Está a punto de estrenarse su cuarta entrega de ‘James Bond’. Y Daniel Craig ya siente la presión. «Mucha gente ha metido dinero en la película y mucha gente puede perder pasta», dice. Exactamente, 300 millones de euros. Una de las más caras de la historia. Sin embargo, ni con esas este galés -hijo de marino mercante- está dispuesto a morderse la lengua. Por Carlos Manuel Sánchez

Daniel Craig preferiría cortarse las venas antes que hacer otra película de Bond. Eso dice. En realidad, es un sarcasmo. No es que renuncie al papel. Más quisieran algunos (va por ti, Damian Lewis).

Pero con cada nueva entrega de 007, y Spectre es su cuarta, queda derrengado. Dos años de producción, ocho meses de rodaje Por sus venas corre sangre inglesa y galesa. No se anda con tonterías. Si vuelve a hacer de Bond, lo hará por la pasta. Craig es el Bond más rentable de la historia. Sus tres películas anteriores de la saga han recaudado la friolera de 2023 millones de euros. Pero Spectre ya ha costado más de 300. Probablemente, es la película más cara de la historia.

La cita es en un hotel de Londres. Craig se repantinga en un sofá, pero no puede estarse quieto. Estira la espalda, se bebe un botellín de agua de un trago. Conserva el físico de exjugador de rugby (las aseguradoras le prohibieron hace poco jugar en un partido benéfico por si le rompían la nariz). Las pupilas son de un azul grisáceo. Las orejas… No puedo evitar mirárselas. Los tabloides dicen que se ha operado para corregir las orejas de soplillo. Ya son ganas de buscarle defectos. Nadie es profeta en su tierra.

XLSemanal. Algunos todavía no le han perdonado que lo eligieran para hacer de Bond…

Daniel Craig. Me costó tres películas demostrar que era el tipo adecuado. Pero ahora puedo decir que estoy donde quería estar hace diez años. Con un director como Sam Mendes. Con el mejor equipo del mundo…

XL. ¿Se ha dado el gustazo de derrotar a los escépticos?

D.C. Al principio no conseguía asimilarlo. Internet estaba empezando, yo leía todas aquellas críticas y me preguntaba: «¿Es que la gente no me quiere?». Pero luego te das cuenta de que Internet no es lo que piensa todo el mundo. Además, a la gente le importa muy poco quién hace de Bond. Lo que quiere es pasar un buen rato viendo una película.

«La vida moderna apesta. ¿Qué me dice de los ‘selfies’? ¡La gente se mata! Matarte escalando una montaña… pero ¡haciéndote una foto! ¡Qué contento estoy de ser mayor!»

XL. Las casas de apuestas ya le están buscando un sustituto.

D.C. Sinceramente, me importa un bledo.

XL. ¿Hay un Bond antes y después de Daniel Craig?

D.C. Lo intento. Cuando me dieron el guion de Casino Royale, fui muy obstinado. No quería hacer una película de Bond como las de antes. Quería una vida emocional para el personaje. Que Bond fuera más maduro, un poco más inteligente. Y el personaje, con cada película, es un poco más viejo; un poco más sabio.

XL. ¿Es difícil sacarle matices a un estereotipo masculino tan marcado?

D.C. Puede que Bond tenga muchos defectos. Es un misógino. Pero lo que hacemos es ponerlo en el mundo real. Buscarle mujeres fuertes. Y que surja el conflicto. Las cosas han cambiado. Afortunadamente vivimos en un mundo menos sexista Así que no podemos seguir con el Bond de antes.

XL. Pero Bond sigue teniendo mucho atractivo para las mujeres, ¿por qué?

D.C. No sé, por el peligro… Por alguna razón Bond le gusta a las mujeres casadas. Les da un poquito de felicidad, un poquito de diversión… [irónico]. Un par de botellas de champán y, luego, coge la puerta y se va [ríe].

XL. ¿Y usted con quién se quedaría, con Léa Seydoux o con Monica Bellucci?

D.C. ¿Yo? ¿Daniel?

XL. Sí.

D.C. Oiga, que estoy casado. Llevo cinco años casado. Si yo tengo fantasías con Monica Bellucci, no es de su incumbencia.

