Tamara Falcó: «No sabía que tenía alma. Creía que mi felicidad era encontrar el mejor zapato»

Es uno de los personajes más fotografiados de España. Pero Tamara Falcó Preysler esconde una personalidad llena de sorpresas y mucho sentido del humor. En esta entrevista exclusiva, la nueva embajadora de Innéov Pre-Hyaluron nos habla de trabajo, familia y lo que ella llama mi conversión religiosa. Por Elena Castelló

Habla muy rápido, alargando las eses. Es una mezcla entre la forma de hablar de su padre, Fernando Falcó -marqués de Griñón-, y la de su madre, Isabel Preysler, pero sobre todo tiene un acento americano producto de los años que ha vivido en los Estados Unidos. Allí estudió, de los 15 a los 23, para terminar el bachillerato tras su paso por un colegio británico en Madrid y para graduarse en la Universidad de Chicago en Comunicación.

«¿Piensan que soy tonta? A mí, plin. Tengo mis limitaciones pero tampoco me preocupa»

Sin embargo, a medida que avanza la conversación, Tamara Falcó Preysler (Madrid, 1981) aminora el ritmo. Hablamos en su casa, en un ático del madrileño barrio de Salamanca, en una terraza llena de azaleas. En uno de los muros, Tamara ha colocado la imagen de la Virgen de Schönstatt. Es una muestra de esa «conversión» -así la llama ella- de la que habla con naturalidad, un aspecto de su vida mal conocido, a pesar de lo mucho que se ha hablado de ello.

XLSemanal. Mucha gente la ve como una frívola o como una tonta…

Tamara Falcó. Me produce pesar. Pero luego pienso: «Bueno [risas]; a mí, plin [más risas]…». ¿Tonta? Evidentemente tengo mis limitaciones. Pero tampoco me preocupa [y más risas].

XL. ¿La publicidad era una vocación?

T.F. No tenía ninguna. Escogí Comunicación porque podía especializarme en cualquier rama.

XL. ¿De dónde le viene su interés por la moda?

T.F. De pequeña. En casa crecí con la idea de que era algo superficial, me lo decía mi padrastro, Miguel Boyer. «Es una pena que una niña con tu inteligencia se dedique a los trapos», decía [risas]. No lo entendía. «¿Pero qué vas a hacer?, ¿poner una tienda en Serrano?», insistía [risas]. Le parecía un desperdicio de talento.

XL. Diseñó para Barbour.

T.F. Sí. Estuve dos años con ellos. Ese contrato me dio la oportunidad de irme a vivir a París. Mi novio estaba estudiando allí. Y como empecé a tener ingresos, me alquilé un apartamento. Lo bueno de tener tu dinero es que tomas tus decisiones.

XL. ¿Fue la primera vez que vivió de forma independiente?

T.F. No, desde los 15 años no vivo con mis padres. El bachillerato lo terminé en los Estados Unidos. Vivir fuera de los 15 a los 23 te marca. Volver me resultó difícil. Una cosa es pasar el verano con mis padres y otra verme sometida al «esta es mi casa y estas son mis reglas».

«Mi madre y Miguel eran un ejemplo. La manera en que ella lo ha cuidado, ese amor… He visto otro tipo de madre»

XL. Muchos creen que hacía lo que quería con el dinero de sus padres.

T.F. Pues no es así. Mi madre siempre nos ha inculcado que teníamos que sacarnos las castañas del fuego. Por eso trabajo en la publicidad, es con lo que me mantengo. Mis padres tienen unas casas estupendas y me invitan en verano, pero el dinero lo gano yo.

XL. ¿Qué pasó cuando volvió de París?

T.F. Me alquilé un piso en la zona de Ópera. Mis amigas me decían: «¿Pero qué haces? ¿Te has vuelto bohemia?». Pasé una época muy divertida. Pero, al final, me cansé del botellón, del ruido. Y acabé en el barrio de Salamanca.

XL. ¿De alquiler?

T.F. Sí, sí. Siempre. Tenía que haber ahorrado, haberme comprado mi piso… Si no hubiera hecho muchas de las tonterías que he hecho… La crisis me ha enseñado mucho. Yo tenía, por ejemplo, un contrato buenísimo con una marca y no me imaginaba que las cosas podían cambiar tanto.

