Lance Armstrong quiere pasar página. Cree que ya ha recibido suficiente castigo por haberse dopado de forma sistemática durante su carrera como ciclista profesional. Dice que se han ensañado con él. Pero le siguen gustando los desafíos. Y ya está preparando el siguiente

Lance Armstrong habla con rabia. «Yo soy ese fulano al que todo el mundo finge no haber conocido -dice-. Pero todas esas cosas sucedieron. Todo el mundo sabe lo que pasó. ¡Me siento como Voldemort, ese personaje de ‘Harry Potter’ sobre el que no se puede hablar!».

El ciclista se queja de la hipocresía que, en su opinión, impera en el ciclismo y sus altas esferas. El principal blanco de su ira es Brian Cookson, el presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), organismo que rige esta disciplina. Lance afirma que Cookson debería centrarse en los incontables problemas del ciclismo, en lugar de criticarlo a él por participar en una carrera benéfica, por mucho que dicha carrera tenga lugar en paralelo al Tour de Francia, el escenario de los principales ‘crímenes’ deportivos cometidos por el estadounidense. También le indigna la demanda judicial de cien millones de dólares interpuesta por Floyd Landis, su antiguo compañero en el equipo US Postal, a la que el Gobierno de los Estados Unidos se sumó en 2013. Armstrong asegura que podría dejarlo en la ruina, aunque dice sentirse optimista sobre sus probabilidades de ganar el juicio. Y, por supuesto, Armstrong sigue batallando para que le levanten la prohibición de volver a competir.

Amenazas, prohibiciones, libros escandalosos

«He pasado por todo -dice Armstrong-. Por una investigación gubernamental, una investigación criminal, una investigación civil, la amenaza del encarcelamiento por perjurio, las amenazas del organismo antidopaje de prohibirme volver a montar en bicicleta, libros escandalosos… Pero lo tengo todo atado. Hablo en serio». Tomando una cerveza en su casa de Aspen, Armstrong menea la cabeza. «La situación no va a seguir así eternamente, no va a ser para siempre. No puede funcionar; la gente no es idiota».

En este rincón de lujo de las Montañas Rocosas acaban de terminar unas jornadas de entrenamiento para los corredores que participan en One Day Ahead, la carrera en paraleo al Tour organizada por el antiguo futbolista inglés Geoff Thomas, con la intención de recaudar un millón de libras para la organización Cure Leukaemia, en la que el texano corre.

Durante los dos últimos días, Armstrong ha estado llevando al grupo por distintas rutas cercanas a Aspen, que me muestra en coche. En el camino de regreso hacemos un alto para almorzar en la taberna Woody Creek, antaño frecuentada por el periodista y escritor norteamericano Hunter S. Thompson, famoso por vivir al límite. Durante la comida, Armstrong insiste en leerme la conocida nota de Thompson en la que el periodista compartía con sus lectores su dieta diaria. «Diez de la mañana, unas gotas de LSD; 11 horas, Chartreuse, cocaína y marihuana; 11.30, cocaína (etcétera, etcétera); 12 de la noche, Hunter S. Thompson ahora está preparado para escribir» . Armstrong dice a continuación. «Nada de esto era una invención». La escena de la lectura tiene su punto surrealista.

Por la tarde, Armstrong y su pareja, Anna Hansen, montan una barbacoa en casa e invitan a familiares y amigos. Sus hijos -tres de ellos los tuvo con su exmujer, Kristin, y dos con su pareja actual- corretean por la vivienda, entrando y saliendo de las habitaciones. A pesar de su simpatía y el buen ambiente en el que vive, Armstrong tiene aspecto fatigado y aparenta todos y cada uno de sus 43 años.

Armstrong tiene cinco hijos. Tres de su primer matrimonio con Kristin Richard y dos de su actual pareja, Anna Hansen.

«La gente va a pensar que soy un cabrón arrogante»

Hace un tiempo, un compañero y también rival, el ciclista Christophe Bassons, habló de la posibilidad de que Armstrong se suicidase. Le pregunto a él qué pensó al leer las declaraciones del francés. Menea la cabeza y responde: «Diga lo que diga, la gente va a pensar que soy un cabrón arrogante. Y bien, agradezco que Bassons se preocupe por mí, pero eso que dice del suicidio no tiene ningún sentido. Yo estoy bien».

«Ahora juego «Ahora juego al golf. ¡Eso sí que es para al golf. ¡Eso sí que es para pegarse un tiro! No hay forma pegarse un tiro! No hay forma de mejorar mis golpes» de mejorar mis golpes»

Sin embargo, y como él mismo reconoce, el antaño hombre de éxito se ha convertido en un paria que reside en una especie de lujoso purgatorio. La mayor parte del tiempo la pasa jugando al golf. «Eso sí que es para pegarse un tiro. ¡No hay forma de que mejore mis putos golpes!» . No sale de compras ni frecuenta bares o clubes nocturnos. «Porque no tengo ganas de charlar con desconocidos ni perder el tiempo en chorradas» ,- apuntala.

Lance prefiere relacionarse con sus familiares o con los amigos de verdad. Scott Mercier, el antiguo compañero de equipo que abandonó la competición porque no estaba dispuesto a doparse, hoy es uno de sus íntimos.

