En marzo Italia se convirtió en la puerta de entrada del coronavirus en Europa. Sin embargo, ahora sus datos son la envidia de Francia y España. Hasta Merkel habla de ellos con admiración. ¿Cómo lo consiguieron? ¿Qué medidas adoptaron? Te damos las claves de su éxito. Por Daniel Méndez/Foto: Cordon

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“A los amigos españoles y franceses, la máxima solidaridad y cercanía del pueblo italiano”, decía en Twitter esta misma semana Luigi Di Maio, ministro de Exteriores italiano. Y culminaba el mensaje con una oferta: “daremos el máximo apoyo, poniendo a disposición nuestro conocimiento y nuestras herramientas”. Un ofrecimiento que antes del verano hubiese sonado a fanfarronada y sin embargo hoy es un gesto generoso… y justificado.

Hace unos meses, el mundo miraba conmocionado los efectos de la crisis sanitaria en el país transalpino. Fue la puerta de entrada del coronavirus en Europa, y la dramática situación servía de anuncio para lo que podía esperar a los demás. Sin embargo, a día de hoy la situación se ha revertido. En los últimos 14 días, la tasa de incidencia acumulada en Italia ha sido de 33,5 casos por 100.000 habitantes; mientras que en España ha alcanzado los 300,5 casos por 100.000 habitantes. La cifra ha sido mucho mayor en localidades como Madrid. En Francia llegan a los 185,8 casos por 100.000 habitantes. Se notifican en Italia entre 1500 y 1900 nuevos casos diarios. En España superan los 10.000 y en Francia alcanzan picos de 16.000 nuevas infecciones.

Así las cosas, Angela Merkel, ‘miss Prudencia’, recomendaba una vez más a sus conciudadanos no salir de Alemania durante las vacaciones escolares de otoño (que en Alemania son las dos primeras semanas de octubre). En caso de querer ir a un país Europeo -decía la canciller- vayan a Italia. Y no se les ocurra pisar Francia o España. ¿Qué ha ocurrido en Italia para revertir la lúgubre tendencia de los meses previos al verano? Que han hecho las cosas bien, ni más ni menos. Y hoy se encuentran en posición de dar consejos: tienen una tasa de contagio 10 veces inferior a la española. He aquí algunas de las claves de su éxito.

Un año de estado de alarma

Era un secreto a voces: el gobierno de Giuseppe Conte solicitará la prórroga del estado de emergencia hasta el 31 de enero de 2021. La medida excepcional está vigente en Italia desde el 31 de enero de este año, y ya se había ampliado hasta el final de octubre. Todo parece indicar que, pese a las reticencias de algunos partidos, se ampliará una vez más. Esto permite al gobierno una rápida reacción, sin los retrasos que suponen los trámites burocráticos para tomar algunas decisiones. Así, por ejemplo, el pasado mes de agosto, cuando una serie de brotes ligados a discotecas hicieron saltar las alarmas, se decretó el cierre de locales de ocio nocturno y el uso obligatorio de mascarilla entre las seis de la tarde y las seis de la mañana en lugares con riesgo de aglomeraciones, léase bares, restaurantes y plazas.

¿Qué ha ocurrido en Italia para revertir la lúgubre tendencia de los meses previos al verano? Que han hecho las cosas bien, ni más ni menos

Aclaremos: sólo estaban abiertas las discotecas al aire libre. Los locales seguían cerrados. Y se sigue apostando por lo que allí llaman ‘smart working’, o teletrabajo.

Prudencia en la desescalada

Italia fue el primer país occidental que tomó medidas estrictas de confinamiento: lo hizo a escala nacional el 10 de marzo. Se limitó la movilidad y se decretó el cierre de negocios. Además, cuando llegó la hora de relajar las medidas -algo que hizo a partir del 4 de mayo- lo hizo de modo gradual y muy cauto. Se permitió la movilidad a nivel regional inicialmente. Y en los trenes se pusieron límites a la ocupación. Las fronteras se abrieron el 1 de julio, como en la mayoría de países europeos, pero se impuso una cuarentena de dos semanas para quienes vinieran de fuera del espacio Schengen. Mientras tanto España ha sido este verano líder en Europa en reservas hoteleras.

