al infierno
Se han cumplido 10 años de uno de los ataques terroristas más terribles de la historia. Un total de 334 personas murieron en la escuela número 1 de Beslán a manos de terroristas chechenos; 186 eran niños. Regresamos al lugar de la tragedia para hablar con los supervivientes, que todavía luchan por rehacer sus vidas. Fotos: Diana Markosian
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Zarina Albegoeva tenía 11 años y llevaba 24 horas sin comer ni beber. «Señor, por favor, ¿me puede dar un poco de agua?». «¡¿Señor?! ¿qué clase de señor crees que soy? -le contestaron-. ¡Yo soy un terrorista. y estoy aquí para matarte!».
El 1 de septiembre de 2004, Zarina se unió a sus compañeros de la escuela número 1 de Beslán en el primer día de colegio. Todos iban vestidos con sus mejores galas. Las niñas, con sus vestidos bordados; y los niños, con camisas blancas atadas hasta el cuello. Era una celebración. Cuando se oyeron los primeros disparos, Zarina creyó que eran fuegos artificiales. Y, de repente, recuerda que todos empezaron a correr.
Poco después de las 9:00 de la mañana, 32 terroristas chechenos fuertemente armados irrumpieron en la escuela en dos vehículos y abrieron fuego. Comenzaba el secuestro de esta escuela en la república rusa de Osetia del Norte. Apenas un centenar de personas lograron escapar. Retuvieron a 1100. El asalto duró tres días, durante los cuales 334 secuestrados fueron asesinados. De ellos, 186 eran niños. El mayor ataque terrorista contra la infancia jamás registrado.
Cuando se oyeron los primeros disparos, Zarina creyó que eran fuegos artificiales
En cuestión de minutos, los atacantes levantaron barricadas en las puertas y ventanas del gimnasio, donde juntaron a los retenidos y comenzaron a colocar artefactos explosivos en el edificio. Diana Agayeva, que tenía entonces 7 años, no entendía lo que estaba pasando durante aquellos primeros minutos. Yo no sabía lo que era un terrorista. Recuerdo que le pregunté a mi madre ‘¿Un terrorista es una buena persona?’ . No iba a tardar en averiguarlo. Para dejar claras sus intenciones, ejecutaron de entrada a una veintena de hombres. Sus cuerpos fueron arrojados desde las ventanas del segundo piso.
Los terroristas exigieron, en principio, la liberación de un grupo de militantes chechenos detenidos por los rusos. Los secuestradores amenazaron con volar la escuela si la Policía intentaba entrar en el edificio. Situaron a los niños en las ventanas como escudos humanos. El Gobierno ruso, liderado por Vladimir Putin, reaccionó como se esperaba. Desplegando a los grupos de las Fuerzas Especiales. Los terroristas negaron agua y alimento a los secuestrados, pese a los esfuerzos de los negociadores. El despliegue militar en la zona aumentaba. A las cuatro de la tarde del segundo día, los terroristas accedieron a reunirse con el expresidente de la república de Ingusetia Ruslan Aushev.
Después de las conversaciones, 26 rehenes -mujeres con sus bebés- fueron puestos en libertad. Los militantes también informaron a Aushev de su demanda, la plena soberanía de la república de Chechenia.
Dentro, los niños más pequeños lloraban de hambre y sed, y los terroristas amenazaban a sus madres con matarlos si no se callaban.
«Nos dijeron que pusiéramos las manos en la cabeza. Y nos filmaron. Me asusté muchísimo porque ya no podía agarrar la mano de mi madre», recuerda Zarina.
Putin no iba a negociar la cesión de Chechenia, pero tampoco podía asaltar el colegio con el Ejército y arriesgarse a provocar miles de muertos.
Y al tercer día
Alrededor de las 13:00 horas, dos potentes explosiones sacudieron el gimnasio. Las bombas que colocaron los terroristas habían estallado. No se sabe si fue intencionado o si la explosión fue accidental. «Al tercer día, ya creíamos que no íbamos a salir de allí nunca y que nos matarían a todos. Ves que un terrorista mantiene su pie sobre una mina y sabes que, si se queda dormido o se tambalea, nos hará volar a todos. Solo queríamos una cosa. que aquello se acabara pronto. Y, de repente, hubo una explosión», cuenta Zarina.
Las detonaciones generaron el caos, los rehenes trataron de huir a través de un agujero en la pared y los terroristas abrieron fuego contra ellos. Las fuerzas de seguridad rusas comenzaron a asaltar la escuela. Los francotiradores disparaban contra los puestos de tiro de los terroristas, mientras las tropas evacuaban a los rehenes. En medio del caos, los terroristas se replegaron en el comedor. A las 18:00 horas se informó de que se había sacado a todos los rehenes. A las 21:30, el Gobierno ruso declaró que todos los terroristas habían muerto. En realidad, uno sobrevivió, Nurpashi Kulayev, porque se hizo pasar por un herido. Fue reconocido luego y condenado a cadena perpetua.
«El tercer día ya creíamos que nos matarían a todos. Solo queríamos una cosa: que aquello acabara pronto»
Kulayev dice que solo obedecía órdenes y que no tiene ningún remordimiento. «No me siento culpable de las muertes de mujeres y niños. Ni yo ni nadie hubiera podido salvarlos; las decisiones habían sido tomadas por otras personas», dijo Kulayev al cumplirse 10 años del ataque.
Beslán nunca volvió ni volverá a ser igual. El periodista Ivan Sukhovdice sostiene que Rusia, centrada ahora en Ucrania, se ha olvidado de Beslán. «A pesar de los millones de lágrimas sinceras derramadas aquel septiembre de 2004, Beslán sigue siendo lejana y desconocida para la mayoría, pero los procesos destructivos del Cáucaso no se han detenido y volverán a ser noticia. Una vez más».
En el nombre del padre
Alex Badoyev tiene ahora 17 años. Tenía 7 cuando fue secuestrado. La foto está tomada en la clase número 15, donde su padre fue asesinado. Los padres estaban en el centro porque era el primer día de colegio e iban a participar en la ceremonia de inauguración. A las pocas horas de empezar el secuestro, los terroristas decidieron ejecutar a varios padres y estudiantes de secundaria y lanzar sus cuerpos por la ventana. Durante dos días, los cadáveres se pudrieron al sol.
Una película de terror
Estas jóvenes pasaron tres días sin comida ni agua. Los terroristas las obligaron a beber su propia orina. Lena de 22 años, Zarina de 24 y Rozita de 20 recuerdan que tardaron en creer que aquello fuera real. «Pensé que era una película», dice Rozita.
«¡Mamá, mamá, levanta! pero no se movía»
Ian Gapoyev tiene 17 años. Su madre murió en la segunda explosión del tercer día. «Oí un enorme bang. Empecé a gritar: ‘¡Mamá, mamá, levanta, levanta! Pero no se movía. Había sangre en su vestido. No recuerdo nada más». Las fuerzas de seguridad rusas asaltaron el colegio tras esa explosión. Durante horas evacuaron a los rehenes mientras combatían a tiros con los terroristas que se habían atrincherado en el comedor escolar.