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EL BLOC DEL CARTERO

Después

Lorenzo Silva

Martes, 07 de Abril 2020

Tiempo de lectura: 7 min

El coronavirus ha llenado de horas en casa nuestros días y el buzón de este espacio de mensajes. El triple de lo habitual, calculando a bulto. El cartero ha hecho lo que ha podido en la selección y, si por lo común siente que debe disculpas a alguien por no haber podido hacerle hueco, esta semana lo siente todavía un poco más. Las cartas hablan del ahora, pero también del después. Y en muchas de ellas aflora una idea recurrente: nada va a poder ser como antes, pero hay alguna cosa que va a ser más difícil que se quede como está. Las desigualdades extremas de un sistema que acumuló beneficios ingentes en unas pocas manos, y ahora arroja un quebranto no menos ingente sobre las espaldas de todos, se vuelven en esta hora insoportables. Cada ingreso tiene sus costes, y convendría empezar a calcularlos mejor. LA CARTA DE LA SEMANA

La mierda esta (con perdón)

Hemos subestimado al enemigo y ahora toca pagarlo, como en todo conflicto. Toca dar ejemplo, aliento y ayuda. Estar unidos y luchar; aunque afloren los reproches, hemos de reprimirlos. Están falleciendo personas, seres queridos a los que se les caduca la vida sin aviso y de un modo muy cruel, sin despedidas ni la ocasión de unirnos en ese último adiós de recuerdo, consuelo y honor. A mí ya se me ha ido un amigo, esto va en serio, ya no está. Desde que me enteré de su ingreso, he comprobado el WhatsApp esperando el milagro; hoy sigue sin usarlo. En su estado aún reza: «Al final, no recordamos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos». Aldo, descansa en paz y escucha, amigo. El jueves me tomé dos caldos de esos tan ricos que hacías y un buen crianza de Rioja. El sábado ya no abrías el bar y, después, la Policía te tuvo que rescatar de casa, infectado por esta mierda. Más de treinta años militando en tu local, con muchos momentos para el recuerdo en buena compañía, hasta luego, y muchas gracias. Responsabilidad, por favor, a todos. Paciencia, amor y cariño, aprovechemos para querer y, lo que es casi más importante, decirlo. Alberto Alonso, Logroño (La Rioja)

Por qué  la he premiado…  Porque recoge lo esencial y se sacude lo accesorio en esta hora y este trance.


Blandiblú

Mi esposa y yo somos positivos del COVID-19, estamos peleando contra él desde casa y estamos convencidos de que en unos días lo habremos superado. Estaba en la cama a las ocho, cuando se han escuchado en la calle los aplausos de reconocimiento a los sanitarios. Al terminar, una soprano ha interpretado magníficamente desde un balcón vecino un aria de Carmen. Toda la manzana se ha volcado en aplausos y gritos de reconocimiento y gratitud. Me he emocionado. Al observarlo mi esposa, me he justificado: «Es que estoy blandiblú, cariño». El virus se irá y todos volveremos a la normalidad. Estaremos fuertes otra vez y no lloraremos cuando escuchemos El amor es un pájaro rebelde. Sin embargo, pienso, a lo mejor sería deseable que nos quedase un poco de 'blandiblú' en el espíritu, que apreciáramos más los pequeños detalles y nos preocupase un poco más el de al lado, para comenzar a construir un mundo mejor. Luis Subías (Barcelona)

El efecto mariposa

Una mariposa bate sus alas en una ciudad de Asia y su aleteo provoca el caos en el resto del planeta. En un mundo global, liberal y capitalista, nos creemos a salvo de lo que pasa en la parte miserable del globo, que afecta a otros, no a mí: pobreza, refugiados, desastres naturales... Esto nos debe recordar que jamás estaremos por encima de la naturaleza, aunque nuestro poder adquisitivo y nuestra ducha diaria con agua potable calentita así nos lo hagan creer. El virus no prejuzga como nosotros. No le importa si es don Amancio Ortega o el indigente que duerme en el cajero. Ahora se avecina una crisis sin precedentes: Bolsas hundiéndose, histeria colectiva, destrucción de empleo y un largo etcétera. Lo vamos a vivir en primera persona. Espero que hagamos autocrítica y recapacitemos. El que manda es el dinero, y quienes lo manejan son muy poquitos, pero nuestro microegoísmo nos impide advertirlo. Estas son sus consecuencias. ¿Existe vacuna para el COVID-19? No. ¿Y para que no vuelva a suceder algo similar? Sí, redistribución de riqueza. Javier Venera González (Badajoz)

