El discreto encanto de Marta Ortega

Está destinada a ser la mujer más rica del planeta. Desde niña la han preparado para llevar el timón de Inditex, el negocio familiar. Empezó desde abajo, como dependienta, y ahora dirige Zara Woman, la marca principal del grupo. Por Carlos Manuel Sánchez

Marta Ortega Pérez es una madre divorciada que concilia vida laboral y familiar, que aún vive con sus padres como tantos milennials, que desayuna con su hijo de tres años y que coge su coche cada día para fichar en el polígono donde trabaja. Hoy está en plena metamorfosis: de altiva amazona a directiva multitarea. La heredera de Zara, la Zariña, ha eclosionado.

Si es reservada, no es por la introversión rayana en fobia social de su padre, es por respeto a la cultura de discreción que impuso Amancio. No hay ni una sola frase salida de su boca que entrecomillar, con excepción de algún que otro comentario en Instagram, como el thanks xxx (las equis se usan para enviar besos en las redes sociales) que le dedicó al fotógrafo Mario Sorrenti cuando publicó en su cuenta el retrato que le hizo en una playa de Barbados, donde ella coordinaba una sesión para la última colección de Zara.

Marta Ortega durante un concurso de hípica

Así que los periodistas se convierten en semióticos que interpretan las señales. La más reciente es el cuidadísimo flashmob que organizó en el 80.º cumpleaños de su padre, filtrado a la prensa. Padre e hija abrazados en un pasillo humano formado por empleados de Inditex; Amancio, sorprendido y sin poder contener las lágrimas, caminando con dificultades; Marta, sin maquillaje y con el pelo recogido; vaqueros, camiseta y un guardapolvo que recuerda a los comienzos de la empresa, allá por los setenta. Una escenificación ritual de la despedida y del relevo.

Porque Amancio Ortega no quería una versión gallega de Paris Hilton; quería una capitana para su barco. Marta está destinada a ser la mujer más rica del planeta, pero eso es algo que se da por descontado. Lo que importa es que, llegado el momento, mantenga el barco a flote. Para eso la prepararon. Para llevar el timón del negocio familiar -una familia con 152.000 personas en plantilla- cuando falte el fundador.

Separar los números del alma

Se confunden los que interpretaron que Amancio Ortega, al jubilarse, viendo que su hija andaba distraída con la hípica y sus novios, se lo pensó mejor y por eso puso de presidente a un ejecutivo de éxito como Pablo Isla. Lo único que hizo fue separar la gestión empresarial de la espiritual; los números del alma. Que los MBA hagan sus cuentas, que ellos decidan dónde abrir la próxima tienda, qué sueldos pagar y qué dividendos repartir… Pero hay cosas que no se enseñan en una escuela de negocios, cosas que solo se aprenden a pie de mostrador. Y Amancio Ortega, que siempre desconfió de la Bolsa porque las únicas cuentas que le salen son las del tendero que hace caja al final del día, sabe que en un mundo global donde las grandes empresas se copian unas a otras las estrategias comerciales, financieras y fiscales lo que sostiene a Zara es la clientela. Alguien tiene que descifrar sus gustos. Y nada más impredecible que una mujer delante de un espejo, el eterno femenino que ni los poetas renacentistas lograron atrapar. Y esa es la misión de Marta.

No tiene despacho propio y comparte mesa de trabajo con su equipo. come el ménú de 15 céntimos de los empleados, pero no es una más. Su misión: mantener el barco a flote

Por ahora, Marta dirige Zara Woman en el polígono de Arteixo (La Coruña), donde tiene su sede el Grupo Inditex. Una torre de Babel donde los diseñadores deciden a toda pastilla cómo se vestirá el mundo. Siete de cada diez euros de los 20.000 millones que factura Inditex los aporta Zara, frente a las otras marcas del grupo (Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Pull and; Bear, Oysho, Zara Home y Uterqüe). El público femenino es el sustento. La premisa es que ellas se visten y ellas visten a los hombres. Y el 70 por ciento de la plantilla está formada por mujeres.