Pero Armstrong tampoco es un hombre que mueva a la compasión. No vive precisamente en la miseria. A pesar del dopaje, las mentiras, la intimidación, las amenazas formuladas contra toda persona que lo incomodara y los interminables pleitos judiciales, sigue codeándose con algunos de los individuos más ricos del mundo. Muchas personas piensan que su peor defecto es su aparente falta de arrepentimiento. Armstrong responde que «está evolucionando en ese sentido, como tiene que hacer un hombre».

 «Reconozco que fui un capullo absoluto. Durante 20 o 30 años hice lo que me vino en gana y todo cristo me reía las gracias cristo sin parar»

Tanto él como Hansen -su mujer- visitan a un psicólogo con regularidad. «Todos podemos mejorar» -afirma-. «Está claro que a mí me queda mucho camino por recorrer en ese campo. Reconozco que durante mucho tiempo fui un capullo absoluto. Durante 20 o 30 años estuve haciendo lo que me venía en gana, y todo cristo me reía las gracias sin parar» . Y añade. «Eso complica mucho las cosas… Sobre todo cuando eres joven, en la primera adolescencia. Y luego llegan los éxitos, las victorias, el dinero, la fama, y no haces más que comerte el mundo. Así no hay quien aprenda a relacionarse debidamente con los demás».

«Pero hay cosas de las que no me arrepiento»-agrega-. «Sí que lo siento por aquellos que creían en el deporte, que eran mis admiradores, que siempre me apoyaron y defendieron y que al final se sintieron traicionados. Es natural que me sienta muy arrepentido por todo eso. Pero las demás cosas [sus continuos pleitos con este u otro organismo ciclista] son pura carnaza para la prensa. La cosa casi se ha convertido en una pequeña industria» .

La posibilidad de verse arruinado

Hay quienes nunca van a perdonarlo hasta que se vea privado de todo lo que tiene. Y podría suceder. El Gobierno estadounidense le ha puesto una querella que, según asegura, lo dejaría en la ruina si la perdiera. «Están pidiendo una indemnización de cien millones de dólares -explica-. Si se salen con la suya, ya puedo decirle adiós a este salón, a esta casa y a todo cuanto tengo. Me dejarían en la calle» .

Sin embargo, Armstrong matiza que «la cosa no tiene mala pinta» . Para empezar, en los pleitos de este tipo, el veredicto de culpabilidad tan solo se consigue cuando el jurado lo decide de forma unánime, y el ciclista considera que el equipo US Postal (representante del servicio de correos estadounidense) no va a poder demostrar que sufrió pérdidas económicas sostenidas por su culpa. «En un caso de este tipo, el querellante tiene que dejar meridianamente claros los perjuicios causados al Gobierno federal» -indica-. «El servicio de correos en 2004 encargó unos estudios reveladores de que estaban sacándose cien millones de dólares al año gracias a mí. Hubo años en los que ganaron hasta veinte millones, incluso antes del comienzo de la temporada. Si uno ve estas cifras, es inevitable que se pregunte. ‘¿Dónde están los perjuicios?’ «.

«¿Qué quieren que haga para que me dejen  volver a competir? ¿Que acuse  a otros de haberse dopado? ¿Para fastidiarles la vida? ¡Un poco de seriedad, por favor!»

¡Hay mucho dinero de por medio! y yo no he sido el mayor estafador

Sobre la posibilidad de que le levanten la prohibición de volver a competir es menos optimista. Lo considera «muy poco probable» . Sigue manteniendo conversaciones con Travis Tygart, pero dice que ya no tiene nada más que ofrecer a cambio de un eventual perdón. «¿Qué quieren que haga? ¿Que dé más nombres? ¿Que acuse a otros más de haberse dopado? Yo ya no sé qué hacer. ¡Un poco de seriedad, por favor! Siempre puedo dar el nombre de esta u otra persona del US Postal, pero no sé para qué serviría. Para fastidiarle la vida a otro más, supongo Pero, claro, si me preguntan de forma directa, voy a tener que dar una respuesta. Tampoco me siento obligado a proteger a otros. ¿A estas alturas? ¡Qué coño!» .

«La gente se ha quedado con la imagen de que soy el mayor estafador en la historia del deporte y eso no es verdad».

Armstrong se siente injustamente tratado por todo el proceso judicial. «Me gustaría hablar con seriedad de lo sucedido, como adultos que somos. ‘Mire usted, lo que pasó fue esto, esto y esto. Los involucrados fueron estos otros, hay que marcar unos límites claros y pasar página’. Pero no fue eso lo que sucedió. Había muchas expectativas y un montón de dinero de por medio. Me llegó el turno de hablar y no me corté un pelo. Respondí a todas las preguntas que me hicieron. Pero me jodieron a base de bien. Además, no aspiro a convertirme en director de un equipo o volver al Tour para que me den palmaditas en la espalda». Entonces, ¿por qué insiste en ser perdonado? «En primer lugar, porque me gustaría competir en triatlón. Y, en segundo, porque la gente se ha quedado con la imagen de que soy el mayor estafador en la historia del deporte y eso no es verdad».

Su última apuesta ha levantado ampollas

Ahora vuelve a ponerse bajo los focos. Cookson expresó el sentir de muchos cuando describió la participación de Armstrong en paralelo al Tour como un despropósito y una falta de respeto absolutos . Lance lo tiene claro. «Lo que digan me da igual. No conozco a Cookson; no he hablado con él en la vida. Pero el último de sus problemas es que yo vaya en bicicleta por Francia por una buena causa. Más le valdría ocuparse de otros asuntos, porque no creo que el ciclismo haya mejorado en lo más mínimo desde que yo dejé de competir».

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