Protagoniza dos de las sagas cinematográficas más taquilleras de la historia. Piratas del Caribe y El Hobbit, aunque últimamente ha generado más titulares por su relación con Miranda Kerr y sus peleas con Justin Bieber que por su trabajo. Ahora llega a las pantallas con su sexto y último Legolas. Bloom se pone serio. Y hasta emotivo.

Londres amanece con el cielo demacrado y una llovizna moqueante. Pero luego asoma el sol, un solecito mustio y otoñal; pero sol al fin y al cabo. Así que voy dando un paseo hacia el hotel Claridge’s, el mismo en el que se hospedó la duquesa de Alba durante la Guerra Civil. Allí estoy citado con Orlando Bloom. Y cuando estoy a punto de llegar, me cruzo con gente en chándal que se tumba en el césped mojado de Grosvenor Square para hacer abdominales; y con gente que toma ese solecito balsámico tan ricamente, sentada en los bancos. Y un señor lee un tabloide que titula a toda página. England goes to war! (‘¡Inglaterra va a la guerra!’). Y el contraste entre la mañana apacible y la enormidad del titular me deja cortocircuitado. Y aún estoy pensando en las decapitaciones en Irak cuando un portero con sombrero de copa y librea me abre la puerta del hotel (lujo victoriano a 3000 euros la suite).

Espero mi turno en un pasillo sin haberme sacudido aún la sensación de irrealidad. Me toca. Orlando Bloom se disculpa por no estrecharme la mano. Estoy resfriado. No quiero contagiarle . Luce una melena muy élfica a sus 37 años. Miro de reojo la chuleta que traigo preparada mientras él se atrinchera detrás de una mesita atestada de botellines de agua y pañuelos de papel. Pero decido intentar explicarle todo esto. El actor me escucha pensativo. Emite varios um, um .

Orlando Bloom. ¿Pero qué me quiere preguntar exactamente?

XLSemanal. Pues ¿no tiene usted a veces la sensación de estar viviendo en una burbuja?

O.B. Intento vivir en el mundo real. Mantener los pies en el suelo. Intento entender lo que está pasando a mi alrededor. Viajar ayuda mucho. Te da una perspectiva de otras culturas, de otras gentes. Recientemente estuve con Unicef en los campos de refugiados de la frontera entre Siria y Jordania. La situación es terrible. Todas esas familias que tenían una vida, buenas vidas. Y esta guerra las ha mandado fuera de sus casas, de su país. Y están allí, en el desierto. Y ahora no tienen futuro.

XL. Ni presente

O.B. El peligro real de esa situación es que hay una generación perdida. Niños que no reciben educación, que no vislumbran ningún indicio de esperanza en el futuro. Y que se convierten en presas fáciles para las organizaciones terroristas. Son muy vulnerables.

XL. ¿Y una celebridad como usted aspira a cambiar las cosas?

O.B. Por lo pronto intento vivir en el mundo. De acuerdo, los actores solo somos gente que cuenta historias. Lo que hacemos no es ingeniería espacial. No pretendemos cambiar el mundo. Pero es bueno tener una visión de las cosas, una sensibilidad. Siempre intento estar bien plantado y no perderme en la ficción, en el mundo de los sueños.

XL. Por lo menos en el mundo de El hobbit se sabe quiénes son los buenos y quiénes los malos. A veces no está tan claro en

O.B. [Se adelanta] en la vida real.

XL. Sí, en la vida real no es tan fácil saber quiénes son los orcos. A quién temer, contra quién luchar. ¿A qué le teme usted?

O.B. [Otra retahíla de um, er, um ]. Yo estoy aquí para hablar de Legolas, mi personaje, de la película. Mis pensamientos íntimos son privados. ¿Usted hablaría en público de sus miedos?

XL. No creo.

O.B. Gracias por su comprensión.

XL. ¿Por qué las sagas de Tolkien siguen teniendo tanto tirón? Con la que se estrena ahora ya van seis películas entre El señor de los anillos y El hobbit

O.B. Cuentan aventuras, pero también transmiten la visión de un viajero que recorre un mundo desolado. Y que expone lo más oscuro de la vida. Y ese es el genio de Tolkien, y también de Peter Jackson, el director, que consigue hacer los libros accesibles. A la gente le gusta ver la lucha entre el bien y el mal. Pero creo que existe otra razón. Creo que en ambas sagas hay un mensaje implícito. Y es que los hobbits, pese a que son tan poquita cosa, la gente aparentemente más débil, los héroes más improbables , son los que asumen la mayor responsabilidad.

XL. Los ciudadanos normales y corrientes

O.B. Y por el camino reciben la ayuda de los elfos y de otros. Creo que la historia que escribió Tolkien sigue inspirando a gente de todo el mundo porque habla de colaboración, de altruismo. ¿Sabe? Una de las cosas más interesantes de haber interpretado a Legolas todos estos años es que mucha gente que ha perdido a un ser querido o que padece una enfermedad terminal me envía cartas. O se acercan a mí y me cuentan lo que les pasa.XL. ¿Por qué?O.B. Creo que es por esa cualidad angelical que tienen los elfos. Son casi como ángeles.

XL. ¿La gente necesita ángeles?

O.B. Definitivamente. Estoy convencido de que, si hay una época en que necesitamos tener espíritus angelicales a nuestro alrededor, es esta. Segurísimo. Este mundo está muy necesitado de ángeles.

