Cinco mil años después de que los egipcios le adjudicaran su primer nombre, la exploración de Marte ha transformado por completo la visión de nuestro vecino más próximo, el planeta rojo. Por Victor de Azevedo

• Marte tiembla

Hoy, por ejemplo, ya nadie teme una invasión marciana. ¿O sí? Un misterioso vagabundo espacial de color rojo que parece moverse hacia atrás y cada dos años regresa a la misma posición. Así veían los antiguos griegos al planeta. Era un astro singular y, como tal, despertó una fascinación que ningún otro cuerpo celeste ha despertado jamás. Los griegos pensaron que aquel misterioso vagabundo espacial se merecía un nombre con personalidad. Le pusieron Ares, por el dios de la guerra: Marte en su versión romana. Para entonces, en todo caso, el planeta rojo llevaba siglos cautivando a la humanidad. Los egipcios lo llamaron sekhed-et-em-khet-ket (el que viaja hacia atrás), pero babilonios, hindúes, chinos, mayas, aztecas… el mundo entero siempre quiso saber más sobre este vecino del que apenas nos separan, según su posición, entre 102 y 59 millones de kilómetros.

Durante siglos, el movimiento del planeta rojo centró las observaciones de los estudiosos, desde Ptolomeo, en los primeros compases de nuestra era, hasta los tiempos del danés Tycho Brahe – «el más grande observador del cielo hasta la invención del telescopio» -, el hombre que registró por primera vez sus ciclos con una exactitud sorprendente para su época.

A su muerte, su discípulo, Johannes Kepler, trabajó una década sin descanso para desarrollar sus leyes del movimiento planetario, predecir el movimiento de Marte y, de paso, revolucionar para siempre la ciencia. Curiosamente, en 1609, el mismo año en que el astrónomo y matemático alemán revelaba sus resultados, el italiano Galileo Galilei dirigía su rudimentario telescopio hacia el cielo para iniciar el renacimiento de la astronomía, permitir la observación directa del universo y hacer que la imagen del planeta rojo comenzara a ganar en nitidez.

Cincuenta años después, el holandés Christiaan Huygens percibió una zona oscura con forma triangular en su superficie y realizó los primeros dibujos de lo que hoy se conoce como Syrtis Major, la mancha más característica en la superficie marciana. No fue su única aportación, Huygens estableció su velocidad de rotación en 24 horas -el valor reconocido hoy es de 24 horas, 37 minutos y 22 segundos-, lanzó una aproximación bastante certera de su tamaño e incluso elucubró sobre las civilizaciones que, según su convicción, vivían allí.

Las aportaciones se fueron sucediendo: en 1704, Giacomo Maraldi observó puntos blancos en ambos polos, anunciando la presencia de agua; en 1777, William Herschel concluyó que su atmósfera era poco densa y que Marte gozaba de estaciones comparables a las terrestres. Sus habitantes, sugirió, debían disfrutar de una situación similar a la nuestra. Un siglo después, la suposición del astrónomo alemán comenzaría a dominar la visión popular del planeta.

Una oposición de Marte

La Tierra se sitúa justo entre este y el Sol que coincida con el día de máxima cercanía entre la estrella y nosotros es el sueño de todo apasionado por el planeta rojo. Así ocurrió el 5 de septiembre de 1877 y toda la clase astronómica pasó aquella noche mirando al cielo. Hubo hallazgos de todo tipo, pero el que marcaría la futura observación marciana lo realizó Giovanni Schiaparelli al revelar toda una intrincada red de canales sobre la superficie. El astrónomo italiano nunca dijo que aquello hubiera sido creado por vida inteligente. Poco importó, los marcianos habían llegado para quedarse y atravesar toda la cultura popular del siglo XX.

Los monstruos marcianos invadieron las revistas en los años 20 iniciando la edad de oro de la ciencia ficción

Los monstruos marcianos que H. G. Wells definió en La guerra de los mundos en 1897 invadirían en los años 20 las revistas baratas iniciando la edad de oro de la ciencia ficción. El clímax de esta enajenación colectiva lo marcó una célebre transmisión radiofónica. La noche del 30 de octubre de 1938, Orson Welles adaptó la obra de Wells, y cerca de dos millones de oyentes escucharon que los marcianos estaban invadiendo la Tierra y se lo tomaron a pies juntillas.

Mariner 4 Marte

Lanzamiento de la ‘Mariner 4’ el 28 noviembre 1964

La guerra fría y la era nuclear fusionaron la amenaza con el átomo y el comunismo, dando lugar a algunas de las historias más delirantes jamás creadas.

El 14 de julio de 1965, la ‘Mariner 4’ sobrevoló Marte. Sus imágenes enterraron la idea de hallar allí un mundo habitable

Al mismo tiempo, la carrera tecnológica abrió nuevos caminos. Los soviéticos, en 1960, lanzaron la primera nave dirigida a Marte. Ni siquiera abandonó la atmósfera. Los intentos se sucedieron a ambos lados del telón de acero hasta que el 14 de julio de 1965, la Mariner 4, lanzada por la NASA ocho meses antes, sobrevoló la superficie marciana. Lo que vio cambió para siempre nuestra visión del planeta rojo. Aquellas imágenes enterraron la idea de hallar allí un mundo habitable, pero el retrato que la ciencia nos ofrece ahora es, si cabe, el más excitante de los últimos cinco mil años.

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