Legiones de lutieres han intentado replicarlos. Sin éxito. No han podido emular su sonido, sublime, perfecto. Ahora, los científicos someten a exámenes dignos de ‘CSI’ a estos instrumentos fabricados hace 300 años por un artesano italiano y que son joyas irrepetibles, valoradas en millones de euros y codiciadas en todo el mundo. Buscan la fórmula que los hace únicos. Por Manuela Giménez
Nació en 1710 en Cremona (Italia); vivió en el palacio del rey de Inglaterra; estuvo en la batalla de Waterloo; después vivió en Berlín, Tokio y ahora reside en Suiza. Tiene 300 años. Es un violín, un stradivarius.
Se llama Rey Jorge en honor a su primer propietario, Jorge III de Inglaterra, y pertenece a un club muy selecto formado solo por 650 miembros repartidos por todo el mundo. Su vida y la de sus ‘hermanos’, también con nombre propio (Capitán Saville, Español, Hammer, Lady Tennant, Condesa Polignac, Viotti… ), aglutinan el misterio, la alta cultura, la Historia y ahora también la ciencia.
¿Cómo consiguió el artesano italiano Antonio Stradivari dotar a los instrumentos que fabricó de una sonoridad tan sublime? Muchos lutieres han intentado replicarlos, sin éxito. Los expertos continúan -300 años después de que Stradivari los ensamblara- indagando en el corazón de estos instrumentos, en busca de su fórmula secreta. Los miran a través de rayos X, los examinan con tomografías y con espectroscopios, analizan estos diamantes musicales por los que pujan los nuevos magnates rusos, jeques árabes o multimillonarios asiáticos.
Su cotización en los últimos veinte años se ha multiplicado por doscientos: diez veces más que el oro
Los Stradivarius son un negocio. Muy rentable: su cotización en los últimos veinte años se ha multiplicado por doscientos. Diez veces más que el oro. Y son pocos: Antonio Stradivari (1664-1737) construyó algo más de 1110 instrumentos musicales en sus 57 años de oficio.
Técnicas dignas de ‘CSI’
Era lento. Fabricaba solo unos 20 al año. Sobreviven 550 violines, 63 violonchelos, 18 violas, cuatro mandolinas, 14 contrabajos, un par de guitarras y una única arpa. En el Laboratorio Arvedi de la Universidad de Pavía, abierto en el Museo del Violín de Cremona, han utilizado técnicas dignas del ‘CSI’ para rastrear hasta la última molécula de la madera de los instrumentos fabricados por el mítico lutier. Han llegado a una conclusión: es posible que Stradivari tratase los violines con una mezcla de caseína (una proteína de la leche) e hidróxido de calcio, lo que producía una cola especial. También creen que utilizó un aislante obtenido del aceite de lino o de nuez y resina de pino, y una capa de barniz fabricado con aceite, colofonia (resina natural de color ámbar) y cinabrio (mineral rico en azufre y mercurio).
Fue Antonio Stradivari un artesano de una meticulosidad obsesiva. Se cuenta que, en las noches de Luna llena, vagaba por los bosques de Val di Fiemme con una antorcha. Observaba los abetos rojos. Cuando descubría uno con un porte sobresaliente, arrancaba un trozo de la corteza y golpeaba el tronco con un pequeño martillo para escuchar con atención el sonido de su golpeo. Si le convencía el resultado, ordenaba talar el árbol y trasladar el tronco a su taller. Para la caja de un violín, Stradivari utilizaba dos tipos de madera. arce de los Balcanes y abeto rojo. Compraba los troncos y luego secaba la madera en la terraza de su taller.
Árboles de una era glacial
Una de las hipótesis que explican el sonido perfecto de sus instrumentos apunta a que el secreto está en la madera de esos troncos supervivientes de una era glacial que heló la zona entre 1645 y 1715, redujo la velocidad de crecimiento de los árboles, compactó los anillos de edad de los troncos y produjo una madera más elástica.
No todos están de acuerdo con que esa sea la razón de su excelencia. Las últimas pesquisas apuntan a que las 50 micras (milésimas de milímetro) de barniz que aplicaba Stradivari son las responsables del enriquecimiento del sonido. Estos estudios sostienen que esta ‘pócima mágica’ la elaboraba Stradivari a partir de una preparación vítrea que endurecía la madera y aumentaba su capacidad de vibrar. Sin embargo, según Simone Sacconi, un experto que ha restaurado 350 Stradivarius, el mítico lutier utilizaba en la elaboración de su barniz sílice, carbón y carbonato de potasio mezclados con cenizas del polvo de prensado. Pulverizaba esta mezcla, la disolvía en agua, la cocía y la decantaba. La extendía sobre la madera y luego la dejaba secar durante meses. El tiempo, dicen, también desempeñaba un papel importante. Hay más teorías: Estudiosos de la Universidad de Cambridge, no obstante, creen que el ingrediente secreto es el uso de cenizas volcánicas.
Distinguir los auténticos
No hay testimonios de los trucos de Stradivari, el célebre artesano (que falleció a los 73 años) no dejó documentación sobre su método de trabajo. Solo dos personas lo conocían: sus hijos Francesco y Omobono, que trabajaban con él en el taller y que también murieron con los labios sellados.
