Todo el mundo parecía haberse olvidado de Michael Keaton. El hombre al que Batman convirtió en una estrella llevaba años sin echarse un papel relevante al bolsillo. Por Robbie Collin

Tras meterse en la piel de una vieja gloria del cine de superhéroes venida a menos, el mundo entero se ha rendido a sus pies. Cuando tenía siete u ocho años, Michael Keaton aprendió una inusual pero determinante lección en el colegio. Aquella tarde estaba resultando aburrida en la Saint Malachy Catholic School de Coraopolis (Pensilvania), y Keaton le murmuraba a su compañero de pupitre algo al oído, no recuerda bien qué. «Fuese lo que fuese, el hecho es que no estaba portándome bien» -rememora-. Y la monja me lo hizo saber. ‘Levántese’, ordenó. Me levanté. La monja preguntó. ‘¿Tendría a bien contarnos a todos eso que ha estado diciéndole a su compañero?’. ‘Preferiría no hacerlo, la verdad’, contesté. Ella, entonces, apuntó: ‘Ajá. Pues ya que tiene tantas ganas de llamar la atención, ¿por qué no nos canta una canción?'».

Keaton, que hoy tiene 63 años, recuerda que de pronto se sintió acorralado por la invitación a hacer el payaso. «Aunque parezca raro, yo era propenso a hacerme el gracioso, pero en el fondo no me gustaba llamar la atención -indica-. Me acuerdo de que en ese momento me puse rojo como un tomate».

De repente, tuvo una revelación. «Me di cuenta de que, al sugerir que me pusiera a cantar, la monja me tenía pillado y que la única forma de salir del paso consistía en hacer lo que decía y disfrutar del momento -explica-. Así que no me limité a canturrear una estrofa tontorrona para cubrir el expediente, sino que me puse a cantar de verdad, poniendo toda la pasión del mundo». En la clase se formó un alboroto tremendo. El pequeño Keaton volvió a sentarse, sonriendo de oreja a oreja, y en ese momento lo tuvo claro: cuando todos están mirándote, la vulnerabilidad es precisamente la mejor forma de protegerte.

«Como David Letterman comentó cierta vez. ‘En el colegio, el bromista de la clase no era yo… Pero yo le escribía los chistes’. Letterman lo describió a la perfección -agrega-. Lo que quieres es que te tengan por una persona divertida, pero sin que todos estén siempre pendientes de ti. Soy muy capaz de quitarme la ropa y ponerme a correr por Times Square, pero no quiero que la gente sepa todo sobre mi vida».

«No me importa correr desnudo por Times Square pero no quiero que la gente lo sepa todo sobre mi vida»

Lo de correr desnudo por el centro de Nueva York no es una figura retórica, sino que es una secuencia clave de Birdman, la última película de Alejandro González Iñárritu, en la que Keaton interpreta a Riggan Thomson, una estrella del cine de acción en horas bajas que dirige y protagoniza una obra teatral en Broadway que él mismo ha escrito como último intento de volver a ganarse el respeto de los demás. Keaton, efectivamente, cruzó por Times Square en calzoncillos, tal y como exigía la escena, que fue rodada hacia las dos de la madrugaba. Salvo unos cuantos extras que flanquean su trayecto, los rostros asombrados y los transeúntes que lo graban todo con sus móviles son de verdad. Se trata de una secuencia osada, pero, en comparación con el resto de Birdman, no es particularmente atrevida. La película en su conjunto es un salto al vacío, y en este papel tan complejo como extraño Keaton está mejor que nunca.

Un monaguillo tentado por el infierno

Le pregunto si cree que Birdman supone su regreso a las pantallas como primera figura. «No -contesta-. Pero si usted lo ve así, por mí no hay problema». Explica que es verdad que han pasado más de cinco años desde su último papel como protagonista, pero que siempre ha estado ocupado. «En papeles muy pequeños y muy distintos. Soltando un derechazo por aquí y un gancho de izquierda por allá. Con la idea de no bajar la guardia en ningún momento». Le pregunto si le molestó que Iñárritu le propusiera un guion sobre un actor entrado en años y en decadencia. «No, nada de eso -responde-. No me lo tomé como algo personal -hace una breve pausa-. Aunque reconozco que existen ciertos paralelismos, hay una cosa que tengo clara: Iñárritu es un profesional, y seguro que había pensado en otros cinco o seis actores para este papel».

Pero Iñárritu no lo hizo. «No había ninguna otra opción -me asegura el cineasta mexicano dos días después-. Tan solo nos interesaba él. Le dije a Michael que había poquísimos actores que hubieran llevado puesta esa capa. Que tan solo él tenía la combinación de registro dramático y cómico que necesitaba para esta película. Que tan solo él tenía esa autoridad que me hacía falta. Esa misma noche me dijo que sí». No vino mal que a Keaton le hubieran gustado mucho Amores perros y 21 gramos, las dos primeras películas de Iñárritu. «Michael se fiaba de mí; tenía claro que no iba a ridiculizarlo».

«De niño, no paraba de hacer trastadas. Un día, le confesé al cura las que pensaba hacer los días siguientes. Quería el perdón a crédito»

Michael es el menor de los nueve hijos del matrimonio Douglas, una familia escocesa, católica y devota llegada a los Estados Unidos a finales del siglo XIX. El pequeño Michael Douglas -se cambió el apellido al iniciar su carrera por razones obvias- ofició de monaguillo y tuvo muy pronto conciencia de la idea del infierno, lo que tampoco le impidió hacer numerosas trastadas. Según explica, de niño fue una vez a confesarse un viernes y enumeró todas las malas acciones que pensaba efectuar durante el fin de semana. «La idea era que el sacerdote me diera el perdón a crédito».

