Jeffrey Epstein apareció muerto, el 10 de agosto de 2019, en la cárcel de Nueva York donde permanecía ingresado a la espera de ser juzgado por explotación sexual. Por Ixone Díaz-Landaluce

Epstein y el sexo: hablamos con la periodista que destapó el escándalo de abusos del multimillonario

Durante años, Jeffrey Epstein fue un respetado financiero y filántropo. Pero, al mismo tiempo, dirigía una red de prostitución de menores que tenía a poderosos hombres de negocios y líderes mundiales como clientes. Condenado por pedofilia en 2005, pasó 13 meses en prisión. Una de sus víctimas aportó detalles sobre un cliente muy especial: el príncipe Andrés de Inglaterra. A principios de julio fue ingresado en un cárcel de Nueva York acusado de explotación sexual. Pocos días después aparecía muerto en su celda.

Una llamada de teléfono lo cambió todo. Hasta entonces, Jeffrey Epstein era un hombre de negocios algo enigmático, pero muy respetado; un millonario con una envidiable agenda. Entre sus amigos figuraban personajes como Bill Clinton o Donald Trump, un filántropo que se codeaba con premios Nobel y era capaz de donar 30 millones de dólares de una tacada a la Universidad de Harvard. Pero en 2005, la Policía de Palm Beach (Florida) recibió la llamada de una mujer. Quería denunciar que su hijastra, una niña de 14 años, le había confesado a una amiga que mantuvo relaciones sexuales con un hombre de mediana edad a cambio de dinero. Su nombre era Jeff. Vivía en una gran mansión. Así empezaba una investigación policial que, diez años después, sigue coleando y que ha salpicado, entre otros, al príncipe Andrés de Inglaterra.

Epstein no ha estado casado nunca. Su única novia conocida es Ghislaine Maxwell, a quien las chicas señalan como la ‘madame’

La de Epstein es la típica historia del hombre hecho a sí mismo: hijo de un empleado de mantenimiento de los parques de Nueva York, creció en el barrio periférico de Coney Island y, aunque siempre destacó académicamente, nunca llegó a licenciarse en la universidad. Pero las matemáticas se le daban bien y consiguió un trabajo dando clases en el elitista colegio privado Dalton, en el Upper East Side de Manhattan. Pronto se convirtió en un profesor popular, una suerte de señor Keating, el inspirador maestro de El club de los poetas muertos. El padre de uno de sus alumnos le ofreció un trabajo en el mundo de las finanzas. Epstein aprendió rápido los secretos de Wall Street trabajando en el banco de inversión Bear Stearns y, seis años después, puso en marcha su propia firma financiera, J. Epstein and Co. No gestionaba las cuentas bancarias de cualquiera, sino las de los más ricos entre los ricos, aquellos que manejaban fortunas de más de mil millones de dólares. Parte del misterio en torno a Epstein era que nadie conocía la identidad de sus clientes, a excepción de Leslie Wexner, fundador de la cadena de ropa The Limited y, según se cree, su mayor benefactor. Mientras tanto, él mismo se estaba convirtiendo en multimillonario y empezaba a ejercer como tal.

LA COARTADA DE LA FILANTROPÍA

Como se espera de todo hombre rico y poderoso, Epstein también cumplió con la cuota filántropa y extendió suculentos cheques para financiar, a través de una fundación con su nombre, proyectos de investigación sobre el alzhéimer, la esclerosis múltiple y diferentes tipos de cáncer. Apasionado de la ciencia y de la tecnología, se codeaba con científicos tan respetados como Stephen Hawking o Marvin Minsky y con premios Nobel como Murray Gell-Mann o Gerald Edelman, pero también le gustaba intimar con los poderosos.