XL. Lleva usted quince años interpretando a Legolas. ¿Qué le ha dado este personaje y qué le ha quitado?

O.B. Legolas fue mi primer papel. Me ha dado una carrera. Es un personaje al que la gente adora. Ha sido un viaje extraordinario. No creo que me haya quitado nada.

XL. ¿No lo ha encasillado en el género de aventuras? Han dicho de usted que da muy bien disfrazado de época, con su carcaj de arquero o vestido de pirata, pero que en otros papeles

O.B. Bueno, he hecho muchas cosas. He interpro en Broadway; he rodado Zulu, que me ha hecho entrar en una dinámica muy diferente. Es verdad que Legolas es un personaje que sigue resonando en el gran público. Pero me ha dado grandes oportunidades para hacer otros personajes.

XL. ¿Este es su último Legolas?

O.B. ¡Sí, eso creo! [Risas].

XL. ¿Qué siente? ¿Alivio?

O.B. ¡Por supuesto! Y duelo. Le estoy diciendo adiós a una parte de mi vida. La verdad es que nunca pensé que volvería a interpretar a Legolas. Ya me había despedido del personaje. Así que este sentimiento no es nuevo.

XL. ¿Y ahora qué?

O.B. Estoy muy ilusionado. Empiezo un capítulo nuevo en mi vida. Para mí, rodar Zulu fue muy importante. Como actor significó la transición del muchacho al hombre. Ya no soy solo un chico guapo, soy un hombre que vive y que interpreta a un personaje, sea cual sea el papel.

XL. ¿Si le pregunto qué significa para usted ser padre en los tiempos que corren, se lo va a tomar también como algo personal?

O.B. No. Le puedo decir que es el papel más importante de mi vida.

XL. ¿Lo ve como un trabajo?

O.B. No. Lo veo como un gran regalo. Y un gran placer. Me lo paso muy bien. Y me encantaría tener más hijos. Me lo tomo muy en serio.

XL. ¿Y cómo se las arregla para ser un padre comprometido en sus circunstancias. divorciado y con tantos viajes?

O.B. Es algo que priorizo sobre otras cosas en mi vida. Elijo no hacer cosas si entran en conflicto con las que considero más importantes en mi vida. Tienes que encontrar un equilibrio. Mi hijo es muy pequeño y quiero asegurarme de que voy a estar presente siempre en su vida.

XL. Usted tuvo dos padres. uno fue una figura mítica, y otro fue su padre biológico; uno estuvo en la distancia y otro estuvo en los problemas del día a día ¿Quién le influyó más?

O.B. Creo que los dos influyeron. La verdad es que me siento muy afortunado por haber tenido dos padres. Uno fue ideal, con grandes ambiciones en la vida, Harry Bloom, novelista, activista antiapartheid en Sudáfrica Murió cuando yo era muy pequeño, pero su figura me sobrevolaba. Lo puse en un pedestal. Pero al mismo tiempo en mi padre biológico tuve cerca a un hombre con los pies en la tierra. Una persona muy sensible. Y muy presente. Muy involucrado en mi vida, incluso cuando aún no sabía que era mi padre. No lo supe hasta la adolescencia. Pero siempre me sentí muy querido. Harry Bloom murió cuando yo tenía cuatro años, pero sigue estando en mi vida. Aunque mi elección es estar lo más presente posible en la vida de mi hijo. Y es interesante porque también la relación de Legolas con su padre sigue un poco ese patrón.

XL. ¿En qué sentido?

O.B. Primero lo mitifica y luego lo ve tal y como es, con sus fallos y sus debilidades. Y Legolas se da cuenta de que va a tener que tomar sus propias decisiones sobre la vida que quiere vivir. Creo que nuestra misión como padres es enseñar a nuestros hijos a ser responsables, a asumir su propia responsabilidad como ciudadanos del mundo. Un mundo que está lleno de conflictos. Y a veces es un panorama que asusta.

XL. ¿Y cómo se quita el susto del cuerpo?

O.B. Mi estrategia personal es estar informado de lo que pasa en el mundo, pero intento ver el vaso medio lleno. Y ver lo que se puede mejorar más que fijarme solo en lo negativo. E intentar hacer cosas, por pequeñas que sean, que supongan una diferencia para otras personas.

XL. La amistad y la camaradería recorren las dos sagas. Hobbits, elfos, enanos y hombres se unen contra una amenaza común. ¿En la vida real también necesitamos que esté en peligro lo que queremos para unirnos?

O.B. En el caso de las películas es una herramienta narrativa. La amenaza al mundo que conocemos rompe el equilibrio y de ahí surge la necesidad del cambio y la llamada a la acción. Y en la vida real a menudo también es así. Es triste, pero es así.

XL. Usted se pasó doce días mirando el techo de una habitación de hospital después de romperse la espalda en un accidente doméstico. Pensaba que se iba a quedar paralítico

O.B. Fue una experiencia decisiva. Siempre me había gustado vivir al límite. Cuando estás a punto de perderlo todo, te das cuenta de lo que de verdad importa.

El último Legolas. Bloom vuelve a la Tierra Media para interpretar por sexta vez al elfo Legolas en El hobbit. La batalla de los cinco ejércitos (17 de diciembre), remate de la trilogía basada en la novela de Tolkien.

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