Vive alerta. «No bebo con extraños, no viajo en Aeroflot, no trato con rusos desconocidos», asegura Gary Kasparov. Varios opositores al régimen de Putin han sido asesinados. Y no quiere seguir sus pasos. En su último libro, el antiguo campeón de ajedrez anuncia que en el Kremlin se está gestando un terremoto inminente. Y que habrá víctimas. Entre ellas. Putin. Por Gilles Whittell
Kasparov no pierde el tiempo con cháchara insustancial. Saluda con un rápido hola y un apretón de manos. Al cabo de 30 segundos estamos hablando de derribar el régimen de Corea del Norte con globos de hidrógeno y lápices de memoria USB. Kasparov acaba de aterrizar en Londres desde Seúl, así que tiene en mente a Kim Jong Un, el tirano de Piongyang.
Kasparov, de 52 años, tras pedir un café, no tarda en concentrar su mente en otro hombre; en el hombre que realmente le interesa y en el que ha centrado todas sus energías desde que se retiró del ajedrez profesional. Estamos hablando de Vladimir Putin, naturalmente. Mientras charlamos, los aviones militares rusos bombardean posiciones rebeldes en Siria… No las posiciones de ISIS, sino las de combatientes respaldados por la CIA. Kasparov tan solo ha contemplado las imágenes de televisión, pero ya ha visto lo suficiente. La agresividad de Putin es como una droga, afirma. «Tiene que incrementar la dosis de forma constante. Es algo fisiológico. Su próximo movimiento va a ser todavía más espectacular».
EL FIN DE PUTIN ESTÁ PRÓXIMO
Kasparov ha escrito un nuevo libro sobre Rusia titulado Winter is coming (‘Se acerca el invierno’). ¿Por qué este título? Porque el frío se acerca. Afirma que un importante terremoto geopolítico está a punto de producirse porque Occidente lleva 15 años obstinándose en malinterpretar a Putin. Kasparov cree que dicho terremoto podría llevar al fin -repentino, pero no pacífico. del propio Putin. «Estoy dispuesto a apostar hasta mi último dólar a que morirá en el Kremlin afirma. Haría bien en cubrirse las espaldas; a la que se duerma un poco va a quedarse sin empleo. Y en su caso quedarse sin empleo no significa, precisamente, pasar a la jubilación».
Hasta que llegue ese momento, cualquiera que plante cara a Putin se convierte en un objetivo a abatir, y pocos le han plantado cara tan enconadamente como Kasparov. Hasta el año 2013 vivía en Moscú, aunque protegido por guardaespaldas. Pero todo cambió el día que su viejo amigo y político Boris Nemtsov le aconsejó que se fuera de Rusia. Nemtsov había sido vice primer ministro ruso. Convertido en opositor, publicó una investigación que dejaba claro que los amigos de Putin se habían apropiado de 50.000 millones de dólares procedentes de contratas para los Juegos Olímpicos de Sochi. Nemtsov era, en palabras de Kasparov, «demasiado orgulloso y valeroso para huir del país». El pasado mes de febrero, a Nemtsov lo mataron a tiros cerca del Kremlin mientras paseaba con su novia.
VIVIR CON MIEDO A SER ASESINADO
Kasparov siguió su consejo. Abandonó Rusia. Ahora vive en Nueva York, sin guardaespaldas, pero «no tomo el té con desconocidos. Tampoco viajo con Aeroflot ni me relaciono con rusos a los que no conozco».
La entrevista tiene lugar a 200 metros del hotel londinense donde Alexander Litvinenko, el antiguo agente de la KGB captado por el MI6 británico, fue envenenado en 2006. Alguien metió en su bebida polonio-210, un tóxico procedente de Moscú, como dejó claro la investigación. Su muerte por envenenamiento radiactivo sirvió para que muchos abrieran los ojos en lo referente a Vladimir Putin.
«Putin ha acabado con la oposición. Ha creado un desierto. Y en el desierto solo sobrevive las serpientes y las ratas. Putin haría bien en cubrirse las espaldas»
«Su régimen es una poderosa dictadura unipersonal, la forma de gobierno más inestable y peligrosa de todas -asegura Kasparov-. Todos los dictadores tienen ciertos instintos animales. Pueden oler la sangre de su presa o saber cuándo hay que hacer una retirada táctica. Cuando una persona como él lleva tanto tiempo en el poder, es porque ha acabado con la oposición. Putin ha creado un desierto. ¿Qué tipo de animales sobreviven en un desierto? Las serpientes y las ratas. El desierto político creado por el dictador garantiza que algo terrible está a la vuelta de la esquina».
