Jaume Plensa: «No quiero que la gente toque mis obras. Quiero que las acaricie»

Jaume Plensa fue considerado uno de los diez mejores escultores del mundo antes de ser profeta en su tierra. Profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes de París y en la Universidad de Chicago, Jaume Plensa ha vivido en Alemania, Bélgica, Inglaterra, Francia y los Estados Unidos antes de regresar a España para quedarse.

Sin mucho ruido y casi de puntillas, Plensa ha recogido los premios nacionales de Artes Plásticas y Artes Gráficas o el premio Velázquez. Sus grandes cabezas blancas de resina o de alabastro han sido su signo de identidad durante los últimos años en Río de Janeiro, Liverpool, Calgary o Chicago. Sus enormes poetas de fibra de vidrio en Nueva York y Andorra la Vella lo consagraron como artista conceptual. Pero fue la Crown Fountain de Chicago, una fuente entre dos torres, la obra que marcó un antes y un después en su obra. Plensa acaba de presentar en Arco un libro-escultura titulado 58. Una edición limitada de 1198 ejemplares firmados que repasa los últimos diez años de su obra (Editorial Artika). Para celebrarlo, Plensa habla con XLSemanal del verdadero valor del arte. Y también de su precio.

XLSemanal. ¿Por qué este título: 58?

Jaume Plensa. Es la edad que tenía cuando iniciamos el proyecto, hace dos años.

XL. Recoge sus diez últimos años, pero hizo su primera muestra hace 25. ¿Nada que destacar de etapas anteriores?

J.P. Había que acotarlo y se decidió a partir de la Crown Fountain, de 2004, que es una pieza que define todas mis intenciones a partir de la ausencia del ser y de la presencia del ser otra vez. Desde entonces centro mis esculturas prácticamente en el cuerpo humano.

XL. ¿Por qué la escultura del estuche del libro representa la cabeza de una niña?

J.P. La cabeza es el lugar más salvaje de nuestro cuerpo y he querido que arrope el libro como si fuera una caja de sorpresas. En este caso refleja la pureza y la suavidad. La cabeza es el recipiente, la botella; y el mensaje es lo que lleva dentro. Una mirada hacia el interior.

XL. ¿Quién paga 4500 euros por un ejemplar?

J.P. No lo sé. Soy un amante de los libros y lo más bonito de esto es que tenga vigencia en un momento en el que se nos escapan cosas. No hay nada que sustituya a nada.

XL. Se ha hartado de decir que el arte no debe servir para nada. ¿Entonces ?

J.P. Es que cuando no sirve para nada adquiere mayor fuerza, cuando se convierte en un objeto de deseo. El arte tiene que ser algo inútil en la vida material.

XL. Ha costado que lo reconozcan en España, ¿somos muy cicateros con nuestros artistas?

J.P. Es que la cultura y la política están demasiado unidas en este país. Es un problema también de nuestra forma de ser. Profesionalmente he crecido en el exterior, aunque siempre he amado vivir aquí, pero muy anónimamente. No sé si la gente conoce mucho lo que he hecho.

XL. Dice que, cuando la Reina Letizia le entregó el premio Velázquez, en noviembre, ya conocía sus esculturas…

J.P. Sí, yo la conocí cuando era princesa, en Chicago, y vino con el Príncipe a ver la Crown Fountain. La Reina Letizia es una persona hiperculta y conocía muy bien mi trabajo.

XL. Fuera de España tiene una larga lista de obras que, sin embargo, han sido construidas aquí.

J.P. La crisis no solo es económica, también de valores; es difícil trabajar aquí, pero yo prefiero hacerlo en mi estudio.

 XL. ¿Y no le compensa montar un estudio en cada país, ante lo que suponen los traslados de sus piezas y los meses, incluso años, que tarda en construirlas?

J.P. Seguramente, pero me gustan mis técnicos y soy muy fiel a mi gente. Mi taller está en un polígono industrial.

XL. Rechaza los proyectos que pretenden celebrar o conmemorar actos

J.P. Es que solo quiero celebrar la vida, no actos concretos.

XL. ¿Acepta encargos de particulares?

J.P. Tengo una lista de gente que me dice que cuando tenga una pieza que, por favor, la galería los avise. Los encargos siempre son de instituciones o comunidades.

XL. ¿Tiene una lista de espera interminable?

J.P. Tengo una lista de espera importante [se ríe].

XL. En Río de Janeiro le dijeron: «Hay ciudades muy bonitas, pero tus esculturas hacen que sean inolvidables».

J.P. Eso fue muy bonito, sí. En un pabellón que hice en Japón me cuentan que la gente hace cola para casarse en él. Estas cosas te compensan de muchos esfuerzos, porque en el fondo mi obra está dirigida a la comunidad; y, como la gente no te la ha pedido, no sabes cómo va a responder.

XL. Awilda es la cabeza de una niña dominicana que emergía del agua en la bahía de Río y que compartió durante unos meses paisaje con el Pan de Azúcar; pero, de pronto, dejó de estar allí

J.P. Cuando la pieza se retiró, el vacío que dejó fue inmenso. Muchas de mis instalaciones o exposiciones empiezan cuando se acaban. Es cuando de verdad empiezan a funcionar, al notar el vacío que pueden crear. La vida nos lo enseña, damos el verdadero valor a una persona cuando ya no está. Y el arte habla también de estas cosas. Las exposiciones temporales se deshacen, pero cada obra queda para el futuro y esto es de una enorme responsabilidad porque el día que desaparezcas aquello sigue existiendo.