A mediados de septiembre, se puso en marcha un sistema experimental, junto con Alitalia y la entidad Aeropuertos de Roma, que sometía a una prueba rápida de COVID a todos los viajeros entre Roma y Milán. El pasado lunes, por ejemplo, un viajero se quedó en tierra en Linate (Milán). Era asintomático, pero dio positivo. El plan es ampliarlo a vuelos internacionales, como los que unen Milán y Roma con Nueva York. Y desde mediados de agosto se somete a un test rápido a todos los pasajeros que aterrizan, sean turistas o residentes.

Las escuelas no reabrieron hasta septiembre. En Francia abrieron sus puertas, con medidas preventivas, en mayo. Hay más ejemplos: desde mediados de septiembre, los estadios de fútbol pueden acoger a un máximo de 1000 espectadores. En España las gradas siguen vacías, pero en Francia, por ejemplo, pueden entrar hasta 5000 espectadores.

Ciudadanía concienciada

Los italianos han pasado miedo. Como todos, sí, pero un poco más. La crisis sanitaria golpeó allí antes y con más virulencia que en cualquier otro país europeo. La cifra de muertos supera los 35.000 y algunas imágenes, como los camiones militares trasladando féretros, quedaron grabadas en la retina de sus ciudadanos. La mascarilla se impuso allí pronto y la medida ha sido y es muy respetada entre la población. En abril de este año, cerca del 90 por ciento de la población declaraba llevar la mascarilla en lugares públicos, según la firma de análisis de datos YouGov. Por entonces, en España eran menos del 70 por ciento los que decían llevar la mascarilla puesta en la calle. En el Reino Unido no llegaban al 20 por ciento.

Coronavirus: así ha conseguido Italia contener la pandemia 3

Por si el ‘trauma colectivo’ no es suficiente, el estado ha impuesto una serie de sanciones para quien se salte la normativa. A finales de agosto, un hombre de 29 años recibió 400 euros de multa: se negaba a ponerse la mascarilla al tiempo que espetaba a la policía que el Covid no existe. Pero la gendarmería está comprobando el respeto a la normativa: el lunes 19 de septiembre, por ejemplo, la policía inspeccionó 4.939 negocios para comprobar que se estuvieran cumpliendo las normas. Y comprobó los datos de 50.602 personas. Hubo 227 ciudadanos sancionados y tres compañías obligadas a cerrar.

Tests, sí, pero efectivos

Un dato que llama la atención es el número de tests diarios que se realizan. Y no por que sean muchos, sino porque funcionan. En Italia se realizan en torno a mil tests diarios. En España se realizan más de 1.300 y en Francia superan los 1.500. ¿Por qué sin embargo allí están mejor? Porque las pruebas se realizan en lugares clave: aeropuertos y puertos, por ejemplo. También han puesto en marcha mecanismos para realizar el test sin necesidad de bajar del coche. Lo hicieron, por ejemplo, en Cerdeña en agosto, lugar donde se contagiaron Silvio Berlusconi y Flavio Briatore: los viajeros que llegaban en ferry al puerto de Civitavecchia se sometían a un test a través de la ventanilla.

Las pruebas se realizan en lugares clave: aeropuertos y puertos, por ejemplo. También han puesto en marcha mecanismos para realizar el test sin necesidad de bajar del coche

Más importante si cabe es el rastro de los casos y sus contactos. Allí aplican lo que se ha dado en llamar ‘network testing’. Supone un paso más que el mero rastreo: si una persona muestra síntomas, se realizan el test a todas las personas que se encuentran en su red de interacción, es decir amigos, familiares y vecinos y compañeros de trabajo. Hayan estado en contacto con esa persona o no. De este modo no se depende de la memoria o la buena fe del contagiado o sospechoso de contagio. Y consiguen detectar un mayor número de casos asintomáticos que de otra manera quedarían fuera de las estadísticas. Y por supuesto se procede a su aislamiento. Por último, pero no por ello menos importante: el personal sanitario. Se han contratado 20.000 nuevos médicos y enfermeros. Y se han duplicado las 5.400 camas de cuidados intensivos que tenían antes de la pandemia.

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