Rastrearon el Guadalquivir tras el cadáver de Marta del Castillo, se sumergieron en aguas fecales en busca del niño Gabriel Cruz y extrajeron de un pozo el cuerpo sin vida de Diana Quer. Los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas (GEAS) realizan una labor que pasa muchas veces inadvertida.  Texto y fotos: Rafa Martos y Pablo Chacón

Bajo el agua, entre el fango a veces, los especialistas en actividades subacuáticas de la Guardia Civil buscan cadáveres, vehículos, armas; pistas y evidencias de investigaciones criminales.

En el último año han recuperado de un pozo el cuerpo de la joven Diana Quer, tras estar 16 meses desaparecida; y participaron, rastreando pozas y balsas y sumergiéndose entre los residuos de una depuradora, en busca del cadáver de Gabriel Cruz, el niño de ocho años cuyo asesinato conmovió en febrero a toda España.

Son casos que ejemplifican el lado amargo de la tarea de los 213 agentes que forman los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas (GEAS), una unidad de élite creada en 1981 que, sólo en 2017, rescató a cerca de 600 personas y recuperó más de 90 cadáveres.

«Recuperar el cuerpo de un niño es muy duro, sobre todo si tienes hijos. La recompensa es proporcionar consuelo a sus familiares», dice un agente

«Devolver el cuerpo de un ser querido a una familia es un sentimiento agridulce -admite el sargento Antonio García, al mando del grupo de GEAS de la provincia de Alicante-. Sientes satisfacción al ver descansar a la familia, pero a la vez tristeza». A su lado, el cabo Ángel Montero añade: «Recuperar el cuerpo de un niño, sobre todo si tienes hijos de esa edad es un momento muy duros. Aun así tienes la recompensa de proporcionar consuelo a los familiares. Como una madre que nos remitió una carta de agradecimiento por rescatar el cadáver de su hijo ahogado en una gruta».

geas policia submarina

Un equipo de GEAS de la Guardia Civil revisa el material antes de realizar una inmersión

Otras veces, sin embargo, ni siquiera es posible ese «final agridulce», como en el caso de Marta del Castillo. Los GEAS son parte del operativo que, desde la desaparición de esta adolescente sevillana en 2009, ha buscado, sin éxito, su cadáver en vertederos, pozos, zanjas, minas abandonadas, fincas y amplias zonas del Guadalquivir.

Mucha gente, por otro lado, les debe la vida, como el espeleobuceador Xisco Gràcia, rescatado en 2017 tras pasar sesenta horas atrapado en una cueva de Mallorca a cuarenta metros de profundidad. «En 2004 rescatamos a otro buceador en la misma isla y en 2014 a otro en similares circunstancias en Gerona», rememora el sargento García. Son casos que remiten al de los doce niños tailandeses atrapados en julio en una gruta en su país y liberados por buceadores como los hombres del sargento García.

Cuando van de misión, los ocho miembros de su equipo se organizan en equipos de cuatro: dos buceadores se sumergen y los otros dos permanecen vigilantes en superficie. «Aplicamos rigurosos criterios y procedimientos del buceo profesional -subraya el suboficial-. En ello reside parte de la eficacia y seguridad de nuestra actuación». Y este rigor, como en todo cuerpo de élite que se precie, comienza en la propia selección del personal, cuya condición ineludible es ser guardia civil.

Muchos aspirantes desisten por la dureza física y psicológica de las pruebas de selección: dos semanas que llevan al límite a los candidatos

Primero se evalúan la condición física y los conocimientos del medio subacuático de los aspirantes. Tras la primera criba, dos semanas de pruebas intensivas reducen de forma drástica la lista de aspirantes, que desisten por la dureza física y psicológica del procedimiento. «El autocontrol y la tranquilidad son imprescindibles mientras te mueves entre cieno y ramas buscando un cadáver», alega Jesús Garrido, agente con más de veinte años de servicio.

Los elegidos se entregan entonces a cinco meses de formación para bucear en mar, ríos, pantanos, embalses, pozos, cuevas, aguas profundas y zonas con visibilidad cero. «A veces es como sumergirte en un vaso de cola-cao. No te ves ni la mano y revisas la zona a tientas, cerciorándote de que no quede un palmo de terreno sin comprobar y sin perder contacto con el compañero», explica el cabo Ángel Montero.

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Miembros del GEAS de Alicante navegan hacia el pecio romano Bou Ferrer, frente a las costas de Villajoyosa, en Alicante. Entre sus tareas figura la protección del patrimonio arqueológico subacuático

Rescatar cadáveres y personas extraviadas es el lado más visible de su trabajo, pero los GEAS también realizan tareas relacionadas con la lucha antiterrorista, el combate al narcotráfico y de vigilancia fiscal, además de control de reservas marinas y espacios protegidos y de protección del patrimonio cultural e histórico sumergido.

En la alicantina Villajoyosa, por ejemplo, patrullan los restos del Bou Ferrer, nave romana con más de dos mil ánforas y piezas de gran valor arqueológico a veinticinco metros de profundidad. «Ya hemos sufrido tres expolios en el pecio -revela el cabo Montero-, nuestra presencia es vital para disuadir y controlar».

Los casos más sonados de los GEAS

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