Más de 1300 niños han nacido en Brasil con microcefalia. Las madres se organizan para conseguir ayuda económica y apoyo emocional. El zika puede que no afecte a los atletas que competirán en los Juegos en Río se celebran en una estación de bajo riesgo pero ya ha dejado un rastro indeleble. Por Inmaculada Zubiauri

El hijo de Germana Soares nació en Nochevieja. Al medir su cabeza, el perímetro cefálico -como prefieren los médicos-, la cifra confirmó el temor de su madre: 32 centímetros, 1 centímetro por debajo de lo que es considerado normal. Es decir, microcefalia.

Con tres meses de embarazo, Germana, de 24 años, contrajo el virus del Zika «sufrí picores horribles durante tres días; me rascaba con un cuchillo hasta sangrar», rememora , el mismo mal que ha desatado una alerta mundial sanitaria y que ha llevado a deportistas como Pau Gasol a cuestionarse acudir a la próxima cita olímpica, en agosto en Río de Janeiro.

Germana vive en Pernambuco, el estado del nordeste brasileño donde se detectó el primer caso de la enfermedad y donde se ha registrado hasta hoy el mayor número de casos de microcefalia relacionados con el zika. Con 339 niños confirmados -cerca de 1300 en todo Brasil, a la espera de otros casi 700 bajo investigación-, Pernambuco lidera el trágico ranking de bebés que, como Guilherme, nacieron con esta malformación. La región nordeste, de las más pobres del país, es también donde, junto con Río de Janeiro, se concentra la mayor parte de los casos probables de haber contraído el virus: más de 91.000 en todo Brasil.

«Nadie sabe qué ocurrirá con estos bebés. «Solo podemos estimularlos. Y motivar a los padres. Sentimos que el amor por sus hijos es cada día mayor»

Pese a esta elevada cifra, las autoridades sanitarias de Brasilia aseguran que el riesgo de contraer zika durante los Juegos Olímpicos, cuando se espera la llegada de más de medio millón de visitantes, es extremadamente bajo. Tanto que el Ministerio de Sanidad vaticina que solo una persona de toda esta avalancha acabará infectada, ya que la época más calurosa ha quedado atrás. En agosto, según diversos estudios, las posibilidades de ser picado por el Aedes aegypti el mosquito que transmite la dolencia son de un 3,5 por ciento, frente al 99,9 por ciento durante el carnaval, en la época veraniega de Brasil. El propio ministro de Sanidad, Ricardo Barros, asegura que los casos sospechosos de zika se han reducido en un 90 por ciento en el estado de Río de Janeiro a medida que el sofocante calor del estío carioca ha ido quedando atrás.

Los turistas y atletas, por lo tanto, según las autoridades locales, pueden estar tranquilos. Y lo cierto es que, a juzgar por la localización de los pacientes, en su mayoría residentes en zonas con deficiente o nulo saneamiento público y pertenecientes a las clases más bajas del espectro social brasileño, puede que tengan razón. Así ocurre, por ejemplo, con las madres pernambucanas que, como Germana Soares, han traído al mundo bebés con microcefalia en el último año; madres que, de modo general, no pueden afrontar los gastos que supone la atención especial que requieren sus bebés.

Son mujeres como Jaqueline da Silva, de 25 años, abandonada por su marido tras dar a luz a un hijo con microcefalia. Aun así, no desiste; se pega cada día el gran madrugón y coge hasta tres autobuses para llegar temprano desde su pueblo al hospital de Recife donde espera horas hasta que atienden a su bebé.

Germana Soares es otra de esas mujeres a quienes la vida se les ha puesto cuesta arriba por culpa de un mosquito. En su caso, la madre del pequeño Guilherme, ante la situación de indefensión generalizada, decidió dar un paso más allá y fundar la Unión de las Madres de Ángeles (UMA), como ellas han decidido llamar a sus hijos. En unos pocos meses, la asociación ha reunido ya a más de 130 familias y ha logrado, entre otras conquistas, transporte público gratuito desde todos los rincones del estado hasta Recife (capital de Pernambuco) para acudir a las consultas médicas.

En un país donde la sanidad pública no es, precisamente, motivo de orgullo nacional, muchas de las madres acuden a instituciones como la Fundación Altino Ventura (FAV), un centro multidisciplinar para niños con microcefalia desbordado en los últimos meses. De forma gratuita, la FAV facilita tratamientos de rehabilitación y de estimulación temprana a 113 bebés, una cifra impensable hace un año, mientras hace lo posible por los otros 122 bebés que aguardan turno en su lista de espera.

Padres como Jaiane y Daniel, de 20 y 17 años, habitantes de una remota aldea indígena de la tribu de los xukurus, han encontrado en la FAV cierta ayuda para cuidar de Nathally, nacida en octubre con microcefalia. «Mi hija ya responde mejor a los sonidos cuenta Jaiane, que a su vez recibe terapia para madres en el centro . Son buenas noticias».
Pese a las buenas noticias, nadie sabe bien qué sucederá con cada uno de estos bebés con microcefalia. «En estos momentos admite Kátia Guimarães, directora médica de la FAV solo podemos estimularlos en la medida de lo posible. Las familias deben estar motivadas y, de hecho, sentimos que el amor de estos padres por sus hijos es cada vez mayor». El trabajo de la FAV, por cierto, está sirviendo de ejemplo a la mismísima Unicef para diseñar un plan global para bebés con microcefalia.

 Te puede interesar

Donde los niños hacen… ¿milagros?

Las 10 principales enfermedades que nos contagian los animales

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos