Una mini-Inglaterra en plena Costa Blanca alicantina. El municipio de Orihuela se ha convertido en el mayor refugio de británicos en Europa: más de 15.000; la mayoría, jubilados. Su futuro depende de cómo se resuelvan las negociaciones del ‘brexit‘. Ellos quieren quedarse… y no solo por el sol y la playa. Por Carlos Manuel Sánchez / Fotos: Jonás Bel

• Los europeístas no se rinden

Los negociadores del ‘brexit’ deberían darse una vuelta por Orihuela Costa, un paraje de Alicante de lo más peculiar, pues es el lugar de Europa donde, proporcionalmente, residen más británicos fuera del Reino Unido. Casi la mitad de la población.

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Las discusiones acaban de empezar y, de momento, ni los políticos ingleses ni los europeos tienen idea de si será un divorcio a cara de perro o una ruptura civilizada. Lo único que parece claro es que habrá víctimas colaterales. Y los primeros damnificados serán los expatriados de uno y otro bando. Por un lado, los tres millones de europeos que residen en el Reino Unido (130.000 españoles); por el otro, el millón largo de británicos que viven en la UE (300.000 en España). Ambos colectivos se han convertido en los rehenes de la negociación. Y, como tales, también en moneda de cambio. Por eso es tan interesante sondear lo que sucede en Orihuela Costa. La suerte de los 15.000 súbditos de Su Graciosa Majestad -la mayoría, jubilados- está ligada a la de los europeos que viven y trabajan en Londres o Mánchester. Es un canje.

El refranero inglés

Orihuela Costa es una amalgama de urbanizaciones -La Zenia, Cabo Roig, Playa Flamenca, Punta Prima, Dehesa de Campoamor, Villamartín…- en el municipio de Orihuela, aunque su idiosincrasia no encaje mucho con la de la cuna del poeta Miguel Hernández. Esto no es la huerta. Son lomas y descampados que se empezaron a urbanizar hace 30 años, engañosamente cerca de la línea de playa, pues la Nacional 332 -un tramo con alta siniestralidad- y la autopista Cartagena-Alicante parten la zona. Así, para bañarse en el mar lo más práctico suele ser coger el coche, algo a lo que muchos residentes ingleses son remisos, intimidados ante la idea de conducir por la derecha.

Muchos eran partidarios del ‘brexit’, pero sospechaban que iban a ser los paganos de la ruptura y optaron por no votar. Ahora tienen miedo

No es la única diferencia con los usos y costumbres de los ‘nativos’. «Donde fueres, haz lo que vieres» es un clásico del refranero español, pero no es un proverbio inglés. Donde van, hacen lo que hacen en su casa. Orihuela Costa, de hecho, es una pequeña Inglaterra, con sus pubs, sus periódicos, sus abogados y agentes inmobiliarios, sus supermercados con judías de bote, su ternera galesa y su té negro; y no les faltan ni sus locales de apuestas ni sus charity shops, tiendas de segunda mano con las que se financia a las organizaciones de voluntarios.

Algunos llevan más de una década aquí y solo saben decir ‘hola’, ‘adiós’ y ‘gracias’ en español. Ajenos a la cultura local, se apañan con lo básico, como ya hicieran en la India cuando tenían un imperio. La diferencia más notable con la lluviosa patria son los 300 días de sol al año que disfrutan, y que vienen fenomenal para la artrosis. Pero si alguien deja caer la palabra ‘gueto’, se les tuerce el gesto.

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En la zona hay unas 50.000 viviendas. La burbuja inmobiliaria se infló aquí a base de planes urbanísticos que se fueron superponiendo a la buena de Dios, y el resultado es un laberinto donde los navegadores se pasan el trayecto recalculando. El ‘ladrillazo’ pegó duro, aunque se vuelven a ver grúas y vallas con anuncios de apartamentos en venta por doquier.

