Joshua Wong, el adolescente que desafía al régimen chino (con un paraguas)

Con solo 16 años lideró la Revolución de los Paraguas en Hong Kong, que obligó al gobierno chino a afrontar una protesta popular como no se había visto desde Tiananmén. Joshua Wong es persona non grata en varios países. Pero no tiene intención de parar. Por Zigor Aldama

Hong Kong, una revolución sin precedentes vía redes sociales

Hong Kong está viviendo una revolución vía redes sociales: sin líderes, rápida, creativa. Un modelo de revuelta completamente nuevo que ha logrado poner a China contra las cuerdas. Hablamos con…

Figura menuda, rostro barbilampiño y gafas de pasta. Joshua Wong parece cualquier cosa menos peligroso.

Con su aire despistado y una reconocida adicción al móvil, es el arquetipo del adolescente hongkonés. Sin embargo, el régimen chino lo teme. De hecho, el Partido Comunista ha ejercido incluso su influencia internacional para evitar que participase en una conferencia sobre la masacre de Tiananmen en Malasia, país que lo expulsó nada más aterrizar. La razón. es el líder de la organización estudiantil Escolarismo (Scholarism), que él mismo fundó con solo 14 años, y el principal rostro de la Revolución de los Paraguas, el movimiento prodemocracia que hace un año se atrincheró en varias calles del centro de la excolonia británica. Entre el 26 de septiembre y el 11 de diciembre, más de un millón y medio de personas mostraron su rechazo a los dirigentes de Pekín y les exigieron una democracia real.

Lo inusitado de la afrenta, y su repercusión global, hizo que la revista Fortune considerase a Wong uno de los grandes líderes del mundo en 2015. Pero él resta importancia a su proyección mediática y se centra en un discurso político que elabora en torno a su cita favorita, prestada de la película V de Vendetta. El pueblo no debe temer a su Gobierno, es el Gobierno quien ha de temer al pueblo . Por eso, a pesar de que ha sufrido incluso un ataque físico y se enfrenta a una condena de cárcel por obstrucción a la Policía y por haber participado en una asamblea ilegal, continúa exigiendo a China que no solo garantice el sufragio universal en las elecciones que Hong Kong celebrará en 2017 para elegir al jefe de su Ejecutivo local, sino que también permita a cualquier ciudadano ser candidato. Y es consciente de que en China eso supone poco menos que una declaración de guerra.

XLSemanal. Cuando los británicos devolvieron Hong Kong en 1997, la mayoría creyó que en 50 años sería China la que se pareciese a Hong Kong y no al revés. ¿Qué opina ahora?

Joshua Wong. Es verdad que, si hace diez años alguien nos hubiese dicho que China se parecería a Hong Kong en 2047, lo habríamos creído. Pero en la última década hemos visto cómo lo que el Partido Comunista busca es que Hong Kong sea cada vez más similar al resto de China. Y utiliza todo su poder para que así sea. Por ejemplo, la mayoría de nuestros recursos proceden del continente, lo cual es un arma muy poderosa en manos del Partido Comunista. Además, somos víctimas de una colonización cultural que se ve claramente en el desmantelamiento que se está llevando a cabo de la industria cinematográfica de Hong Kong.

XL. Pero Pekín sí contempla el sufragio universal para las elecciones de 2017.

J.W. Claro, pero con el prerrequisito de que todos los candidatos amen al país y al Partido Comunista. Los políticos que consideren que se ha de erradicar el sistema de partido único en China no podrán presentarse. Eso es una tomadura de pelo y, afortunadamente, el Parlamento (local, similar al autonómico en España) ha votado en contra.

XL. ¿Cuál es su objetivo? ¿La independencia?

J.W. Yo quiero que Hong Kong adopte una democracia. Siento temor por lo que pueda pasar después de 2047. No tenemos tanto tiempo, por ello debemos caminar hacia el derecho de autodeterminación. El pueblo debe ser soberano para decidir si quiere un país, dos sistemas, un país, un sistema, o incluso la independencia.

XL. ¿Cuál es su hoja de ruta para alcanzar esa meta?

J.W. Lo que yo propongo son tres objetivos: a corto, medio y largo plazo. Para empezar, es necesario incorporar la figura del referéndum como sistema para que Hong Kong tome las decisiones más importantes, como pueden ser el salario mínimo o la política de viviendas sociales. En esta fase inicial también creo que sería interesante la creación de movimientos sociales más horizontales al estilo de Podemos, que ha sabido convertir una protesta masiva, similar a la Revolución de los Paraguas, en un partido político que permite a todos participar en la toma de decisiones. Me gustaría visitarlos para ver cómo funcionan en el día a día y adoptar su modelo. A medio plazo se debería organizar una consulta para modificar la ley orgánica y adquirir más competencias. Finalmente, como ha hecho Escocia, Hong Kong debería votar qué sistema quiere para después de 2047.