Desde la muerte de Litvinenko, Putin ha invadido el norte de Georgia y se ha anexionado Crimea. Ha disparado las alarmas de la OTAN en el mar del Norte. Ha atemorizado a los países bálticos al situar guarniciones militares junto a sus fronteras. Durante su mandato, el único que podía arrebatarle el poder, el multimillonario Mikhail Khodorkovsky, fue encarcelado y luego expulsado del país. La periodista crítica Anna Politkovskaya murió a tiros, lo mismo que Memtsov. Y el avión de Malaysia Airlines MH17 estalló por un misil ruso, lo que dejó 298 fallecidos, sin que nadie se haya disculpado hasta la fecha.
EL GRAN ERROR DE OBAMA
A pesar de todos estos datos, en opinión de Kasparov, los distintos presidentes de Estados Unidos han caído bajo el influjo de Putin. Kasparov no siente especial admiración por George W. Bush. «Bush trató de jugar a psiquiatra y se puso a mirar a Putin a los ojos, tratando de dar con su alma en lugar de ponerse a examinar bien su historial», afirma. Pero lo que Kasparov desprecia de verdad es la política exterior de Barack Obama -o la falta de ella-, sobre todo a partir de 2011.
Este fue el año en que la Primavera Árabe llevó al espectacular hundimiento de varias dictaduras por todo Oriente Medio. Hoy casi no lo recordamos, pero ese mismo año millares de manifestantes inundaron las calles de Moscú para protestar contra el inminente y coreografiado regreso de Putin a la presidencia, tras un intervalo de cuatro años con su títere político Dmitri Medvedev en el cargo. Kasparov estuvo en las calles con los manifestantes, pero no pudieron hacer mucho más. «Perdimos una oportunidad decisiva. Putin volvió a ser presidente, y la cosa ya no tiene vuelta de hoja porque en 2011 se dio cuenta de que toda concesión es un error. Gadafi estaba en las últimas. Mubarak estaba en las últimas. Putin entonces se dijo que tenía que hacer una demostración de fuerza y optó por respaldar a Assad a toda costa» , afirma.
«La agresividad de Putin es como una droga. Tiene que incrementar la dosis de forma constante. Su próximo movimiento va a ser todavía más espectacular»
«Te guste o no, Putin tiene una estrategia -prosigue-. El hombre sigue su propia lógica y, un proyecto peligroso y el otro bando no tiene ningún plan, el proyecto peligroso sale adelante. Y Obama no tiene ningún plan». Su pasividad a la hora de tomar medidas militares el año pasado, cuando Assad cruzó la línea roja y recurrió a las armas químicas contra su propio pueblo, fue una señal que no pasó inadvertida para los gobiernos más indeseables del mundo, el de Irán incluido: si se le plantaba cara, Estados Unidos retrocedería con el rabo entre las piernas. «Es lo que hay. Estamos hablando de un nuevo Neville Chamberlain. De hecho, incluso Chamberlain queda en mejor lugar, pues él no disponía de las lecciones de la historia. La situación era nueva en ese momento. Obama sí que dispone de las lecciones de la historia».
Por supuesto, la referencia a Chamberlain tiene que ver con su encuentro con Hitler en Múnich durante 1938 y con su posterior política «de apaciguamiento». Kasparov recurre de forma reiterada a las analogías entre la Alemania de 1938 y la Rusia de 2015.
¿Qué es lo que Obama hubiera tenido que hacer exactamente para castigar a Assad? «Derribarlo del poder a cualquier precio -ruge Kasparov-. Lo único que enseña la historia es que, por muy costosa que sea tu respuesta actual, los costes serán mucho mayores en el futuro, en el plano político o en el que sea».
¿Y si el empeño en acabar con Assad hubiera exigido la completa invasión de su país? «Eso no importa. El hecho es que ya te has pronunciado. Eres el presidente del país más poderoso del mundo y no puedes pronunciar expresiones como ‘línea roja’ sin respaldarlas con los hechos. Porque a partir de ahora ya nunca vas a poder formular una amenaza creíble. La próxima vez puedes decir lo que quieras, porque nadie va a prestar atención a tus palabras. Lo que significa que vas a verte metido en una guerra de mayor alcance».
La lógica de Putin está clara, pero la de Kasparov está más clara todavía. Su concepción del mundo es en blanco y negro, como un tablero de ajedrez. De hecho, uno de sus primeros libros se tituló Cómo la vida imita al ajedrez. «Muchas veces me preguntan si el ajedrez me ha servido para navegar por las aguas de la complicada política rusa al más alto nivel. Siempre respondo que no. En el ajedrez tenemos unas normas claras y se dan unos resultados precedibles. En la política rusa sucede justamente lo contrario» .
SU VISIÓN DEL FUTURO: EL FIN RUSO
Pero ¿y si el sucesor de Putin fuera todavía más corrupto y falto de escrúpulos? Kasparov no descarta la posibilidad, pero pasa página de inmediato. «Ese no es el debate. ¿La situación puede ir a peor? Claro. Pero el problema estriba en que, cuanto más tiempo pase Putin en el poder, peores van a ser las consecuencias. Cada día que pasa supone una mayor destrucción de lo que queda de la sociedad civil, así como una mayor implicación de Rusia en nuevas guerras, creándose nuevos enemigos».
