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EL BLOC DEL CARTERO

Madrid

Lorenzo Silva

Martes, 28 de Julio 2020

Tiempo de lectura: 7 min

Tiene la palabra connotaciones negativas para muchos. En sus seis letras, algunos han condensado a lo largo de décadas o de siglos un cúmulo de insatisfacciones, reproches y hasta resentimientos. En estos meses, no ha faltado incluso quien le achacara la responsabilidad en la difusión de la enfermedad y pidiera o impusiera cordones sanitarios para los madrileños. A los nacidos en la Villa y Corte, o sus alrededores, nos ha tocado una vez más cargar con el estigma de una capitalidad que no siempre aprovecha más a quien más cerca la tiene. Ahora, Madrid, como nos indica un lector no madrileño, es un ejemplo para bien. Sus políticos han dejado de darse estopa para darles esperanza a los vecinos. Quizá no seamos tan siniestros.

CARTA DE LA SEMANA

Pero el viejo cantaba 

Y sus ojos se llenaron de lágrimas. Y su corazón latió en aquel instante mágico de menos de un segundo. Tanto ella como los demás iban concentrados en sus pensamientos. Unos, con los cascos, absortos en la música. Otros, en el paisaje y en el balanceo suave del autobús que los adormecía. Otros, como ella, en sus pensamientos grises y amontonados en alguna esquina, esperando darles forma quizá hoy, quizá mañana. Pero el viejo no. Él cantaba. Muy suave. Apenas audible, pero cantaba. Aunque ella estaba dos filas más allá, le oyó. Una cancioncilla que no decía nada y lo decía todo. Algo que le salía de dentro. La chica miró al viejo. Y se dio cuenta de que el único pasajero del autobús que tenía la vida cerca, pese a su vejez, era aquel viejo. Arrugado, con los ojitos cansados de tanta vida y que le sonrió como un niño, entre vergonzoso y alegre, al ver que se había parado a escuchar su canción.

Paola Sánchez Martínez, Gijón (Asturias)

Por qué la he premiado… Por esa hermosa mirada de la juventud a la vejez, tan reconfortante en estos días.


No hay moros en la costa

Esta frase nos ha quedado de la época en la que los berberiscos atacaban nuestras costas. Su piratería se llevó a cabo entre los siglos XVI y XIX y se calcula que capturaron sobre 1.250.000 esclavos cristianos. El mismísimo Miguel de Cervantes fue uno de ellos. En 1575, los turcos capturaron la galera Sol en la que volvía a España, junto con su hermano. Sus padres pagaron el rescate del hermano, pero no el de Cervantes, más elevado, ya que portaba documentos para personas influyentes y de la realeza. Fue liberado por fray Juan Gil, que pagó 500 escudos de oro tras cinco años de cautiverio. Creo conveniente recordar este episodio en este momento de vandalismo contra monumentos de personajes a los que se relaciona con la esclavitud. Son acciones desproporcionadas y, en casos como el de Cervantes, desacertadas. No fue esclavista, sino esclavo.

Francisco Almendros Martínez (Correo electrónico)


El ejemplo de Madrid

Es normal, y conveniente, que existan distintas maneras de solucionar los problemas. De ahí que las democracias cuenten con partidos de todas las ideologías para intentar resolverlos. También es normal que entre algunos de esos partidos las posturas estén tan alejadas que parezca imposible el acercamiento. Sin embargo, Madrid ha demostrado que, cuando se quiere, se puede. El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, ha logrado un acuerdo con todas las fuerzas del Ayuntamiento. Algo que, como ha dicho, «no ha sido nada sencillo, pues nadie ha conseguido todo lo que pretendía, pero sí lo que querían los madrileños». Si ha sido posible en Madrid, lo es en cualquier sitio. Es solo cuestión de querer y de poner las necesidades de la gente por encima de la de los partidos. Pedro Sánchez, en mayor medida por ser presidente del Gobierno, y Pablo Casado, como jefe de la oposición, deberían tomar ejemplo. Si no son capaces de alcanzar un acuerdo en una situación de crisis como la que vivimos, no lo harán nunca.

Mario Suárez, Pilas (Sevilla) 


Hacia  la belleza

Hace tiempo que dejé de creer en el ser humano. Perdí la fe en una especie egoísta, envidiosa, destructora, cruel, manipuladora y manipulable. A pesar de eso, hay algo que siempre admiraré: su capacidad para crear belleza. Un libro. Una novela y las palabras que al unirse forman un poema. Una pintura. Descubrir el paisaje que se esconde en el óleo y la acuarela. El cuerpo que sale del mármol, la piedra o el bronce. Modelar el barro y domesticar el hierro. Construir ciudades. Los museos y salas de cine. Templos de sueños. La música. El largo lamento del chelo y el llanto del piano. Todas las canciones y la voz, con sus infinitos matices. Los rostros bellos y la elegancia natural de la piel de ébano. El cabello largo y brillante en una cabeza ladeada, el mechón de pelo que con la mano lentamente se aparta. Las curvas que insinúan. También una mirada intensa y sincera. Limpia. Con el color del mar o de la hierba. Y todo lo que es bello. Porque ¿qué sentido tendría este mundo?, ¿qué nos queda en él sino la belleza? Contemplar la belleza que aún queda.