Con el ‘brexit’ en las narices

En verano, el lugar se parece a otras localidades costeras. El aeropuerto de Alicante está a tres cuartos de hora. Vuelos baratos cargados de humanidad sedienta y tatuada. La media de edad baja con los turistas. Y se ven prostitutas en las rotondas y cunetas en plena siesta. Pero Orihuela Costa no creció a lo alto, como Benidorm. No se ven edificaciones de más de tres pisos. La mayoría son bungalós y adosados. Hay pocos chalés. Es clase media de la Inglaterra de ‘provincias’ y se lo pueden permitir porque es barato: 50.000 euros un apartamento, 100.000 una casa con jardín, 150.000 con piscina… Y, a rebufo de los jubilados, han llegado jóvenes ‘curritos’ para trabajar en el sector servicios.

La incertidumbre es total. Paradojas de la vida, muchos son partidarios del brexit. Lo de recuperar la soberanía y el control de las fronteras lo tienen muy interiorizado, aunque aquí se hayan acostumbrado a unos trámites aduaneros más que relajados. Pero se barruntaba que podrían convertirse en los ‘paganos’ de la ruptura; así que la mayoría, divididos entre lo que les dictaba el corazón y lo que les decía la cabeza, optaron por no votar. Y ahora se ven en el limbo. Y les ha entrado el miedo. ¿A qué le temen?

Para empezar, a que el brexit les afecte al bolsillo. Y vaya… la primera, en la frente. La libra ha caído más de un 20 por ciento desde el portazo a la UE. Y no se recupera. Y, como cobran sus pensiones en pounds, recuerdan con añoranza que hace poco más de un año cuando cambiaban 1000 se convertían en 1400 euros y hoy apenas rascan 1100.

Claro que la vida aún es barata comparada con Inglaterra. Sobre todo, alcohol y tabaco. Antes del brexit, sin embargo, la prestación daba para comer o cenar fuera tres veces por semana y hoy se tienen que apretar el cinturón. Algunos le dan al golf, pero muchos más juegan a los bolos. O se piden una pinta y les dura toda la tarde. Y encima ya se habla de que les van a congelar las pensiones, como a los que viven en países extracomunitarios [aquí se revalorizan cada año].

El ‘brexit’ ya les ha afectado al bolsillo: cobran sus pensiones en libras. Esta moneda ha caído más de un 20 por ciento

Otro miedo -pavor en este caso- es perder la cobertura sanitaria gratuita. Los acuerdos de reciprocidad entre países comunitarios garantizan su derecho a ser atendidos en hospitales españoles sin rascarse el bolsillo. El Reino Unido paga a España 285 millones por las molestias, y los ingleses están contentísimos con la atención que reciben, que consideran mejor incluso que la que de su país, donde la sanidad pública pasa horas bajas. Si se quedan sin la tarjeta sanitaria europea, la mayoría dice que hará las maletas y volverá al Reino Unido. El problema es que muchos vendieron al venir, así que la vivienda que compraron en España ya no es segunda residencia. Tendrán que venderla para poder regresar. Y si se produce una estampida, los precios se desplomarán.

Ingleses a la espera

Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) apuntan a que el éxodo puede haber comenzado. El año pasado abandonaron Alicante 24.000 británicos. Y lo que sucede en la Costa Blanca también preocupa en la Costa del Sol. El mercado inmobiliario está a la expectativa. Los ingleses, principales compradores, están a verlas venir, y el negocio se mantiene gracias a rusos y escandinavos. Así que hay mucho en juego en las negociaciones, que en teoría durarán dos años. De momento, todo son especulaciones. Un brexit duro significaría, a bote pronto, que para viajar al Reino Unido, y viceversa, habría que solicitar un visado. O, al menos, rellenar un formulario y pagar una tasa de entrada, como se hace hoy al volar a Estados Unidos.

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En cuanto a los permisos de residencia y trabajo, a los expatriados ingleses también les preocupa, aunque muchos ni se hayan molestado en empadronarse. A los europeos residentes en el Reino Unido, por el contrario, ya les están amargando la existencia con un papeleo kafkiano, que incluye un formulario de 85 páginas para solicitar la residencia permanente. Las autoridades británicas piden, entre otros requisitos, detallar el número de viajes realizados al extranjero, con fechas de salida y entrada, y demostrar que se ha trabajado de manera ininterrumpida los últimos cinco años. Además, están tumbando una de cada tres solicitudes. Por eso muchos rezan por un brexit blando, en el que los cambios sean más bien cosméticos. Pero si los trabajadores europeos en el Reino Unido quedan relegados a ciudadanos de segunda, la UE advierte que actuará en consecuencia. Un toma y daca que puede ser desastroso. Y que dolerá a todos, británicos y españoles, y no solo en Orihuela Costa.

