Sin salida: Papia tiene 18 años y llegó a Kandapara tras pasar por la cárcel. Sus padres murieron cuando era una niña y se casó muy joven. Ella y su marido empezaron a consumir heroína y fueron detenidos por ello. Allí conoció a una mujer que la llevó al burdel. Papia dice que la cárcel es el mejor lugar en el que ha estado nunca, el único donde nadie la golpeaba cada día.
Nacida para el burdel: Para trabajar en el burdel legalmente deben tener 18 años, pero la mayoría son menores de esa edad. Algunas como Bethe, de 8 años, nacieron ahí. Su madre, prostituta, dice que Bethe todavía no se acuesta con clientes, que aún va a la escuela. Dice su madre, como ejemplo de 'su buena intención', que no la pondrá a trabajar hasta que tenga 14 años.
El mal menor: Kandapara existe desde hace 200 años. En 2014 fue demolido, pero varias ONG y la Asociación de Mujeres Abogadas de Bangladés recurrieron hasta lograr que se volviese a abrir el burdel. Las mujeres que trabajan allí se habían quedado a la intemperie y prostituirse en la calle era aún más peligroso.
El 'novio': Sumaiya, de 17 años, con Titu, de 23, cliente habitual al que ella llama 'novio', como hacen muchas otras chicas. Titu es de Dhaka y la visita una vez al mes. Suelen pelearse porque él quiere casarse con ella, y Sumaiya no se fía. Ella teme que tras la boda él le quite todo el dinero que tiene ahorrado. Pero tampoco quiere que se vaya. Es más, no quiere que mantenga relaciones con otras prostitutas.
Bebés sin futuro: Son gemelos de apenas una semana, hijos de Jhinik, una trabajadora sexual de 20 años. En Bangladés, la prostitución es legal en locales regulados, pero el aborto es ilegal. Esos niños suelen crecer dentro del burdel y o acaban trabajando como 'chulos' o se prostituyen ellos mismos.
El debut: Asma, de 14 años, con un cliente. Nació en Kandapara y acaba de empezar a ejercer. Cuenta que antes solo bailaba para los clientes. Muchas de las chicas llegan huyendo de sus maridos, con las que las casan con 10 o 12 años. En el burdel tampoco pueden hacer nada sin la autorización de la madame
Llanto amargo: Dipa, de 26 años, llora al saber que está embarazada de un cliente. Cuando llegan, las chicas contraen una deuda, según las madames que dirigen el burdel. Esa deuda tardan en saldarla entre 2 y 5 años. Los embarazos se penalizan porque durante un tiempo trabajan menos. Cuando pagan la deuda, pueden ejercer como prostitutas independientes.
Bangladés es uno de los pocos países musulmanes donde la prostitución es legal. El burdel de Kandapara en Tangail es el más antiguo y el segundo mayor del país. Trabajan y viven en él más de 700 mujeres. Muchas nacieron ahí. Otras fueron vendidas por sus familiares o huyeron de un matrimonio forzoso. Nos adentramos en el horror. Fotos: Sandra Hoyn
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