Stalin fue un dictador implacable que modernizó la URSS a costa del pueblo

Lenin se moría. En diciembre dictó lo que se conoce como su Testamento, al que le fue añadiendo nuevas notas. Una decía: «Stalin es demasiado brusco y este defecto [.] se hace intolerable en el cargo de secretario general. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otros puestos y de nombrar para este cargo a otro hombre».

Stalin, xlsemanal

Stalin en su despacho oficial del Kremlin el 13 de abril de 1932

El 21 de marzo de 1923 fallecía el organizador de la revolución bolchevique y creador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS). Presidiendo sus funerales se hallaba Stalin, que miraba con disimulo a los prohombres del partido comunista que en el testamento de Lenin tenían la consigna de sustituirle por otro. ¿Quién sería más apropiado? ¿Trotski, Zinoviev, Kamanev, Bujarin? No les brindaría la ocasión. Quien no se someta, quien discrepe, quien sobresalga, será acusado de espía, traidor, desviacionista, capitalista.

Muy pronto se ganó la confianza y estima de Lenin

Iosiv Dzhugachvili era conocido desde hacía mucho tiempo como Stalin (acero) o Grub (hosco), como solía decirle Lenin. Tenía 42 años, una voluntad inquebrantable, una rara astucia y una meta clara: el poder. Había nacido en Georgia, en la humilde casa de un zapatero y una campesina analfabeta, pero tuvo la suerte de ingresar en el seminario de Tiflis, donde, a parte de cultura, adquirió una fuerte conciencia de clase.

Allí se encontró con jóvenes marxistas, que le atrajeron a su causa. La religión perdió un sacerdote ortodoxo, pero la política ganó un revolucionario profesional. Hasta 1917 tomó parte en todas las revueltas y conspiraciones contra el poder zarista, conoció a Lenin y se convirtió en uno de sus colaboradores predilectos. Ya derribado el Zar y con Kerenski al frente del poder republicano, Lenin tuvo que esconderse para escapar de la persecución del Gobierno Provisional y Stalin le sustituyó. Con todo, su gran estrategia para conquistar el poder absoluto era la discreción y el disimulo. Dejó a Trotski, el Ejército y la diplomacia y se quedó con la coordinación interna, la organización del partido, el reclutamiento. Una década después de los funerales de Lenin, podía contemplar las fotografías del acto y verse como único protagonista.

Stalin, xlsemanal

Pronto advirtió que no podría mantenerse mucho tiempo un país que aún no había logrado superar los índices de desarrollo de 1913. Así que en 1928 puso en marcha el Primer Plan Quinquenal. Para lograr que tuviera éxito se contrataron técnicos occidentales, se compró en el extranjero maquinaria y utillaje, se fundaron escuelas técnicas. Para financiar ese esfuerzo, Stalin bajó los salarios, aumentó las horas de trabajo, creó el estajanovismo -que primaba el rendimiento en el trabajo-, incentivó la extracción de oro en Siberia. Su propaganda exaltaba el trabajo, ponderaba los milagros de la técnica y aseguraba a las masas -que le llamaban ‘padrecito’- que la URSS era la vanguardia del mundo. Mientras, la GPU (policía política) se encargó de meter en cintura a todos los disidentes y disconformes.

El Segundo Plan Quinquenal (1932) trató de introducir mejoras en la vida del pueblo ruso, sacrificado como pocos a lo largo de dos décadas. Se activó la construcción de viviendas, la industria de vestido, calzado, mobiliario doméstico y la alimentación. En 1935 se terminó el racionamiento de alimentos básicos, pero el malestar campesino fue ahogado en sangre; la docilidad impuesta a tiros, unida a las colectivizaciones dotadas de moderna maquinaria, mejoraron la producción paulatinamente.

Pero en la década de los 30 tuvieron lugar las más feroces purgas suscitadas por el estalinismo; se atribuyen a Stalin más de 30 millones de víctimas, de las cuales la mitad habría perecido en esta época. De esta manera domeñó a sus opositores, a los campesinos, a los obreros levantiscos, a la burguesía y al Ejército. A finales de esos años, con una producción industrial pesada y armamentística de grandes proporciones, Stalin era cortejado por las democracias occidentales como el contrapeso adecuado de Hitler.

Temido y odiado, nadie le ayudó el día de su muerte

Pero París y Londres erraron en sus cálculos y, cuando quisieron darse cuenta, Berlín y Moscú firmaron el Tratado Molotov-Ribbentrop -por el nombre de los ministros firmantes-, que permitió el ataque nazi a Polonia para repartirla con la URSS. Había estallado la Segunda Guerra Mundial.
De ella salió la URSS como superpotencia -aunque a punto estuvo de verse derrotada por el Ejército alemán- y su líder, como gran figura de la política internacional: cofundador de la ONU, dueño de los destinos de toda Europa Oriental y de buena parte de Asia, rival directo de Occidente, protagonista de la Guerra Fría.

Stalin hizo de la URSS una gran potencia militar, erigida sobre el sacrificio de una población que jamás logró un nivel de vida digno y sobre el miedo de todos -se aseguraba en la URSS que no había una sola familia rusa sin un pariente en Siberia-, incluida la clase dirigente. Así, nadie le ayudó y le dejaron morir como un perro cuando le sobrevino un ataque cerebral, en la madrugada del 5 de mayo de 1953.


LUCES

  • Sacó a la URSS del marasmo en que había quedado tras la guerra civil y logró que la agricultura satisficiera las necesidades alimenticias del pueblo.
  • Creó una industria pesada y militar que se demostraron poderosos en la confrontación con el III Reich
  • Fue el impulsor del programa espacial soviético

SOMBRAS

  • Estableció una dictadura del partido, con una insoportable militarización de la sociedad y el culto a su personalidad.
  • Esclavizó a la población para conseguir metas planificadas desde su propio deseo y no desde el posibilismo.
  • Eliminó toda oposición ideológica, política, social y económica, y sembró la URSS de cadáveres y presos políticos

PARA SABER MÁS

La revolución rusa, de Lenin a Stalin. Edward H. Carr, Alianza Editorial.
Stalin, vida privada. Lilly Marcou, Editorial Espasa Calpe.

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