Marcar la zona prohibida
Campo minado y precintado de unos 100.000 metros cuadrados en Prizen, Kosovo. Aquí se han encontrado numerosas bombas de racimo BL755, que lanzó la OTAN contra escondites serbios. Cada una de estas bombas se compone de decenas de bombetas que se dispersan. Muchas no llegan a explotar al tocar tierra y quedan sobre el terreno. Tras esa guerra, la OTAN anunció que dejaría de usarlas.
Kosovo: Pisadas que te hunden la vida
Este hombre, que posa con su hija de tres años, perdió su pierna cuando iba a buscar agua. La primera pierna prostética que le pusieron a Milev Hocdies, de 33 años, era tan precaria que le provocó una infección. Tuvo que ser operado de nuevo. En Kosovo en 1999, durante los 78 días de bombardeos de la OTAN, los aviones lanzaron 1392 bombas de racimo que contenían 295.000 submuniciones o bombetas.
Croacia: No vayas al bosque
Juran Maric, de 43 años, perdió la pierna en el bosque que hay a 15 kilómetros de su casa cuando recogía madera. Lo acompañaban tres vecinos. Solo sobrevivió él. A pesar de ello, sigue yendo al bosque. «Hay minas, pero buscar leña es mi trabajo». La madera es la principal fuente de calefacción de los pueblos.
Bosnia- Herzegovina: Un paseo trágico
Tiene 26 años y es profesora en una guardería de Sarajevo. Anita Vidovic perdió la pierna cuando caminaba con su familia por un sendero cerca de su casa. «Aquí apenas se habla de este drama». Desminar Bosnia costaría 50 millones de euros.
Kosovo: La guerra interminable
Acababa de anunciarse el fin de la guerra. Era junio de 1999 y Burim Perteshi, de 30 años, recién regresado de Albania, salió a dar una vuelta con los amigos. Tuvo mala suerte. Pisó una mina. El Gobierno le concede una pequeña ayuda para salir adelante: 60 euros al mes.
El sueño de volver a andar
Una buena pierna prostética cuesta entre 2000 y 6000 euros. Las que ofrece el sistema de salud público valen 500, pero son peores y muchas veces causan infecciones. La mayoría de los afectados no puede adquirir una de las caras, a menos que reciba una ayuda de las ONG que colaboran con los fabricantes, como ORS, que trabaja con el productor alemán Ottobock.
El rostro del asesino
Restos de una bomba de racimo. Desde 1996, en la antigua Yugoslavia, las minas antipersona y anticarro, las bombas de racimo y otros proyectiles no explosionados han matado a más de 1000 personas, incluidos 60 especialistas en desminado.
El cultivo del terror
Explosión controlada en Peje, Kosovo. En este campo de 42.500 metros cuadrados ya se han desactivado 34 minas. Algunas intervenciones se hacen con robots, pero la mayoría se detona manualmente. Otro problema adicional es que las bombas suelen estar en zonas fértiles, que ya nadie se atreve a cultivar. Los equipos de desminado han contabilizado 60 tipos de minas distintos y han hallado balas modificadas con uranio.
Europa no está a salvo del problema de las minas. En Croacia, Bosnia-Herzegovina, Kosovo y Serbia hay unas 150.000 sin explosionar. El conflicto de la antigua Yugoslavia terminó hace casi 20 años, pero las minas siguen ahí. ¿Por qué? Desactivar cada una de ellas cuesta 1000 euros. Texto y fotos: Rocco Rorandelli
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