Rusia intentó envenenarme…
El pasado 4 de marzo, el agente doble Serguéi Skripal y su hija fueron envenenados en Inglaterra. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué? ¿Cómo? El exespía ruso Borís Volodarsky tiene las respuestas… y son alucinantes. Por Andrew Billen
Estoy sentado en un Café de Viena con el exespía ruso Borís volodarsky: va a contarme cómo y por qué envenenaron a Serguéi Skripal y su hija el pasado mes de marzo. Su teoría es increíble. Pero Volodarsky sabe muy bien cómo hacen estas cosas los rusos. Entre otras razones, porque él mismo fue envenenado por un agente ruso en 2005. Lo suyo se trató de un aviso, dice; un mensaje del Kremlim para que dejara de escribir sobre los asesinatos organizados por Moscú. Han pasado 13 años desde entonces y sigue haciendo caso omiso de la advertencia. Su próximo libro se publicará este verano y lleva un título muy elocuente: Asesinos.
Boris Volodarsk fue envenenado en Viena en 2005
Borís Volodarsky tiene 62 años, lleva 40 casado y tiene un hijo. La familia llegó a Viena en 1989, tras la caída del Muro de Berlín, para empezar una nueva vida. Se metió en algunos negocios que no terminaron de salirle bien y durante los últimos 10 años se ha dedicado a escribir sobre el mundo que dejó a sus espaldas. Entre sus libros, La fábrica de venenos de la KGB: de Lenin a Litvinenko, publicado en 2009.
Volodarsky trabajó para el GRU, el departamento de inteligencia del ejército ruso, precisamente el mismo organismo para el trabajó Serguéi Skripal, el hombre que se debate ahora entre la vida y la muerte tras ser envenenado por un compuesto químico.
Para entender qué le ha pasado a Skripal, hay que retrotraerse a la década de los noventa. En esos años, su vida dio un vuelco. Lo trasladaron a Madrid como agregado militar y fue precisamente en España donde lo reclutó el MI6 británico como agente doble. Al parecer, Skripal se cambió de bando por dinero. Su doble juego duró hasta 2004. Ese año lo desenmascararon sus superiores rusos y lo condenaron a 13 años de trabajos forzados. Seis años después, lo indultaron y lo pusieron en libertad en Austria como parte de un intercambio con Estados Unidos a cambio de diez agentes rusos encubiertos detenidos por los americanos.
Putin durante una visita a la sede del GRU, Departamento Central e Inteligencia, en Moscú
Pregunto a Volodarsky si la suerte de Skripal ya estaba echada entonces. No, dice. Su envenenamiento ha sido la respuesta de los rusos a un hecho muy concreto, y la clave está en el tipo de veneno utilizado. un agente nervioso producido con tecnología, dinero y por científicos rusos en el Centro de Investigación y Estudios Científicos (CERS) de Siria, el lugar donde los rusos han desarrollado su arsenal químico en las últimas décadas. En diciembre, los israelíes bombardearon este centro tras recibir información de Washington y de Londres. Volodarsky cree que el envenenamiento de Skripal ha sido una respuesta directa a la destrucción del CERS.
-Pero ¿por qué a Skripal?
«Porque es el único exmiembro del GRU en Gran Bretaña. Porque estaba asesorando tanto al MI6 como a la CIA, porque estaba proporcionando pistas directas. Estamos hablando de un agente de primerísima categoría. En Gran Bretaña, hoy no hay un solo exagente del GRU. Skripal es el único, el último».
Besar la cruz
Volodarsky sospecha que la muerte del hijo de Skripal, Alexander, de 43 años, que ocurrió en Rusia en marzo del año pasado, pudo ser un aviso dirigido al padre. «Un episodio muy extraño. El hijo se marcha de vacaciones a San Petersburgo y de pronto muere. A mí me suena a advertencia. También encuentro muy raro que la inteligencia británica no hiciera nada después de eso. Y eso que Skripal hablaba por los codos. ¡Si se subía a un taxi y no tardaba dos minutos en contarle al taxista que había sido espía ruso!».
