Antes de viajar a Río, muchos de nuestros deportistas han pasado por este Centro de Medicina del Deporte. Aquí, armados con los últimos aparatos científicos, un puñado de especialistas logra poner sus cuerpos al límite… sin riesgos. Texto y fotografías: Daniel Méndez

Dos minutos! Vas a 10 kilómetros por hora». Mientras Ángel López Vázquez se afana por mantener el ritmo sobre el tapiz rodante, el doctor Manuel Rabadán Ruiz le va cantando el tiempo y la velocidad que lleva. «¡Minuto cuatro! 12 kilómetros por hora, 148 latidos por minuto».

Ángel nació, como una premonición, en el año olímpico de 1992. Hoy es uno de los más de 300 deportistas españoles que se han desplazado hasta Río; compite con la selección de rugby a siete. Pero, antes de la gran cita, Ángel y otros muchos atletas acudieron al Centro de Medicina del Deporte de Madrid. Aquí, en este lugar altamente especializado, velan por la salud del deportista evitar el fantasma de la muerte súbita es uno de sus objetivos y aportan criterios científicos a los entrenadores para planificar las pruebas olímpicas.

Cuando visitamos el centro, Ángel va a realizar una prueba de esfuerzo máximo. correr sobre la cinta, armado con una decena de electrodos y una mascarilla para el análisis de gases, hasta que él mismo diga que se acabó, que ya no puede más. Durante más de 11 minutos de carrera, y también durante la recuperación posterior, se recogen datos sobre su presión arterial, frecuencia cardiaca, consumo de oxígeno… Cuando llega la hora de analizar los resultados, Ángel muestra unos conocimientos médicos que no todos tienen. Ha estudiado Medicina, cuenta. Este año le tocaba el MIR, pero lo ha pospuesto para centrarse en la cita olímpica. «Yo creo que merecía la pena», dice, esbozando una sonrisa.

Máximo estrés y evitar la fatiga

«En la prueba de esfuerzo máximo vemos cómo responde su cuerpo a una situación de estrés tan importante», explica la doctora Lucía Sainz Fernández, quien, como el doctor Manuel Rabadán, es médico especialista en medicina del deporte en la unidad de fisiología del ejercicio.

«Por un lado, realizamos una valoración cardiovascular. estudiamos cómo reacciona su corazón, para descartar lesiones. Por otro lado, hacemos una valoración funcional a través de un analizador de gases. Esta última está más orientada al rendimiento del deportista», dice.

Un dato fundamental para planificar las rutinas de entrenamiento lo aportan los llamados ‘umbrales aeróbico y anaeróbico’. Indican cómo obtiene la energía el músculo conforme aumenta la intensidad del ejercicio. Hasta llegar al primer umbral, aeróbico o ventilatorio (VT1, en sus siglas inglesas), el músculo obtiene toda su energía del metabolismo aeróbico, es decir, del oxígeno recibido por vía ventilatoria.

Llega un momento en que empieza a recurrir al sistema de ácido láctico para añadir algo más de energía. Pero este ácido láctico, todavía en concentraciones bajas, es eliminado mediante la respiración. La energía principal del músculo se sigue obteniendo a partir del oxígeno y las reservas de hidratos de carbono y ácidos grasos. Sin embargo, conforme se incrementa la intensidad del ejercicio, hay un momento en que el oxígeno ya no es suficiente. El organismo comienza a generar ácido láctico a un ritmo mayor al de su capacidad de eliminarlo, con lo que comienza a acumularse. Y la fatiga del deportista va en aumento. este es el umbral anaeróbico (VT2). El objetivo del entrenamiento será mantenerse entre ambos umbrales. Si la carga es excesiva, y se supera este segundo umbral, el ejercicio será contraproducente. Se trata, pues, de obtener datos objetivos para una adecuada planificación.

«Por aquí han pasado casi todos los deportistas olímpicos. Salvo las federaciones de fútbol y baloncesto. Aquí están los mejores, que no son necesariamente los más famosos», explica Lucía.

En el discurso de los profesionales del centro y de los deportistas es habitual que se cuele una reivindicación de deportes injustamente secundarios. Nadie se fija en disciplinas como el bádminton o la esgrima hasta que un representante español comienza a subir al podio con frecuencia.

Ciencia frente a experiencia

El centro, cuenta su director, Fernando Gutiérrez Ortega, tiene más de 50 años de experiencia, «aunque fue sobre todo a raíz de la designación de Barcelona como sede olímpica en el año 86 cuando el Consejo Superior de Deportes tomó conciencia de que la medicina del deporte era un apoyo muy importante para conseguir un alto rendimiento deportivo». Lo que había empezado como «un servicio compuesto por médicos aficionados al deporte, pero no especialistas», se fue especializando poco a poco. «En el año 87 se graduó la primera promoción de la especialidad de medicina del deporte, de la cual yo soy miembro», dice Fernando con orgullo. Aunque no todos recurren a los especialistas del centro. «Los entrenadores de la vieja escuela se basan más en la experiencia que en la ciencia. Pero con la gente joven hay mucha interacción, plantean dudas, se elaboran programas para medir lo que piden…». Hoy día, muchos de ellos son licenciados o graduados en ciencias de la actividad física y, por tanto, muy conscientes de cuánto puede aportar el análisis científico de sus rutinas de trabajo.

