La nadadora Fu Yuanhui explicó que su bajo rendimiento en los Juegos de Río se debía a que tenía la menstruación. Convulsionó las redes sociales. ¿Cómo algo tan natural puede ser noticia? Hablar de la regla incomoda. Incluso a las mujeres. Pero el silencio tiene consecuencias. Económicas y sanitarias. Es hora de afrontarlas. Por Judy Clarke
Barack Obama se convirtió en el primer presidente de los Estados Unidos en hacer referencia a la menstruación. Y no fue por decisión propia.
Durante una entrevista concedida a la youtuber Ingrid Nilsen, esta le preguntó por qué los tampones y las compresas están sometidos en su país a tasas fiscales propias de artículos de lujo. Obama se quedó asombrado. «Tengo que decirle que no entiendo por qué se aplican unos impuestos tan altos -respondió-. Sospecho que porque, en su momento, los hombres eran quienes establecían las leyes».
A partir de ahí se desató una intensa campaña en redes sociales que hasta llegó a la portada de revistas como Newsweek. Era hora de abordar un tema que increíblemente sigue siendo tabú en el siglo XXI. La nadadora china Fu Yuanhui reactivó el debate al comentar, recién salida de la piscina olímpica, que su rendimiento había bajado porque el día anterior le había bajado la regla.
Ninguna deportista lo había dicho antes en unos Juegos Olímpicos. Y, desde luego, no es a la primera que le pasa. ¿Por qué ese silencio? En parte, explican los analistas, porque las propias mujeres son poco propensas a hablar de la menstruación en público. A la hora de ir al cuarto de baño esconden las compresas o tampones en las mangas para que nadie advierta que les ha venido la regla. Y las campañas publicitarias no ayudan al presentar lo que es un proceso sangriento y, como poco, incómodo como un bello momento para corretear con ceñidos shorts mientras líquidos azules caen sobre mullidas compresas. Nada más lejos de la realidad. La menstruación es, casi siempre, dolorosa. Causa dolores de ovarios y de espalda, por no hablar de las alteraciones emocionales… y tiene lugar cada mes a lo largo de entre 30 y 40 años en la vida de toda mujer.
SI FUESE COSA DE HOMBRES
En un artículo publicado en una revista estadounidense en 1978, la feminista Gloria Steinem respondió a la pregunta ¿qué pasaría si un día los hombres pudieran menstruar y las mujeres no? «La respuesta está clara. la menstruación se convertiría en una envidiable cualidad masculina». Además de que se enorgullecerían de ello, es muy probable que se hubieran invertido mucho más tiempo y dinero en evitar sus consecuencias negativas.
Las mujeres gastan más de 30.000 millones al año en tampones, compresas y protectores de bragas en el mundo. Y, sin embargo, en más de un siglo solo se han producido tres innovaciones significativas en el sector: las compresas desechables, comercializadas a finales del XIX y mejoradas con adhesivo en 1969; los tampones, en la década de 1930; y las copas menstruales, popularizadas en los ochenta. ¿Cómo se explica que algo tan importante no haya cambiado en 50 años?
Las mujeres gastan 30.000 millones al año en tampones y compresas, pero en los últimoss 50 años no ha habido innovaciones sustanciales
Pues posiblemente por lo mismo que Donald Trump se quejó de las duras preguntas que le había hecho una periodista durante un debate alegando que ella seguramente «estaba chorreando sangre por ya sabemos dónde».
No era el primero en apelar al tópico. En 1970, Edward Berman -del Partido Demócrata- comentó que las mujeres no estaban capacitadas para ocupar cargos oficiales debido a sus «tremendos desequilibrios hormonales». Berman pidió a la opinión pública que pensara en «una presidenta menopáusica que tuviera que tomar una decisión como la de bahía Cochinos». Pero la opinión pública pensó que el incapacitado para tomar decisiones era Berman. Tuvo que dimitir, presionado por su propio partido. Pero lo cierto es que las cuestiones que afectaban al tratamiento de la menstruación no cambiaron sustancialmente.
