La envergadura de las calamidades de los últimos años ha hecho que hombres y mujeres de toda clase de unidades militares actúen donde las autoridades civiles se ven desbordadas: un baluarte para la defensa del país y su ciudadanía. Nuestro cartero, Lorenzo Silva, se ‘empotra’ entre ellos para contarnos desde dentro cómo afrontan las emergencias. Por Lorenzo Silva/Fotografías: Daniel Méndez
El ejército a nuestro servicio: quiénes son y cómo afrontan las emergencias que nos golpean
Lorenzo Silva nos cuenta quiénes son y cómo trabajan los oficiales de las Fuerzas Armadas que están resultando claves ante las emergencias que nos golpean: la lucha contra la pandemia…
«El paracaidista concibe la milicia como un servicio a los demás». La frase se lee sobre la entrada de uno de los edificios de la base de la Brigada Paracaidista ‘Almogávares’ (BRIPAC), en Paracuellos del Jarama. También se lee sobre otro, en grandes letras, el lema: «¡Desperta, ferro!», el grito de combate de aquellos guerreros de la Corona de Aragón que lucharon contra turcos y bizantinos y cuya tradición reivindica la unidad. Entre estas dos leyendas se sitúa la percepción que la sociedad tiene hoy de los militares en España. Para algunos, vienen a ser una institución anacrónica, construida en torno a valores del pasado y orientada a una labor, la guerra, evitable y odiosa. Para otros, cada vez más en los últimos años, son un ejemplo de servicio público, un baluarte para la defensa del país y su ciudadanía, no solo contra la amenaza tradicional de un enemigo armado, sino frente a cualquier otra que comprometa su presente o su futuro.
Este avión de transporte A400M del Ejército del Aire aterrizó en Torrejón de Ardoz el pasado 30 de marzo con 14 toneladas de material sanitario procedente de China.
De este cambio en la percepción de los uniformados por la población es en buena medida responsable la intervención de las Fuerzas Armadas frente a situaciones de emergencia. Si antes se tenía por circunscrita a la Unidad Militar de Emergencias (UME), la envergadura de las calamidades de los últimos años –desde la COVID-19 hasta la borrasca Filomena– ha llevado con cierta frecuencia a los españoles a encontrarse con hombres y mujeres de toda clase de unidades militares en situaciones excepcionales donde las autoridades civiles se ven superadas. Al principio, esta presencia chocaba y había quien veía con recelo –o algo más– a un paracaidista o un legionario por las calles. En poco tiempo, su actuación se ha normalizado y, aunque no falta quien sigue torciendo el gesto, lo que cuentan los militares es que en general se los ve llegar con alivio y alegría. Incluso el Govern de Quim Torra, que ya es decir, se avino a pedir alguna vez su ayuda.
La envergadura de las calamidades de los últimos años ha hecho que hombres y mujeres de toda clase de unidades militares actúen donde las autoridades civiles se ven desbordadas
Las razones de este cambio son evidentes: los militares son eficaces, se movilizan rápido, dan el callo y transmiten gracias a su disciplina, por la vía de los hechos y no solo de las palabras, su vocación de servir a los demás. Pero profundizamos con ellos en las claves de esa eficacia, que son también las de la mejora palpable en su consideración ciudadana.
La operación Balmis contra la COVID-19 ha sido el mayor despliegue militar español en misión de paz. Se ha movilizado a unos 190.000 efectivos en unas 20.000 intervenciones —desinfecciones más de la mitad— en 2300 municipios. Foto: Susana Girón/Unidad Militar de Emergencias.
Según el último estudio específico del CIS sobre defensa, de 2017, la valoración de las Fuerzas Armadas era buena o muy buena para el 65,1 por ciento de los encuestados, y mala o muy mala solo para el 8 por ciento. Y, en el estudio de noviembre de 2020 sobre el impacto del coronavirus, un 52 por ciento declaraba que la pandemia había mejorado su imagen de las Fuerzas Armadas, frente a un 8,6 por ciento que decía verlas peor.