Su agenda de contactos era un listín telefónico de plutócratas famosos. En 2002, Epstein viajó a África en su avión privado con Bill Clinton, Kevin Spacey y Chris Tucker para promocionar la lucha contra el sida del expresidente norteamericano. Aquel viaje lo puso en el punto de mira. De pronto, todo el mundo empezó a preguntarse quién era ese hombre aparentemente tan poderoso que rara vez llevaba corbata y prefería vestir vaqueros, camisetas y zapatillas que trajes caros. Convertido en uno de los reyes de Manhattan, Epstein se forjó una imagen enigmática al estilo del Gran Gatsby. Apenas existían fotografías de él y durante años se negó a conceder entrevistas. Solo se sabía que era adicto al yoga, al té Earl Grey y que no probaba el alcohol. Le gustaba decir que era un solitario y que la vida nocturna no le interesaba. Tampoco había estado casado nunca. Pero tenía una misteriosa relación con Ghislaine Maxwell, hija del magnate de la prensa británica, Robert Maxwell, que falleció en extrañas circunstancias en las islas Canarias en 1991. Habían sido novios, pero nunca llegaron a formalizar su relación, aunque seguían siendo íntimos.

Tres mujeres de Florida acusaban a Epstein de dirigir una ‘red de esclavas sexuales’

En 2005, tras una llamada a la comisaría de Palm Beach, la Policía registró la casa de Epstein, donde se encontraron evidencias de que el de aquella niña de 14 años no era, ni mucho menos, un caso aislado. Como ella, había habido decenas de chicas; muchas de ellas, menores de edad. Se las reclutaba para dar masajes a Epstein, pero terminaban acostándose con él a cambio de entre 200 y 1000 dólares. Aunque la Policía manejó el testimonio de al menos cuarenta chicas y Epstein podría haberse enfrentado a una condena de entre diez años y cadena perpetua, los poderosísimos abogados del multimillonario lograron alcanzar un beneficioso acuerdo con la Fiscalía y consiguieron que solo se lo juzgara por un delito de incitación a la prostitución de una menor. Fue condenado a 18 meses, pero solo cumplió 13 entre rejas.

ATRAPADAS EN LA RED

El caso volvió a resucitar en diciembre de 2014, con las acusaciones presentadas por tres mujeres en un tribunal de Florida sobre la supuesta organización de esclavas sexuales que dirigía Epstein. «Mantenían una red de abusos sexuales en la que participaron políticos, ejecutivos, presidentes extranjeros y líderes mundiales», sostiene la demanda. En realidad, las víctimas se han querellado contra el Gobierno americano por considerar que hubo trato de favor en el caso de Epstein y con el objetivo de revertir el acuerdo que este alcanzó con la Fiscalía. La historia empezó a acaparar titulares al conocerse que una de las víctimas, Virginia Roberts, afirmaba haber mantenido relaciones sexuales siendo menor de edad con el príncipe Andrés de Inglaterra, uno de los mejores amigos de Epstein.

Roberts entró en la órbita de Epstein cuando tenía 15 años. Ghislane Maxwell se había encargado lutarla. Fue invitada a la casa del magnate con el pretexto de darle un masaje, pero terminó manteniendo relaciones sexuales con él y recibiendo dinero a cambio. Pero Roberts y el resto del pequeño harén de Epstein no complacían solo al millonario, sino también a algunos de sus amigos más poderosos, como Alan Dershowitz -uno de los abogados que defendió a O. J. Simpson-, el polémico aristócrata Claus von Bulow o el príncipe Andrés de Inglaterra. Luego, la consigna era facilitarle a Epstein todos los detalles del encuentro.

«El príncipe parece interesado en ti… Dale todo lo que te pida», le llegó a decir Epstein a Roberts. Su primera cita fue en Londres. «Tienes que arreglarte bien porque hoy vas a bailar con un príncipe», le sugirió Ghislaine Maxwell, que ha sido identificada por las tres demandantes como la ‘madame’ al frente de la red de prostitución de Epstein.

Virginia Roberts, que tenía 17 años, dice que le pagaron 15.000 dólares por pasar la noche con el príncipe Andrés. Él lo niega

Según el testimonio de Roberts, cenaron, bailaron y terminaron en la cama. Le pagaron 15.000 dólares por sus servicios. No fue la única vez. Roberts cuenta que tuvo otros dos encuentros con Andrés de Inglaterra en los dos siguientes años. En una ocasión, junto con otra chica. El príncipe ha negado categóricamente que mantuviera ninguna relación con Roberts, por mucho que una fotografía de ambos en la que él la coge cariñosamente por la cintura haya debilitado su versión de los hechos. El Palacio de Buckingham también ha salido en auxilio del hijo de Isabel II. «Esas acusaciones son falsas y no tienen ningún tipo de fundamento».