Marta escucha, ve y decide

En Arteixo, Marta trabaja ocho horas diarias, no tiene despacho propio, comparte mesa de trabajo con su equipo y come el menú de 15 céntimos de los empleados. Es una más, aunque no lo sea… Organiza las campañas, supervisa los diseños y su comercialización. El ritmo es vertiginoso. Las prendas se fotografían para los catálogos casi al mismo tiempo que salen a la venta. Escucha, ve y decide. No es casualidad que Marta empezase desde abajo, como dependienta. Es la célula básica del imperio Inditex.

Para descifrar a Marta hay que fijarse en su madre, a la que se parece bastante. Flora era dependienta de Zara cuando conoció a Ortega

Una dependienta es un radar que por 800 euros al mes recopila información preciosa. Los cazatendencias que viajan por el mundo y van a los desfiles, que escudriñan las redes sociales y espían a las it-girls pueden apostar y equivocarse. Pero una dependienta sabe lo que sienta bien y lo que queda como un tiro porque lo ve con sus propios ojos. Por eso Amancio Ortega siempre se rodeó de dependientas, incluso en puestos directivos. Su legendario sexto sentido no es más que la humildad de hacerle caso a las que saben… Flora Pérez, su segunda mujer, la madre de Marta, que está en el consejo de administración, fue dependienta.

Marta Ortega con su madre Flora Pérez

Para descifrar a Marta hay que fijarse en su madre, a la que se parece bastante. Marta es fruto del amor; de un amor, además, secreto. Amancio, casado durante veinte años con Rosalía Mera, con la que tiene dos hijos, Sandra y Marcos (este con una discapacidad congénita), es un hombre tímido que solo tiene ojos para su empresa. Empieza a tontear con una empleada del departamento de corte de La Coruña, a la que asciende a encargada de la tienda de Zara en Vigo. Amancio va y viene a Vigo, incluso empuña la escoba para barrer y así adelantar el mejor momento del día para tantas dependientas: el de echar la persiana, arreglarse el maquillaje o echar un pitillo mientras esperan al novio. El novio de Flora es el jefe y tiene 18 años más que ella. El 10 de enero de 1984 viene al mundo Marta. Rosalía descubre el pastel cuando nace el bebé. Se divorcian en 1986. Amancio y Flora se casan por lo civil en 2001.

Marta tuvo una institutriz británica, Brigitte, que le enseñó a llevar la barbilla bien alta y le inculcó el amor a los caballos. Su padre le construyó un club de hípica y así sabía siempre dónde estaba la niña y con quién se juntaba. Estudiante aplicada, pero no de sobresalientes, fue a un internado en Suiza, cursó Empresariales en la Universidad de La Coruña y en Londres. A los 18 años fue presentada en sociedad. Iba con muletas después de caerse de su yegua.

Hasta entonces, su educación no era muy diferente de la de cualquier otro vástago de la burguesía coruñesa. A los 23 años se incorpora a Inditex y comienza lo que se conoce en la jerga de los negocios como fast track (‘vía rápida’), una inmersión en la cultura de la empresa para conocer cómo funcionan todos sus departamentos. Marta nunca estuvo tan cerca de sí misma como cuando fue dependienta de una tienda de Bershka en Londres. Allí, doblando ropa, comenzó a barruntar cuál era su destino. Limpiando el escaparate de Oxford Street, vislumbró que ser la heredera del imperio Inditex -7000 tiendas en 88 países- no significaba dedicarse en exclusiva a disfrutar de la fortuna de su padre.