No estaban preparados para desinfecciones ni rastrear contactos, pero tenían «la base, la organización y la disposición». Por eso fue posible asumir la tarea en tiempo récord
El teniente general Francisco Braco Carbó, comandante del Mando de Operaciones (MOPS), el mando conjunto que coordina a los tres ejércitos en toda clase de misiones, desde las que se realizan en el exterior hasta las operaciones Balmis y Baluarte para hacer frente a la COVID-19, apunta una primera idea: «Nos movemos antes de que surja la alarma. Nuestra misión es estar preparados como un instrumento del Estado, a disposición del Gobierno, para la defensa de los ciudadanos. La mejor defensa no es un buen ataque, esa noción es obsoleta, sino la disuasión: estar siempre en disposición de ser empleados. Y el espíritu de servicio. El militar lo es por vocación, ante todo, de servicio».
El teniente general Francisco Braco Carbó, comandante del Mando de Operaciones (MOPS). Este organismo, con sede en la Base de Retamares, en Pozuelo de Alarcón, coordina a los tres ejércitos en todas sus misiones. Ya sean en el exterior o en España
Ahora bien, reconoce, no estaban preparados para hacer desinfecciones ni para rastrear contactos. Lo que sí tenían es «la base, la organización y la disposición», y por eso fue posible asumir la tarea en tiempo récord. Las Fuerzas Armadas, explica, «disponen de ambulancias, aeronaves, barcos, camiones y todo tipo de medios, pero si esa potencia, prácticamente única, está enseguida operativa es porque los planes de emergencia prevén la labor de apoyo a las autoridades civiles y tenemos capacidad de reacción frente a lo que surja». Y hay otro aspecto que resulta crucial en estas crisis: «Nosotros operamos en todo el territorio nacional, para nosotros no hay fronteras, llevamos los medios allí donde haga falta». Con una idea siempre bien presente: «No le diremos a nadie nunca: ‘Apártate tú que ya me encargo yo’. Respondemos a las peticiones y nos integramos donde toca. Los rastreadores, por ejemplo, operan bajo las instrucciones y los sistemas de las Comunidades Autónomas que los reclaman».
Las misiones internacionales han engrasado la coordinación de los tres ejércitos. «Y han reforzado nuestra visión de que estamos para lo que se necesite»
Las autoridades civiles y la ciudadanía perciben tanto la adaptabilidad como el afán de servicio de los militares. La labor de rastreo es un buen ejemplo: de entrada, a muchos ciudadanos les puede chocar que los llame un militar y se identifique como tal, pero enseguida, refiere Braco, la mayoría advierte que en la manera en que se les dirige esa persona, a la que se le ha dado una formación específica, hay algo que es previo, ese espíritu de servicio que se nota y se valora. Esta situación, que tanto les ha exigido a los militares y al país, ha contribuido a mostrar a este la labor de aquellos, una labor continua pero callada y oculta, subraya el general, que el coronavirus ha hecho visible.
En la respuesta eficiente a lo que se les demandaba a los militares, el comandante del MOPS no oculta lo mucho que se les debe a las misiones internacionales que desde hace décadas llevan a cabo las Fuerzas Armadas españolas. Él mismo, como piloto, estuvo en una de las primeras, en Namibia, hace más de treinta años. Esas misiones, por su complejidad y sus riesgos, han obligado a la interoperabilidad de los tres ejércitos –razón de ser del propio MOPS– y con otros muchos y muy distintos ejércitos extranjeros. También les dan a nuestros militares, por las lecciones aprendidas, un bagaje y un know-how en diversos ámbitos de los que tal vez no es aún muy consciente la sociedad civil, pero que sí conocen y respetan sus aliados. La experiencia, sostiene Braco, «refuerza nuestra visión de que estamos para lo que estamos y se nos está utilizando». Desde marzo de 2020, frente a un enemigo invisible. Sin olvidarse, nos dicen, de estar siempre en disposición de afrontar –como los almogávares– a enemigos que sí puedan verse, en defensa de los ciudadanos.
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