XL. Vale, vale… ¿Lo de elegir a Monica como chica Bond es una reivindicación de la mujer madura?

D.C. No abrimos el debate deliberadamente, pero me alegro de que esté planteado. Monica es perfecta para el papel y es una bendición tenerla en la película.

XL. ¿Es usted consciente de las pasiones que levanta?

D.C. Trato de no serlo. Estar demasiado pendiente de uno mismo es malo para un actor. Me afeito y de vez en cuando me pongo un traje. Pero intento ser lo más natural posible.

XL. ¿Soñó alguna vez con interpretar a Bond?

D.C. No, a ver De pequeño sueñas con ser Bond, o Superman, o Spiderman… Pero es un sueño infantil, no algo que te plantees como actor. No tenía ningún deseo de hacer de Bond. Pero me dieron la oportunidad. Y lo disfruto. Es un trabajo muy duro. Ha sido mi rodaje más duro. Acabé reventado.

XL. No se queje

D.C. Incluso el mejor trabajo del mundo, y este es uno de los mejores, puede ser duro. Han sido dos años. Es agotador. Hay mucha presión. Mucha gente ha metido dinero. Y mucha gente puede perder pasta.

XL. La producción es descomunal, con miles de extras Pero los más jóvenes verán la película en el móvil.

D.C. ¡Qué lástima! La vida moderna apesta. De verdad, apesta. Espero que metamos a suficiente gente en los cines para que aprecien el trabajo del director de fotografía… Ha hecho que la película sea exquisita. En fin, es lo que hay… no se puede luchar contra ello.

XL. Cuando ve a la gente caminando por la calle hipnotizada por sus móviles, ¿qué piensa?

D.C. ¡Que se van a matar! ¿Y qué me dice de los selfies? La gente se mata de verdad. La atropella un autobús. Qué manera más horrible de irse. ¿Cómo murió? Haciéndose una foto a sí mismo. Eso va a tu epitafio. Que te parta un rayo, que mueras escalando una montaña… ¡Pero haciéndote una foto! Joder… Hay un estudio que dice que, si estás hablando por el móvil, tu cerebro se desconecta del mundo a tu alrededor. Y cuando cuelgas, tarda de treinta segundos a un minuto en reconectarse. Y es cierto. Le dices algo a alguien y tarda en responderte… «Eh, ¿qué?…». Está todo el mundo como despistado. En fin ser mayor!

XL. ¿Cómo se las han arreglado para mantener las sorpresas de la película, y más aun teniendo en cuenta los ataques de los hackers contra Sony, la productora?

D.C. Fuimos muy cuidadosos. Hemos tenido muchas filtraciones, aunque de versiones que no eran la definitiva. Pero hubo que guardar la película bajo siete llaves.

XL. Hoy es muy difícil mantener un secreto

D.C. Cuando yo era un chaval, no te chivabas. Incluso si un compañero te zurraba en el colegio y os llevaban al despacho del director y el director te preguntaba si esa persona te había pegado, decías que no. Porque si te chivabas, eras un blando. Y los demás te consideraban débil. Yo me crie así. Por eso no entiendo lo de las redes sociales. Y estoy muy feliz de no entenderlas.

XL. ¿Qué es lo que no entiende?

D.C. Que salgas por ahí con tus colegas y que un amigo tuyo te haga una foto con el móvil mientras estás tirado sobre tu propio vómito y que la suba a Internet… Eso es una traición. Si eso me lo hace un amigo, ese tío deja de ser mi amigo automáticamente. No entiendo cómo la gente exhibe sus cosas más personales. Es que no lo pillo… Supongo que es algo generacional. Me estoy convirtiendo en el hombre solitario del bosque que grita: «¡Fuera de mi propiedad!».

XL. ¿Con la tecnología se pretende, en última instancia, controlar nuestras vidas?

D.C. ¡Ahí le ha dado! He visto Citizenfour [el documental sobre Edward Snowden y sus revelaciones sobre la red mundial de espionaje]. Sí, pues claro que sí. El control. Por eso, la tecnología es tan asequible. Cuando yo era un niño, estaba prohibido tener walkie-talkies. Iba contra la ley. Porque el Gobierno creía que si tú tenías la posibilidad de comunicarte con alguien podías montar una revolución. Que la gente podría organizarse. Luego los permitieron porque el Ejecutivo entendió que los beneficios eran mucho mayores. Algo de esto hay en la película.