Kasparov augura que el sucesor de Putin tratará, sin éxito, de convencer a los vecinos de Rusia de que su país no es el enemigo. También asegura que la mecha del extremismo islamista prenderá en el sur y que China empezará a ambicionar una porción cada vez mayor de la tarta siberiana, empezando por el petróleo y siguiendo quizá por el propio territorio ruso. Lo que predice Kasparov, en el fondo, es el hundimiento y la desmembración de Rusia.
¿Y por qué opina todo esto? Según él, solo hay que seguirle la pista al dinero. El círculo más estrecho de Putin depende tanto de él desde el punto de vista económico que es poco probable que se vuelva contra él. «Mientras siga en el poder, continuará controlando el dinero. Estamos hablando de la que seguramente es la persona más rica del mundo; si sumas todo el dinero que controla, su fortuna alcanza los mil millones de dólares. Pero si Putin pierde el poder, lo siguiente que perderá será el dinero, y sus paniaguados tienen claro que, en ese caso, ellos no podrán conservar sus fortunas».
Hay otras figuras, menos estrechamente ligadas a Putin, que en opinión de Kasparov probablemente decidirán el futuro del país. «Hay facciones que todavía no han roto todos los puentes con el mundo exterior. Algunas están encadenadas al barco que se hunde, pero en su mayoría creen que pueden hacerlo mejor, sobre todo en el caso de aquellos individuos que se han acostumbrado a disfrutar de su dinero, de sus mansiones, de que sus hijos estudien en el extranjero, de sus lujosos apartamentos en Londres o Miami. Toleran a Putin mientras sigan percibiéndolo como un líder invencible. Pero Putin no puede permitirse el menor error, porque puede ser el último».
EL ALTO PRECIO DE LOS ERRORES
Kasparov se muestra muy expresivo al hablar de los errores. Los detesta. Ante el tablero de ajedrez, en su momento álgido, «me producían dolores físicos». Y ese dolor, ese instinto que lo llevaba a responsabilizarse él de la derrota en lugar de reconocer la valía del oponente, es lo que -en su opinión- le permitió jugar al más alto nivel durante tanto tiempo. También tuvo que pagar un precio muy alto por el ajedrez. Según declaró a David Remnick, editor de la revista The New Yorker, en 2007: «Cuando tienes que luchar todos los días desde que eres pequeño, tu alma puede verse tocada. Yo perdí mi niñez. Nunca llegué a disfrutarla de verdad. Hoy tengo que andarme con cuidado para no ser cruel con los demás».
«En el ajedrez dice el ex campeón mundial tenemos unas normas claras y se dan unos resultados predecibles. En la política rusa sucede todo lo contrario».
Después de la entrevista, me pregunto por su utilización del adjetivo ‘cruel’. Le envío un correo electrónico para preguntarle por su significado preciso en este contexto, y la respuesta no se hace esperar. «Estaba refiriéndome a mi tendencia a ser un juez muy duro de las personas y a considerar que todas están obligadas a dar lo mejor de sí en cada momento. Pero creo que, con el paso del tiempo, me he humanizado un poco gracias a mi mujer, Dasha, y nuestra hija, Aida, que nació en 2006. Fue el mejor regalo».
Su hija mayor, nacida durante el primero de sus tres matrimonios, reside cerca de él en Nueva York, donde acaba de licenciarse en Ciencias Políticas. Su hijo mayor, Vadim, nacido durante el segundo matrimonio, tiene 19 años, es levantador de pesas y vive en Moscú con su abuela, Klara, la madre tan querida por Kasparov (su padre murió de leucemia a los 39 años). Con Dasha, su tercera mujer, el ajedrecista ha tenido, además de a Aida, un niño, Nickolas, recién nacido.
Kasparov se las ha arreglado para imponer cierto orden en tan compleja situación familiar. «Nuestra vida familiar no siempre resulta fácil, pero es fundamental mantener el contacto con todos los hijos, de forma que celebramos reuniones familiares dos o tres veces al año» , explica.
Ajedrez y política. Un nuevo Cara a cara
Kasparov conserva su condición de icónica figura del ajedrez. «Me mantengo en bastante buena forma». Sigue disputando partidas de exhibición hasta contra veinte oponentes a la vez. Y no ha perdido una sola desde 2001. En abril de este año pulverizó al gran maestro inglés Nigel Short en San Luis. En 2009 volvió a enfrentarse a Anatoly Karpov en Valencia, y el resultado fue otra paliza para Karpov. «Karpov ha hecho las paces con el régimen», dice Kasparov. Y de qué modo. Karpov es diputado parlamentario por el partido de Putin y el año pasado abrió una escuela de ajedrez… en Crimea, nada menos.
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