Alejada de los focos a la espera de la resolución judicial, Roberts solo ha emitido un breve comunicado. «Quiero reivindicar mis derechos como víctima inocente. No voy a dejar que vuelvan a silenciarme». Obviamente, tiene mucho más que contar. Algunos extractos del pormenorizado diario que escribió durante aquellos años ya han sido publicados en Internet. Pero este podría ser solo el comienzo. Se cree que Roberts podría estar preparando un libro que haría temblar, una vez más, los cimientos del Palacio de Buckingham.

EL MUNDO DE EPSTEIN

Las chicas de la red. Cuando Epstein salió de la cárcel, en 2009, pasó a engrosar la lista oficial de agresores sexuales. Su inclinación por las menores era conocida. Virginia Roberts cuenta que Ghislaine y el príncipe Andrés llegaron a bromear sobre que ella, con 19 años, ya era vieja para Epstein.

La mujer en la sombra. Ghislaine Maxwell, hija del magnate Robert Maxwell, es un personaje clave, aunque no haya sido juzgada. Ella es, según las menores, la organizadora de la red. Pero eso no impidió que en 2010 fuera invitada a la boda de la hija de Bill Clinton y siga teniendo una intensa vida social con su fundación para la protección de los océanos.

Las amistades peligrosas. Cuando Epstein salió de la cárcel tras cumplir condena por prostituir a una menor, casi todos sus poderosos amigos le habían dado la espalda. Todos menos uno: el príncipe Andrés de Inglaterra, con quien fue visto en febrero de 2011 paseando por el neoyorquino Central Park. Se habían conocido a través de Ghislaine Maxwell, amiga de la exmujer del príncipe, Sarah Ferguson. La imagen con Epstein contribuyó a saturar la paciencia del Gobierno británico. En 2011, la Cámara de los Comunes le retiró al príncipe Andrés el título de representante especial del Reino Unido para el comercio exterior. Ahora, podría ser llamado a declarar como testigo, a pesar de su inmunidad diplomática. Él ha negado cualquier relación inapropiada con la joven que le acusa, Virginia Roberts, y el Palacio de Buckingham califica las denuncias de falsas y sin fundamento . Sarah Ferguson ha defendido a su ex marido. Es un gran padre y un buen hombre. No voy a quedarme mirando mientras le difaman. No puedo decir nada malo de él .

LA AGENDA NEGRA DE EPSTEIN

La agenda de contactos de Jeffrey Epstein, filtrada por uno de sus exempleados, se ha convertido en objeto de especulación y morbo, pero no es fácil sacar conclusiones de ella. Aparecen cientos de números de celebridades, como Mick Jagger, el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg, Rupert Murdoh, Barbara Walters, Alec Baldwin, Liz Hurley, Tom Ford, Dustin Hoffman, Tony Blair, Henry Kissinger… ¿Son todos clientes de su servicio de ‘masajistas’ (epígrafe con el que en la agenda aparecen numerosos nombres de mujer)? No parece probable, pero algunos han llamado mucho la atención. Donald Trump, amigo y defensor de Epstein; el príncipe Andrés, del que tiene 16 números de teléfono (y otros 18 de Sarah Ferguson), pero también Charles Althorp, conde de Spencer y hermano de Lady Di. Y si cree usted que 16 números son muchos números, Epstein tiene anotados en su agenda un total de 21 teléfonos para localizar a Bill Clinton.