Bilbao, 2040

Mi nieto llega a visitarme y, tras darme un beso, me pregunta si viví la Guerra Civil. Me echo las manos a la cabeza: no entiende que, aunque naciera en el siglo XX, nací medio siglo más tarde de eso. Aprovecho para contarle que he vivido otros acontecimientos: el 11S, el 11M, la crisis de 2008, la pandemia del 20, la cual me marcó profundamente por el confinamiento en casa con su padre siendo niño. Me dice que ni idea de todo esto que le cuento. Y sigo impactada: los chicos dan Historia de hace siglos, pero desconocen la más cercana, y pase lo que pase, gobierno tras gobierno, seguimos igual, dejando que nuestra desmemoria impere para continuar con nuestros prejuicios y justificar los fanatismos, que no ideologías, de la clase política.     Lara Cebriano (Bilbao)

Por nuestros abuelos

Tengo 15 años y tengo la suerte de que aún viven mis cuatro abuelos. Mis padres trabajan mucho, dentro y fuera de casa, y tratan de que mis hermanos y yo aprendamos el valor del esfuerzo, aunque a veces les cuesta que lo entendamos. A veces se dice que mi generación es blandita, y a mí me molesta, pero mis padres dicen que ellos también son blanditos si se comparan con mis abuelos. Mis abuelos nacieron entre 1940 y 1944, más o menos. Fueron niños en la posguerra. Hablan de cosas como la cartilla de racionamiento o que se apagaba la luz de la escalera del edificio cuando volvían del colegio. Se pasaron la vida trabajando y sacando adelante no solo a su familia, sino al país entero. Mis padres dicen que a ellos ya no les faltó de nada, pero mis abuelos dicen cosas como que el pollo y la piña eran manjares carísimos que nadie podía comer. A veces, cuando voy al supermercado y veo todo lo que hay, me acuerdo de esas historias. Ahora, con el coronavirus, están en casa. Encerrados, aburridos y un poco preocupados, pero solo llaman a ver cómo estamos nosotros. A todos los jóvenes, desde aquí les digo: nos toca hacer algo por ellos, por nuestros abuelos. Gracias a ellos estamos aquí. Por ellos: ¡quédate en casa! Pedro A. S. D. (Madrid)

Método canguro

Quiero contarte un poco mi vida este último año. Me quedé embarazada en diciembre de 2018, era un embarazo muy deseado y vino cuando menos lo esperábamos. Vera nació con 820 gramos en la semana 27 de gestación. Su mamá estaba muy grave y, gracias a la intervención rápida de los médicos, las dos salimos adelante. Vera vivía en su casita de paredes transparentes en la UCI de neonatología del Gregorio Marañón. Su papá y yo no podíamos dejar de admirar la maravilla que era nuestro bebé. Casi sin poder verle su carita, estaba intubada, llena de cables. Durante un mes de nuestra vida estuvo luchando en la UCI. Pudimos cogerla por primera vez a las tres semanas de vida, haciendo el método canguro, que consiste en ponerla sobre nuestro pecho desnudo, durante tres o cuatro horas varias veces al día, para que sentir el calor de sus papás favoreciera su evolución. Una vez salimos de la UCI, aún nos quedaron dos meses más en cuidados intermedios. En total pasamos los meses de junio a septiembre sentados en una silla al lado de ella y, así, casi cien días. Fue sin duda nuestro mejor verano, porque nuestra ilusión y esperanza nos daban fuerzas. Y ahora pienso, ¿qué son cien días? El tiempo que ahora sentirás pasa lento, pero cuando toda esta situación termine, habrás ganado la batalla, y el hospital se habrá quedado atrás. Nosotros estamos contigo, haciendo el método canguro, para que sientas nuestro calor. Te mandamos toda nuestra energía, esperando tu recuperación. Tan solo te pedimos un poquito de paciencia y tu sonrisa al finalizar esta carta. Felipe, Vera y Carolina (Correo electrónico)

Ahora

Ahora que el universo nos ha dado una tregua inesperada, tenemos una gran oportunidad para volver a empezar. Ahora es el momento de detenernos unos días y reflexionar; de invertir nuestra escala de valores y priorizar lo esencial sobre lo superfluo; de no volver dentro de quince días a la espiral perversa de antes; de no postergar más tiempo un acto de generosidad, una promesa pendiente o un «te extraño». Ahora es el momento de valorar y salvaguardar la libertad, la justicia, los derechos, garantías y servicios públicos que hemos alcanzado gracias al sacrificio y al consenso de todos, y que hace apenas unas semanas parecían eternos. Si algo está demostrando esta crisis sanitaria es la rapidez con la que pueden perderse las certezas vitales que tanto hemos tardado en conquistar. Ahora es el momento de dejar de comportarnos como dioses y ser conscientes de que estamos a expensas de algo que nos sobrepasa; de pensar en quienes más sufren: los refugiados, los enfermos, los sintecho, los que pasan su vida enclaustrados como hoy nosotros. Y que, cuando llenemos de nuevo las calles, lo hagamos con el alma y el corazón bien abiertos para darles también la nueva oportunidad que merecen. Ahora es el momento de hacer de este mundo un lugar mucho más bello en el que vivir. Ignacio de Saavedra Lage (Madrid)