XL. ¿Y usted qué votaría?

J.W. La independencia no sería necesaria si China nos concede más autonomía y democracia. De hecho, no creo que esa opción tuviese fuerza en ese escenario. De hecho, si en 2007 Pekín hubiese cumplido con lo pactado, la Revolución de los Paraguas no habría tenido lugar. Desafortunadamente, China solo nos depara decepciones.

XL. La Revolución de los Paraguas sorprendió por su carácter pacífico. No hubo un solo muerto. ¿Pero estaría dispuesto a utilizar la violencia para alcanzar su objetivo?

J.W. Primero debemos acordar la definición de ‘violencia’. Asaltar la sede del Gobierno no creo que sea violencia, porque no se hace daño a nadie. Si se refiere a violencia física contra las personas, no creo que debamos promoverla. Y no tiene nada que ver con la filosofía de paz y amor que surgió el año pasado. No creo que el problema de la gente en Hong Kong es que sea poco radical, como han dicho algunos, sino que no está dispuesta a pagar el precio que puede exigir una lucha política contra China.

XL. Entonces se puede decir que su revolución fracasó.

J.W. Es cierto que no logramos ningún cambio en el sistema político, pero sí plantamos una semilla en las generaciones más jóvenes, que son las que más nutrieron la protesta. A diferencia de lo que sucede entre quienes tienen más de 40 años, que en un 70 por ciento se opusierones, miles de estudiantes de instituto se han interesado por la política gracias a la ocupación que protagonizamos.

XL. Realmente el suyo es un movimiento muy joven

J.W. Los jóvenes nos apoyan, sobre todo los nacidos a partir del año 2000. A los 13 años han participado en huelgas, a los 14 han protagonizado una ola de desobediencia civil y a los 15 se involucran en acciones directas e incluso son arrestados. Puede que hayamos perdido esta batalla, pero no la guerra.

XL. Ahora que habla en términos bélicos, ¿ve posible en Hong Kong una nueva matanza como la de Tiananmen en 1989?

J.W. No. Incluso si utilizásemos la violencia en manifestaciones, la Policía puede controlar la situación. Además, el mundo entero está mirando. Si se produce una masacre de este tipo, ¿cómo puede convertirse China en la potencia global que tanto ansía?

«Nunca ha habido democracia en un sistema comunista. Si lo logramos, habremos hecho historia. O un milagro»

XL. ¿Y cree que la Revolución de los Paraguas podría calar en el resto de China?

J.W. Tampoco. Por lo menos ahora. Compartimos un mismo enemigo, que es la dictadura del Partido Comunista, pero nuestra coyuntura es muy diferente.

XL. Aunque también hay protestas en China.

J.W. Claro que hay multitud de protestas en el continente, por asuntos laborales o medioambientales, y son incluso más radicales que las nuestras, pero todo lo relacionado con reformas políticas es cortado de raíz. Ningún país ha conseguido la democracia en un sistema comunista. Si lo logramos, habremos hecho historia. O quizá hayamos obrado un milagro.

XL. Pero le puede costar caro. Usted incluso ha sufrido un ataque en plena calle. ¿No teme cruzar la línea roja del Gobierno chino?

J.W. Habíamos salido del cine y nos dirigíamos al metro cuando un hombre joven, veinteañero, se nos acercó y me golpeó en la cara. No sé cuál fue su motivo y no lo hemos identificado. Supone una gran presión para mí y reconozco que siento temor por mi seguridad. Sé también que me pueden encarcelar, y estoy preparado para ello, pero no creo que vaya a convertirme en un Liu Xiaobo Premio Nobel de la Paz, condenado a 11 años de prisión por su disidencia política o en un Ai Weiwei artista contestatario que sufrió una detención ilegal de casi tres meses. Porque si actúan contra mí de esa forma, y me convierten en un mártir, el movimiento ganaría mucha fuerza.

XL. Le veo seguro

J.W. Mi familia me apoya y no voy a dejar a un lado mi responsabilidad de luchar por el futuro de Hong Kong. Porque nuestros políticos no lo hacen. Puede que su tibieza esté relacionada con el hecho de que la mayoría tiene ya más de 50 años y no verá lo que suceda en 2047. Pero espero que yo sí, porque entonces será cuando tenga esa edad.

XL. De hecho, lo han acusado de estar al servicio de la CIA.

J.W. Uno de los periódicos pro-Pekín ha llegado a decir que he recibido entrenamiento militar de Estados Unidos y que soy uno de sus espías. Pero es algo absurdo. Jamás he recibido una donación del Gobierno americano. ¡Si todavía voy a clase para terminar mi carrera de Ciencias Políticas!

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