XL. Vive usted en la realidad…

T.F. Bueno, tengo mis excentricidades [risas]. Pero vivo de mi dinero. Valoro la independencia. Y creo que la relación con mis padres es mejor así. Si no, acaban pensando que tienen poder sobre mí. Y no me gusta. Es mi vida y tomo mis decisiones, para bien y para mal. Hasta que tú no te pegas el castañazo, no aprendes.

XL. Pero sus padres la han ayudado.

T.F. Es evidente. Soy muy consciente de que no he tenido que pelear como tantos otros jóvenes.

XL. ¿Ha sido rebelde?

T.F. Sobre todo, peleona.

XL. ¿En qué temas ha chocado especialmente con su familia?

T.F. Pues en todos, soy muy testaruda desde pequeña. Desde qué me tenía que poner, a con quién tenía que salir. Pero ahora mis reglas del juego han cambiado. A Dios sí le hice caso [risas].

XL. ¿En qué cosas han cambiado?

T.F. Por ejemplo, en la idea del amor. Yo quería un amor a toda costa, sobre todo viniendo de padres separados, y aprendí que ese sentimiento de entrega no te lleva a ningún sitio si es desordenado. Que lo primero es respetarse a uno mismo. Descubrí a Dios. Y me sentí amada por él.

Dios se ha colado en la conversación. Tamara habla con pasión de la conversión espiritual que ha cambiado su vida. Ha asistido a catequesis para adultos, a retiros. Tiene un director espiritual. Y repite: «Dios es amor. Soy yo más dura conmigo misma que él. Ahora, me doy cuenta realmente del regalo que significa el nacimiento de Dios, mi salvador personal. Es el salvador del mundo, claro, pero también es el mío», afirma.

XL. ¿Por qué se produce ese cambio? ¿Qué sucedió en su vida?

T.F. Mi tío Miguel consideraba que la religión era una superstición, y crecí con esa idea. Entonces, hace un par de años, fui a por una lectura, porque me iba a pasar dos semanas con mi padre en el campo, y me encontré la Biblia.

XL. Y empezó a leerla…

T.F. Me quedé impactale que se hubiera escrito aquello hace miles de años y que, sin embargo, me estuviera hablando a mí. Mi padre se empezó a preocupar, porque pasaba horas leyendo en mi cuarto. Cuando le saqué la Biblia, se puso a reír. Pensé que me caería una bronca [risas]. Me dijo que él no había sido muy religioso, pero que su madre, sí, y estaba encantado.

XL. ¿Qué encontró?

T.F. Lo que llevaba buscando. Conocerme a mí misma. Me sentí amada por Dios y eso me hizo amar a la gente de mi alrededor. Antes, todo lo sentía de una forma muy superficial, los te quiero eran superficiales y me sentía sola. No sabía que tenía alma, creía que mi felicidad era ganar más dinero, conseguir el mejor zapato. Y cuando conseguía esas cosas, sentía un gran vacío. Tenía todo lo que una niña podía querer. Mi madre me decía: «Es que tienes que ser la más feliz del mundo». Pero no lo era. No es que ahora lo sea, porque tenía muchísimas heridas anteriores, y estoy empezando a sanarlas. Pero soy más feliz de lo que jamás he sido.

«Tengo muchas heridas, mis padres se separaron… Estoy empezando a curarlas»

XL. ¿Qué cambió en su vida?

T.F. Al principio, yo no pensaba cambiar nada. Fui a confesarme por primera vez un poco chulita, para probar si esto de verdad iba conmigo. Pero, entonces, ese primer sacerdote aceptó todo lo que yo le decía. He descubierto una Iglesia llena de amor, a pesar de mis prejuicios.

XL. ¿Qué cosas distintas hace ahora?

T.F. Rezar. Ir a misa los domingos y, si puedo, también durante la semana. Me he dado cuenta de la importancia del rosario. Me sienta bien. También ayudar a otros. Ser más austera. Y he entendido que el amor es un don.