En lo económico, los productos de higiene femenina no están considerados de primera necesidad en casi ningún país. En España se les aplica un gravamen alto, un 10 por ciento de IVA. En Alemania es de un 19 por ciento. Pero en Francia, gracias a la presión social, el IVA sobre estos productos se ha reducido del 20 por ciento al 5,5 por ciento, acercándose al gravamen de Inglaterra, donde es del 5 por ciento.
El alto coste ha sacado a debate en nuestro país una alternativa más económica: las copas menstruales, un dispositivo de silicona con forma de campana que se coloca en la parte final de la vagina para recoger el flujo menstrual. Su precio oscila entre 20 y 30 euros y pueden durar hasta 10 años. Aunque existen desde hace casi un siglo, en España apenas se conocen, según las activistas que las defienden, por los intereses y la presión de los fabricantes de tampones y compresas.
Sobre estas empresas recaen, además, otras acusaciones. La fundamental. el secretismo en torno a los componentes que usan para la elaboración de tampones y compresas. La campaña comenzó en los Estados Unidos, donde la normativa no obliga a las compañías a incluir en el envoltorio un listado con los materiales que componen sus productos, aunque una mujer tenga un tampón metido en la vagina durante más de 100.000 horas a lo largo de la vida. Los tampones pueden contener «residuos de herbicidas químicos», asegura a Newsweek Sharra Vostral, una historiadora de la Purdue University, autora de Under wraps (‘Trapos sucios’). «No terminamos de conocer las consecuencias para la salud, porque nadie se molesta en estudiar los posibles efectos de los tampones».
HISTORIAL DE DAÑOS
Conocer los componentes no es mera curiosidad. Es un relevante tema de salud, porque vinculado a ellos está el llamado síndrome de shock tóxico (SST), una enfermedad grave que puede provocar la muerte. Está causado por una toxina producida por algunos tipos de bacterias estafilococos, y los primeros casos que se describieron afectaban a mujeres que estaban usando tampones.
El síndrome de ‘shock’ tóxico se vincula al uso de tampones. Por eso se reclama un mayor control de de los componentes a los fabricantes
En 1980 fueron registrados 890 casos de síndrome del choque tóxico en los Estados Unidos. Murieron 38 mujeres. Por entonces, en torno al 70 por ciento de las estadounidenses empleaban tampones y, tras la investigación, la marca Rely resultó ser responsable del 75 por ciento de los casos de SST. Fue retirada del mercado en 1980. Desde entonces la incidencia del SST se ha reducido drásticamente, pero no ha desaparecido.
Philip Tierno, profesor de Microbiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, fue uno de los primeros en establecer la relación entre el STT y los materiales sintéticos presentes en los tampones. explica que es una cuestión de cantidad. Una mujer utiliza, de media, unos 12.000 tampones a lo largo de su vida. «Las autoridades sanitarias dicen que la presencia de dioxina es casi irrelevante, pero el problema radica en la acumulación de dicha sustancia después de decenios de uso. No todas las mujeres son susceptibles al SST, pero conviene que tengan presente que el riesgo existe. Por mi parte, tengo claro que la mejor alternativa es el algodón al 100 por ciento, sin productos sintéticos de ninguna clase», dice Tierno.
INNOVAR ES POSIBLE
Una de las cosas más sorprendentes en torno a los productos de higiene femenina es que no haya innovaciones sustanciales. Quizá por ello se convirtió en noticia Miki Agrawal, creadora de Thinkx, hace un par de años. Diseñó unas bragas que absorben la sangre del periodo menstrual sin necesidad de llevar puesto un tampón o una compresa (excepto en los días más intensos). Las prendas son antimicrobianas y reutilizables. Pero, según cuenta, hacerse un hueco en el mercado con estos productos es más difícil de lo que debiera. Para empezar, cuando trataron de desplegar una campaña publicitaria en el metro de Nueva York, fueron vetadas. Y no porque enseñasen nada, sino porque hacían expresa mención al periodo. Y es que, según Agrawal, hasta están vetados en los programas televisivos de la mañana en los Estados Unidos. «Por la sencilla razón de que no se atreven a usar la palabra ‘regla’. ¡Es de locos!».
PARA SABER MÁS
Under wraps, a history of menstrual hygiene technology, de Sharra Vostral (Lexington Books).
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