Brian Cleverdon: funcionario

«A España no le interesa que nos vayamos»

actualidad, brexit. orihuela, xlsemanal «Lo que estamos viendo es una gran estupidez. Primero nos metieron en la UE y ahora nos sacan sin tener nada planeado… Yo vendí mi casa en el Reino Unido para comprar aquí, y a estas alturas ya no estoy para meterme otra vez en jaleos de compraventas. A España no le interesa que nos vayamos. La economía de esta zona depende de nosotros».

Sheila Rowell: ingeniera

«Nuestros países tienen demasiados intereses en común»

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Vine con mi marido hace 11 años de vacaciones y, cuando nos jubilamos, antes de la burbuja, compramos cuando más caro estaba. Aquí no hay suficientes servicios para todos, especialmente en verano. Ambulancias, Bomberos y Policía deben venir de otros municipios, y el Ayuntamiento no hace un reparto equitativo. Muchos ingleses no se empadronan y, claro, se nos tiene menos en cuenta. Hay inquietud. La gente no se cree que las negociaciones puedan acabar mal. Tenemos demasiados intereses en común. Trabajo como voluntaria. Ayudamos a gente de cualquier nacionalidad que ha sufrido un accidente o está enferma. El voluntariado es algo que llevamos dentro. Y aquí hace falta. No hay suficientes servicios sociales».

John Skilton: Agente inmobiliario

«Si me quedo sin cobertura sanitaria, vendo mi casa y me voy a Gibraltar»

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Llevo en Orihuela Costa 14 años. Antes viví en Rodesia [actual Zimbabue] cuando era colonia británica. Trabajé con viñedos en Sudáfrica. Se hace un vino excelente allí. Me encanta vivir en España, pero uno se hace mayor y ya tiene sus achaques. Si me quedo sin cobertura sanitaria, lo tengo clarísimo. Vendo mi casa y me voy… ¡a Gibraltar! Por qué no? Es un sitio pequeño, pero con sol. Los gobiernos de España e Inglaterra deben ser flexibles y llegar a acuerdos que no perjudiquen los derechos de las personas. Es algo que les interesa a ambos. Los ingleses dejamos aquí nuestro dinero y pagamos impuestos. También hay muchos españoles en el Reino Unido. Así que les conviene entenderse. Que piensen en la gente, que para eso les pagamos».

Rose Baker: enfermera

«Hay incertidumbre, pero, como el ‘brexit’ irá para largo, pensamos en el aquí y ahora»

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Aquí, sobre todo, se habla de la posibilidad de perder la sanidad gratuita. Muchos se irían. Lo demás son engorros -papeles para viajar, para pedir residencia…-, pero eso es básico. España tiene un gran nivel. Puedo comparar porque trabajé en el sistema de salud cuando era el orgullo de Inglaterra. Hay incertidumbre, pero, como las discusiones irán para largo, preferimos pensar en el aquí y ahora».

Jodie Laven: camarera

«Hablar español es una cuestión de respeto. Y los españoles te aprecian más»

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El brexit me preocupaba mucho, pero ha pasado ya tiempo y todo sigue igual. Todavía lo tengo en la cabeza, pero ya no le doy tantas vueltas. Llegué a Orihuela Costa hace dos años con mi pareja. No encontraba trabajo y mi suegro nos dijo que aquí se vivía muy bien. Trabajo de camarera en un pub inglés. Pero quiero integrarme. Aún no hablo español con fluidez, pero ya entiendo casi todo. Hablar el idioma es una cuestión de respeto. Y los españoles te aprecian más, creo. Lo valoran. Si las negociaciones acaban en desastre, me afectaría. Mi futuro y mis proyectos dependen de que haya un buen acuerdo. España no quiere que los ingleses nos vayamos. Yo me llevaría un gran disgusto si tengo que regresar, quiero echar raíces aquí».

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