Pocos días después del ataque contra el autobús en Yemen, la coordinadora general de la ONU para Asuntos Humanitarios, la norteamericana Lisa Grande, visitó el hospital donde estaban los supervivientes.

Los saudíes, primero, justificaron el ataque diciendo que sospechaban que transportaba rebeldes y no niños. A finales de septiembre reconocieron que se habían cometido «errores».

Lisa Grande es una interlocutora firme y correosa. Esta tejana lleva seis meses en Yemen. En público no habla sobre la guerra ni sobre cuestiones políticas. Para ella, lo importante en este conflicto es otra cosa: las personas que pasan hambre y las que enferman de cólera.

Lisa Grande deja caer cifras como una máquina registradora. Su balance hasta la fecha: han fallecido 10.000 personas; un niño menor de 5 años muere cada diez minutos; más de dos tercios de los 28 millones de yemeníes dependen de la ayuda humanitaria; 8,5 millones de personas no saben dónde conseguirán su siguiente comida. «A finales de año -dice Grande- podrían sumarse diez millones más».

La tejana, que trabaja para la ONU desde hace 25 años, ha estado destinada en otras ‘sucursales del infierno’, como Sudán del Sur. Pero nunca había visto algo igual. «Nos encontramos ante la mayor catástrofe humanitaria del siglo XXI». Una catástrofe provocada exclusivamente por el ser humano. El sufrimiento en Yemen no es consecuencia de inundaciones, terremotos o sequías. La hambruna y el cólera aquí son únicamente resultado de la guerra.

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