XL. ¿Se ha vuelto más conservadora en sus relaciones?

T.F. Ya he vivido como una mundana, no hay nada que desconozca y no me ha ido bien. He tenido buenísimas parejas, el problema no eran ellos. Era algo en mi interior. ¿Soy más conservadora? Bueno, más prudente. No me interesa una simple relación sexual. Quiero un compañero.

XL. Y si encuentra a esa persona, ¿esperará a estar casada?

T.F. Sí. Me gustaría ser rigurosa.

XL. ¿Qué piensan de esto sus padres?

T.F. Lo respetan. Y comprendo que ellos no me entiendan. Porque, si a mí hace cinco años me llegan a decir lo que estoy sintiendo ahora, no hubiera entendido nada.

XL. Antes ha hablado de heridas…

T.F. Bueno, las heridas que todos tenemos. Creo que he aprendido a aceptarlas, a lidiar con ellas. Entender que mis padres se separaron, que no fue nada agradable, pero que intentaron hacerlo lo mejor posible, por ejemplo.

«No quiero una simple relación sexual. He vivido como una mundana y no me fue bien»

XL. ¿Es comprensiva con el divorcio? Puede que intente encontrar un amor para siempre, pero que no sea posible.

T.F. Esas cosas pasan y, si no lo viera, sería un avestruz. Además, no solo depende de ti. Pero encontrar a esa persona… ¡debe de ser la caña! [Risas]. Y espero que me ocurra. ¡O me consagro y me meto a monja! [Risas].

XL. ¿Entiende que haya quien encuentre sentido a la vida sin Dios?

T.F. Totalmente. Dentro de las relaciones mundanas, la de mi madre y Miguel Boyer es la mejor que he visto. Pero [sonríe] yo aspiro a algo más, a una relación espiritual. Ellos eran muy buenos compañeros, la manera como se han tratado es un ejemplo. Y también creo que no se puede ser buen cristiano sin ser cívico, y Miguel me enseñó que eso era fundamental. Yo tuve una discusión con él cuando era muy pequeña, porque nosotros siempre hablábamos de la ciencia. Le pregunté: «Tío Miguel, para que una teoría valga hay que probarla, ¿no? Y tú no puedes probar que Dios existe, pero ¿cómo pruebas que no existe? Entonces, por tus mismos principios se cae tu teoría. Explícamelo». Y entonces se ponía muy nervioso y me decía: «Bueno, solo te digo que si Dios existe, no estoy de acuerdo con él». «Entonces no es lo mismo», le decía yo [risas].

XL. Estos tres últimos años han debido de ser muy duros

T.F. Se lo decía a mi madre. Lo que yo he aprendido con la enfermedad de Miguel, la relación entre ellos dos, la manera en que mi madre lo ha cuidado y se ha preocupado por él. Ese amor… He visto a otro tipo de madre.

«Claro que sé reírme de mí misma. Lo aprendí de Miguel. Tenía un sentido del humor enorme»

XL. Y el hecho de estar en el ojo público, ¿cómo lo lleva?

T.F. Con normalidad. Tengo una vida privada que es mía, la auténtica, y la comparto con muy poca gente. Y el resto de las cosas tampoco me molestan. Un domingo, saliendo de misa, me encontré con un fotógrafo y le dije: «Hoy es domingo, hoy es día de descanso para todos», y me contestó: «Sí, pero es que mi familia necesita comer». Entonces me dije: «¿Y a mí qué me cuesta que me saquen una foto?». Entiendo su trabajo.

XL. Desde luego, lo que sí sabe es reírse de sí misma…

T.F. Eso sí [y se parte de risa]. Lo aprendí de mi tío Miguel. Todo el mundo pensaba que era superserio, pero tenía un sentido del humor enorme. Cuando le ponían hijas falsas o le perseguía Ruiz-Mateos, nos entraba el ataque de risa. Por eso hay cosas con las que ni me molesto.

¿Cómo me cuido?

«Adoro las cremas, pero tengo cuidado, porque mi piel es muy sensible. Cuido mucho el contorno de ojos. Y la protección frente al sol, porque me salen manchas . Me encantan los tratamientos de Innéov. Gracias a esta enzima que hace que se desarrolle el colágeno, conseguimos que nuestra piel no envejezca tan rápido. La prevención es el gran avance en la investigación de la medicina estética».

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