Salta de Londres a París, de Barcelona a Shanghái… Repone estantes, recibe el camión de la mercancía; va asumiendo responsabilidades. Departe con analistas de ventas, cose a preguntas a las modistas… Mientras tanto, hace su vida. Si Amancio apenas viaja, Marta no para quieta. Su círculo está ligado a la hípica, desde Athina Onassis a Carlota Casiraghi. Se codea con jinetes y se casa con un campeón, Sergio Álvarez, hijo de un magnate de las tragaperras. El divorcio, en 2015, fue civilizado, sin platos rotos, casi simultáneo a la operación de miopía de Marta, que de un plumazo dijo adiós a las lentillas y a su primer marido.

Marta y su hijo, Amancio,  viven en el ático del edificio que el abuelo Ortega, que reside escaleras abajo, fue comprando, planta por planta, en el puerto de La Coruña. Marta se deja fotografiar abrazada a su nueva pareja, Carlos Torretta, hijo del diseñador Roberto Torretta. No se habla con Sandra, su hermanastra y también heredera, aunque desvinculada profesionalmente de Inditex, pero se da por hecho que no habrá turbulencias en la sucesión, a diferencia de otros emporios familiares. A Marta se la ve relajada y segura de sí misma. Ha llegado su hora.

Los amores de Marta

Mi perro. Los caballos son su gran pasión su padre le construyó su propio club de hípica y ella es una experimentada amazona, pero a Marta también le gustan los perros, como el pequeño Pepe, una de sus debilidades.

 

Mi exmarido. Compartían la pasión por los caballos, pero tras casarse en 2012 apenas pasaron tres años juntos. Separados en buenos términos, Marta vive ahora con el hijo de ambos, el pequeño Amancio.

 

Mi madre. Flora Pérez comenzó en Inditex como dependienta. Amante de Amancio durante años es 18 menor que él, se casaron en 2001. Hoy está en el consejo de administración y es vicepresidenta de la Fundación Amancio Ortega.

 

Mi padre. Amancio Ortega no quería una hija que fuera una versión gallega de Paris Hilton. Por eso, comenzó a prepararla desde que era una niña para cederle el testigo de su imperio textil.

 

Mi ‘amigo’ Año y medio después de su separación, Marta se presentó en público con Carlos Torretta, hijo del diseñador Roberto Torretta. Antes de eso, la prensa del corazón la ‘unió’ a un coruñés que resultó ser un compañero de trabajo y amigo suyo de toda la vida.

 

Las otras herederas

Marie Besnier Beauvalot (35) Patrimonio. 2500 millones de dólares
¡Esta chica es la leche! Es la hija del CEO de Lactalis, empresa gala que fundó en 1933 el patriarca de la familia. Comercializa el queso Président y cientos de productos lácteos. Es la mayor empresa europea del sector. Está casada y, junto a sus dos hermanos, controla también la italiana Parmalat.

Yang Huiyan (35) Patrimonio. 5000 millones de dólares
La más rica de China Es hija del fundador de la inmobiliaria Country Garden Holdings. Su padre la llevaba a reuniones desde que iba al instituto. Se graduó en la Universidad de Ohio y trabajó a tiempo parcial durante su estancia en EE.UU. para pagarse la matrícula. Conoció a su marido en una cita a ciegas.

Tatiana Casiraghi (32) Patrimonio. 2200 millones de dólares
La princesa de la cerveza Casada con Andrea Casiraghi, el hijo de Carolina de Mónaco, es la heredera del emporio que levantó su abuelo el colombiano Julio Mario Santo Domingo a partir de la cervecera Bavaria. Nació en Nueva York y nunca ha vivido en Colombia. Tiene dos hijos. Se dedica al mecenazgo.

Charlotte Söderström (39) Patrimonio. 2800 millones de dólares
La ‘hijísima’ de Hand;M Es la nieta de Erling Persson, fundador de la multinacional sueca. Su padre, Stefan, es la persona más rica del país. Charlotte está en el consejo de la compañía, pero es su hermano Karl-Johan quien la dirige. Está casada y tiene tres hijos. Dedica su tiempo a la cría de caballos y a la filantropía.

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