Sydney Possuelo, la voz de los indÃgenas de Brasil
Es uno de los más importantes ‘sertanistas’ (experto en la selva) de Brasil, y también uno de los más polémicos. En los ochenta creó el Departamento de Indios Isolados y lo dejó tras un sonado desencuentro con la presidenta Dilma Rousseff. Texto Albert CorbÃ
Possuelo es uno de los pocos occidentales que, en mitad de la selva amazónica, se ha encontrado cara cara con otro ser humano desconocido hasta ese mismo instante. Fue el creador del Departamento de Indios Isolados en la Funai, el organismo estatal brasileño para las cuestiones indÃgenas, que tiene como objeto la protección de las comunidades que aún no han entrado en contacto con lo que llamamos ‘civilización’. Es, en resumen, uno de los pocos hombres blancos, como dirÃa el escritor Joseph Conrad, capaz de orientarse en el corazón de las tinieblas.
«El contacto con los indios del Amazonas on los blancos es un desastre, lo mires como lo mires»
Hace apenas un mes apareció en todo el mundo la noticia de que un grupo de indios de los que se desconocÃa su existencia habÃan alcanzado uno de los puestos de la Funai para establecer relaciones, en la frontera de Brasil con Perú. El protocolo de emergencia se disparó. Un equipo médico y otro de expertos lingÃŒistas y antropólogos viajaron de un extremo al otro de Brasil para ayudar en el proceso irremediable que se acababa de abrir. Sydeny Possuelo recibió la noticia en su casa de Brasilia visiblemente apesadumbrado.
XLSemanal. ¿Por qué no le alegra la noticia?
Sydney Possuelo. Porque el contacto es un verdadero desastre para la cultura indÃgena. Si se produce, es clave contar con un equipo de médicos e indigenistas preparados para convencer a la comunidad contactada de que se vacune. El solo contacto con nosotros puede costarle la vida a entre el 50 y el 70 por ciento de la tribu. ¡Y solo a causa de la gripe!
XL. ¿Tan peligroso es el contacto?
S.P. SÃ. Con la creación del Departamento de Indios Isolados instauramos una polÃtica de no contacto. Al principio, nuestra misión era establecer relaciones con ellos, para pacificar el territorio y facilitar la expansión de Brasil hacia el interior. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que aquello era una catástrofe.
XL. ¿Por qué?
S.P. Porque no solo suponÃa muchas veces la desaparición de la comunidad, sino su total destrucción como cultura, como modo de vida. Antes del contacto, el blanco no es para el indio más que una tribu, alguien del que han hablado sus antepasados, que han divisado en algún claro de la floresta Pero en su manera de ver el mundo es incapaz de advertir la dimensión de esa tribu y de todo su poder.
XL. ¿Qué es lo peor que llega con el hombre blanco?
S.P. En el contacto llegan enfermedades desconocidas, llega el alcohol, que acaba por consumirlos; llegan los madereros y los garimpeiros que los esclavizan. Los sertanistas e indigenistas de Brasil decidimos que nunca más participarÃamos de esa polÃtica de contacto. Solo si un grupo isolado lo decide. Y asà ha ocurrido en Acre.
«Para el indio, el blanco no es más que una tribu. Es incapaz de advertir la dimensión de esa tribu y de todo su poder»
XL. ¿Pero los isolados saben de nosotros? ¿Saben del hombre blanco?
S.P. Por supuesto. Saben de nosotros desde la llegada de Colón [rÃe]. Ha habido siglos de masacres, de conflicto, de enfermedades. Formamos parte de su mundo. En algún momento mataron a un cazador o a un garimpeiro, y viceversa. Pero no son capaces de imaginar las dimensiones desmesuradas de la tribu de los blancos. No hay conceptos para entender qué es una ciudad, por ejemplo. Recuerdo la ocasión en que un indÃgena, perteneciente a una comunidad ya contactada, viajó conmigo por primera vez a la ciudad. Al verla, quedó completamente consternado. Dejó en cierto modo de ser él.
XL. ¿No les gusta la civilización occidental?
S.P. No hay escala en su cabeza para entenderla, pero por supuesto que nos conocen. De hecho, la prueba es que no paran de huir de nosotros. Se esconden cada vez más adentro, en lugares más recónditos, en las cabeceras de los rÃos. Nos conciben como una amenaza, como un gran peligro del que hay que huir.
«En un ‘tapirÃ’ dejas cuchillos, cazos… Si cuando vuelves los han cogido y han dejado otros a cambio, es que habrá contacto»
XL. Es reacio a contar anécdotas, pero ha vivido situaciones extremas, como enfrentamientos con los indÃgenas, tenÃan ustedes que ir armados…
S.P. Mire, le resultará extraño, pero el ideario del General Rondon [Cândido Mariano da Silva Rondon, creador de la SPI, origen de la Funai] impide matar a un indio. Un funcionario de la Funai no puede hacerlo. Pero hemos sufrido ataques de ellos, sÃ. Nuestras armas eran solo para poder reaccionar de un modo que los detuviera si nos atacaban.