El primer examen

Para todo ello, el centro se divide en una serie de especialidades. antropometría, aparato locomotor, apoyo y control del rendimiento, cardiología y fisiología del esfuerzo, fisioterapia, dinámica postural, psicología… Al principio de la temporada cada deportista realiza un examen completo en cada una de estas áreas para descartar cualquier patología incompatible con la práctica deportiva y establecer su estado de forma para planificar sus entrenamientos. Después seguirá acudiendo con mayor o menor frecuencia en función de sus necesidades y sus posibles molestias. La especialización es la clave. Por ejemplo, si un deportista acude a realizarse una radiografía para detectar una posible lesión, los radiólogos saben exactamente qué y dónde buscar. Y no es raro ver a un halterófilo con su pesa frente a la máquina de rayos X. Hoy le ha tocado a Claudia Heredia, que es suplente en el equipo de gimnasia rítmica. Se contorsiona, siguiendo las indicaciones de los radiólogos y después continúa la visita con la doctora Manuela González Santander, jefa del área de imagen y dinámica postural del centro.

Manuela, que pertenece al equipo médico del Comité Olímpico Español, está ahora en Río. Antes del viaje sube a Claudia a la plataforma de dinámica plantar, que le permite observar, a partir de la imagen que arroja la pantalla, las presiones en la planta del pie. «Nos permite detectar pequeñas o grandes alteraciones en el esqueleto», explica, mientras corrige la postura de Claudia.

Cada especialidad deportiva es un mundo, con un campo de posibles lesiones muy específico y con unos requisitos de entrenamiento y forma física propios. Y los distintos perfiles médicos que trabajan en el centro han visto pasar a muchos deportistas a lo largo de los años. Saben de antemano qué se pueden encontrar en un atleta, un levantador, un nadador o un gimnasta. «En halterofilia, por ejemplo, las lesiones más frecuentes suelen ser tendinopatías rotulianas por la postura y el gesto del deportista en el levantamiento de peso. En natación nos encontramos muchas lesiones de hombro y algunas lumbalgias; en rugby, una buena amalgama», explica Elena Martínez Martínez, responsable de la unidad de fisioterapia. «Tendinopatías, luxaciones, sobrecargas musculares…». Ella, como el resto de los especialistas del centro, tiene que adaptar su tratamiento a los compromisos profesionales de los deportistas. Si hay lesión, el objetivo será lograr una recuperación lo más rápida posible. Del mismo modo que la prevención se adapta de manera muy específica al momento de la temporada. La halterófila Lidia Valentín es una clara candidata a volver de Río con medalla. En las semanas previas a los Juegos ha acudido a diario al centro para un tratamiento de movilización articular y relajación de tejidos blandos. «Son maniobras muy suaves para modular el dolor que pueda tener después de los entrenamientos por la sobrecarga mecánica articular y la sobrecarga muscular», cuenta la fisioterapeuta.

Volver de Río con buenas noticias

«Cuando el deportista va a competir es cuando está en su mejor estado de forma», afirma la doctora África López-Illescas, al frente de la unidad de readaptación física. «Pero como van al cien por cien, siempre tienen sus pequeñas molestias, una ligera tendinitis o problemas musculares. Nosotros vamos limando todo esto para que no se lesionen. ¡Que no se nos rompan!», concluye gráficamente. Para ello cuenta con dispositivos avanzados, como la máquina Huber o la llamada Isocinético Biodex System. «De la primera habrá tres en España; de la segunda, no más de cinco». Sirven para elaborar programas de recuperación a medida de cada especialidad y cada deportista. Porque nada puede quedar al azar si queremos que el medallero vuelva de Río cargado de buenas noticias.

Hasta que el cuerpo aguante

Hasta que el cuerpo aguante

Hasta que el cuerpo aguante
Ángel López, del equipo de rugby a siete, realiza una prueba de esfuerzo máximo. Sirve para descartar patologías y orientar al entrenador a la hora de programar los entrenamientos.

Como un videojuego

Como un videojuego

Como un videojuego
La máquina Huber se utiliza en la rehabilitación del deportista. Realiza un trabajo integral en hombros, espalda, rodillas, tobillos… Solo hay tres como esta en toda España.

radiografias en accion 590

Radiografías en acción
Claudia Heredia, suplente en el equipo olímpico de gimnasia rítmica, exhibe su flexibilidad ante la máquina de rayos X. Así facilita la detección de una posible lesión.

Contra la sobrecarga

Contra la sobrecarga

Contra la sobrecarga

Lidia Valentín, vigente campeona de Europa de halterofilia, ha recibido aquí atención diaria las semanas previas a los Juegos.

Control de la temperatura

Control de la temperatura

Control de la temperatura
La doctora Paz Lillo Jiménez utiliza una cámara termográfica de infrarrojos para detectar lesiones. la zona más caliente es la que más carga muscular acumula.

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