Compañeros desde el neolítico, los gorriones desparecen de las ciudades. Por Fernando González-Sitges
Si hay un ave que es sinónimo de población humana, ese es el gorrión. Es el pajarito que ve volar desde la parada del autobús, en el chiringuito donde se sienta a tomar el aperitivo, en los árboles y aceras de su ciudad. Ese del que nunca se ha preguntado qué es, es, con toda probabilidad, un gorrión.
Desde el inicio de nuestras sociedades, el gorrión se ha unido al ser humano y ha llegado a formar parte de nuestros paisajes rurales. Estos pequeños pájaros, que son naturales del norte de África, Europa y Asia, nos siguieron en el largo camino de nuestro desarrollo desde el Neolítico y poblaron con nosotros nuestros pueblos y posteriormente nuestras ciudades. Son, para la mayoría de los que viven dentro de una gran urbe, la vida que anima el mundo del asfalto, el vidrio y el hormigón. O lo eran hasta ahora.
Se dan por desaparecidos en Londres. En Madrid se pierden unos 14.000 al año
Desde finales del siglo pasado, los gorriones están desapareciendo de nuestras ciudades. Los estudios realizados por la Real Sociedad para la Protección de las Aves en Londres dieron la alarma. En los jardines de Kensington, donde un censo de 1925 descubría una población de 2603 gorriones, se repitió el recuento en el año 2000. Solo se contabilizaron ocho ejemplares. Hoy se dan por desaparecidos en Londres. Otro tanto ha pasado en algunas capitales europeas. Y lo mismo está sucediendo en las grandes ciudades españolas.
Un estudio de la Sociedad Española de Ornitología (SEO) del año pasado calcula que en la provincia de Madrid se pierden alrededor de 14.000 gorriones al año. Mientras las palomas urbanas crecen a un ritmo del 3% anual, nuestros pequeños compañeros desaparecen sin que nadie sepa con seguridad las razones. Los científicos apuntan varias posibilidades. Para algunos ha sido la pérdida progresiva de jardines y zonas verdes lo que ha provocado que durante el periodo de cría no encuentren suficiente alimento para sus polluelos. Otros echan la culpa a que los niveles de contaminación y ruido se han hecho insoportables para los pequeños pájaros. Polución, ruido, falta de espacios verdes, competencia con las palomas y, más recientemente, con cotorras sudamericanas y africanas que están colonizando nuestras ciudades, incluso una arquitectura más funcional que les deja sin los refugios de antaño; probablemente, todos son inconvenientes que se suman hasta ser insoportables para los gorriones.
Mientras los científicos intentan probar las causas de esta pérdida creciente, deberíamos pensar que los animales suelen ser bioindicadores que señalan problemas que también pueden afectarnos a los seres humanos. Aunque sea por puro egoísmo debería preocuparnos un poco, además de la dichosa crisis que sufrimos todos, esta, más invisible, de los gorriones urbanos.
UNOS SE VAN Y OTROS LLEGAN
A la desaparición de jardines y zonas verdes, a la polución creciente y al cambio de la arquitectura, que afectan negativamente en el desarrollo de los polluelos de gorrión, se suma la feroz competencia no solo de las palomas, sino de halcones y cotorras. Así son estas nuevas aves de ciudad.
Halcones
Mientras la nueva arquitectura de nuestras ciudades hace más difícil la nidificación de algunos pájaros como los gorriones, los grandes edificios inteligentes sirven, cada vez con mayor frecuencia, para que los halcones hagan sus nidos. En los edificios inteligentes es frecuente que las ventanas no se puedan abrir, con lo que los halcones encuentran en los aleros de los pisos más elevados un lugar ideal para sus puestas. Allí arriba, nadie los molesta.
Cotorras
Dos especies invaden nuestras ciudades. la cotorra gris argentina, que proviene de Sudamérica, y la de Kramer, procedente de África y Asia. Ambas se comercializan como mascotas. Al ser muy gregarias y resistentes a nuestro clima, las que se escapan de sus jaulas van formando colonia y no tardan en reproducirse. Su mayor inconveniente es que desplazan a las especies autóctonas y, sobre todo, su insoportable y casi constante griterío.