XL. ¿Y los atacaron?
S.P. Por supuesto. Una noche, mientras cenábamos en la casa del campamento, sin previo aviso, a través de las ventanas, empezaron a llover flechas. No veÃamos ni de dónde venÃan. Dos hirieron gravemente a un funcionario. Uno de nosotros saltó al interruptor del generador del sistema de iluminación. Arrancó el estrépito del motor y las luces iluminaron todo el campamento. La lluvia de flechas se detuvo. Cuando salimos, ya no habÃa nadie. Si no hubiésemos reaccionado asÃ, habrÃamos acabado todos muertos.
XL. Peor les fue en el contacto con los korubos, en 1996, cuando murió un funcionario.
S.P. SÃ. La zona era muy conflictiva y habÃa constantes matanzas entre korubos y riberinhos. Pero la muerte del funcionario Sobral fue una desgracia. Cometimos errores. Los korubos son una comunidad muy brava y se rompió el entendimiento. Fue nuestro último contacto intencionado.
XL. ¿Cómo se produce el contacto? ¿Cuál es el procedimiento?
S.P. Sencillo. En una zona de la floresta explorada se construye un tapirà [un techo de hojas bajo el cual se suele dormir]. En él se cuelgan objetos. cuchillos, machetes, cazos Y se dejan allà durante un tiempo. Más tarde se regresa. Si el tapirà ha sido destruido por los indÃgenas, se está muy lejos de poder establecer comunicación. Si los objetos han sido aceptados y han dejado otros io, el contacto se realizará.
«Claro que hemos sufrido ataques de los indÃgenas y han muerto compañeros, pero no puedes matar a un indio; en ningún caso»
XL. ¿Les gustan los objetos de la ‘civilización’?
S.P. Hay que entender que ellos no tienen metalurgia; sus instrumentos son de madera o de piedra. Asà que un machete de acero es algo extraordinario. Pero su inadaptación a nuestro mundo es imposible de superar. El contacto, da igual por dónde se mire, es un desastre. Hay que evitarlo siempre.
XL. ¿Cómo ve la situación ahora?
S.P. CrÃtica. La polÃtica expansiva de Brasil, la construcción de la presa de Bello Monte, el propio papel que ha tomado la Funai, sin presupuesto ni verdadera actividad de campo, han abierto las puertas a la explotación indiscriminada de la Amazonia.
Los últimos en aparecer
El pasado mes de junio, un grupo de indÃgenas se acercaron a un centro de la Funai en lo que era su primer contacto con occidentales, en el estado brasileño de Acre. ¿Por qué se produjo el contacto? Possuelo lo tiene claro. Muy probablemente por desesperación. Acre es una de las zonas con mayor población isolada. Es frontera con Perú. Allà las madereras no tienen lÃmites. Y los ataques y matanzas a indios son indiscriminados. Esta comunidad debe haber atravesado la frontera huyendo de esta presión. Ahora hay que establecer lazos de comunicación. No es fácil. Probablemente allà no haya nadie que hable su lengua u otra semejante. Pero una vez que se ha producido el contacto, hay que conseguir un entendimiento .
¿Cómo puede haber ‘no contactados’?
En un mundo hipercomunicado, en el que todo parece estar ya descubierto, es difÃcil entender que los indios isolados existan. Resulta más fácil si pensamos que una región de selva tan grande como AndalucÃa puede tener tan solo tres mil habitantes conocidos.
Según Possuelo, hay al menos 60 ‘referencias’. La referencia es la prueba de la existencia de una tribu sin contactar. Estas pruebas pueden ser los restos de un poblado, un sendero en la floresta, un tapirà de caza, una hoguera que indica la presencia de alguien, de un grupo de pobladores del que aún desconocemos el nombre
Cuando se habla de ‘isolados’, se trata de ‘comunidades’, que pueden ser de solo cuatro o cinco individuos, o bien de grupos de hasta 400 personas.
El quijote del Amazonas
«Soy de São Paulo, pero desde muy joven me sentà muy atraÃdo por la selva». A Possuelo le fascinaban los hermanos Villas-BÃŽas, famosos sertanistas en Brasil. A los 19 años les compraba el tabaco a los Villas-BÃŽas. Solo querÃa subirme al Xingú [el parque nacional que crearon los Villas-BÃŽas]. Aprendà mucho de ellos. Al principio solo querÃa pescar, cazar… Más tarde, después de la dictadura, ingresé en lo que se llamarÃa Funai, y empecé a tomar consciencia de que en el Xingú, en Rondonia, en Acre, vivÃan personas; habÃa una realidad diferente y en grave peligro, y en muchas ocasiones violentamente destruida .
La familia de Possuelo era de clase media y origen español ( mis abuelos por parte de padre eran españoles y su apellido era Pozuelo ) y no entendÃan muy bien su dedicación. Menos lo entendieron aún sus sucesivas mujeres. «He tenido seis mujeres, con tres de las cuales me he casado legalmente. Y tengo seis hijos. Las mujeres son incomprensibles. Cuando me conocen, les encanta que sea un aventurero. Luego es precisamente eso lo que no les gusta de mÃ, que me pase la vida viajando, en la selva». A la pregunta recurrente de si alguna de sus mujeres ha sido indÃgena, asegura que nunca. «Pasando tanto tiempo allà hubiera sido fácil mantener relaciones con ellas, pero pertenecen al terreno de mi trabajo. SerÃa como si una mujer fuera al médico y este se aprovechara de ella».