XL. Una curiosidad, ¿es verdad que no sabe nadar, pese a haber nacido junto al mar?

J.P. No, lo que ocurre es que no floto. Para alguien del Mediterráneo es como una vergüenza. Mi madre me llevó a nadar a todas partes. «El niño no flota», le decían [ríe]. Solo he podido nadar en el mar Muerto. Lo pasé bien.

XL. Ha vivido en ciudades de medio mundo antes de regresar a Barcelona…

J.P. Ya no busco un sitio a donde ir, como antes; busco un sitio donde volver. Si me preguntan dónde me gustaría vivir el resto de mi vida, siempre diré que donde viva Laura.

XL. Esto es toda una declaración de amor

J.P. No lo sé, Laura me facilita la vida. Viaja casi siempre conmigo, se interesa por mi obra Mis hijos ya no viven con nosotros, tienen su vida ya hecha por su cuenta.

XL. Sus padres se conocieron estudiando música; su madre quería ser cantante de opereta y su padre, pianista; y la posguerra acabó con sus aspiraciones

J.P. Mi madre fue ama de casa y mi padre, un comercial cuya obsesión era leer y tocar el piano. Tuve unos padres extraordinarios. Supongo que es lo que me ha dado esta actitud tan positiva ante la vida.

XL. Dice que de pequeño se metía dentro del piano y notaba las vibraciones cuando su padre lo tocaba.

J.P. Era una forma de reconocer todo mi cuerpo [sonríe]. Esto demuestra lo importantes que son las experiencias infantiles, lo bueno y lo malo, por supuesto.

XL. Hubo un tiempo en que quería ser médico, ¿también se quedó sin cumplir aquel sueño? 

J.P. Aquello era más poético que otra cosa porque no soporto ver sangre [sonríe]. Entendía la medicina como una manera poética de relacionarme con el cuerpo humano.

XL. Parece un hombre sereno e imperturbable, ¿cómo controla sus emociones?

J.P. No las controlo, simplemente envejezco [ríe].

XL. Da la impresión de ser un artista romántico, incluso utópico, en un mundo violento. ¿Nunca se rebela?

J.P. Por supuesto, pero intento que no cambie mi mensaje. Si tú gritas porque otro te está gritando, te está ganando él. Esto es algo que la gente no acaba de entender y por eso vivimos en una escalada continua de violencia. En el mundo político, por ejemplo, vivimos cada día el y «tú más», y se suceden las guerras y las muertes. La gente que está en una guerra necesita paz, no más guerra.

XL. Ha trabajado en países árabes, ¿nota el choque de culturas entre el islam y Occidente? 

J.P. Siempre he sido bien tratado y he encontrado gente maravillosa en todas partes. El mundo político aumenta más esta imagen de fricciones que la vida y la gente real.

XL. En esta especie de nirvana en el que vive, donde todo es paz y pureza, ¿qué ocurre cuando ve decapitar a alguien ante las cámaras de televisión? ¿No hay quien lo altere? ¿No da un puñetazo en la mesa alguna vez?

J.P. Por supuesto, mis ayudantes ya te contarían cosas de mí [Sonríe]. Te diré que lo que más me perturba es la muerte. Cuando alguien muere, es como si se quemara la biblioteca de Alejandría, es irrecuperable. Ahora, ¿qué puedo hacer como artista? Como mucho, mandar un mensaje de paz. La capacidad del artista para influenciar a la sociedad es a muy largo plazo, como si llegara tarde.

XL. Dice que casi todos los desnudos que realiza son su propio cuerpo porque es el que mejor conoce; pero ¿esa obsesión por rostros de niñas tan pequeñas?

J.P. Son modelos, son niñas reales de entre 8 y 14 años. Una edad en que poseen una belleza en transición, fugaz. Este sentido de la representación casi idealista, de lo que vemos y a la vez no vemos, me llevó a la obsesión de fijar por un momento esa belleza.

XL. Nunca hay sexo explícito en sus esculturas. 

J.P. Prefiero la sensualidad del contacto a través de las formas y del pulido final de cada pieza. Cuando la gente pregunta que si se pueden tocar, yo digo que se pueden acariciar. Este matiz es importante porque yo quiero que la gente acaricie mis obras, no que las toque.

XL. «No quiero que me conozcan a mí a través de mis esculturas», explíquese. 

J.P. Yo prefiero que conozcáis mi obra antes que conocerme a mí. El arte es una consecuencia de una forma de vida. Intento crecer como persona para ser artista, no intento crecer como artista para ser persona. Si ahora notas una paz inmensa en mi obra, es porque la he buscado. A los 30 años no era capaz de hacer esto.

XL. ¿Cuáles son las preguntas fundamentales que se hace?

J.P. Quién soy, dónde voy, para qué, con quién, por qué… Y estas preguntas que parecen tan obvias se las siguen haciendo igual los jóvenes, generación tras generación.

XL. ¿Y no ha llegado a ninguna conclusión?

J.P. No, yo todavía estoy en el camino; el día que deje de hacerme estas preguntas igual ya no hago más arte porque no merece la pena.

PARA ENTENDER SU OBRA

Plensa creció entre libros, en un espacio que el definió como ‘el gran bosque de las letras’. En sus esculturas las letras bailan sobre los cuerpos en un lenguaje universal. Sus esculturas dialogan en silencio con el espectador, al que permiten entrar en esa galaxia de letras flotantes que forman palabras entendibles solo para quien abre la puerta de su mente y sus sentimientos. Las esculturas de Plensa son emociones a las que él dota de forma y materia y en las que el silencio es un pilar fundamental que las sostiene desde el interior.

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