«Al parecer -continúa nuestro hombre-, Skripal llevaba la vida de una persona normal y corriente en Londres. Porque realmente los tipos como él no tienen nada que hacer. Matan el tiempo acercándose al pub por la mañana para empezar con una cervecita, luego le dan al vino, al whisky, al coñac… Todos se sienten seguros en Inglaterra, a pesar de los episodios vividos en la última década. Creen que se trata de otro mundo, y no es así».
El agente nervioso usado contra Skripal lo fabrican los rusos en un centro de Siria, según Volodarsky. Con ese compuesto habrían rociado la cruz que padre e hija besaron en la iglesia de Salisbury
Volodarsky también tiene su propia teoría sobre cómo administraron el agente nervioso a los Skripal. La clave, para él, está en la metódica planificación de los operativos especiales rusos: hay que saber de antemano a qué hora y en qué lugar va a encontrarse el objetivo. ¿Y qué lugar iba a ser ese? «Se sabía que Skripal iba a visitar la tumba de su hijo en Salisbury el 1 de marzo, por el primer aniversario del fallecimiento. A causa del mal tiempo, su hija no llegó hasta el 3 de marzo para estar a su lado. Lo normal es atenerse a la liturgia tradicional rusa. En consecuencia, conviene averiguar si en Salisbury hay una iglesia ortodoxa. Y sí que la hay, en un lugar llamado The Close».
– Está diciendo que a Skripal y a Yulia los envenenaron en esa iglesia? Por medio de un aerosol quizá?
«No. La tradición rusa establece que hay que besar la cruz. Y nada más fácil que poner algo (un agente nervioso) en la cruz. Ambos (el padre y la hija) tenían que besarla».
-Todo lo que dice lleva a pensar en una mala película de espías.
-«Por desgracia, muchas cosas que aparecen en el mal cine son la pura verdad».
Agente ‘durmiente’
Borís Volodarsky nació en 1955, hijo de un famoso director teatral y de una actriz de origen alemán. Creció en Minsk, la capital de Bielorrusia, pero por la profesión de su padre se desplazaban por toda la Unión Soviética. Tanto el padre como la madre eran comunistas convencidos, pero el hijo nunca llegó a ingresar en el partido. Eso le resultó muy útil cuando el GRU le asignó una misión encubierta en el extranjero.
Estudió secundaria en un colegio donde se preparaba a los alumnos para trabajar como diplomáticos y espías. Gracias a su facilidad para los idiomas, lo seleccionaron para un curso de cinco años dedicado a la formación de agentes rusos «durmientes». Su misión: residir en otros países y establecer contactos con gobernantes y poderosos. No pasó de vivir cortos periodos de prueba en el extranjero porque, en 1989, Mijaíl Gorbachov canceló el programa. Como otros trescientos colegas hipercualificados, Volodarsky se encontró en el paro.
Boris Volodarsk en el café Tirolerhof, junto a la Ópera de Viena. Él mismo fue envenenado aquí en 2005.
«Ya no éramos necesarios. Así que me fui de Rusia con mi familia. Nos metimos en mi Mercedes y viajamos por carretera hasta Viena. Así de fácil. Y perfectamente legal».
Trabajó con varias empresas rusas en labores de marketing, pero en 1998 la economía rusa se vino abajo… y otro tanto sucedió con sus negocios. Entonces adquirió la casa en el condado inglés de Surrey y comenzó a viajar a Londres en su nuevo papel de analista para agencias privadas de evaluación de riesgos. Aquello tampoco funcionó y se reinventó como académico: ingresó en la London School of Economics y escribió una tesis sobre los servicios secretos rusos en la Guerra Civil española.
-Durante todo este periodo, el GRU nunca trató de contactar con usted para ponerlo a trabajar de nuevo?
