La fabricación de este polímero se dispara como protector contra el coronavirus. Este material va camino de convertirse en un bien de primera necesidad, por lo menos hasta que exista una vacuna para la COVID-19.Por Carlos Manuel Sánchez/Foto: Getty Images

Seis cosas sobre el metacrilato que quizá no sabías

Ya sabemos el material del que está hecha la ‘nueva normalidad’: es el metacrilato. Un plástico de ingeniería con el que se fabrican las mamparas que nos permiten ver y oír, pero no tocar… Una frontera transparente contra el coronavirus que nos está ayudando a recuperar el pulso de nuestras vidas y que permite la reapertura segura de fábricas y negocios. A su vez, la fabricación de metacrilato se ha convertido en un gran negocio.

Primero lo vimos en los hospitales, ofreciendo una protección al personal médico. Y ahora está por todas partes. Tiendas, restaurantes, oficinas, peluquerías, residencias, juzgados… Pronto lo veremos en muchas aulas, que se están adaptando para que los alumnos puedan volver a clase. Es un excelente aislante, aunque pertenece a una categoría con muy mala fama: la de los plásticos.

También se conoce como cristal sintético o vidrio orgánico, pero no tiene nada que ver con esos materiales, excepto su apariencia. El metacrilato es un polímero. Un montoncito de macromoléculas unidas entre sí que proceden de un hidrocarburo. Lo inventaron en 1933 químicos alemanes por casualidad, pues iban buscando una goma transparente. Otto Röhm y su socio se olvidaron de un frasco con un mejunje viscoso a base de metilo en la repisa de una ventana. Al día siguiente, el frasco había reventado. La acción del sol había desencadenado una reacción molecular que había endurecido aquella masa. Patentaron el metacrilato con dos marcas que siguen siendo los más conocidas: Plexiglás y Acrylite. Aunque el ‘genérico’ se llama PMMA.

Fue descubierto por casualidad, cuando sus inventores, químicos, se olvidaron un mejunje en la repisa de una ventana

Hoy la corporación Röhm es líder mundial en producción de metacrilato y ha duplicado sus ventas. «Si el motivo no fuera tan triste, estaríamos contentos», declaró Claus Müller, su presidente, a Forbes. En 2019 esta industria facturó más de 5.300 millones de euros, pero se esperan ventas de récord.

El lado negativo es el coste medioambiental. No solo es un plástico (por tanto, a base de petróleo) que se degrada muy lentamente, sino que, además, es uno de los más difíciles de reciclar. La contrapartida es que pesa muy poco, lo que permite que los coches y los aviones que lo incorporan reduzcan su consumo energético.

Foto apertura: Burgos es el mayor fabricante español y sirve a toda Europa.

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