XL. ¿No tiene la sensación de que la gente lo que quiere es quitarse responsabilidades de encima y que otros decidan por ellos? Si hasta el navegador del coche nos dice por dónde tenemos que ir. Y en el futuro ni siquiera conduciremos.

D.C. Ya, lo hará un ordenador.

«Yo no tengo nada de James Bond. No soy valiente ni decidido. No conduzco rápido y no me gustan los ‘gadgets’. ¡Además, si en casa hiciera de Bond, me echarían!»

XL. Y en caso de accidente…

D.C. Sí, sí Será el ordenador de a bordo el que decida quién muere. Pero no hace falta irse al futuro. Ya hay compañías de seguros que te instalan un chisme en el coche y, si eres un buen conductor, te bajan la póliza. Pero lo que hacen es espiarte. Al final, todo es un negocio. Se trata de dinero.

XL. Usted se ha involucrado tanto en la producción que incluso fue quien contrató al director.

D.C. Hacía un par de años que no veía a Sam Mendes. Y estábamos en una fiesta, bastante borrachos. Nos sentamos, charlamos un rato, nos pusimos al día Y le pregunté a bocajarro si quería dirigir la nueva película de Bond. Y se lo pensó durante treinta segundos.

XL. Tan fácil… 

D.C. Sí, fue algo instintivo. Además, es inglés. Y entiende la peculiaridad de Bond. Es un director soberbio de grandes películas. Hay pocos directores que sepan dirigir grandes filmes. Y Mendes es uno de los pocos.

Con Monica Bellucci, la protagonista de la nueva entrega de Bond.

XL. ¿Le han cambiado mucho la fama y el dinero?

D.C. Intento que mi vida sea normal. Lo intento por mí y para proteger a mi familia. No tengo la privacidad que me gustaría tener. Ese es el precio. Pero hay muchos beneficios. Yo procuro tener los pies en el suelo, porque cuando empiezas a creértelo la gente te trata diferente. Se ríen de tus chistes, piensan que eres ingenioso… Pero soy normal. No soy tan divertido ni tan inteligente.

XL. ¿No hay ni una pizca de Bond en usted?

D.C. Nada, en absoluto. Interpreto un papel. No soy demasiado valiente ni decidido.

XL. ¿Nada nada?

D.C. Tengo un par de buenos coches. Pero no los conduzco demasiado rápido porque tengo hijos Odio los gadgets. En las películas de Bond siempre tiene que haber. Pero yo solo uso el teléfono móvil para telefonear, y me gustaría no tener móvil. Y uso el correo electrónico porque no tengo más remedio. Bueno, me gustan los martinis. También me gustan otras bebidas Bebería Heineken si pagaran tanto dinero [ríe]. Pero si me comporto como James Bond en casa, ¡me echan!

XL. ¿Se la trae al pairo la corrección política?

D.C. No sé [a la defensiva]. ¿Por qué pregunta eso?

Con su mujer, la actriz Rachel Weisz (45), quien, como él, aporta un hijo de un matrimonio anterior

XL. Por reconocer que le gusta beber.

D.C. ¿Está mal? No bebo mucho, ¡eh! Y solo cuando he terminado una película. Nunca cuando estoy rodando. ¿Es que la gente ya no se emborracha en las fiestas?

XL. Bueno, Bond ya no fuma en las películas.

D.C. Porque fumar mata [Ian Fleming, el creador de 007, fumador empedernido, murió de cáncer de pulmón]. Y también beber puede matar.

XL. Y una licencia para matar, como la que tiene Bond, también mata.

D.C. Es la ambigüedad moral del personaje. Pero es una película de acción. Y tampoco te puedes poner muy serio. Tu trabajo es entretener a la mayor cantidad de gente posible, sin ofender a demasiadas personas.

XL. ¿De joven fue usted tan gamberro como lo pintan?

D.C. Cuando era estudiante, me metí en unos cuantos líos. Se supone que tienes que ir a la universidad, convertirte en médico, conseguir un trabajo decente… Pero fracasé miserablemente. Así que me hice actor y aquí estoy [ríe].

 

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