  • DONALD TRUMP, en 2003. «Conozco a Jeff desde hace 15 años. Es un tipo estupendo. Es muy divertido. Dicen que le gustan las mujeres guapas tanto como a mí, y muchas de ellas son más bien jóvenes».
  • GEORGE MITCHELL, exsenador, en 2002. «Epstein ha apoyado varios de mis proyectos filantrópicos y ha recaudado dinero para mi campaña en alguna ocasión. Ciertamente diría que es un amigo y un apoyo».
  • SARAH FERGUSON, en 2011. «Fue un gran error de juicio por mi parte (pedirle dinero a Epstein para pagar una deuda). No puedo explicar lo arrepentida que estoy. No volveré a tener relación de ningún tipo con Jeffrey Epstein».
  • JIMMY CAYNE, CEO, de Bear Sterns, en 2002. «Es un tipo muy inteligente y se ha convertido también en uno de nuestros mejores clientes».
  • BILL CLINTON, en 2002. «Jeffrey es al mismo tiempo un exitoso financiero y un comprometido filántropo, con un agudo sentido de los mercados globales y un profundo conocimiento de la ciencia del siglo XXI».
  • ALAN DERAHOWITZ, abogado, en 2003. «Estoy escribiendo mi libro número veinte. La única persona a la que envío los borradores más allá de mi más cercana familia, es a Jeffrey».

EL CASO DE VIRGINIA ROBERTS

Virginia Roberts fue durante cuatro años ‘masajista’ de Epstein y es quien asegura haberse acostado con el príncipe Andrés. Su relación con Epstein empezó en 1983, a los 15 años. Según ha contado ella a The Mail on Sunday, era una adolescente problemática, que había sufrido abusos de niña, que con 12 años se escapaba de casa y se acostó con hombres a cambio de comida. A los 15, la situación parecía mejorar cuando su padre se la llevó a Palm Beach, Florida, donde trabajaba como jefe de mantenimiento de un club de Donald Trump. Allí, Virginia conoció a Ghislaine Maxwell, que le ofreció ser la masajista personal de Jeffrey Epstein. Su padre lo aprobó creyendo que realmente iba a recibir preparación como masajista. Pero ya en el primer encuentro con el millonario quedó claro que ese no era su cometido. El masaje derivó en encuentro sexual.

Ella dice que se sintió incómoda, pero no se atrevió a oponerse. Al final, le dieron 200 dólares. Virginia cuenta que tanto el dinero como el hecho de que Epstein fuese poderoso y amable hicieron que siguiese haciéndolo. Fue dos años después, cuando él y Ghislaine la invitaron a «entretener» también a amigos de Epstein. La subían a un avión, la llevaban a las mansiones y allí satisfacía a «hombres de negocios, un científico de prestigio internacional, un respetado político, un secretario de Estado». No ha dado nombres. De momento.Había otras chicas. Todas, menores. Según ella, a ninguno le parecía extraña o incómoda la situación.

Para entonces, Virginia manejaba mucho dinero y consumía Xanax (hasta ocho pastillas diarias), un tranquilizante que la hacía más manejable. Confiesa que llegó a sentir que Jeffrey y Ghislaine eran su familia y se preocupaban por ella. La situación cambió cuando a los 19 años le propusieron que engendrase un hijo de Jeffrey. Renunciaría a sus derechos sobre el niño. A cambio tendría su propia mansión y un sueldo mensual. Dice que fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba siendo utilizada. No se atrevió a contrariarlos, pero alegó que era demasiado joven y que antes quería sacarse el título de masajista.

En 2002, Epstein la envió a Tailandia a estudiar. Allí conoció a Robert, un profesor de artes marciales. Se enamoraron y se casaron sobre la marcha. Virginia llamó a Epstein para contárselo. Él se limitó a decir. «Que te vaya bien» y le colgó. La cosa podía haber quedado ahí. Aunque ella sufrió serias depresiones, lo cierto» es que para 2005 empezaba a superarlo. Y entonces recibió una llamada del FBI. Habían encontrado fotos de ella en la casa de Epstein. Él iba a ser juzgado por pederastia. Le pidieron que testificara y Virginia lo hizo. Epstein salió bien parado del juicio, gracias a sus abogados. Solo 13 meses de cárcel. Ella pensó que no había nada que hacer e intentó seguir con su vida, pero en 2011 vio la foto del principe Andrés y Epstein paseando tan tranquilos por Central Park y algo cambió. Decidió hablar. «Era un insulto. Creen que están por encima de la ley. Y Jeffrey es un monstruo».

[Este artículo se publicó en febrero de 2015]

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