La familia vivía en una granja muy modesta, que a él le encantaba, por mucho que vivieran «como unos paletos». En la casa no había dinero para ir al cine, pero al padre le tocó un televisor en una rifa y el menor de los Douglas se aficionó a las películas. Tras el colegio se matriculó en la Universidad de Ohio para estudiar arte dramático, pero el dinero no le llegaba. Dos años después lo dejó y regresó a Pittsburgh, donde trabajó como taxista y obrero de la construcción, hasta que encontró empleo como ayudante de producción en una serie de televisión para niños.

El hombre que rechazó a Woody Allen

En sus ratos libres escribía monólogos cómicos, y los amigos lo animaron a hacerlos en público. Empezó en un club de jazz. Más tarde le salieronactuaciones en Nueva York. Todavía se acuerda del nerviosismo de su debut en el antiguo club Catch a Rising Star. Esa noche compartió cartel con Larry David. Al público le gustó su actuación. Él y David fueron los dos únicos debutantes a los que ofrecieron nuevos bolos. Las actuaciones en Nueva York llevaron a otras en Los Ángeles, donde un amigo guionista le consiguió un pequeñísimo papel en una teleserie.

En 1981 obtuvo su primer papel cinematográfico en Night shift, una alocada comedia sobre dos empleados del depósito de cadáveres que dirigen una red de prostitución. La película la dirigió Ron Howard, y las críticas fueron muy buenas. Después, Keaton tomó unas decisiones no muy acertadas. Rechazó trabajar en 1, 2, 3 Splash, Los cazafantasmas y La rosa púrpura de El Cairo. Sin embargo, su trabajo en Night shift había llamado la atención de varios directores.

Uno de ellos fue Tim Burton, que buscaba un protagonista para Bitelchús. En su papel de Bitelchús, Keaton no aparece en pantalla más de 20 minutos, pero su presencia domina toda la película. Justo después del estreno en 1988, Warner Bros: anunció que Burton iba a dirigir la nueva película de Batman y que el superhéroe sería Michael Keaton. Keaton era conocido por sus papeles en comedias alocadas, y los fans de la saga del murciélago temían que la película acabase siendo una parodia. Al estudio llegaron más de 50.000 cartas para protestar por la elección del protagonista. No obstante, fue un éxito de taquilla en el mundo entero. Keaton volvió a probar suerte con el personaje. Batman returns se estrenó en 1992 con mucho menos éxito que la primera entrega. Keaton optó por dejar la serie. Intuía que las cosas iban a ir a peor.

«Querían rodar unas películas con más explosiones, más espectaculares. Y a mí eso no me interesaba. Para nada». Interpretó entonces a un inquilino aterrador en el thriller psicológico De repente, un extraño. Keaton explica que le desaconsejaron interpretar ese papel porque corría el riesgo de acabar para siempre con su incipiente estatus de galán de Hollywood.

¿Fue eso lo que pasó? Los irregulares resultados cosechados a lo largo de los siguientes 20 años sugieren que la decisión no le ayudó, aunque él no se arrepiente y dice estar bastante contento con su carrera. Incluso pudo dirigirse a sí mismo en un drama titulado The merry gentlemen, en 2008. «Si le digo que siempre tuve la ambición de dirigir, me quedo muy corto -explica-. Era un ansia que me salía de las entrañas».

Ahora desea volver a ponerse detrás de la cámara, aunque tras el éxito de Birdman prefiere aprovechar la coyuntura como intérprete. Spotlight, la película que está rodando, cuenta la investigación que el diario The Boston Globe realizó sobre el encubrimiento de los abusos sexuales cometidos por varios sacerdotes católicos. El tema es descarnado, y más todavía si tenemos en cuenta la percepción positiva que Michael tiene de su educación católica. Pero le motiva el reto y dice que incluso se está divirtiendo, aunque resulte extraño. Keaton no cree que la denuncia de los casos de pederastia sea incompatible con el buen recuerdo que tiene de su infancia católica. En la escuela eran severos con él, pero no le importaba; encontraba lógico que lo castigaran por haberse portado mal. «Me pegaban en los nudillos con una regla de medir -cuenta-, pero lo aceptaba. Si me han quedado heridas, no se notan, o eso creo».

Víctimas del cómic

Algunos actores a los que el traje de superhéroe les quedó un poco justo.

Val Kilmer. Se vistió de Batman en 1995, en una tercera entrega que mantuvo el pulso en taquilla, pero fue vapuleada por la crítica. Trabajo no le ha faltado, aunque su carrera es hoy, eso sí, un páramo de papeles relevantes.

→George Clooney. Desde hace años no deja de pedir perdón a los fans de la saga por haber protagonizado el peor Batman de toda la saga. Aquel fracaso, por lo visto, le sirvió para revisar el modo en que elige sus papeles.

→Ben Affleck. Daredevil le valió al ganador de dos Oscar (como guionista y como productor) un premio Razzie al peor actor. Lejos de escarmentar, acaba de hacer de murciélago enmascarado en Batman contra Superman.

→Tobey Maguire. Tras embutirse tres veces el pijama de Spiderman y recaudar 2,5 millones de dólares, lleva siete años a la espera de algo importante. Con suerte, en 2015 relanzará su carrera haciendo de Bobby Fischer.

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