Roberto Ibáñez Ferrer (Albacete)


Aprendo a vivir

Aprendo a vivir cada día, cada nuevo día es un regalo para abrir con mucho mimo, pues así se deben hacer las cosas. Pasé agobiada el confinamiento, como casi todo el mundo, aunque en el no poder salir eduqué mi mente en el camino de ser feliz. Y se logra, se crece, se puede ser mejor persona cada día, con respeto a todos, con tesón y con ganas de mejorar. Por fin salí a la calle, asustada y alegre; y lo primero que hice fue ir a un quiosco a comprar la prensa y varias revistas, con mis guantes y mi mascarilla, y me sentía la mujer más feliz del mundo, pero a la vez insegura... y preocupada. Como todo el mundo. Ahora, pasado el tiempo, estoy veraneando en una playa magnífica y aprendo cosas de todo; he empezado muchas veces de cero en mi vida y esta vez también. Pude estar con parte de mi familia cuando pudieron venir de Madrid: me sentí contenta de verlos y, con ganas de llorar, me contuve y fue un chute de energía de cuatro magníficos días. La familia es un pilar importantísimo para mí. Y nada más, me siento agradecida a todo el que nos ayudó en el confinamiento, desde el Ejército a la Policía; desde el transportista hasta el reponedor; desde los periodistas hasta los maestros y profesores. De verdad, estoy agradecida a todos porque nos lo pusieron fácil. Gracias de corazón.

Mónica Rubio Ochoa (Valencia)


Si Gea se cabrea

Siempre que se habla de todos los ataques de la raza humana en contra del planeta: la contaminación medioambiental y los gases de efecto invernadero, la tala indiscriminada, el plástico que inunda ríos y océanos, los vertidos de petróleo en el mar..., se asume que la Tierra es una víctima indefensa. Esta situación, que en otros tiempos provocaría una escena en la que la diosa Gea despotricaría ante Zeus contra la humanidad y terminaría con ambos planeando un escarmiento, ahora puede llevarnos a pensar que la Tierra no está tan desvalida como creíamos y que, al estilo de lo propuesto por James Lovelock en la hipótesis de Gaia (el planeta se comporta como un sistema con mecanismos para autorregular las condiciones esenciales para la vida), podría defenderse. ¿Y si el sistema no ha hecho más que accionar sus mecanismos de defensa? Un virus que diezmase la población humana con la vieja arma de la selección natural. ¿Y si se trata del primer paso? ¿Ha sido suficiente para escarmentar o volveremos a las andadas? No nos conviene cabrear a Gea.

Francisco J. García Fernández (Correo electrónico)


Fascistas

Existen personas que fantasean con robar un banco, o que profesan simpatía con quien lo haga, pero carecen del valor para llevarlo a cabo y nunca serán juzgadas ni condenadas por robo alguno. Es decir, no se es ladrón hasta que se roba. Del mismo modo, no se es fascista mientras no se cometan actos calificables como fascistas, aunque se simpatice con políticos que se hayan valido de estas doctrinas totalitarias y antidemocráticas. Los que sí son fascistas, porque lo demuestran con sus hechos, son aquellos grupos que se dedican a insultar y apedrear a aquellos que no son de su agrado. Más lamentable resulta que dirigentes se apoyen en una torticera perversión del lenguaje, calificando a estos grupos como «antifascistas», cuando sus comportamientos denotan lo contrario. Esto es: fascismo.

Juan Carlos Almazán Quintana (San Sebastián)


Seres indefensos

Recientemente, una madre terminó con la vida de su hijo de cinco años y se suicidó en un hostal de Madrid. En Vilobí d'Onyar, otra madre mató a sus dos hijas de cinco y seis años y luego se arrojó contra un camión. Ambas  madres, al parecer, sufrían problemas mentales y sabían que les iban a retirar la custodia de sus vástagos o ya la habían perdido. Los protocolos establecen que no se puede retirar de repente la custodia para no causar un trauma al menor. Los expertos en psicología aluden a suicidio ampliado cuando la persona presenta graves trastornos que distorsionan la percepción hasta convertir la vida en algo insoportable; con la muerte busca la liberación del sufrimiento y le quita la vida a su hijo en un último acto de amor. Ante tales episodios es urgente revisar los protocolos y establecer medidas que eviten la muerte de seres indefensos.

José María Torras Coll, Sabadell (Barcelona)