Stradivari murió sin dejar documentación de su técnica. La conocían dos de sus hijos: no la desvelaron
Como en una trama de misterio, la fama de estos instrumentos ha alentado a mafias, estafadores o contrabandistas. Los auténticos Stradivarius se distinguen «por su barniz, semejante a una llama dorada; por la cuidadosa talla de la efe (los agujeros de resonancia); por su forma abombada; por la voluta; y por el cartucho pegado en el fondo del instrumento, con la leyenda. Antonius Stradivarius cremonensis faciebat anno (y la fecha de fabricación)» . Y, obviamente, por su inconfundible y potente sonido.
Hombres armados
«Cada uno tiene su propia personalidad: por eso se denominan con el nombre de sus propietarios» , explica Matteo Fedeli, el violinista que ha tocado más Stradivarius del mundo, 25 en la última década. A Fedeli lo llaman los dueños de los instrumentos para que los toque. Cuando viaja con los violines, lo acompañan hombres armados, comprensible cuando en el maletín se lleva un objeto que puede valer hasta 15 millones de euros.
Solo los instrumentos fabricados por Giuseppe Guarneri, conocido como Guarneri del Gesú, son equiparables en precio y prestigio a los Stradivarius. Guarneri fue paisano y contemporáneo de Stradivari, ambos fueron aprendices en el taller de Nicolo Amati y compraban las resinas y los pigmentos en los mismos vendecolori que el resto de los artesanos y pintores.
Bruce Tai, uno de los expertos californianos que han analizado los Stradivarius bajo el microscopio, solo encuentra una explicación a la excepcionalidad de estos instrumentos. «Una combinación de buen ojo, buen oído, buenas manos, ajustes constantes y dotes artísticas». En su opinión, la fórmula mágica de los Stradivarius es un asunto más de oficio y talento que de ciencia.
Los expertos han examinado el barniz que aplicó Antonio Stradivari a los instrumentos que fabricó. contiene una mezcla de sílice, carbón, carbonato de potasio y cenizas. Esta masa la pulverizaba y cocía. La dejaba secar durante semanas y luego la untaba en los instrumentos. endurecía la madera y aumentaba su capacidad de vibración.
Récords de Stradivarius
- El más Stradivariano. Matteo Fedeli es el músico que ha tocado más Stradivarius: 25 en la última década. Lo llaman los propietarios de los violines para que mantenga vivos los instrumentos.
- El más caro. Se llama Lady Blunt, como una de sus dueñas: Lady Anne Blunt, nieta de Lord Byron. En 2011, la Nippon Music Foundation recibió por él 15 millones de euros (de un comprador desconocido), que entregó a las víctimas del tsunami de Fukushima.
- El único original. Los 650 Stradivarius que se conservan tienen tres siglos de vida: se han retocado muchas veces, la madera se ha enmasillado, rebarnizado y se han reemplazado varios componentes. En el siglo XIX se cambiaron los mástiles de los violines por otros más largos e inclinados, más adecuados para interpretar notas más agudas. Solo hay un Stradivarius que se conserva intacto, en su estado original (incluido el barniz), es el Tenor Toscano, una viola de 1690 que se expone en la Galería de la Academia de Florencia.
¿Un sonido inconfundible?
Claudia Fritz, experta en acústica del Instituto Jean Le Rond D’Alembert de París, ha puesto a prueba el mito de los Stradivarius con un ensayo demoledor. En 2012 reunió a diez renombrados solistas en una sala de conciertos parisina y puso a su disposición -con los ojos vendados- doce violines: seis antiguos (entre ellos, cinco Stradivarius) y seis modernos, en dos sesiones de 75 minutos, tanto solos como acompañados por una orquesta. Resultado: seis de cada diez solistas prefirieron un instrumento nuevo. Y el más votado no fue un Stradivarius, sino un violín nuevo. ¿Se puede generalizar el criterio de diez músicos? «Yo diría que no» , opina el violinista Matteo Fedeli. «Un par de horas no es tiempo suficiente para sintonizar con un instrumento antiguo. Más considerando que el sonido de un instrumento antiguo se juzga a distancia: el oído del violinista está demasiado cerca del instrumento para poder valorarlo bien».
La joya de la corona española
El cuarteto palatino
Las tres personas que lo presenciaron se pusieron blancas de pánico. El violonchelo del mítico Cuarteto Palatino, formado además por dos violines y una viola fabricadas por Antonio Stradivari, se partió en abril de 2012 cuando lo estaban fotografiando. Fue un escándalo estratosférico: no está claro por qué se autorizó ni con qué fin se hizo esa sesión de fotos. Pero tuvo solución, la pieza estropeada se restauró. El Cuarteto Palatino es un tesoro irreemplazable del Patrimonio Nacional español. Es uno de los cuartetos mejor conservados del mundo y convive en el Palacio Real de Madrid con otro violonchelo creado por Stradivari. Los encargó Felipe V en Cremona. La Guerra de Sucesión frenó la entrega. Los adquirió Carlos III, se integraron en la Orquesta de Cámara de Carlos IV. Se utilizan en conciertos muy selectos.