«No. Supongo que creerían que trabajaba para los servicios británicos o americanos. Cosa que, lo crea o no, nunca llegó a suceder… ¡y que hoy sigue dejándome asombrado, la verdad!».
Armas de ciencia ficción
En Moscú, por el contrario, no pasó inadvertida su nueva actividad como revelador de secretos del espionaje soviético. En abril de 2005, Volodarsky escribió un artículo para The Wall Street Journal titulado La fábrica de venenos del KGB, en el que subrayaba las vinculaciones entre el envenenamiento del candidato presidencial Víktor Yúshchenko en Ucrania en 2004 y los experimentos llevados a cabo en Kamera, la fábrica de armas químicas de Stalin. Un año después un hombre de negocios austriaco lo citó en el Café Tirolerhof, junto a la Ópera de Viena.
Cuando llegó a su casa, tres horas después, empezó a sufrir fuertes vómitos y diarrea. La temperatura de su cuerpo subía y bajaba enloquecida. Se desplomó en la cama. Al día siguiente, estaba seguro de que lo habían envenenado.
«Sabía quién era ese hombre. Y que trabajaba para Rusia. Lo que no sabía era que estaba dispuesto a envenenarme». Volodarsky considera que fue un mensaje: «Nunca más vuelvas a escribir en The Wall Street Journal».
-¿No teme por su vida?
«¿Que si tengo miedo a que me asesinen? No, creo que no. Una cosa es ser una figura pública y otra, realizar acciones específicas contra el Estado ruso. Puedes hablar, puedes explicar algunas cosas, analizar otras. Puedes salir en televisión. Mientras no pases de ahí, no hay problema».
En todo caso, después de lo sucedido a los Skripal, parece claro que el GRU siempre puede encontrar la forma de matarlo si quiere.
«Contra Berezovsky usaron un arma psicotrónica. Te permite hacer lo que quieras con una persona a una distancia de unos 500 metros. Puedes ordenarle: ‘Ve y ahórcate'».
Volodarsky lo tiene claro. Según él, hace cinco años, el GRU acabó con Borís Berezovsky, el multimillonario que ayudó a que Vladímir Putin llegara al poder, pero que luego se convirtió en su enemigo. Le digo que la cosa no está tan clara, que Berezovsky apareció ahorcado en su baño con el pestillo cerrado desde dentro. A un asesino le hubiera sido materialmente imposible correr el pestillo desde el exterior.
«Yo no lo veo así».
-¿No?
«No, porque tengo la impresión de que los rusos acabaron con Berezovsky por medio de un arma nueva, que todavía están desarrollando. Un arma increíblemente poderosa. Es lo que llaman un arma psicotrónica. Te permite hacer lo que quieras con una persona desde una distancia de 500 metros o así. Puedes ordenarle. ‘Ahora ve y ahórcate’. También puedes desactivar cualquiera de sus órganos vitales. Un arma formidable. Que también te sirve para hacer lo que quieras con un gran grupo de personas».
-Parece sacado de la ciencia ficción.
«Esa arma existe».
-¿En serio? ¿Pero cómo funciona?
-«Muy sencillo. Cada uno de los órganos de su cuerpo emite una onda en determinada frecuencia. El artilugio la registra, la lee y envía otra onda de vuelta».
Algunas personas -entre ellas, un par de políticos estadounidenses- creen en la existencia de armamento de esta clase; sin embargo, los científicos no se lo toman en serio. No me parece que Volodarsky sea un hombre propenso a las fantasías, pero me resulta difícil comprar su teoría. También es posible que, en este mundo tan engañoso, Volodarksy esté haciendo exactamente aquello de lo que acusa a los rusos. sembrar la confusión, difundir la desinformación, alimentar el miedo.
«Estamos sumidos en una nueva guerra fría», comento. Me contradice. «Se trata de la misma Guerra Fría de siempre. Nunca terminó».
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